lunes, 5 de diciembre de 2011

Despertar III Efecto Lunar ~ Capitulo 30: Enemigos sorpresa.





—Quita tus pies de la mesa.
Con aquel gruñido, Vit bajaba la pierna luego de acordonar sus botas estilo militar negras.
Al final de cuentas, Andrés era un viejo costumbrista y maniático. Jamás pensó que los vampiros fueran tan ordenados y nenazas, los que ella mataba vivían en cuevas a las que llamaban «nidos» donde además, terminaban matando a sus victimas. Bueno, no es como si en todo este último tiempo las teorías sobre las criaturas a las que ajusticiaba se le hayan dado vuelta. Resulta que el hermano de Andrés hasta tenía pareja estable y todo.
Ni pensarlo. Esta noche los ayudaría por una causa justa, pero moriría sabiendo que todos los monstruos a los que mató, lo merecían. Nada de engaños, nada de permitir pensar que tal vez la teoría de los cazadores podía fallar respecto a su trabajo, y pudiera existir alguna clase de monstruos nocturnos que no buscaban torturar a sus presas. Eso era imposible, ellos se alimentaban del dolor y el pánico de sus victimas. Era lo primero que te enseñaban en el refugio para cazadores.

— ¿No vas a cambiarte? —Le preguntó mientras cerraba el cierre de costado de su equipo negro ajustado y enterizo.
—Ya estoy vestido ¿no me ves? —su mirada seguía fija en aquel diario que estaba leyendo. ¿Es que acaso los vampiros leían los periódicos también? Faltaba que tuvieran hijos y festejaran la navidad.  
¡Por favor!
—Tu siempre contestando una pregunta con otra pregunta ¿verdad?
— ¿Yo hago eso? —Respondió, haciéndose el sorprendido. Su rostro cambió a un frío glacial, casi irónico, como su respuesta.
—Eres insufrible.
—Lo sé.
—Incorregible.
—También.
—Insoportable.
—Me lo han dicho muy seguido, sí.
—Afeminado.
—Es norm… ¿Qué dijiste? —cayó en la cuenta que Vit le estaba tomando el pelo.
Ella rió y se metió de lleno en la heladera.
—Oye, no te juzgo.

**

Tenía que reconocerlo… Vit tenía un muy buen humor.
Le estaba cayendo bien… sobretodo agachada y con el trasero directo en su punto de visión, buscando comida en el refrigerador.
¿Todas las cazadoras tenían tan buena retaguardia? Mmm… tendría que averiguarlo.

— ¿Están todas así de buenas?
— ¿Disculpa?
—Olvídalo.

Siguió hojeando el periódico que Pedro, el dueño de la estancia le traía cada mañana sin falta, sin leerlo en realidad.
No es como si le interesara cuanto había subido el dólar o algo así…
Vit se sentó sobre la mesa —no en la silla, sino, cuando decimos sobre la mesa es… literalmente, sobre la mesa— con sus piernas cruzadas, tan femeninamente, que si no fuera porque él tenía la cabeza en otro lado, tal vez hasta podría haberse llegado a poner duro.
La contextura de la cazadora era para hacerle honores, pensó. Aquel rostro casi perfecto, ese cabello negro corto hasta su mandíbula, peinado perfectamente, pensaría hasta que se había hecho algún tipo de alisado, pero sabía que no era así. No había tiempo para el glamour cuando estabas a horas de arriesgar hasta las uñas con tu enemigo.

Y hablando de su cabello…

— ¿Te tiñes el pelo, verdad? —Preguntó, al pasar.
Vit dejó de masticar el pollo frío que estaba engulléndose como si fuera el último día. Y, básicamente, lo era, al menos para ella.
— ¿Revisaste mis cosas? —Exigió saber, sorprendida y hasta casi indignada.
—… Porque creí haber visto en tu mochila el envase de una tintura negra.
—Revisaste mis cosas —agregó afirmando, más que preguntando.
Dejó caer el hueso de la pata de pollo que se había devorado, y fue de nuevo a la heladera. Andrés pensó que podía haberse llegado a ofender, aunque, a decir verdad, su pregunta no podía haberla ofendido tanto…
— ¿Qué problema hay con tu cabello?
—Ninguno.
—A las rubias generalmente les gusta ser rubias. ¿Cuál es tu problema? ¿Prejuicio de blonda sin cerebro?
La cazadora se tomó todo su tiempo para contestar, de hecho, primero terminó de beber la leche directo de su botella.
— ¡Vas a dejar flotando comida dentro! ¡Usa un vaso, mujer, por el amor de todos los santos! —Se acercó y volvió a poner el lácteo dentro de la heladera. 
—Woaaa… ¡qué pacato eres!
Andrés la ignoró.
—Tus cejas han empezado a desteñirse, se nota que eres una morena falsa. Tendrías que hacer algo —sugirió, y al instante, deseó no haberlo hecho.

