sábado, 18 de diciembre de 2010

NOVELA: DESPERTAR EN EL INFIERNO. CAPITULO 19: "Sueños Placenteros".






-¿Memori-qué? –Dije, inexpresiva. 

-Memoria humana, bebé, o recuerdos humanos, más precisamente. –Contesto con las líneas de su frente descansadas. 

-Imposible. –Le repliqué, jamás conocí a Benicio en mi vida humana…-Todo estaba alrededor de Dante, que al pronunciar su nombre en mi mente, volví a sentir el látigo de dolor desde lo más profundo de mi pecho. 

-Bueno bebé, parece que hay muchas cosas de las que tendrías que hablar con tu… amiguito. Al parecer no son tan íntimos como yo pensé. –Y se rió por lo bajo, corriendo su cabeza hacia un costado. ¡Como si eso hiciera no verlo!

-Tengo nombre, y no es bebé. –Exclamé furiosa. 

-Prefiero los apodos. –Me hizo saber.

-Y yo mi nombre. –Lo miré de manera hostil.

-Y yo los apodos. –Finalizó la palabra “apodos” acentuándola bien, y mostrándome, como si yo no supiera, cada marcada sílaba. 

-Te detesto. –Fue lo único que mi boca pudo formular. 

-Te deseo. –Replicó de manera instantánea. Pero ignoré por completo su frase, mientras sentía que mis mejillas iban a estallar. 

-¿Cómo es que entraste a mi habitación?

-Estas colorada, te intimidé. –Su media sonrisa, más levantada de su lado derecho, era atractiva, pero que más iba a dar, si él era insoportable… insoportablemente sexy. Giré mis pensamientos por donde venían. 

-¿Cómo es que entraste en mis sueños? –Me estaba poniendo un poco excitada por la furia.

-No hay llaves que traben la puerta, y aun así veo imposible que eso sea una dificultad para mí, tendrías que saberlo, bebé. -Y torció su labio, dubitativo

-¡Sos un enfermo! –Exclamé, violenta. – ¿Vas a decirme, o no, que te izo sentirte en derecho de entrar a la habitación de una mujer, y más aun, como es ese truco que utilizaste para meterte en mi sueño?

-Si te acercaras un poco más a mí… quizá puedas convencerme a que te lo diga. 


Cuando Andrés dijo eso, pensé que a lo mejor, podría empezar a usar yo misma el método de seducción. Al fin de cuentas con Benicio no me estaba funcionando, él parecía tan rígido y estructural –y me encantaba por eso, tengo que admitirlo- que no se dejaba chantajear siquiera por mis encantos, si es que los tenía. En cambio Andrés, él estaba coqueteando conmigo, y era más que obvio. Lo que no entendía era por qué. Andrés, por otra parte, me parecía peligroso. Pero esa palabra no podía no ir acompañada por  sexy y peligroso. Eso me parecía él. Bajo su hermosa altura, por que era alto, y bajo su mirada indecente, y su rostro perfectamente tallado a mano, se encontraba él. Andrés. Un vampiro altamente peligroso. Al menos esa era la impresión que me daba con solo verlo u oírlo. O así mismo sólo mirar como Benicio se ponía ante su presencia. Si quería entender por que fue que él estaba metido dentro de mi sueño, mientras yo lo soñaba, tenía que ser más pícara. 

-¿Un poco más? ¿Así? –Y me acerqué de una punta de la habitación hacia donde él estaba en un microsegundo. 

-No va a funcionar, bebé. No sos mi tipo, aunque quisieras. –Me dijo desconcertándome. Había tocado un punto en mí que no era conveniente tocar. Mi ego. 

-Pe… pero… -No caía aun en el rechazo. Hasta hace un momento juré que había estado coqueteando conmigo. Lo podría haber afirmado. 

-Me refiero con “tipo” a que no me gustan las mujeres que me engañan. Que me usan. No funciona conmigo, y me doy cuenta de eso en el instante. –Sus ojos parecían disfrutar el simple hecho de haberme visto rebajarme ante él. Se había dado cuenta que lo que intenté hacer era, pura y exclusivamente, para mi beneficio. Aunque, debo reconocer, que al tenerlo cerca, una pequeña llamarada se encendió. Lamentablemente, estaba herida, y sin dudarlo, abofeteé su cara. O intenté abofetearla, por que paró mi puño en seco y sonrió, al instante que su cara se turbaba ciertamente seria.

-Jamás vuelvas a intentar una cosa tan estupida. Voy a arrancarte la cabeza y tirarla al fuego la próxima vez. –Susurró en mi oído, acercándome contra su pecho, en el momento que me tomó por la cintura, luego de frenar mi mano. 

