lunes, 22 de noviembre de 2010

NOVELA: DESPERTAR EN EL INFIERNO. CAPITULO 17: "Hermanos".




Todo fue horrible. Yo gritaba, Benicio gruñía, la mujer que acompañaba a Dante no entendía nada, y Dante me gritaba a mí. Me hubiese quedado corta al decir que mi vida era un caos, pero nunca fui de quejarme demasiado, así que preferí guardar mis propios pensamientos para mi misma. Me molesta mucho la gente que habla de la depresión. La gente que dice constantemente “estoy deprimida”. Depresión no es dejar de comer por unos días, no es pelearte con tu novio y querer matarte. Depresión es morir. Es consumirse uno mismo, es saber que todo va a acabar de manera trágica, y aun así pasarlo por alto, porque el dolor es más fuerte. El caos y la depresión, aunque no lo crean o sea difícil de explicar, hacían a mi equilibrio. No estaba demasiado deprimida para morir, porque el movimiento que el mismo caos producía no me dejaba margen de tiempo para estar mucho sin hacer algo. Por ende, mi cabeza se mantenía bastante ocupada en otros problemas que me embargaban. Porque, a estas alturas, ser un vampiro me resultaba demasiado problemático.
Pero esta no es la cuestión, tiempo para victimizarme tengo de sobra, de hecho, el tiempo es lo de menos.
Si pudiese describir cada momento después de que Benicio me nombró, sería todo un logro. A partir de ahí todo se nubló y me impidió ver con certeza que era lo que pasaba. Quedé de cuclillas nuevamente en el piso tratando de procesar los gritos, los forcejeos, y todo lo demás. Fue imposible. Benicio tomó de mi cuerpo, ya no más de mi mano, y me arrastró lo más rápido que pudo. Pero recobré el control de mi misma y me paré en seco para impedir que haga de mi persona lo que se le antojara. No estaba dispuesta a servirme en bandeja para que él haga y deshaga.

-¿Por qué estas haciendo esto? –Traté de mantener la calma el mayor tiempo posible, pero me di cuenta, que el momento que estuve callada, había sido para no llorar, y ahora, que había abierto la boca, desaté en lagrimas. -¡El es mío, y está ahí! ¡El destino… es el destino!