Vit apenas tenía horas de vida, él lo sabía ya que sería el encargado de matarla.
Un trato era un trato… en su momento —apenas un día atrás— hasta le había parecido justo. Pero la mujer que tenía enfrente… no parecía del tipo que se dejara morir con facilidad, y aún así ¿tan terrible podía ser su vida, como para irse así, sin más?
El vampiro notó que aquella sugerencia había sido pasada por alto. Ahora ella se encontraba sentada de nuevo sobre la mesa, con aquella vestimenta tan perturbadora.

—Puedes usar las sillas si quieres, no me enojo —siguió hojeando el diario.
—Gracias, pero prefiero hacerte cabrear. No podría vivir sin eso.

Andrés la observó por unos segundos más. Su vestimenta ambigua al estilo chica de Aeonflux entremezclada con Selene de Underworld lo deslumbraba. Ella sí que entendía el concepto de «camuflarse en la noche» y además, le parecía condenadamente sexy.

—Mi hermano vendrá a buscarme con su camioneta.
— ¿A plena luz del día? Tú estas maldito, no puedes salir bajo el sol.
—Para eso despolvé el sarcófago, querida mía —se levantó, dedicándole una sonrisa socarrona.
—No me digas que vas a meterte allí dentro e irás en la camioneta atrás, como en un coche fúnebre.
Él se encogió de hombros, como si aquello fuera cosa de todos los días.
— ¿Vendrás con nosotros?
—Absolutamente no.
— ¿Por qué no? ¡Vamos! Ven… conoce al resto. No te vamos a morder —esperó a ver como ella tomaba la noticia, y le guiñó el ojo.
—Tengo asuntos que atender durante el día. Sé cual es el lugar, me has indicado el camino varias veces, tranquilo. No te fallaré. Deseo demasiado mi premio como para cagarla.
—Vale, como quieras.

Sin insistirle más, ya que imaginó que sus asuntos que atender serían despedirse del mundo, la dejó, y se giró para caminar rumbo a la sala baja de la casa para meterse en aquel ataúd. Demonios, la idea era hasta excitante de alguna forma, además, ya había escuchado la bocina de la camioneta de su hermano, lo estaba esperando fuera.

Sin embargo, Vit lo llamó, y cuando se dio vuelta, apenas pudo predecir el golpe. ¡La cazadora le había encestado un puñetazo en el ojo!

— ¿Y eso por qué coñazo fue, maldita seas, Vit? —Decía tapándose con fuerzas la cara.
—Eso —respondió, señalándolo con el dedo— es por el golpe en la nuca que recibí el otro día de tu parte, cerdo infeliz.

Vale, se lo tenía merecido.

— ¡Ya me lo habías devuelto!
—Contigo nunca es suficiente, Casablanca.
—Cariño, creo que te odio —suavizó su cara para mirarla. Fantástico, lo bueno de ser vampiro era que ese tipo de golpes se borraban a los segundos.

Giró para irse, nuevamente, pero Vit lo retuvo.

— ¿No eres esa clase de maniática que ahora, luego de la violencia, querrá desvestirme y hacerme el amor verdad? Para eso sí podríamos utilizar la mesa esta vez si así lo deseas…
—Calla la boca si no quieres que tus pelotas sufran un gran cambio. Y con gran cambio quiero decir, un gran, gran cambio. Con dolor, sangre, y cuchillas oxidadas incluidas, vampiro.

Él alzó una ceja, si Vit no quería sexo luego de la violencia, entonces no podía entender qué era lo que querría.

—Mi Theoul. Quiero mi Theoul.
— ¿Tú qué?
—Mi estaca. Se llama Theoul. Dámela.
—Hártate con ella, la dejé en tu mochila.

Y ahí sí, finalmente, luego que Benjamín desde la camioneta tocara bocina otra vez, empezó a bajar las escaleras.

Confiaba en que Vit no sería lo suficientemente estúpida como para hacer un movimiento incorrecto.
Él vería ese rostro en el campo de batallas, nuevamente.

Ese rostro… ¿por qué le sonaba tan familiar?

