lunes, 4 de julio de 2011

Despertar III Efecto Lunar, Capitulo 14: Temblor.

-Representación fotográfica de Cassie-

Un temblor, un fuerte temblor sobre los cimientos, bajo sus piernas, una cálida mirada taciturna y asesina, el avistamiento del mal, lo que todos conocemos por Lucifer no eran más que mentiras e insignificancias luego de mirar hacia los ojos de la dulce Galadriel.
Estaba fuera de sí. A punto de matar a alguien.
 Perfecto. Los dos machos frente ella dieron un notorio paso hacia atrás.

— ¿Es que a nadie le interesa dónde se hayan metido? —Preguntó con una furia que significaba darle pena capital a quién se muestre desinteresado o simplemente la ignore.
Ella caminó hacia los hombres como si vendavales y huracanes estuviesen acompañándola en esa expedición. Si todavía fuesen humanos, no cabría duda que respirar sería en esa instancia algo completamente por lo cual entregarían la cabeza del primero al que se crucen, puesto que la mujer no le hubiese sacado las dos manos de sus cuellos.
En este plano de la vida no mucha gente podía decir que había visto a Galadriel Attaway enojada, en verdad era algo que no se conocía, y era simplemente porque ella nunca, pero nunca se fastidiaba por algo.
— ¿Todo eso lo estas haciendo tú? —Preguntó Dante con incredulidad.
— ¿A qué te refieres, niño?
—Oiga, no me llames nin… —prefirió volver al tema, tragó saliva, conteniendo la ira que le causaba que aquella mujer lo llame niño digo, todo eso. El viento. Es como si con tu estado de ánimo manejaras las cosas. Mujer, me estas dando un susto de muerte.
Gala le sonrió, malévola.
—Probablemente sea yo. ¿Dónde están ellos?
— ¿Cómo podría saberlo? Apenas si me entero que se han ido. Tal vez hayan salido a pasear. O… no se, hablar ¡como puedo adivinarlo! —respondió Dante, frotándose la cabeza con la yema de sus dedos.
La vampiresa frunció su nariz negando con la cabeza hacia los dos lados, Benicio seguía callado como si le estuviese costando tan sólo el hecho de mantenerse en pie.
— ¿Necesitarás ayuda con eso, o te caerás así, sin más? —quiso saber Gala, refiriéndose a lo mal que se veía el vampiro. Dante también giró hacia él diciendo:
— ¡Maldición! ¡Todos ustedes son unos putos muertos! —Espetó sin pensar las palabras que usaba— es decir, discúlpame Galadriel, pero entre tus trucos de madre naturaleza y este cristo así de pálido, me dan ganas de sacarme las pelotas con un cortador de nuez. Enserio.
Galadriel ni se inmutó.
—Lo… lo siento… no he comido muy bien —se quejó Benicio con la mano en el estómago.
—Apártate de mí, chupasangre. Ni aunque tuviese ganas de morir te dejaría tomar de mí, antes me haría tirar a una jauría de perros famélicos.
— ¡Pero qué dices! El día que muerda tu piel para extraer sangre tendré que pensar seriamente en que un dentista cambie toda mi dentadura. Créeme, el lavaje de estómagos en vampiros no funciona al igual que en humanos. Y a decir verdad… bueno, no es que ningún dentista quisiera atenderme —contestó Benicio, ahora sonriendo un poco— ya sabes —aclaró— por todo el tema de los colmillos —y frunció el gesto como divertido.
Dante le propinó un golpecito de los que se da cuando un amigo entiende tu broma y la comparte. Esos dos malditos eran un dúo terrible. Podían estar matándose y al siguiente instante se estarían besando el culo.
¿Quién los entendía?

— ¡Escuchen esto! ¡Ya me estoy hartando de ustedes dos!
La voz de Galadriel retumbó como jamás se la había escuchado, por las paredes como si las bandas sonoras jamás acabaran. Demonios, parecía poseída, si es que todavía no lo estaba.
De forma automática los dos hombres cerraron sus bocazas y la miraron nuevamente, mostrando un poco de respeto. Al fin de cuentas era una dama.
—Salieron con el auto —Dijo Benicio, resignado.
— ¿Con su auto? Quieres decir… Benjamín y Amanda… ¿solos? Dante se mostró curioso, al ver que el vampiro asentía, agregó mirando a Galadriel bien fijo a los ojos —oye tú, a ver si controlas a tu novio, ¿quién se cree el muy bastardo?
Pero apenas hubo terminado, la mujer ya se encontraba usando su mano para asfixiar a aquel idiota. Lo odiaba tanto. Digamos, lo estaba empezando a odiar tanto…
— ¡Gala, detente! —pidió Benicio.

