martes, 4 de mayo de 2010

Novela: Despertar en el Infierno. Capitulo 14: Contado por Benicio "Toda mi eternidad"

 *Atención: Este capitulo es un flashback de la vida de Benicio como vampiro*
Último capitulo FLASHBACK contado por Benicio.


Su arteria carótida bombeaba para mí, de manera excitante. Tanto, que llegué a perder conocimiento de tiempo, espacio, lugar, etcétera, etcétera. Sabiendo que estaba mal, y que esto jamás tendría que haber pasado, seguí. De todas formas yo estaba condenado al Infierno, y aunque pudiese merecer algo mejor, lo perdí desde el momento en que la condené a vivir bajo las sombras de un vampiro sin sentimientos.
Me dejé llevar bajo su flujo de seducción y me desencontré con mis valores, con mis principios. Todo aquello que había aprendido a lo largo de mi pequeña eternidad, se había fumigado.
Por un momento, me imaginé humano. Sin ir más lejos, y redundantemente no tan alejado de la realidad, los humanos suelen hacer esta clase de cosas. Ellos organizan guerras en las cuales miles de chicos y familias son destruidas, por conveniencias meramente monetarias. Compraban y vendían según sus necesidades. Y acá me encontraba yo. Como un humano más, saciándome de sangre. De la sangre de la persona que amaba. Alejándola de la vida a pasos agigantados a medida que mi boca sorbía un trago más. Era un estúpido humano egoísta, que se dejó llevar por un gran placer, a pura conveniencia, sin importar que el amor se le escapara de las manos como agua entre los dedos.
Cuando salté sobre su cuello, me descontrolé. Mis ojos se dilataron. Vi su rostro alejado entre una gran multitud que me señalaba con el dedo, que me conocía, que sabía mi secreto.
La misma multitud interior que me pedía que lo haga, que la drene hasta dejarla sin vida, ahora me apuntaba con el dedo, juzgándome. Me hacían saber que era un ser despreciable. Sin embargo, no pude parar. Pero lo peor no era eso, en definitiva, lo que me hizo detener hasta ese momento no fue no querer morderla por miedo a matarla, sino que no quería morderla, para no hacerla presente de la tortura que significaba, no quería profanar su cuerpo de esa manera. No a ella, no iba a animarme. Aunque, veo que al fina, si lo hice. Al fin y al cabo, de ésta manera me alimentaba día a día. Cuando muerdo a alguien para alimentarme, mi saliva es el gran antídoto para desvanecer en la memoria del humano todo lo ocurrido. Es por eso que los vampiros no somos moneda corriente en la jerga diaria de las personas. Así que en cuanto pensé en ese hecho me puse feliz, ella no recordaría nada de esto, pero aun así, yo no iba a poder vivir con mi conciencia, por lo que terminaría contándoselo.
Cerré mis ojos y seguí alimentándome hasta que la escuché gemir, pero de dolor. Se me estaba pasando la mano y tenía que detenerme antes de matarla.
Saqué mis colmillos de su fino tejido de piel, y fue el momento en que todo se me cayó encima. De repente todo estaba mal, al menos para mí. No estaba bien lo que había hecho, bajo ninguna circunstancia, y tampoco podía culparla a ella por provocar mi instinto asesino. A pesar de que le pedí de mil maneras que se detuviera, no podía echarle la culpa de jugar tan inconcientemente con la muerte. ¿Qué es lo que debía pensar? ¿Mi novia era una demente que le gustaba jugar tan cerca de todo lo referido al más allá? ¿Para ella era tan normal codearse con vampiros? No, de ninguna forma. Pero era extremadamente grave el hecho que provocara a un vampiro de manera sexual. Definitivamente, Amanda era una humana de lo más extraña.
Levanté la mirada, avergonzado, para ver su rostro, y tratar de explicarle lo que había pasado, dado que no debería recordar nada, mi saliva ya tendría que haber hecho su trabajo y ella iba a molestarse, o a lo mejor no, al fin de cuentas era lo que ella quería. Al menos hasta que me lancé sobre su cuello. Entonces algo de lo más extraño sucedió, me dí cuenta que Amanda no era como los demás humanos. Hasta ahora había podido pasar años y años alimentándome de gente que encontraba en la calle, me tomaba diez segundos saciarme y al apartar mi boca de la micro lastimadura que dejaba, después de interminable tiempo de practica y prolijidad, notando como mis victimas no recordaban el encuentro sangriento. Pero Amanda lo recordaba todo, dejándome atónito frente a su recuerdo. Y totalmente espantado frente a ello.