**

Lo último que Andrés esperaba, era terminar otra vez en la casa de Ian.
Pero sí, allí estaba. No sólo eso, sino que, cuando Benjamín abrió la tapa del ataúd para sacarlo, una vez que estuvo fuera, pudo ver como todos comenzaban a reírse de él.
Amanda, Benicio, Galadriel, Dante, Ian, ese humano llamado Damien, Cassandra y…
Todo cobró sentido para él. Lumi estaba allí, sin embargo, no se reía de él. Parecía desconectada.
Tragó saliva. No podía desconcentrarse a último momento.

—Síguete riendo, hermanito, pero no soy yo quién va a pelear con un montón de monstruos en traje de diseñador. ¿Qué es lo primero que se te viene a la cabeza cuando te vistes, eh?

Todos se voltearon para ver a Benjamín. El bastardo estaba vestido de negro punta a punta, salvo por la camisa blanca que llevaba bajo su suéter de cachemira. ¡Hasta zapatos traía puesto!

—No te preocupes, mi amor. La moda ante todo —se le acercó Gala, mostrando su apoyo. Claro que ella no se veía ni la mitad de ridícula que Benjamín.

No, la ropa del vampiro no estaba mal, sino la ocasión que utilizó para ponérsela. Aunque era bastante complicado, ya que Benjamín siempre iba vestido con trajes de diseñador.
Gala por su parte, tenía un jogging negro, que a pesar de no ser el estilo de ropa que la elegante vampiresa utilizaba a diario, en ella se veía como si estuviera a punto de salir a una pasarela. Arriba su musculosa blanca, que en otra mujer como Vit se hubiese visto varonil, en ella resaltaba su femineidad.
Benicio iba simple, su playera era azul, ajustada como todas las que usaba, y su único cambio había sido cambiar el par de jeans por un jogging. Dante no se le había dado por verse deportivo, estaba igual que siempre, remera, pantalón, zapatillas botitas All Stars negras y una gorra que le daba aspecto casual al mejor estilo Ángel Caído. Ian y Damien estaban iguales que la última vez, Cassie llevaba una remera amarilla de los Sex Pistols sin mangas con los jeans rotosos de siempre, punk y pelo rojo fuego despeinado.
Amy… ¿qué podía decirse de ella? Era pura sensualidad. Podías cubrirla con una bolsa de consorcio negra y seguiría resaltando entre la multitud.

—Con que Talking Heads, ¿eh? —Le dijo Andrés, mientras hacía alusión a la inscripción en la playera que llevaba Amanda.
—No te atrevas a criticar a una de mis bandas favoritas —contestó ella, con una sonrisa, colgándose de su brazo de manera amistosa.
— ¡Oye! ¿Con quién crees que estas hablando? Creo que Psycho Killer es una de sus mejores canciones—opinó, haciendo referencia a uno de los temas más conocidos de la banda.
—Sí, Psycho Killer es genial. Y va contigo —Le guiñó el ojo.

¿Y cómo no iría con él? Psycho Killer significaba «asesino psicótico» en inglés. Una coincidencia demasiado afortunada.

Cuando Benicio se aclaró la garganta por lo bajo, sabía que era mejor desenredarse de aquella mujer. Aunque no le gustaba lo que venía, porque tocaba mirar a Lumi nuevamente, y ella seguía tan exenta, tan perdida y fuera de contexto, que se le oprimió el pecho.

Recordó aquella mujer que se había follado la noche anterior, y le dieron arcadas. Estuvo a punto de pedir que lo dejaran ir al baño para vomitar todo su hígado si fuera por él.
Ellos no eran nada, sin embargo, Andrés sentía como si la hubiera traicionado de alguna forma.

El reloj dio las cinco de la tarde.

—En una hora y cuarenta minutos el sol bajará por completo. Siendo de noche, y este un barrio desértico y abandonado, utilizarán ese momento para atacar. Inmediatamente estaremos allí —avisó Ian, encabezando la discusión estratégica. El lugar que había escogido el bando enemigo, se situaba apenas a dos calles de la casa del lobo.

 Bando enemigo. Franco. A Andrés le empezó a hervir la sangre. Tantos años engañado, tantos años pensando que… maldita sea ¿cómo podía haber sido tan estúpido? El vampiro mitad demonio lo quería muerto. Y casi lo había logrado.
Casi. De no ser por Amanda y su tozudez por traerlo a la vida. Bueno, sin contar el hecho que Ian y la bruja la habían buscado para colaborar.
En primer lugar, cabe aclarar que colaborar no era el término adecuado, más bien Andrés había sido lo bastante inteligente como para, al morir, dejar su carnada a salvo. La daga de Jade. Si él estaba muerto y venían a reclamarla, sabía que tendrían que revivirlo para encontrarla. Y así fue como sucedió.