-Soltame, o voy a llamarlo. –Dije pacíficamente, aunque claro está, no me encontraba de ninguna manera pacifica. 

-Ahora me siento muy cómodo teniéndote tan cerca, de hecho. –Y sonrió, despidió un aliento tan dulce como la miel, o alguna fruta demasiado dulce. Sus dientes eran perfectos, y yo lo observaba bien de cerca levantando la mirada, y corriéndola cuando sentía mis mejillas sonrojarse. 

-Te olvidas que también soy vampiro, y tengo fuerza, aunque sea mujer. –por dentro pensaba en el maravilloso rostro de mi oponente, mi voz estaba disgustada. 

-¡Bebé! –Dijo, y me soltó riendo.
Tan fuerte que Benicio apareció por la puerta de mi habitación, encontrándome a mí en paños menores y a Andrés junto a la cama de dos plazas situada al lado de mi ventana. –Que se joda- Pensé por mis adentros. Benicio jamás me mira como si yo fuese una mujer, me hace sentir como a una tonta nena de quince años. Quizás esto le de su merecido y sienta un poquito de rabia en el fondo, por verme junto a su “amigo” si así podía llamarlo. En sus ojos noté una mezcla de incertidumbre, rabia y desconcierto, todo licuado en el mismo trago agridulce, de lo que supongo, son sus pensamientos. Pero no lograba hablar o pronunciar palabras. Yo seguía parada junto a Andrés, y Benicio, más que el gesto de su cara que logré descifrar, no decía absolutamente nada. Rompí el silencio.

-¿Entonces? –Exigí saber de manera inmediata a Benicio. 

-Los dejo solos. Amanda, tengo una invitación que hacerte esta noche, por cierto. –Dijo Andrés, y Benicio lo miró con un aire devastador, sin comprender. 

-Rechazado. –Le dije cortante, sin verlo a la cara, estaba preocupada tratando de entablar conversación con el recién llegado. 

-Me encanta. Ponete linda… Perdón. Más. –Concluyó y se retiró de la habitación antes que yo pudiese volver a decirle que ni loca saldría con él, bajo ninguna circunstancia. 

Benicio se cruzó de brazos contra la puerta, y noté un leve choque de hombros entre él y Andrés. No se por qué, pero esa situación no me sorprendía para nada. Una vez que nos quedamos solos, puso cara de no-tener-la-culpa-de-nada, y yo me senté sobre la ventana, el atardecer había caído en el cielo. Me crucé de piernas y me di cuenta que seguía en unos mini shorts muy cortos, y una musculosa blanca que dejaba ver mi ombligo. Mi pelo estaba enmarañado, pero eso no importó. Cuando quise bajar del marco para buscar mi bata, lo tenía a Benicio al lado mío, más rápido que el viento alcanzándomela. 

-Toma. Tapate. –Se dirigió a mí fríamente. Y volvió a alejarse tan rápido como se acercó. –Veo que te relacionas bastante bien, con extraños. –Remarcó esa última palabra. 

-Tal vez sea que él deja que yo me acerque. No suele suceder con todos lo mismo. –Y mi comentario fue venenoso. Fue adrede. 

-Hoy también estas imposible. Te espero abajo, con la cena. –Y amagó a irse, cuando yo de una zancada trabé la salida de la puerta, con la llave de la habitación.

–No vas a irte a ningún lado hoy. –La cara de Benicio gesticuló una sonrisa, que escondió moviendo la cara hacia uno de sus costados. Pero yo me di cuenta, él había sonreído. –No, digo. Emm, que vas a darme algunas explicaciones. Esta vez si que lo vas a hacer. –Le dije.

-No tengo nada que explicar, Amanda. Quiero salir. –Me contestó, cruzando sus dos brazos. 

-Tuve un sueño. –Acusé.

-¿Con Andrés? –Me respondió él, levantando una ceja y achicando su mirada hacia un costado nuevamente. Parecía molesto.

-Él tiene mucho que ver. –Y en realidad, tenía bastante que ver para mi gusto, y comencé con mi explicación. -Estaba durmiendo muy placidamente, aunque no tanto, por que tuve una pesadilla. 

-Intenso. –Comentó Benicio interrumpiéndome y mostrando una media sonrisa forzada, mientras giraba su cabeza para ver el cerrojo de la puerta.

-No me interrumpas. Como te decía, estaba durmiendo casi placidamente, cuando tuve y desperté de una pesadilla. Me incorporé en mi cama confundida por el sueño extraño y estaba Andrés a mi lado, sentado en el sillón. –Esa última frase la había dicho bajando un poco más la voz. 

