domingo, 28 de marzo de 2010

Novela: Despertar en el Infierno. Capitulo 3: El rock de Las Desalmadas (Flashback)



-Uno, dos, tres –Dije, y nuestros labios se tocaron por primera vez.
Nos besamos con paciencia, nuestros besos fueron suaves, dulces, tibios y fríos, mojados. Debajo del acolchado color rosa nuestras manos se unieron, buscándose. Se conocían, se querían, se deseaban. Nuestras caricias fueron todo lo que entendí por amor en ese momento. Ella tocaba haciéndome sentir distinta. Sus manos perdían temperatura por la falta de circulación en su flujo sanguíneo, haciéndola congelarse en invierno. Necesitando de mí, su estufa personal. Pero en ese momento sus manos estaban bien, a temperatura ambiente. Recuerdo cada movimiento de las mismas sobre las mías. Me sentí bien, sentí por primera vez en la vida que alguien me tocaba sin buscar sexo, que ése era un sentimiento puro, guiado por amor.
Violeta, era ese nombre que al escucharlo el corazón se me aceleraba, saliéndose de mi pecho, causando estragos en el control de toda mi anatomía.

Esa noche llegábamos de ensayar. Éramos rockeras por excelencia. A la banda le pusimos las Ruthless Girl’s. Y digo pusimos porque todo duro demasiado poco…para mí.
A violeta la conocí una primavera en el dos mil seis, en un concurso de bandas. La banda de hombres en la cual yo participaba ganó victoriosamente, causando una gran ira a la banda de Violeta, completada por mujeres, la cual no recuerdo el nombre, o no quiero recordar en realidad.
La pelea comenzó cuando ellas, disgustadas por el resultado empezaron una pelea sin sentido, ya que si hubiese sido por mí les daba el premio envuelto para regalo. No me interesaba llevarme un trofeo a mi casa, yo había ganado, lo sabía y nada hacia cambiar ése hecho. Una estatuilla pintada no me hacia la diferencia. Pero luego de eso, jamás la volví a ver. Excepto por el día en el que mi mejor amiga de ése entonces, Nazarena, buscó una baterista mujer para su nueva banda de chicas. Ahí llegó Violeta, como una causalidad del destino. Como viniendo hacia mí casi por arte de magia. Nuestras miradas fueron cruzadas, yo seguía la banda de Nazarena como buena amiga, y de hecho llegué a tocar con ellas, hasta que por cuestiones de horario, desistí.
Ella y yo nos despreciábamos, no podíamos estar en una misma habitación por mucho tiempo, su presencia me fastidiaba, y yo notaba que la mía a ella también. Pero no se que pasó, ni cuando pasó, de repente, después de un año en el dos mil siete llegaron las Ruthless Girl’s conformada por Nazarena, la cual había decidido disolver su banda anterior, Violeta, y yo.
Nunca supe sino, después de meses de tocar juntas y llevarnos bien, compartiendo salidas y durmiendo en la misma cama, que ella era lesbiana.
Bueno, no es algo que me moleste, de hecho no fue molestia lo que sentí. En realidad debí de haberlo sospechado, su manera de ser conmigo, tan posesiva. ¡Debí de haberlo notado! Ella jamás hablaba de hombres, y cuando se refería a una persona obviaba el género, sólo contaba situaciones. Y el punto clave: los temas sexuales le causaban repelencia, y no tenía novio ni hablaba de chicos, cosas que suelen hacer las chicas.

-¿Qué hacemos hoy? –Me pregunto ella, su voz en el teléfono era extremadamente el canto de los Ángeles.

-Hoy…hoy llueve Viole, voy a lo de… a lo de una amiga –Mentí, lo que sucedía es que para ese entonces, ella estaba indirectamente dándome señales de que algo pasaba entre nosotras. Y yo… yo me portaba como una imbécil sin experiencia. Quería darle celos por algún motivo enfermo, por lo que decidí inventarme una amiga, y así ver su reacción.

-Ughhh, ¿Es de esas amigas con las que pasan cosas? –Estaba enojada, pero lo disimulaba… demasiado mal, por cierto. ¡Al fin! Ella había recibido mis indirectas, estaba notando que yo era un poco… sí, un poco lesbiana.

-Eso creo –Me avergoncé.

-La mataría, te lo juro.

La conversación telefónica cesó. Supongo que habrá estado disgustada, por mi parte mi cara de felicidad no denotaba lo mismo. Me acosté a dormir una siesta y desperté a las doce de la noche, de inmediato me conecte al Chat.

Y nada más, no recuerdo nada más. Sólo el “uno, dos, tres” que me hizo besarla por primera vez, un dos de abril en el dos mil ocho. En mi habitación, en mi cama, entre mis sabanas. Sólo ella y yo, sonrojadas por la vergüenza, escuchando la respiración de la otra.
Empiezo a recordar lo egoísta que fui. El infierno era chico para mí. Caer en él fue sólo un pequeño castigo de esos que te dan tus padres cuando volviste tarde a casa.
Amaba a Dante, pero ella descolocó todos mis sentidos.


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