Lástima que, no había tenido en cuenta los efectos secundarios, como el no poder salir a la luz del sol sin terminar hecho carbón.
Tendría que encontrar una solución para eso. Urgentemente.

—Benicio y Gala por un lado —anunció Ian. Nadie discutió— Si vamos en parejas… y quiero decir, lazos de pareja, se distraerán y harán algo estúpido. Todos ustedes son vampiros fuertes, Benjamín y Amy serán otro grupo, les aseguro, chicos, que sabrán cuidarse. Así que, no empiecen con lamentos.

Los cuatro asintieron.
Andrés envidió la forma en la que su hermano y Gala, así como también Amy y Benicio se dedicaron miradas de aliento.

—Dante, amigo. ¿Seguro que ninguno de los tuyos podrá… darnos una mano en esto?
—Eso quisiera. Soy un caído ¿recuerdas? Soy menos que mierda para ellos. Agradece si a mis alas se les da por abrirse en su momento —bromeó— no se preocupen. Este cuerpito sexy se encargará de todo.

Cassie refunfuñó por lo bajo.

—Cuida a mi hermana ¿de acuerdo? —Pidió el lobo.
— ¡¿Qué?! ¡Haz perdido el juicio! —Se quejó Cassie, en estado poseso.
—Es eso o quedarte aquí bajo un escudo de protección, tú decides.
—No es justo. ¡No me parece para nada justo, no lo es, la vida es una injusticia, mi vida es una completa locura injusta! —Seguía quejándose.

Algo le decía a Andrés, luego de mirar a Dante, que pese a los berrinches de Cassie, él lo estaba disfrutando todo, casi con una sonrisa curvada.

—Para de repetir todo lo que tenga que ver con injusto. No te escucho. No te estoy escuchando. Te dejé de escuchar —Ian se dirigió a Andrés.

—Esta bien, yo también cuidaré de Ludmila —le aseguró, mientras la pequeña se exaltaba al oír su nombre salir de los labios de Andrés.
— ¿Qué te ha hecho pensar que dejaré algo tan preciado a tu cargo? Ella esta con nosotros.
—De ninguna manera. Recuerda quién es el más letal en toda esta sala, perro, no me hagas violentar —y al parecer, lo decía muy en serio, por el modo en el que se acercó a Ian, quedando a escasos centímetros de él.
—Ella esta con nosotras, dije. No manejes las reglas en mi manada. Recuerda que tengo tu culo en mis manos.
—Ya quisieras —le provocó.

A pesar de ello, sabía que había perdido la partida. Lumi no quedaría en su equipo, claramente estaría con los lobos, pero al menos valía intentarlo.
Pero ni hablar, estaría muy pendiente y cubriría las espaldas de la pequeña.

—Así y todo, ¿qué hay con tus secuaces? —Oyó como le preguntaba Dante.
Ian fulminó a Andrés con la mirada, haciéndolo cargo a él del por qué.
—Respetan que ustedes nos ayuden, pero no lo comparten. Nos verán allí. Cooperarán, son unos pocos, la manada sin jefe esta un tanto perdida, pero servirá. —Hubo un silencio espantoso— Amigos, si no tienen más preguntas, sólo queda esperar.

Nadie contestó, todos asintieron con la cabeza.
El ruido de armas de todo tipo, desde estacas para los vampiros enemigos que vendrían, subyugados de Marcus, hasta cuchillas, navajas, empuñaduras, armas con balas de todo tipo, eran los únicos sonidos que se escuchaban.

Andrés contaba con una ayuda especial. La daga de Jade.
Iba a cargarse a Franco y a unos cuantos demonios más antes de devolverla a la familia de Ian. 

Pero lo primero es la amistad ¿no es cierto? Y Franco era muy, muy amigo suyo.

**

—Esperar una hora a que baje el sol es una completa mierda —murmuró Andrés, sentado en uno de los sillones, apoyando sus codos en las rodillas.
—Si quieres ir a dar una vuelta, te invito a que salgas —contestó Benicio en voz baja, como si fuera un comentario al pasar. Amy le pegó sutilmente en las costillas y él le preguntó moviendo los labios qué era lo que estaba mal.

Los nervios crecían como torrentes de agua a punto de rebalsar. De un momento a otro todo empezó a girar en torno a una lucha que parecía no tener fin. Sus cuerpos querían descanso, y se les notaba en el rostro.