-Estoy bien. –Pronunció para hacerme sentir mejor, dado a que su cara carecía de color.

-¡De ninguna manera! ¡Soy la criatura más horrible sobre la tierra! –Y de mis ojos sobresalía el dolor.

-No… ¡No digas nunca más eso! –Me gritó enfadada.

-Por supuesto que sí. Jamás se me hubiese cruzado por la cabeza dañarte de éste modo. –Inquirí.

-Lo hiciste. –Y sonrió.

-Por esto y por muchas cosas más, voy a odiarme por el resto de vida que me quede.

-¡Ja! ¿Y si te dijera que me gustó? –Enarcó su ceja.

-Imposible. –Repliqué. –A menos que seas una demente.
-¡Lo soy! –Rió

-Eso creo. –Finalicé

-Entonces, somos monstruos y dementes los dos. ¿Qué te parece? –Bromeo

-Reservo mi opinión. –Le dije mientras con su dedo limpiaba algún resto de sangre en mi cara, llevándose a la boca para lamerla ella misma.

-Cero negativo. Delicioso. –Y amplió su sonrisa.

-¿Qué? –Exigí saber.

-Mi sangre. Cero negativo, eso debe gustarte teniendo en cuenta las películas de vampiros. Sangre azul, como hubiese dicho mi papá. Sangre de realeza. –Se reía sin parar.
-¿Vistes muchas películas de vampiros, no? Pero jamás estuviste tan cerca de morir en manos de uno. –Yo estaba realmente disgustado.

-¡Las suficientes como para amarlos! –Exclamó.

-No sabes de que hablas. –Me enturbié sobre mi mismo.

-No hubieses sido capaz de matarme, me necesitas demasiado como para privarte de mi presencia. –Y sonrió tanto, que me dolía ver toda esa belleza junta.

-¿Tan segura estas de eso?

-No es gracioso que subestimes tu amor, ni que me desmoralices de esa manera, Benicio di Franco. –Y sus ojos se fruncieron, para hacerme saber que había hablado de más.

-¿Por qué lo recordas todo? –Pregunté, exigí saber.

-¿De que hablas? –Dijo confusa, y claro, ella no sabía de los pormenores del tema.

-Cuando me alimento, mi saliva… ¿Cómo explicarlo? Hace que el humano en cuestión olvide ese momento. Sino imagínate que me sería imposible alimentarme, no me agradaría matar a las personas sólo por comida. –Sus ojos se abrieron, estupefactos. Ella ahora debería de sentirse como un fenómeno.

-No sabía eso… -Y sus palabras fueron perdiéndose.

-Sos distinta, siempre lo supe. –Ahora me tocaba a mí sonreír.

-No me gustaría olvidar absolutamente nada de lo que vivo con vos. Y menos esto ¡Fue tan excitante! –Sus ojos brillaron. Y yo imaginé que venía ahora. ¡Amanda y sus hormonas revoloteando, eso me complacía!

-No empecemos de nuevo. –Fui severo.

-Si, yo creo que sí. –Y me guiñó el ojo, levemente.

-Fue suficiente grado de peligro por esta noche.

-No para mí, tengo pilas para mucho más que una mordidita. –Y me codeo.

