miércoles, 22 de diciembre de 2010

NOVELA: DESPERTAR EN EL INFIERNO. CAPITULO 20: "Toilette".






-¿Lo son? –Tal vez había perdido una pieza de la historia, porque definitivamente no podía entender que estaba diciéndome. Ni darme cuenta de lo que me estaba hablando. -¿Recuerdos humanos con vos? -Él seguía sin contestarme, y si de por sí es blanco, ahora ya el mínimo de color que pudiera tener, desapareció por completo. Estuvo a punto de abrir la boca, pero volvió a cerrarla, apartando la vista y volviéndome a mirar al instante, para luego volver a correrla del campo visual que lo conectaba con el mío. De enserio que esto era muy raro. -¿Lo son, Benicio, vas a contestar?

-Amanda. –Dijo, con una voz entrecortada, y mirándome fijamente. Su mandíbula parecía salirse de lugar.

-¿Qué? –Exigí calurosamente.

-¿Por qué sacaste esa conclusión? No seas absurda. –Esa fue su respuesta, pero entonces ¿por qué parecía que en cualquier momento iba a desaparecer? Sentí de repente, que de un momento a otro iba a borronearse en el paisaje, y evitar seguir hablando. Lo percibí, y me puse del lado de la puerta.

-Andrés. –Fui corta, resumida, concisa.
-¡Oh vamos! Lo sabía! –No le agradó mucho. Pero que me importa, mi cabeza no podía procesar nada de lo que estaba pasando. Sueños extraños, gente extraña, como Benicio, como… Andrés. Sí, Andrés es extraño.

-Te odio. –Exageré. Pero si no se apuraba a darme respuestas, mi odio era la próxima estación en esta discusión. Su cara se transformó de la indignación a la confusión. No sin después mostrarse triste.

-¿Ese es el sentimiento que despierto en vos? –Me preguntó, ahora se veía totalmente infantil. Estuve a punto de conmoverme y echarme a sus brazos, pero no podía sacarme de la cabeza todas las cosas, que probablemente él me este ocultando.

-Sí. –Volví a mentir. Doble mentira, doble dolor.

-Resulta ser que… -Pero él no completó la frase, a lo que yo lo miré seriamente, y siguió –Andrés te mintió. –Me dijo, y calló.

-¿Cuáles son las pruebas de eso? –La intriga me ganó. Ahora quiero saber, y espero solamente una respuesta autentica. Ya no más mentiras ni acertijos que se dejen a libre interpretación. Hoy quiero blanco o negro.

-Nosotros dos no nos conocíamos antes. –Eso era cierto, jamás en la vida me lo había cruzado alguna vez. ¿Pero que necesidad tenía Andrés para mentirme? Benicio estaba muy claro en el sueño. ¿Por qué había soñado así con él?, no entiendo. Pero… momento, hay algo que estoy olvidándome.

-Falta un detalle. –Dije casi para mis adentros, pero lo suficientemente alto para que él me escuchara. -¿Cómo supo Andrés que fue lo que había soñado? La cara de Benicio se iluminó.

-¡De eso se trata! Amanda… Andrés es un vampiro muy viejo y poderoso, aunque su apariencia muestre la de un joven de unos treinta años. Él puede hacer todo ese tipo de trucos.

-Como pasar desapercibido ante otro vampiro, sin que este se de cuenta… -Dije para mi misma esta vez, en voz alta, como sacando mi propia conclusión. Estaba sorprendida, ¡como no me había dado cuenta antes de una cosa así!

-Incluso, él puede provocarte sueños. –Agregó mirándome muy fijamente. –O pesadillas.

-¿Provocarlos? –Esa idea me horrorizó.

-Exacto. Es decir, puede usar su influencia y sus poderes para hacerte ver las cosas que él quiera que veas. Los sueños son algo común entre esos poderes. Puede ingresar en tu mente. Estando vos dormida, es mucho más fácil. –Me contó bajando la voz, al mínimo volumen.

-Eso es… -Me trabé ante tanta información.

-Prácticamente un delito. –Completó.

-¿No hay manera de bloquear eso?

-No. Es de acuerdo a la vulnerabilidad de las personas, en cierto modo… quizá haya manera, pero eso no lo puede controlar uno mismo.