Cassie por otra parte, siguió discutiendo con Ian sobre el compañero que le había tocado.

—Cass, no estamos en la escuela primaria, compórtate como una adulta.
Le había dicho su hermano entre dientes.
Vale, lo pillaba. Pese a ello, un fuerte dolor presionaba su pecho. Tenía una extraña necesidad de proteger a Amanda.
Al fin de cuentas ella era su Leath, y ¿qué tan raro era eso?
La bruja nunca creyó en las habladurías de su gente, cuando contaban como giraba todo tu mundo en torno a aquel compañero que cada brujo muy afortunado lograba encontrar. Pero era todo cierto. ¿Cómo podía ser que, días atrás, hubiera arrancado el pellejo de la vampiresa con sus propias manos, y ahora estuviera dispuesta a interponerse entre ella y una estaca?
La miraba y sufría por dentro, para Amanda no resultaba igual la conexión, eso era seguro, no cuando Cassie no podía quitarle la vista de encima y apreciar cuanta perfección encontraba en ella y la vampiresa apenas si le había dirigido la palabra y sólo fue para decirle «hola»
Cuando volvió a levantar la vista, Galadriel tenía tomada las manos de Amanda entre las suyas. No escuchaba desde la otra punta del living de qué hablaban, así que tomó cartas en el asunto.

Amanda era su leath, su otra mitad, su compañera de vida, de lucha. ¿Y quién era Galadriel? ¡Una simple amiga!

— ¿De qué están hablando? —Preguntó, arrepintiéndose al haber sonado tan grosera. Bueno, no es como si tuviera mucha experiencia tratando con la gente. Se aclaró la garganta y suavizó sus facciones ya de por sí duras en cuanto vio que Amy y Gala se giraban sorprendidas.
—Estaba tratando de convencer a Amy que, cuando todo esto termine, no podrá negarse a pasar un día entero comprando ropa conmigo —explicó la vampira rubia, con naturalidad. Cassandra odiaba eso, odiaba esa facilidad que tenía para caerle bien a la gente, y ella no.
—Oh claro —, contestó la bruja con la mayor normalidad posible— las amigas suelen hacer ese tipo de cosas —sin embargo, por más que quisiera, el sarcasmo con el que dijo la frase no ayudó de mucho.
Vio como Gala fruncía el ceño.
—Podrías acompañarnos —sugirió Amanda.
Cass había quedado petrificada en el mismo lugar. Nunca jamás alguna mujer la había invitado a hacer cosas de mujeres.
—No. Gracias. —Contestó, sin embargo. ¡Al demonio Amanda y toda esa formalidad de mierda! Ella la invitaba solamente para quedar bien.

No se había dado cuenta, por otra parte, que Galadriel se había retirado de escena, y ella estaba ahora frente a una Amanda todopoderosa que la examinaba con la vista, como si fuera una jodida atracción de feria. Por un momento se sintió herida. A la vampiresa rubia no la miraba así, ¿qué podía tener ella de especial?
Estaba delirando, definitivamente sus emociones se estaban mezclando por haber sabido que ella era su otra mitad complementaria.

Nada tenía que ver eso con el sexo, lo que sentía Cassie no iba en esa dirección. Las cosas difíciles de entender emocionalmente, son aún más complicadas para explicar con simples palabras. Hay cosas que la razón y el buen léxico jamás podrían lograr.  Y una de ellas era dejar plasmado en oraciones los sentimientos fuertes que bullían de adentro hacía fuera.

—Yo… —comenzó Amanda—. Con respecto a… ya sabes, ese asunto tuyo.
—Es un asunto tuyo también —contestó a la expectativa.
—Lo se. Aún no me acostumbro.
—Podría enseñarte… contarte cosas, historias —Cass se avergonzaba de sus palabras, podía sentir como sus mejillas se encendían— mostrarte más de mi, para que lo entiendas.

Antes que Amanda pudiera si quiera contestar, faltando media hora para que la oscuridad cubriera los cielos, un grito animal y de otro mundo, retumbó en los cimientos de la casa.
Todos se pusieron alertas, al instante. Y el caos afloró.

Los habían tomado por sorpresa. No es que hiciera la diferencia, pero faltaba media hora… Y ya habían empezado a atacar.

— ¡Están en el lugar acordado! —Gritó Ian— ¡Tendríamos que haber supuesto que llegarían antes!

Mientras los vampiros se agrupaban con sus parejas, Amanda permaneció al lado de Cassie, mirándola a los ojos. Mordiéndose los labios se dio media vuelta, para empezar a armarse y salir hacía el lugar.
La bruja la tomó por el brazo.