-Yo necesito comer… Un poco más. –Agregué.

-Y yo tengo algunas vías sanguíneas en muy buen estado para que aproveches. –Volvió a guiñar su ojo.

-¡Por favor! –Reí. –No creo que soportes la extracción de un solo mililitro de sangre más. –Y besé sus labios.
-Oh. –Agregó ella, con un suave gemido.

-Vuelvo enseguida. ¿Sí? –Le rogué.

-¿A dónde vas?

-Plaza Alsina. Muy cerca. Vuelvo en menos de cinco minutos. –Y besé su rostro en varios besos continuos.

-Voy a extrañarte. –Me susurró al oído, y agregó. –Voy a estar acá, esperándote. Creo que sería de mala educación que me hagas volver a casa, de noche. Y tu cama es muy grande para vos sólo. –Entendí por completo su proposición y me dediqué a partir. Sonriéndole. Sin saber que ésa iba a ser nuestra última conversación.

Me dirigía hacia la plaza Alsina, quedaba a unas diez cuadras de mi casa, iba en busca del alimento suficiente, teniendo en cuenta que hoy iba a ser la noche en la cual no iba a poder escapar de Amanda y de sus deseos…sexuales.
Pero no podía concentrarme mucho, iba a ser mi primera vez en tantos años como vampiro. Y la amaba, la amaba realmente. Hacia ya dos años que estábamos juntos y todo había sido demasiado caliente. Nunca podíamos llegar a nada, y como éste había sido el momento en el que nos dijimos todo, no podíamos dejar pasar ni un segundo más. Había probado de su sangre, de su exquisita sangre, eso quería decir que algo de autocontrol tenía, y estaba incentivado. Podía controlarme sin lastimarla. Sin causarle daño alguno. Estaba preparado. En hora buena muy bien preparado. Sabiendo que no iba a tardar mucho en mi excursión de casería, me apronté para hacerlo aun más rápido que nunca. Pero algo desvió mi concentración. Un grito inesperado nubló mis pensamientos e hizo que me enloquezca. ¡Era Amanda! ¡Podía escucharla desde acá! Mi audición totalmente sensible podía darme ese lujo. La escuchaba desde dónde estaba, y empecé a desesperarme, de manera gradual hasta llegar a la ira total. ¿Qué estaba haciéndola gritar de ése modo? Me volví sobre mi mismo eje, realizando mi marcha ahora hacia atrás, para volver hasta mi casa. Miles de pensamientos se me cruzaron por la cabeza. Pero nada cuadraba, nada podía ser tan trágico como para que ella gritara así. Hasta que llegué y lo vi todo. Era el diablo y su grupo de vampiros. Estaban alrededor de Amanda. ¿Qué estaban haciendo acá? Los podía distinguir. El Diablo, encabezando la obra, y a sus costados Benjamín, uno de los vampiros más viejos y poderosos, por cierto, que residía en el Infierno, porque la Tierra jamás le pareció digna de él, y Andrés, hermano de Benjamín, de apariencia juvenil, a pesar de sus años, que demás está decir, nunca se le iban a notar.
Amanda se encontraba acostada en el suelo, con la cabeza en las piernas de Benjamín, mientras este la tocaba con sus manos de manera paternal. Y Andrés, que durante mi estadía en el Infierno, jamás me había terminado de cerrar, miraba al amor de mi vida con ojos sedientos. Eso me hizo enervar la sangre de manera que me lancé sobre él en un intento fallido, porque el Diablo ya tenía sus garras sobre mis hombros, apaciguando mis movimientos. Y entonces, bajo la orden del mismísimo rey de las tinieblas, Benjamín cortó con uno de sus filosos colmillos la arteria femoral de Amanda, mientras ella, parecía complacida. ¿Qué estaba pasando? Me transformé de la rabia, pero nada podía hacer. Quería gritar, pero no serviría. Estaba impotente de la rabia y rompí el silencio.
-¡¿Qué es todo esto?! –Estaba fuera de mí.