-¿De qué depende? –Estaba empezando a preocuparme.
-Depende de nada. Si anímicamente estas bien, es muy difícil ejercer ese poder, por más adiestrado que los tengas.

-Y si me encuentro sensible… estoy… -No podía pensar.

-Desprotegida. –Finalizó.

-Exacto. –Estaba anonadada ante las justificaciones de Benicio, realmente me encontraba desprotegida, y no tengo las fuerzas necesarias como para luchar contra eso. En los sueños, Benicio no iba a poder protegerme como estando despierta.

-Amanda… Es de vital importancia que te mantengas alejada de él. –Me dijo lanzándome una de sus serias miradas.

-Como si fuese posible… -Mi voz todavía no recuperaba brillo.

-Lo sé, lo sé. Pero quizá pronto se vaya. –En sus palabras noté que ni él se creía lo que me decía. -No estarás pensando en… -No completó la frase. Pero sabía que era lo que me trataba de decir… “¿No estarás pensando en aceptar su invitación, no?” Por supuesto que no estaba pensando en aceptarla. Pero ahora lo único que quería era saber por qué Andrés estaba ejerciendo sus influencias conmigo, y por qué de la forma en la que lo hacía. ¿Qué necesidad tenía de hacerme soñar con Benicio? Estaba tratando de entender cual es el juego, pero por más que exprimía mi mente no lograba comprenderlo. Cambié el rumbo de mi decisión.

-Tal vez… de hecho, tal vez la acepte. –Le dije tratando de parecer poco preocupada respecto a esa situación.

-¿Estas loca o qué? Creo que no estas entendiendo… -No dejé que termine de hablar. Y lo interrumpí.

-Tal vez un poco… -Sonreí. ¿Qué le pasaba? ¿Estaba preocupada por mí, o eran celos? Me da igual. Conmigo, las cosas claras. Y si esto servía para matar dos pájaros de un tiro… ¿Por qué no aprovechar de la situación?
Benicio me tomó del brazo bien fuerte, y al oído, casi como una amenaza susurró:

-No vas a moverte de acá. Incluso si tuviese que atarte. –Sonó amenazador. Me gusta. Pero no pensé lo mismo de ese brazo apretándome, así que en un veloz movimiento, lo arrinconé contra la pared. La situación estaba invertida, y ahora la depredadora que amenaza, era yo.

-No me gusta la violencia. –Dije con un tono serio y severo. –No vuelvas a poner, nunca jamás, una de tus manos encima mío. –Finalicé.

Pero cuando quise darme cuenta, Benicio ya se había escurrido de mis manos. Esta vez, no voy a gastar un solo minuto más de mi existencia tratando de entender que era lo que le pasaba conmigo. Estoy totalmente harta, y muy enojada, más que enojada, furiosa. Siempre preguntándome que es lo que le pasa a él conmigo, por qué se comporta así, qué me oculta, etcétera, etcétera, y mil etcéteras. Esta vez, que todo quede como está. Tengo algo de carácter un poquito más urgente que hacer ahora. Salir con Andrés. Cuando lo digo suena raro. Pero es así. Hoy voy a averiguar que es lo que se trae entre manos.
Me dirigí hacia el placard a buscar que ponerme. Me sonrojé cuando del mismo saqué un vestido negro de encajes. Corto. Muy corto. Pero elegante. Esto es lo que voy a ponerme si quiero conseguir algo hoy, pensé por mis adentros.

Plan A en marcha, vestimenta provocativa. Acomodé un poco mi cabello, y lo recogí. Bien alto. Me puse (demasiado) perfume, y salí de la habitación. Vamos a ver que piensa Benicio de esto, repetía en mi fuero interno, y largué una risita estupida. Agudicé mis oídos. Mientras iba bajando las escaleras, supe que los dos estaban en el living, sentados. Benicio leyendo, podía oír el pase de las páginas, y de la manera en que las pasaba, fue más que obvio, era él. Nervioso, haciéndose el que leía, pero en realidad, no lo estaba haciendo. Yo eso lo sabía.