—Me importa una mierda quién sea tu compañero en esta batalla. Pero no dejaré que nada te pase. Yo soy tu protección, Amanda, ninguno de ellos lo es.

Algo en la mirada de la vampiresa cambió. Aún no podía reconocerlo en voz alta, pero Amy sabía perfectamente que ella también lo veía así.
Por alguna extraña razón, tener que estar en la misma habitación e ignorarla, hacía un hueco en su interior.

Sin Cassandra cerca, sentía como si hubieran perforado parte de su carne y se la hubieran arrancado. Pero cuando la tenía alrededor…. Sus planetas se alineaban automáticamente.

Lo que ninguna de las dos parecía entender a la perfección, era que una era el talón de Aquiles de la otra, y viceversa.
Amanda era la parte vulnerable de Cassie, y Cassie la de Amanda, lo que quería decir que, esa era la única forma de herirlas en una batalla.
Tenían que permanecer juntas, o jamás se lo perdonarían.

**

Todos se dirigían a la puerta. Benicio iba con Galadriel sin perder de vista a Amanda, quién iba con Benjamín, mientras este último vigilaba a Gala y ella a él, y Amanda nuevamente a Benicio, y así. Una completa jodida locura. Cassie tomó la delantera con Dante tras de ella, y refunfuñando por lo bajo.

— ¿No piensas llevar nada para protegerte? —Le preguntó Dante.
Sin pronunciar palabra, Dante empezó a retorcerse. Ella lo había embrujado momentáneamente.
La pelirroja le sonrió, y cuando se le fue el efecto del golpe que le había propinado sin tocarlo, el Ángel apenas volvió a dirigirle la palabra.
Ian enfrente. Lumi y Andrés últimos junto a Damien que los chocaba para adelantarse.

Antes de que el humano pudiera salir por la puerta, Ian llamó a su hermana, ella se giró para mirar de frente a Damien, y todos quedaron en silencio, a pesar de los gritos y aullidos que se escuchaban dos calles atrás, donde los demonios y vaya a saber qué otro tipo de criaturas comenzaban a atacar.

La bruja estiró la mano, y estando del umbral de la puerta para afuera, cerró los ojos. Cuando los volvió a abrir, su color natural cambió, y pasó a ser un plateado líquido, espeso. Era casi sobrenatural.
Damien la miró con expectativa ¿qué estaba a punto de hacer?
Ella estiró su mano con la palma abierta hacía el humano, inconciente de que todo el mundo la miraba, y conjuró en una simple palabra:

— ¡Cataphractus!
Damien, quién algo sabía sobre los poderes de Cass y sus utilidades, maldijo por lo bajo y luego arremetió contra ella.
— ¡Cassandra, tú no puedes hacerme esto!
Ian intervino.
—Eres humano, Damien. Poco nos puedes ayudar. Al contrario, serás un estorbo para nosotros. Mejor te quedas aquí. Esto lo liquidaremos en minutos.

El «Cataphractus» era un escudo blindado que no permitía a nadie entrar a la casa, ningún tipo de ser sobrenatural por más poderoso que fuera, muy parecido al que había puesto la vez anterior cuando dejaron a Lumi allí sola, pero con la diferencia que, este, además, no te permitía salir si eras humano.
En pocas palabras, Damien estaba encerrado allí, con un escudo de protección que lo privaría de hacer cosas estúpidas.
Ian tenía razón. Damien les estorbaría, porque tendrían que ponerse en campaña para protegerlo a él, y la idea era matar la mayor cantidad posible de demonios aquella noche. Bueno… noche, en realidad, ahora faltaban quince minutos para que el sol bajara. Los habían tomado por sorpresa.

—No puedo salir. ¡Maldita sea! ¡No puedo salir! Cabronazos hijos de puta —se quejaba Andrés.
—Con suerte, para cuando baje el sol, esto habrá terminado, Casablanca, que no te disguste salvarte de una pelea —lo incentivó el lobo, luego se dirigió a Lumi y agregó— ¿Estas lista? Vamos —Y empezó a caminar con todo el resto de vampiros que lo seguía.

Andrés se quedó inmóvil. Él no permitiría que Lumi se vaya, ni que estuviera sola allí con todos esos monstruos que buscarían asesinarla, con él imposibilitado a interceder.

Quedando ella última en salir, con los otros que desaparecían de su visión, Andrés la tomó por los hombros.