-Una linda chica. –Dijo Andrés con tono inocente. A veces me preguntaba si este chico era normal.

-¡Es mía, no tienen derecho! –Grité.

-Pero no es tuya la obligación de mantenernos a salvo. Por eso vinimos. Tan rápido que hasta sorprendemos ¿No? –Preguntó el Diablo.

-No entiendo. Nada. –Exigí saber más. -¡Suéltenla!

-Claro que no. –Dijo Benjamín, haciendo una pausa para seguir bebiendo de su sangre.

-Claro que no. Replico el Diablo, agregando. –Ella lo sabe todo, Benicio, debiste de imaginar las consecuencias.

-Por supuesto que no. Ni siquiera sabía que ella iba a recordarlo, se supone que no pasaría cosa tal. ¿Por qué los demás jamás lo recuerdan?

-Error. Ella si lo recuerda y no puede vivir. Benjamín, adelante. –E hizo su veredicto final.

-¡No! ¡Un momento! ¡Por favor, déjenla ir! –Pedí, llorando.

Intenté soltarme, matarlos a todos juntos, disfrutando de mi victoria. Pero eso no era posible, el Diablo más bien sabía y ganaba por Diablo, y aun así, aunque pudiese arrancarles la cabeza a Andrés y Benjamín, no podría sobrevivir del Rey. Pero eso no me importaba. No podría vivir sin Amanda, nada tenía sentido para mí. Pero tampoco morir en vano. Tampoco me agradaba morir sin llegar a salvarla. Si podía hacer que estos tres seres del Infierno desaparecieran conmigo, y la dejaran vivir, yo pagaría esa deuda. Sin pensarlo. Pero estaba muy lejos de eso. Benjamín había comenzado su trabajo y nada lo detendría.

-Por favor ¡No! ¡Basta! –Pero era inútil, ellos no me escuchaban. Benjamín aceleró el trabajo de aniquilación y comenzó a beber de la misma herida que yo le había producido.
Tardaron menos de un minuto, y yo nada pude hacer. Mí Amanda, se encontraba en el piso, y su piel se tornó en un color más morado que el rosado que solía tener. Mi cuerpo se aflojó sobre su cuerpo. La abrasé como nunca antes lo había hecho. Lloré sobre su cuerpo sin vida, odiándome por no haber podido hacer nada. Me sentía muerto, más de lo normal. Ahora, en ese instante, sentía como tenía corazón. Pensé que nada latía dentro de mí. Pero estaba equivocado. Mi corazón, lo sentía ahí, sufrir. Tenía ganas de arrancármelo. Me dolía, con muchas fuerzas. Sin parar. Dolía más que nunca, esto si era dolor verdadero.
Sacudí su cuerpo, pensando que así la volvería a la vida. Pero nada. No quedaba más por hacer. Al final de cuentas todo había sido mi culpa. Si yo no hubiese cedido a mi deseo de sangre, ella ahora estaría acá. A mi lado. Estaría sintiendo su calor junto a mi cuerpo. Escucharía su corazón latir, la sentiría respirar. Pero nada de eso, por más fuerte que lo deseara, iba a ser posible. No ahora.
Quería tener mi duelo, sin nadie alrededor, o matar a éstos monstruos sin alma, para sentirme mejor, al menos para poder vivir con que los causantes de esto habían tenido su “final feliz” Pero era en vano, cualquier movimiento que realizara sería en vano. Y aun así, lo intenté.
Yo no era un cobarde, no después de que me arrebataron a la mujer de mi vida. Y me abalancé sobre Andrés, al fin de cuentas el me caía mal, y toda mi bronca se centró en su mirada. Pero tal y como me lo esperaba, su hermano se puso delante de él, con sus colmillos expuestos, gruñéndome. No me importó, seguí, y el pecho del Diablo sirvió de barrera, porque reboté contra la pared.