Cuando estuve en el último escalón, y los vi de espaldas, velozmente me lancé al lado de ellos, sentándome entre medio de los dos en el sofá. Pude ver de refilón como las manos de Benicio apretaron la tapa del libro que leía, hundiéndola. Que se pudra, me decía una y otra vez, con risas internas. Me crucé de piernas y observé como Andrés las miraba, con los ojos desorbitados. En cualquier otro hombre, hubiese sentido eso como un acto de babosada, totalmente desagradable. Pero a él no. Esta noche, va a ser una buena noche, y esa frase en mi cabeza trataba de repetirla una y otra vez. Hoy tenía que volver con alguna respuesta. Con algo más en mi conocimiento, respecto a todo lo que hay detrás de sus juegos mentales, y por qué no, algo sobre Benicio. Si la información no viene a mí, yo tendré que ir tras ella.

-¡Woow! –Dijo Andrés.

-Hola. Tanto tiempo. –Le respondí, lanzándole una mirada cómplice.

-Rico perfume. –Agregó. Y miré a Benicio, en vez de mirar a mi nuevo fan. La cara de mi querido amigo se puso tensa, eran celos. De hermanos, claro, como siempre. Me fastidié. Si Benicio no quería que me fuese con Andrés, entonces ¿qué estaba haciendo?

-¿Vamos a ir a cenar, pasear…. algo? –Volví a enviarle una mirada pícara. No me gustaba la idea de fingir así. Andrés era lindo y todo, pero yo no soy así. Todo sea por una buena causa, me dije auto convenciéndome.

-Sí. –Me contestó y miró a Benicio, mostrándole los dientes con una amplia sonrisita, burlona. Pero Andrés era de sorprender, en cuanto dijo que sí, me había levantado por la cintura, llevándome de manera veloz hacia la calle. Ya estábamos del lado de afuera. No distinguí bien, estando del otro lado de la puerta, si lo que escuché que Benicio había tirado o estampado contra la pared, fue la TV o algún mobiliario. Increíble. Estaba furioso. A ver si ahora cuando yo quiera saber algo me lo va a decir o no. Andrés lo escuchó instantáneamente junto a mí. Pero hizo una de sus medias sonrisas con una parte del labio más levantado que el otro, y un revoleo de ojos. No más que eso. No le di mayor trascendencia al asunto, y me di vuelta.

-Oh... –Dije, en el cordón de la calle cuando vi el auto estacionado en la puerta de casa.

-¿Te gusta? –Me preguntó Andrés, frente a su auto, mirándome risueño, enarcando una ceja.

-Es…. Genial. No se mucho de autos, pero… este es perfecto. –Qué estupida que me escuchaba. Sí, era cierto, los autos no eran mi fuerte, pero este era increíble. Alguna marca determinada, y negro.

-Toyota Hybrid X Concept. –Respondió sin que yo preguntara.

-Claro. –Le contesté, haciéndole una mueca. Él sonrió.

Mientras conducía traté de observarlo. Lo miré muy detenidamente mientras hablábamos de cosas banales. Era muy lindo, sin dudarlo. Tenía un perfil que dejaba relucir su hermosa nariz. Conducio media hora más o menos, supongo, y bajamos en un restorán, no puedo describirlo, era simplemente genial. Desde afuera se veía muy bien, y por dentro… Bueno, yo sólo quería información. No me detuve a mirar grandes detalles. De un momento a otro me tensé, por el simple hecho que empezaba a confundir un viaje de negocios para mí, por uno de placer, y no era así.

-¿Vino tinto, para empezar? –Preguntó.

-Coca Cola, mejor. –Le dije. Que imbecil que soy. Cuando vi que él levantó su mirada de la carta para inspeccionar si era un chiste o no, agregué –Light. –Y sonreí, estupidamente.

-Como quieras. –E hizo el pedido.

-Así que sos amigo de Benicio. –Le pregunté. Tonta, por su puesto que no es amigo de Benicio, pensé.

-Si así se puede decir. –Me sonrió, esperando que el tema se desviara por su propia cuenta. Y agregó –Así que sos la famosa Amanda, el amor de Benicio. –Me preguntó con mirada astuta.

-Por su puesto que no. –Le contesté casi pisándome las palabras, unas con otras.

-Entonces no veo por qué estar hablando de él. –Me sugirió, de manera inusual.

-¿Por qué él se pone tan…. sobresaltado con tu presencia? –Dije con curiosidad real.