**


Cuando abrí los ojos y miré alrededor, todo parecía calmo. El día estaba justo como a mi me gustaba, gris, con un viento fino y frío que tejía mi piel, pero claro… ya no lo sentía como antes. Me recosté sobre mi hombro y miré por la ventana, haciendo enrollar un mechón de pelo en mi dedo índice. Moví una y otra vez mis pies dentro del acolchado suave y fresco mientras mis ojos recién despiertos observaban la lluvia caer y golpear de forma uniforme la ventana. Lo de la noche anterior había sido una locura, casi no lograba recordar como fue que terminó. Tampoco recuerdo como es que estaba dentro de mi cama, como había llegado ahí, y como…. Sí, Benicio. Lo había vuelto a hacer…. Estaba con mi pijama, un corto solero de seda color salmón, de encajes negros. ¿Es que acaso pensaba que yo era algo así como su hermana menor, para tener derecho a traerme a casa y dormida ponerme el pijama? No puede enojarme esta idea, pero me dan ganas de castigarlo. No tengo ganas de ser su hermana, y no se por qué, no quiero que ni piense en esa posibilidad. Quizá mi amigo vampiro protector haya perdido alguna hermana alguna vez y por eso este tan obsesionado conmigo. Tal vez sea instinto paternal, pero no… yo sentí mas de una vez sus manos sobre mi cintura, eso no era instinto paternal. Cada vez que sus manos rozan mi cuerpo, siento un fuego saliendo desde el interior de mi piel helada y marfil, como si la estuvieran tajando de adentro hacia fuera. Definitivamente no era instinto paternal, y no se porque, pero el solo hecho de estar segura de eso me hacia sonreír. No por mucho tiempo, claro está. Después de toda la locura en la que me sumergí este último tiempo, lo de ayer había sido el punto culmine, y el hecho de estar siempre con una larga lista de preguntas que tengo para con Benicio, y que éste me ignore todo el tiempo, o responda con evasivas, lograba desesperarme un poco más.
Sentada ya en la cama, mirando por la ventana como una loca esquizofrénica no me estaba aburriendo para nada, y continué. No por mucho tiempo. Había un aroma, algo familiar que sentía, supuse, desde la sala de estar en la planta baja de la casa. Y resalto que “familiar” no significa en este momento algo “agradable”. Sino que todo lo contrario, era algo conocido… algo que me hacia irritar, algo usual. De un momento a otro me agazapé contra la puerta de la habitación y pensé un largo tiempo que esto del vampirismo me estaba poniendo, además de esquizofrénica, paranoica. No podía escuchar ruido alguno, y me pregunté si Benicio estaba en la casa, entonces me decidí a bajar, a su encuentro. La lluvia se había puesto algo intensa, así que de una zancada estaba nuevamente junto a la ventana, cerrándola. Caminé hacia atrás, y bajé.
Claramente lo que había percibido anteriormente, pudo confirmarse. De un rugido me  fui al humor al primero que vi de mis dos visitantes varones. No podía creer que me haya arriesgado a quedar en evidencia en mi propia casa, pero… ¿qué hacían acá? ¿Eran invasores? Apreté lo suficientemente despacio para no matar, pero el hecho que lo  haya arrojado de un lado del living al otro en una fracción de segundo, me dejaban al descubierto que yo era una fenómeno, y no solo que estaba arriesgándome yo, sino que también a él…. Se me turbó el cuerpo de solo pensar lo furioso que se pondría Benicio por tener que matar a estos dos inocentes –y no tanto, primero acosándome en el planetario, y ahora en mi propia casa- hombres. Pero tendría que hacerlo, no pueden ser testigos de lo que somos, no en este siglo. Mis ojos lo miraban fijamente, pero mi victima mostraba en los suyos un total vacío. Como si nada importara, y lo que es peor, su acompañante estaba sentado al otro lado del living mirando todo, podía sentirlo sobre mi espalda. Pero reaccioné que no estaba sola, había alguien más. Mi cabeza comenzó a voltearse lentamente cuando al lado del desconocido que sólo miraba sin siquiera tratar de defender a su amigo, estaba Benicio, con cara de “te ves ¡taaan estúpida!”. Arrugó su frente, hizo una media sonrisa un poco forzada por la situación, y entonces sentí como el cuello de mi rehén se estaba poniendo totalmente frío, y pensé por dentro de manera desesperada si no era que ya lo había matado de asfixia y no me había enterado antes. Dejé de mirar a los espectadores cuando mil cosas pasaron por mi cabeza, eran realmente extrañas. Estos dos hombres, uno entre mis manos y el otro sentado junto a Benicio me hacían confundir.  Entonces, una brisa helada cubrió todo mi cuerpo. Quien yo creí que era mi victima, realizó un giro inesperado y rápido con mi cuerpo hasta dejarme a sus espaldas, mientras me tomaba casi por las manos y me acercaba contra su pecho, volviéndome a girar. Sentí su respiro de aliento dulce bien cerca de mi oído, y todo quedó calmo. Yo seguía apretada contra él e imaginé el cuerpo de Benicio contraerse de furia, mientras miraba sentado desde el sofá, estirando cada dedo largo de su mano contra los bordes del apoya brazos en el sillón. Sentí un fuerte zumbido dentro de mi cabeza, y tenía ganas de retorcerme en el piso, inmóvil, pero él me seguía sosteniendo apretando de mis muñecas. Todo me sorprendía, hasta que de un momento a otro, el hombre me traspasó recorriendo toda la habitación en medio segundo y me aplastó contra la pared. El zumbido había pasado. Lo vi alejándose de mí, cuando de su boca lo único que se escucho pronunciar fue la palabra “Sexy”. Me incorporé, fulminándolo con la mirada y le pregunté

-¿Quién sos? –Me sentí tarada, por primera vez en mucho tiempo, me sentí realmente tarada.

-El amor de tu vida. –Y me guiñó el ojo. Que estupido, estupido, estupido, estupido, pensé.

-Ya basta. –Interrumpió Benicio, poniéndose a mi lado. Me tomó suavemente el brazo, haciendo una leve caricia con su mano, y me pregunto bien cerca -¿Estas bien?

-Ss ss, sí. –Mentí. Estaba abrumada, me dolía demasiado la cabeza a causa de ese zumbido, el cual no sabía que había sido. – ¿Quiénes son? –Pero el hombre que había estado callado como una estatua, se acerco a mi lado en apenas un parpadeo, y mi mano, la que había estado agarrada de Benicio, ahora estaba en la suya, mientras él la besaba.

-Ayer por la noche fue todo demasiado informal, en mi época a las mujeres se las besaba en la mano. Pero claro…. Pasaron siglos de eso. –Y se rió de manera perversa, pude imaginarlo retorciéndose el bigote, disfrutando el momento. –Por cierto, soy Benjamín. Supongo que ya conoces a Andrés, mi hermano.- Y señaló a mi victima, o victimario, ya no sabía que pensar, lo había tenido inmóvil entre mis manos, y luego todo fue tan rápido, que terminé presa de su fuerza.