-Y despertaste, te encontrabas en ropa interior, él te vio. Fin del cuento. Del sueño, perdón. –Sonó sarcástico, entonces preferí ignorarlo. 

-¿Celos de hermano? –Odié decírselo, pero se lo merecía. Abrió grande sus ojos. 

-Si abrís la puerta te respondo. –Me dijo. 

-No voy a abrir la maldita puerta para que escapes con evasivas y te sea más fácil dejarme con la palabra en la boca. –Mi oración parecía más bien un regaño.

-No voy a escaparme. –Contesto firme y conciso. Como siempre. Abrí la puerta lentamente, dejándolo a él de espaldas, y yo enfrente a la salida. 

-Eso espero.

-¿Qué tengo que ver yo en tu encuentro intimo con Andrés? –Preguntó. Su pregunta fue molesta para mí. 

-No fue ningún encuentro íntimo. Él sólo entró. Además, ¿qué tiene que…?

-¿Qué mas pasó? –Quiso saber con vehemencia. Y para no parecer celoso, agregó –En tu sueño, digo… -Miró hacia la ventana, quizá para disimular el enrojecimiento de su mejilla, al darse cuenta que yo había interpretado hacia otro lugar su pregunta. 

-Te soñé. –Le comenté como una minucia, aunque no lo era, para acabar con esto. Su mirada por primera vez mostró un interés profundo. Un interés que no creí que iba a despertar en él. Y continué –Te soñé a vos, y a tres personas más. –Él pareció exaltarse de manera imprevista, pero no agregó nada, así que seguí –Yo estaba tirada en el rincón de una casa que no recuerdo, mejor dicho, no conozco. Claro, si fue un sueño –pensé por mis adentros- tenia sobre mi cuello a un hombre cuya cara desconozco, mordiéndome. Bebiendo de mí sangre. Y a otros dos observando, cuando de repente… -Y fui interrumpida bruscamente por Benicio.

-Ya Amanda, fue un sueño ¿qué importancia tiene? ¿Por qué tanta trascendencia? –Noté en su mirada y en su voz cierto nerviosismo que llamó mi atención, pero como yo jamás descubría nada de parte de algo contado por él, decidí seguir hablando, para saber por donde ir en cuanto notara en su actitud algo extraño. 

-Cuando de repente entraste por una ventana desde la oscuridad. Era tu casa, aparentemente. Lo raro es que vos… -Benicio volvió a interrumpir mi relato, con más demostraciones de su actitud pasmada.

-Fue sólo un sueño, vos lo dijiste. –Él no me miraba fijo a los ojos, algo andaba mal con esto. 

-Lo raro era que vos… eras vampiro, y yo no. Yo no me convertí así. De hecho no recuerdo por que fue que ahora soy como soy. Sólo desperté acá un día y vos fuiste mi guía. –Mis ojos comenzaron a lagrimear. –Yo dormía placidamente en la cama de… en la cama de… Dante, en mi casa… -Los recuerdos me inundaron. –Morí por alguna extraña razón, y acá estoy.

-No es necesario que te provoques este sufrimiento. –Dijo acercándose más a mí. Pero tomé distancia para continuar. 

-Eso no fue todo Benicio, por favor, dejame continuar. –Exclamé –Vos en el sueño… dijiste algo.

-Por favor, Amanda, fue solo un sueño. ¿Por qué buscas torturarte de esta forma con los sueños? Es algo normal, la gente sueña. ¿Por qué no vamos a comer algo? –Él trataba de eludirme, lo sabía. Algo andaba muy mal y yo me había dado cuenta, Benicio estaba siendo demasiado obvio, si esto había sido solo un sueño, como él lo llamó, ¿por qué estaba comportándose de manera tan extraña?

-En el sueño dijiste algo… que llamó mi atención. Dijiste algo así como “es mía, me pertenece”.

-Ya basta Amanda, no se de que forma pedírtelo. –Y como yo tenía la mirada gacha, pude ver como las venas de sus manos sobresalían de las mismas, debido a la manera en que él estaba cerrando sus puños. Tomé una de sus manos con suavidad, y relajé cada uno de sus dedos.
-Solo necesito la verdad. –Le dije de manera dulce, de la manera que me salió desde muy dentro. 

-No puedo manejar tus sueños… -Me dijo de forma sombría y tranquila. 

-Andrés me dijo que fueron recuerdos. –Sentencié. –Recuerdos humanos. –Y levanté la vista para encontrarme con la de Benicio. No pude encontrar su mirada, sentí como cada músculo de sus brazos se endurecían. 

-Lo son. –Afirmó, mirándome fijo, de manera violenta. 

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