-¿Vos no? –Volvió a levantar la vista, mirándome extremadamente fijo, y lanzó una risita por debajo.

-No te entusiasmes. –Y entonces llegaron las bebidas. Tomé un sorbo de mi Coca Light.

-Por nuestra… amistad. –Levantó su copa y me la acercó. Resaltó la palabra amistad, como si esta tuviese un doble sentido a partir de ahora. No comprendí.

-¿Generalmente entras a manipular los sueños de tus amigos? –Se lo dije, para algo venía y no se me daba muy bien la historia de dar vueltas. Me gustaban las cosas directas, y por ende, yo proporcionaba lo mismo ante mis espectadores. Siempre. La cara de Andrés se mostró de manera sorprendida.

-No mucho. –Me dijo.

-¿Todos los vampiros hombres son de pocas palabras? Me estoy hartando de esto. –Le dije y empecé a levantarme suavemente de la mesa. Soy bipolar, estuve a dos segundos de mandar todo por la borda si seguía cruzándome con gente que no responde de manera puntual a mis preguntas.

-No te vayas. –Me dijo Andrés. Se había levantado rápidamente, y se situaba detrás de mí, arrimando mi silla, conmigo en ella, hacia dentro. Volvió a su lugar.

-Nos pueden ver. –Le comenté, por su rápido movimiento.

-No lo creas. –Miró a su alrededor y sonrió.

-¿Por qué entraste en mi sueño? –Le pregunté más directamente.

-Yo no entré en tus sueños. ¿Quién te pudo haber dicho eso? Hmmm… no me cuesta mucho adivinarlo ¿eh? –Parecía disfrutarlo.

-Benicio me contó todo, respecto a esa influencia que te permite meterte en mi cabeza. –Le dije, despacio cada palabra.

-Es cierto, pero… no es el caso. –Y me guiñó el ojo otra vez.

-¿No lo es? –Pregunté sorprendida. Ni Benicio parecía estar mintiéndome cuando me lo dijo, ni Andrés parecía estarlo haciendo ahora, mientras me lo dice.

-Hmmm, nop. –Me contestó, mostrando su amplia y bella sonrisa.
-Pero yo no lo conozco a él. Jamás lo conocí, antes de ahora… -Mis ojos comenzaban a ponerse vidriosos, no soportaba estas mentiras, alguien estaba tomándome por idiota, ¿pero cuál de los dos lo estaba haciendo?

-¿Estas segura de eso? –Sugirió, sembrándome la duda.

-Definitivamente. –Hablé de forma pausada. De nuevo empecé a sentir que mi vista se nublaba.

-Amanda… -Me dijo y supe que se venía algo, no se qué. -¿Crees en la existencia de la doble vida? –No entendí su pregunta.

-¿Doble vida? ¿Estas insinuando que mientras vivía con Dante, estaba con Benicio? –Me sentí ofendida.

-No, no, de ninguna manera. ¿Pero es así? –Me dijo de manera burlona.

-¡No! Lo recordaría si fuese así. –Le dije gritando, y él asomó su dedo índice para callarme, y lanzaba sus ojos, de manera sarcástica para que mire a mí alrededor, haciéndome recordar que había gente.

-De todas formas cuando dije doble vida me referí a… algo más complejo. –Él hizo una pausa, pero no lo interrumpí. –Me refiero a un ciclo en círculo. Morir y renacer, morir y renacer. –Me dijo arqueando sus cejas, para ver si había entendido el concepto.

-Lo recordaría. –Contesté. Se que soy algo que pensé que no existía. Pero lo otro era muy poco probable.

-Te aseguro que no. –Agregó, como si supiese mucho sobre el tema.

-Sólo quiero respuestas, y lo único que conseguí en meses, fueron evasivas, escenas de celos, mentiras… -Me sentía frustrada, y un fuerte dolor en el pecho se apoderó de mi.

-Él te miente, Amanda, lo hace. –Toda su compostura, se vino abajo, mostrándolo… mostrándolo más humano. Pero yo sabía que él era malo, yo lo sabía. Sabía que no podía confiar en él, Benicio no lo hacia. Pero Benicio también me ocultaba cosas, prácticamente tampoco sabía mucho de él. ¿Qué más da, si vivo con dos extraños?