Sí, se estaba divirtiendo, era muy divertido de hecho. Devolver lo cretino que era de esta forma se estaba poniendo bueno.
Claro que iba a soltarlo… cuando empiece a ver como el rostro del hombre cambiaba de un color a otro hasta quedar definitivo en el morado.

»— ¡Gala! ¡Vas a matarlo! ¡Detente, ya! —Exigió Benicio— ¡Basta, es una orden!
Tras un rugido salido de la garganta del vampiro, la mujer soltó a Dante a un lado, que calló al suelo, con el la mirada enojada.
—No podría matarlo aunque quisiera. Es inmortal.
—Escucha una cosa… —empezó Dante, con su voz ronca producto de una buena zamarreada— te salvas porque eres mujer, y yo me comporto con tu género. 
—Sí, claro. Hagamos de cuenta que te creo —contestó.
—Exacto —intervino el vampiro— hagamos de cuenta que te estamos creyendo.
El Ángel Caído volteó sus ojos y se sacudió la parte trasera del pantalón a medida que se levantaba para ponerse de pie.
—Yo no soy estupida, muchachos —le dijo a los dos— pero no creo estar equivocada cuando digo que Amanda y Benjamín han ido en busca de Ian.
Benicio miró a Gala, confundido. Luego a Dante, quién parecía hacerse cargo de lo dicho a medida que tragaba saliva y se ponía nervioso, como si aquellas palabras fuesen sustanciales.
Y lo eran. Maldita sea que lo eran.
—No se de que hablas —negó Dante, muy, muuuy poco creíble.
— ¿De qué hablan? ¿Qué es lo que están ocultando? —preguntó Benicio.
La vampiresa dejó de fulminar con la mirada a al Ángel, para acercarse al vampiro y susurrarle algo audible para todos, a pesar que sólo se dirigía a él.
— ¿Quieres que te cuente una historia de terror, querido?
El hombre se apartó más confundido que nunca. Dante ni se inmutó ante lo que estaba viendo, cuando lo más probable era que hablaran de algo que él ya sabía.
»—Sí, por supuesto que lo quieres —continuó ella— los vampiros podemos volver una vez más, luego que nos mandan a pasear. ¿Gracioso, verdad? Pero complicado, jodido. Aunque no tanto, claro. No lo es si conseguimos un buen brujo y algo totalmente necesario… un sacrificio, una ofrenda. Pues no vital por suerte —los dos hombres escuchaban ahora muy atentos, no estaban entendiendo muy bien el significado de aquellas palabras— o bien pueden buscar la última victima que haya sido mordida por él —explicó— o a su vez, si el vampiro en cuestión se dejó morder, traer a quién bebió de su sangre. 
— ¿Has perdido la chaveta, o qué? —se adelantó Benicio, preocupado.
—Yo diría que Amanda la ha perdido, y junto a ella, Benjamín.
— ¿Qué es lo que esta pasando, mujer? —intervino Dante.
— ¿Me lo preguntas tú? ¡Todo esto es culpa tuya! ¡Les has entregado la cabeza de Amanda! —Los hombres miraban estupefactos— Ian es un lobo, y su hermana es una bruja, ¿acaso crees que no puedo oler su sangre?
—Galadriel… —Empezó Benicio— ¿qué tan complicada es la situación, exactamente?
— ¿Quieres que sea franca? —Preguntó y ellos asintieron— pues bastante, partiendo de la base que Amanda piensa traer a Andrés a la vida nuevamente.
—Eso es ridículo —se quejó el vampiro cruzando los brazos.
—No. No. Momento, escúchala. Creo que hasta es coherente —Intervino Dante a favor de la mujer, de repente todo encastraba como una jodida pieza de rompecabezas, se llevó la mano a la barbilla como si frotarla causara el efecto bola-de-cristal.
Nunca funcionó. Era Ángel, no un artilugio estúpido con un foco de luz en el centro.
A medida que el silencio acrecentaba por la pausa que los tres se estaban tomando para digerir aquellas posibilidades, la ponzoña se hacía presente en la boca de Benicio.
Otra vez estaba haciendo las cosas mal.
Otra vez.
Si tan sólo se hubiese encargado de clavar sus garras bien profundo en Amanda, esto no estaría pasando. Ella no sentiría la maldita necesidad de ir tras un hombre que era prácticamente el diablo.
Bien, las cosas tenían que cambiar. Ahora mismo. Eso pensaba mientras sus puños se convertían en acero. Tal vez lo que seguía a continuación contado por Galadriel le gustaría menos que lo anterior.
—Gala —exigió nuevamente el vampiro, pronunciando lentamente su nombre, y volviendo a repetir lo anterior para que quede claro — ¿qué tan complicada es la situación, exactamente? —Hubo un silencio mortuorio— ¿Gala?
—Bastante —ella observó los rostros de sus acompañantes— porque se necesita, como he dicho, una bruja y un sacrificio. ¿Y a qué no adivinan? La bruja está anotada. Y Amanda había mordido a Andrés antes que Franco se la llevase a la Isla. Les aseguro que si nos ponemos a sumar esos factores encontraremos la respuesta.
— ¡No! —Rugió Benicio al mismo tiempo que se alejaba de ellos contra la pared, para propinarle un buen puñetazo— ¡No lo permitiré!
—No se trata de lo que tú quieras. Ya se han ido los dos y corren con una estimulante ventaja.
—No dejaré que ese monstruo vuelva, ¡así sea lo último que haga!
Dante se encontraba a un costado, silencioso como nunca.
Él había aceptado que Ian interrogue a Amy para sacar información sobre la procedencia de esa daga, prácticamente la había servido en bandeja. Pero jamás, nunca en este tiempo el lobo le dijo que necesitarían resucitarlo. Bajo ningún punto de vista, porque de haber sido así claramente se hubiese negado.
—Hey chica —dijo el Ángel— ¿dónde harán el trabajo?
—En la Estancia. ¿Dónde más?
—Maldición, otra vez cruzar el Río —se quejó Benicio.
— ¿Demasiado arriesgado, a pesar que tendríamos la oportunidad de frenar esa locura? O mejor aún… volver a matar a ese cretino. 
— ¿Dónde esta tu juego más lujoso de estacas, imbécil? —preguntó Benicio con amor. Sí, con amor, el imbécil era parte de eso.
— ¡Oh dulzura, en nuestra alcoba, por supuesto!
— ¿Van a parar ya de portarse como cabrones? ¡Esto es serio! —exigió Gal.
— ¿Tú haz escuchado hablar a la mojigata, o soy yo? —se aventuró Dante, dirigiéndose a al vampiro y claro, refiriéndose a la mujer.
—Ni un zumbido, preciosa —le guiñó el ojo, haciendo que la vampiresa tomara calor— ¡Ah que demonios hombre! Dejemos de portarnos como dos maricas, y salgamos ya de aquí.
—Escuchen ustedes dos, Thelma y Louis —se apresuró Gala, provocando que los dos hombres giraran a verla— ¿acaso pensaron en lo que van a hacer con Lumi?
Mierda —respondieron al unísono.
—Exacto.