-Hola. –Dijo Andrés. Su cara no mostraba ni un uno por ciento de la alegría y aceptación de la noche anterior, cuando nos encontramos como dos desconocidos en el Planetario. Ahora se mostraba hostil. Miraba con recelo, haciéndome sentir culpable de algo que yo desconocía totalmente. Falso, hace dos segundos me había dicho que yo era sexy, y que él es el amor de mi vida…. Hombres, ¿Quién los entiende?

-¿Qué es esto? –Le pregunté a Benicio, desconcertada. –Pensé que no los conocías, ayer… yo…. ¡Eran humanos! Sentí su aroma, su sangre…. –Imaginar que él los había convertido, en castigo a que solamente me hayan acosado un poco el día anterior fue demasiado, pero esa idea duro la nada misma en mi cabeza, Benjamín, el primero y a mi entender el más viejo, no por apariencia, sino por experiencia siendo vampiro, si esta bien decirlo así, había hablado de “siglos”. Descarté la idea de la venganza. Bien. ¿Entonces?

-Bueno mi querida Amanda… lindo nombre por cierto. –Y enarcó una ceja hasta mirar a Benicio. –Podrás entender, en cuanto estés al tanto, que vampiros de nuestra edad, pueden realizar cualquier truco sobre otros vampiros un tanto… inexpertos, como es tu caso, ¿no? –Volvió a sonreírle a mi amigo, guiñándole un ojo.

-¡Benicio! –Alcé la voz para que me escuchara bien claramente. -¿A que se debe la visita de…? –No supe como caratularlos.

-Grandes amigos… quizás los mejores que él haya tenido en su existencia. Nos debe mucho… tal vez hasta su felicidad. –El vampiro más viejo remarcó la palabra felicidad, como si se tratara de algo entre líneas que yo tendría que haber entendido, o que pondría en alerta a mi compañero. Ya estaba un poco cansada de sumarle más misterio a todo, me fui de ese pensamiento si pretendía conservar la calma unos instantes más.

-Ajá… -Dije y miré dudosa a Benicio, él sabía que en cualquier momento iba a empezar nuevamente con las preguntas, así que me devolvió la mirada con un levantamiento de hombros y una dulce sonrisa forzada.

-Andrés. –Y tomó una pausa para seguir. –Viene a quedarse con nosotros un tiempo… Espero que no te moleste. Es sólo por un rato. –Nos dijo Benicio, mirándonos, y remarcando las palabras “quedarse con nosotros”, “no te moleste” y “solo por un rato”.

-Asuntos laborales… no lo entenderías… -Y fue como una sentencia de parte de Benjamín, donde me comunicaba que por asuntos de trabajo tendríamos que alojar a un vampiro que no conocía, al menos yo, y convivir con él, quien además, me parecía entre otros tantos adjetivos que podría utilizar en su contra, un hombre de mirada histérica y depravada. Y vaya una a saber que otras cosas más. Pero eran prejuicios míos, lo único que hice es repasar con la mirada a nuestro nuevo huésped, quien me la devolvió apartándola y haciéndose el importante, hasta llegar a Benicio, que no dijo nada. –Así que bueno. –Repitió nuestro visitante, el más grande. –Es hora de irse… Volverán a saber de mí. Fue un gusto. –Con una mirada penetrante y algo tajante, desapareció.

**

-¿Asuntos laborales? –Le indagué a Benicio, horas más tardes en el sótano, mientras bebíamos algo de sangre.

-Sí. –Y siguió tomando, como si nada.

-¿Sí? –Me fastidio su respuesta, como todas, pero la transformé en pregunta.

-Sí. –Respondió sin decir más.
-¿Es lo único que pensas decir?

-Sí. –Y tomó otra bolsa de su depósito.

-Bien, entonces me voy. –Quería saber hasta que punto íbamos a seguir con el ida y vuelta. Porque se estaba tornando insoportable. Por supuesto que no iba a irme… no podía. De cierto modo, aunque deseaba alejarme y hacer todo por mi cuenta, algo me ataba a él, una especie de imán. Jamás encontraba respuestas de su parte, sentía una punzada fuerte en el estomago de sólo pensar en separarme. Lo necesitaba, como el enfermo necesita su remedio. Pero necesitaba otras cosas, además de lo sentimental. Necesitaba respuestas.

-No. –Contestó. En cierto modo, me gustaba que aplique la fuerza conmigo, y de solo pensar que me estaba obligando, o prohibiéndome algo, mis ojos se dilataban, se daban vueltas… no era sadomasoquista, simplemente era la sensación de placer que me producía el sentirme protegida de esta manera, como si yo fuese algo realmente valioso.