-Voy al baño, un minuto. –Le dije y me levanté de la mesa. Estaba confundida, demasiado para mi gusto. Mi vista se nublaba de a ratos, y pensé si no estaba a punto de enfermarme, la presión en el pecho era más grande, y entonces me miré en el espejo ya estando alejada de Andrés. Abrí la canilla de agua y me lavé la cara, todo mi rimel se había corrido, parecía una drogadicta. O Courtney Love después de un fin de semana salvaje, me dije. Solté mi cabello, pero eso no funcionó. Empeoraba mi panorama. Yo en un lugar concurrido solo por la elite, y de esta forma, como una loca cualquiera. Me encerré en uno de los baños individuales, todos estaban vacíos, no había nadie. Lloré, lloré mucho. Lo único que rogaba era que Andrés no me mandara a buscar por alguien del restorant. Todo este tiempo con engaños. Nadie me decía la verdad. Y encima inducían en mi mente mucha más información que me hacía confundir. Ahora dobles vidas, los sueños eran reales y no provocados. O sí. Daba igual. Ya no podía confiar en nadie. Pero con quien más estaba enojada era con Benicio. Se supone que él iba a cuidarme, que estaría conmigo y sacaría todas mis dudas. Pero so no pasaba. Jamás pasaban esas cosas. Él me evitaba, ignoraba mis preguntas, y debes en cuando se comportaba de manera insolente, por que para mí era una insolencia que se demuestre celoso y no me deje hacer mi vida como si yo le perteneciera. Como si yo le importara. Pero el dolor fuerte en el pecho no era enfermedad. Yo lo quería. Yo quería a Benicio, lo deseaba. Muy detrás de los sentimientos de odio, el mayor odio que le tenía, era verlo llegar a mí para ocuparme, para acapararme, y el momento más oportuno para los dos, él lo hacia inoportuno. Lo transformaba en dos segundos.

No supe cuando tiempo pasé dentro del baño. Pero mientras estaba acomodándome el vestido, que se me había subido mientras estaba sentada de cuclillas llorando, Andrés entró en el que yo me encontraba, mirándome fijamente. Vi fuego en sus ojos, y no distinguí si estaba enojado por mi demora, o que era lo que estaba pasando. 

-No estoy enojado. –Me dijo, sacando su seria mirada, a una seria también, con una leve sonrisa picaresca.

-¡Fuera de mi cabeza! –Le grité. –No soporto saber que entras a mi cabeza sin permiso, al baño. A todo. Salgamos, nos van a ver. Muchas personas vienen aquí a cenar con sus… -Y él no permitió que terminara mi frase, por que en el transcurso que yo le hablaba, trabó la puerta del baño, quedando a mi lado, en la parte de adentro, y fundió sus labios con los míos, de manera salvaje.
No se de que forma estaba funcionando mi cabeza, sólo se que me resistí. Juro que lo hice. Pero Andrés no se detenía. Sus besos estaban devorándome. Me sostuvo  la cara fuertemente, pero sin lastimarme, mientras su lengua jugaba dentro de mi boca, y terminó en una fiesta con la mía. No se como habíamos terminado así. Pero acá estábamos. Estaba besándolo dentro del baño, en un espacio reducido de un poco más de un metro por un metro. Muy cerca de mí, de mi cuerpo. Abrí mis ojos para verlo, mientras seguía sin soltarme, y él también los abrió como dándose cuenta. Me sonrió con lujuria, y me alzó sobre él, golpeándome contra la pared sin dejar de besarme y volvió a cerrar sus ojos. Mi mente estaba en llamas, y a estas alturas, mi cuerpo también. Cuando se aseguró que su sexo me mantenía apoyada contra la pared del baño, sus manos empezaron a jugar con mi cuerpo. Comenzaron desde mi muslo, levantando el vestido con furia y suavidad a la vez. Sentí como mis piernas se abrieron aun más de golpe, rodeando su cintura, frotándolo. Fue casi como un acto reflejo al rose de su cuerpo. Mis manos no tardaron en reaccionar, y tomé su espalda con fuerza, devolviéndole el beso, con mayor agresión.


-

No hay comentarios:

Publicar un comentario