-No van a matarse por una simple mortal ¿O sí? –Dijo éste último.

-Por supuesto que no. –Dijeron a coro los hermanos vampiros.

-¡No tenían derecho! –Grité con vehemencia.

-¡Claro que si! ¡Exponernos, de ninguna manera! –Sugirió Andrés.

-Ella jamás hubiese expuesto nuestra condición de vampiro. ¡No ella! –Expliqué a los gritos, nuevamente.

-No íbamos a arriesgarnos. –Dijo Benjamín.

-Benicio… me interesa tu sugerencia. Pero bueno… obviamente no podíamos esperar sentados el momento en que tu noviecita nos descubriera. –Hizo una pausa. –Sin embargo, hay puntos fundamentales, que veo, no estas enterado.-Me miró fijo.

-No me interesa nada, no en este momento. ¿Por qué no me matan a mí? Ahora… -Mis lágrimas brotaban.

-Ganas no me faltan. –Susurró Andrés a su hermano.

-Bueno. –Interrumpió el Diablo. –Benicio, vos te suicidaste. En tu época humana, si mal no recuerdo ¿No? –Él lo recordaba muy bien. –A Amanda la matamos. –La vena de mi frente se enmarcó. Haciéndoles notar que la furia no iba a dejar controlarme mucho más.

-No veo sentido alguno a tu explicación. –Le recriminé.

-¡No quiero pensar que vas a otorgar…! –Dijo Benjamín, pero fue interrumpido rápidamente.

-Si. A eso voy. –El diablo le cruzó una mirada sentenciante y siguió. –Así como las almas suicidas tienen una condena, las que son arrebatadas antes de tiempo mediante una fatalidad tienen su premio. –Me miró fijamente, pero yo no lograba comprender nada en absoluto. ¿Acaso qué sentido tenía matarla, si iba a premiarla, o a premiarme de alguna manera?

-No entiendo. –Exigí saber más.

-Puedo traerla de nuevo, Benicio. Puedo hacerlo. De hecho… voy a hacerlo, es mi deber. Pero está en vos decidir tener algo que ver con ella o no.

-¿Qué? –Mi cuerpo se enervó. No entendía nada. – ¿Por qué harías algo así por mi?

-Sigo apostando en el amor. ¡Ja! No, en realidad. Que me brindes años de servicios, no me vendría mal. Favor con favor se paga, ¿o no, querido amigo?
–Me dijo. Desafiante.

-Haría cualquier cosa por tenerla de regreso, ahora mismo. –Mi voz se apagó de repente.

-No, no creo que sea ahora mismo… Pero… Si en unos cuantos años. –Finalizó.

-¿Años? ¡No podría esperar! -Mis ilusiones se desarmaban

-Bueno, veámoslo de manera positiva. Necesito que regreses a nuestro hogar. Acá abajo. Algunas tareítas sueltas que tengo. Como vez no doy abasto con Andrés y Benjamín. Uno más como mano derecha no me vendría mal. Y por otro lado… Podría concederte el favor… ya sabes. Traerla de nuevo con memoria. Que te recuerde, que sea tuya.

-¿Cómo lograrías una cosa así? –Pregunté con entusiasmo.

-Bueno, es un poco complicado. Como te dije, las almas que son arrebatadas por ciertas fatalidades como el asesinato, en este caso. –al pronunciar la palabra asesinato, se me erizó la piel. –Es inevitable que esa persona no reencarne. Como segunda oportunidad. ¿Entendés?

-¿Reencarnar? ¿Segunda oportunidad? –Estaba sorprendido, yo era un ser sobrenatural, pero estas cosas seguían alterandome.