-Bueno, veo que vamos avanzando. De un “Sí” a un “No”, hay algunos cambios. –Traté de sonar amable, necesitaba de mi amabilidad si quería salir beneficiada.

-No, eso no es avanzar. En cierto modo sabes exactamente lo mismo que antes. Lo que sea que te diga, va a dar igual. –Lo escuché algo sombrío. Me dio la espalda, y apoyó sus brazos contra el frezzer que tiene nuestras bebidas.

-Empecemos por una de ellas. –Me fui acercando lentamente.

-No. –Fue tajante.

-¿Otra vez?... Por favor… -Y lo invité a darse la vuelta, para que sus ojos se juntaran con los míos. Por un momento parecía ceder, daba la impresión que lo estaba tentando a algo, pero que era demasiado prohibido como para que de el brazo a torcer.

-No se de que queres hablar, me facilitaría demasiado las cosas si me lo dijeras. –Me explicó, y su mirada volvió a ser vacía.

-Primero: ¿Quién es Andrés… y Benjamín? Los conocías y no me dijiste nada. Momento…. ¡Dejaste que me maltratara! ¡Sí! En la sala… dejaste que me agarrara por la fuerza…. ¡Lo dejaste! –Caí en la cuenta… él lo había permitido.

-Shhh… -Me interrumpió tapándome la boca con su dedo índice, miró donde lo había apoyado, se sonrojo y lo aparto, continuando con la charla. –De a una pregunta por vez. –Pretendió, y con mucha razón. Reí por mis adentros.

-¿Qué pasó ayer a la noche? ¿Por qué no vi más a Dante? ¿Cómo llegamos acá? ¿Y quién me puso el camisón? –Era inevitable, no podía cuestionar nada por separado, eran muchas las preguntas y pocas las respuestas como para dejar pasar la oportunidad de encontrarlo dispuesto a contestar algo.

-Cambiaste de tema, no vale. –Su voz no parecía nada agraciada para conmigo. Dudé y volví al punto inicial. No me convenía hacerlo enojar, me repetía por mis adentros.

-Andrés. –Solo pronuncie el nombre.

-Lindo nombre. –Se burló de mí. Pero lo miré con desaprobación, a lo que agregó -¿O no?

-Muy chistoso. ¿Quién es?

-Un viejo… amigo. –Se hizo el distraído.

-¿Y te cuesta tanto decirlo? –Le fruncí el ceño

-¿Y quién dijo que costara? Amanda… no saques tus propias conclusiones, menos sobre un tema desconocido para vos. ¿Es todo? Estoy algo ocupado.

-¡Mentiroso! –Le grité. -¿Por qué tiene que quedarse acá? –Quise saber.

-Por que lo digo yo. –Contestó.

-Me pone incomoda… me aterroriza el solo hecho de mirarlo. –Le hice saber.

-Deberías. –Dijo Andrés, apareciéndose de repente en el sótano. –Y con respecto a mi estadía en esta casa… es un pequeño favor que tu… compañero me debe. –Cuando dijo compañero, noté como se regocijaba. –Por otra parte –Continuó. –No vamos a dormir juntos vos y yo, como para que te sientas incomoda. –Y largó una risita, que quedó atrapada cuando Benicio lo miró de forma asesina. –Aunque se que quisieras. –Finalizó.

-¿Yo? ¡Por favor! La gente pedante no es mi estilo… ni por cerca desearía tenerte, ni a cientos de kilómetros de mí. –Me enfurecía cada vez más mientras se lo decía. Y vi como se acercaba a la ventana  más pequeña tapada con maderas y una gran cortina color azul marino. Fue un instante, Andrés corrió la tela, cuando sentí que el cuerpo se me incendiaba, y Benicio se abalanzó hacia mí, protegiéndome del Sol. Caímos juntos al suelo, y entré en un estado de inconciencia, mientras Benicio preguntaba por mi collar.

-Se habrá desprendido mientras dormía. –Dije en forma de susurros con las pocas fuerzas que tenía. -¿Cómo fue que en mi habitación, cuando desperté no pasó nada?

-Las ventanas están protegidas, y el Sol no daba de lleno –Dijo desesperado, y dirigiéndose a Andrés añadió rápidamente –Las cortinas ¡Cerralas! ¡Ya!

Entendía muy poco lo que pasaba entorno a lo que había ocurrido… Sólo se que en unos segundos, estaba recostada en la pieza.
Sumergida en lo más profundo, sentí las manos de Benicio alrededor de mi cuello, como caricias, poniéndome el collar que me protegía del Sol. Casi como magia, caí a la nada. La conexión con una realidad que deseaba, solo la podía encontrar en mis sueños


No hay comentarios:

Publicar un comentario