—Tú no te vas de aquí, jovencita.
— ¿Jovencita? —Preguntó ella, enfadada.
—Creo que me has escuchado bien. No te moverás de aquí, no hasta que baje el sol. Son diez minutos más, Lumi. Diez minutos. Yo estaré contigo.
—No soy tan frágil como todos piensan, Andrés. Puedo cuidarme sola.
—Me lo debes —pidió, todavía sin soltarla.
Ella se despegó de su agarre, sacudiéndose, como si de repente él le pareciera la persona más desagradable del mundo. Eso lo hirió profundamente.
—Yo no te debo nada ¿recuerdas? —Respondió con indiferencia fingida— yo no significo nada para ti. Déjame ir. Soy lo suficientemente fuerte para hacerlo.
— ¡Eres una niña!
Lumi se mostró irritada, todo su rostro estaba rojo por la furia.
Mordiéndose los labios le contestó:
—Algún día tendrás que tragarte esas palabras.
—Quédate. Por favor. Ocho minutos —rogó el vampiro. La volvió a agarrar por el brazo.

No supo si había sido ese preciso momento, o un rejunte de cosas anteriores, pero Ludmila empezó a temblar, se deshizo nuevamente de sus manos, y la oyó gruñir.
Delante de él vio la conversión más hermosa y escalofriante que jamás había visto en su vida. No era una hermosa niña de quince años a quién tenía enfrente. Era una hermosa loba blanca como la nieve, con los ojos ambarinos y un especie de delineado rosado muy claro en los ojos.
De repente no sintió que se trataba de una pequeña inocente, sino de una máquina de destrozar tus carnes con los dientes, capaz de defenderse.
Se le hizo un nudo en la garganta cuando ella salió corriendo y aullando en cuatro patadas por esa puerta, destrozándola a medias por su enorme tamaño.

Andrés se frotó el pecho. No es como si tuviera latidos, pero la falta de los mismos se suponía que enloquecía a cualquiera, claro que, eso se daba en los primeros años de vida vampirica. Sin embargo, ahora se frotaba con fuerza aquel lugar. Sentía que su mundo perdía sentido, incluso más que en sus anteriores doscientos años.
Siete minutos lo separaban de poder estar seguro que Ludmila estaría protegida. Siete exactos minutos para que bajara el sol.

Una idea loca se le cruzó por la mente, y se dio vuelta para encontrarse cara a cara con Damien, que aún seguía dando vueltas, impaciente.

—Dame tu cazadora, ¿tiene capucha, verdad? —Preguntó señalando el buzo que Damien traía puesto.
—Estas loco si piensas hacer lo que creo que vas a hacer —advirtió el humano.
Andrés bufó.
—Loco, idiota, atolondrado, psicótico, trastornado… me han dicho de todo en esta vida, humano. Dame tu cazadora. Muchas gracias.

Damien se sacó su abrigo mientras se lo tendía en sus manos.
Cinco minutos más de luz solar para que cayera la noche.

Cuando el vampiro se encaminó a la puerta, se puso la cazadora mangas largas de Damien y se subió la capucha para tapar su cuerpo lo más que pudo.

—Has perdido completamente el juicio.
Andrés se giró para enfrentarlo.
—Cuando lo que amas por encima de todas las cosas se encuentra en peligro… el juicio es lo primero que pierdes —se encogió de hombros—, vale la pena arriesgarse de vez en cuando, supongo.
El vampiro notó como la mandíbula del humano se tensaba considerablemente.
—Dímelo a mí —remató Damien.

Andrés estaba casi, casi seguro de saber sobre quién estaba hablando.
Aún así, puso un pie en la calle.

Corrió a zancadas, pero justo cuando creyó haberlo logrado, el dolor que su cuerpo le proporcionó, fue equivalente a caer sobre millones de pedazos de cristal prendiéndose fuego.
Al fin y al cavo era un vampiro, los vampiros no podían ir bajo el sol.
Al menos no los que estaban malditos como él.

**

Iba retrasada. Le había mentido a Andrés, ella no tenía asuntos que atender durante la tarde, sólo permanecer acostada enrollada en aquellas sábanas.
La noche sería corta, un poco de acción y luego… luego nada.
Antes de salir de la Estancia rumbo al lugar asignado, ajustó algunos tipos diferentes de cuchillos en sus botas negras de combate estilo militar, bajó la parte de debajo de su vestimenta enteriza para tapar los mangos que sobresalían, y en un pequeño diminuto bolso pegado a su cuerpo llevaba en la parte de adelante de su pecho su arma Theoul para inmovilizar y estacar vampiros, como así también dos armas a los costados de sus caderas, que se camuflaban con el negro de su ropa, recargada de balas de plata, las cuales le daban un jodido dolor de culo a los lobos.