-Sí, claro. Como lo estás escuchando. Cuando te suicidaste fuiste condenado a pasar toda una eternidad con “vida”. ¿Creías que la gente a la que asesinaban no iba a tener algún tipo de suerte especial? No podíamos dejar con vida a tu querida Amanda, sabiendo que eso nos ponía en riesgo a nosotros. Pero tampoco podemos dejar pasar por alto que lo cometido fue un asesinato. –Esa palabra, seguía dándome escozor. –

-¿Con todo el mundo es así? –Me sentí curioso.
-Claro que sí. Pero nadie reencarna con memoria. Cada persona que muere bajo circunstancias fatalistas, tiene otra oportunidad de vivir, bajo otro nombre, otra familia, otro lugar. Eso es el destino y la casualidad. Yo no elijo. Pero podría hacerlo. Ninguno lo recuerda, por supuesto. Pero, nuevamente, yo podría hacer que sí. ¿Se entiende?

-¿Qué va a costarme eso? -Exigí saber.

-Años de servidumbre, nada mal, nosotros sabemos pasarla bien. –Y me señaló a los hermanos que se encontraban rígidos a su lado.

-¿Cuándo?

-Ahora, y pronto. –El sabía que me refería a lo último que contesto. Al “pronto”

-¿Cuánto es pronto? –Demandé.

-Veinte años más, mínimo.

-¿Veinte años? ¿Por qué tanto?

-No creo que quieras tocarla, teniendo días de vida… O diez años… Aunque claro está, no conozco tus fetiches sexuales. –Se rió a coro junto a los hermanos vampiros.

-¡No me causa gracia! –Dije enfadado.

-Benicio, la hemos matado, ¡Dejala vivir un poco más!

-La quiero conmigo, cuanto antes. –Exigí.

-Las reglas son las reglas. –Cantó.

-¿Cuáles son las reglas, específicamente?

-Renace en otra persona. Si queres muy cerca de acá. Esperaríamos a que tenga veinte años, por causas naturales muere. Se encuentra con vos, en nuestra guardia. –Léase, el Infierno. –Y se va vampirescamente con vos, a hacer de las suyas.

-¿Vampirescamente? -Pregunté confundido.

-¡Claro que sí, a menos que quieras que de nuevo la matemos! –Y volvió a reír a coro junto a Andrés y Benjamín. Esto a mi ya no me causaba ni una pizca de gracia.

-Veinte años es demasiado. –Susurré.

-Más lo es una eternidad. –Me tentó. -¿Entonces…?

-Es que… -Dudé.

-Benicio, es muy fácil. En veinte años vuelve.

-¿Y toda su vida pasada? ¿No crees que va a odiarme cuando se entere que hace veinte años atrás fue novia del vampiro que se alimentó de ella, y por ese motivo perdió la vida, la misma noche que pacté con el diablo su regresó veinte años hacia adelante, privándola nuevamente de otra vida formada? –Me descoloqué de sólo pensarlo.

-Llevará su tiempo, pero son riesgos que vas a tener que tomar, si la queres de vuelta.

Pensé en ella, en su sonrisa, en su amor, en su todo. No podía negarme a tal oferta. Si ella me amaba iba a arriesgarse. Pero no sabía como podía reaccionar una vez vuelta a la vida conmigo, o a la muerte en definitiva. Si ella estuviese viva, todavía, supongo que hubiese sido la primera en votar a favor del Rey de las tinieblas, pero no podía pensar claramente. Mi deseo de tenerla de nuevo se apoderó de mí, y no tuve más alternativa. O no quería tenerla.

-Hecho. –Y mi veredicto fue el final. Había condenado a mi amada a esperar por mí, inconcientemente durante veinte años más en otro cuerpo, que sería el mismo. No tenía escrúpulos, pero supongo que el amor carecía de ese valor.
Y fue entonces, fue cuando volví hacia el Infierno, a esperar veinte años más por la misma persona. Contando cada segundo por volver a verla. Pactando con el Diablo, por primera vez en mi vida de muerto.

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