Vit no sabía cuando podía encontrarse a toda esa clase de mierdas por el camino. Y tampoco confiaba en todos los monstruos con los que Andrés le había dicho que iban a pelear, así que, por las dudas, se armó con todo lo que tenía. Que, por cierto, no era mucho.
Cuando abandonó el refugio para cazadores, apenas pudo robar un par de cosas, y le encargaría a Andrés que las devolviera para cuando todo esto acabara.

Estando a veinte escasos minutos del lugar, y con la noche cerca de cubrir sus espaldas, se apuró por el desierto camino que había escogido, justo cuando creyó oír un pequeño crujido en los arbustos que decoraban el gran bosque repleto de árboles y soledad.
Sin embargo, lo que más le llamó la atención no fue eso. Sino la presencia que sintió.

El cazador líder la había encontrado.

Se quedó fría sobre sus pies, los segundos necesarios para que él saliera de entre medio de los pedazos de madera de árboles talados que allí la rodeaban.
La cara del hombre no podría haber sido más lasciva, porque era imposible.

El cazador silbó al verla.

—Wow, mira a quién trajo la corriente.
—Vienes solo —titubeó ella, con la voz entrecortada.
Él hizo un gesto de disgusto con la cara.
—No es como si no pudiera ocuparme de ti por mi mismo.
Así que venía a acabar con ella, al fin de cuentas.
Punto número uno: además de un vampiro que chupara tu vitalidad y pudiera matarte definitivamente, sólo podías hacerlo en manos de otro cazador. Claro que, eso ocurría demasiadas pocas veces. O aquel mito sobre demonios vampiros, que a ella no le constaba en absoluto. No quería pensar en eso último, corrían rumores entre los de su clase, y morir de esa forma, era la más dolorosa que existía. Si es que era cierta, claro.
El único motivo por el cual un cazador se volvería en tu contra, era si habías traicionado tu palabra de proteger a los humanos de criaturas de inframundo, o si decidías salirte del negocio.
Y Vit, claramente, estaba queriendo salir de él.

— ¿Qué haces aquí?—Le preguntó ella, todavía temblorosa. La única persona que podía causar en ella real miedo era ese hombre que tenía ahora a escasos centímetros suyo.
Le acarició el rostro.
—La pregunta es qué haces tú aquí. Y por qué te fuiste. Estuve muy, muy preocupado por ti —mintió.
Vit tragó saliva.
—Necesitaba un tiempo fuera.
Él rió.
—Vaya que te lo has dado.
—Mátame si es que vas a hacerlo. Rápido.
— ¿Has hecho algo para merecer ese destino? Te estas tomando tan sólo un tiempo fuera. Puedo comprenderlo.
Cínico, pensó ella.
—Debo irme —atinó a contestar, pero él la presionó contra su cuerpo.
— ¿Y privarme de tu encantadora presencia, Violeta? Oh, ya creo que no.

¿Violeta? ¡Cómo se atrevía a llamarla así!

Él la olisqueó, como animal que goza de su presa antes de comérsela.

—Esto sólo puede significar dos cosas —su voz sonaba baja, áspera— o estas persiguiendo a un vampiro. O te estas acostando con uno. ¿Qué puedes decir a tu favor?
Ella tomó una bocanada grande de aire.
—Persiguiéndolo, para matar.
Él se alejó y la aplaudió, con una mirada lacónica.
— ¿Así disfrutas de tus vacaciones?
—Debo irme.
El cazador volvió a tomarla en sus brazos, presionando sus cuerpos con más fuerza.
Se le acercó. Sabía muy bien lo que el hombre le iba a hacer. La iba a besar. La iba a marcar.
Un beso entre cazadores, en esas circunstancias, sólo significaba una cosa: un sobre aviso.
—Bruno, por favor… —Rogó ella, llamándolo por su nombre.
El cazador no esperó, y al fin, la besó.
Vit ya estaba marcada. Aquel beso que ardió en sus labios, significaba que, si ella no volvía con los cazadores en los próximos días, todos ellos irían a buscarla, para asesinarla.

Y no es como si a ella le importara, de alguna u otra forma. Algo la dejaba tranquila y era que, otro hombre se encargaría de su muerte.
El vampiro al que iba a proteger las espaldas en estos mismos momentos.

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Obviamente, ya saben quién es entonces el hombre de la foto junto  Vit... =P

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