Benicio tomó delantera, como si le correspondiera ir por Ludmila, o hacer algo, o lo que sea. A Dante no se le pasó por alto y lo tomó por el hombro.
—Yo me encargo de ella, tú habilita a la morocha. Tenemos una emergencia, soldado, revisa los frenos.
— ¿Te has dado cuenta de cuan patético ha sido eso, verdad? —Benicio lo miraba con petulancia.
—Creo tener buen gusto con el melodrama, querido. Ahora si me permites un momento —le pidió mientras lo terminaba de hacer a un lado— tengo que ocuparme de Lumi, esa bastarda vendrá con nosotros. Cambio y fuera.
— ¿Estas lorenzo o qué? ¡Ella no puede exponerse así!
—He dicho cambio y fuera.

Dante entendía a la perfección como habían terminado la vez pasada por no llevarla con él. Y no volvería a correr el riesgo de dejarla expuesta de esa forma. Sea como sea, ella iría a su lado.
A su lado nada podría lastimarla. No permitiría que ningún cretino ose en siquiera mirarla.
Bueno… ninguno salvo Benicio, a quién en cualquier momento castraría de ser necesario.

*

Amanda ya tenía las cosas claras. Y estaban practicando.

—Así que has entendido —dijo Benjamín sin tratar de que esa afirmación no suene a pregunta.
—Claro —aseguró.
—Ni una palabra sobre la daga —él la miró fulminante.
— ¿Sobre qué? —preguntó ella.
—Exacto. Así me gusta.
Si esto funcionaba, y estaban dando por sentado que así sería, ninguno de los dos debería de afirmar que la daga se encontraba bajo llave en la habitación de Andrés en la Estancia del Vinten Lodge. De lo contrario nadie los ayudaría para traer de vuelta a Andrés. Nadie.
Amy había hablado con Ian por teléfono y ahora se dirigían hacia la dirección que él mismo les había brindado.
Estaban adentrándose a un barrio tranquilo, al parecer todo este tipo de seres sobrenaturales elegían bien su residencia. Alejados de vecinos, rodeados por fábricas, faroles en lo alto quemados y muy poca seguridad. Benjamín estaba temiendo que algún hombre de mal salga y le robe el vehiculo, un sentimiento bastante mundano puesto que ellos podrían haber mandado a volar a cualquiera que se atreviera.
No estaban muy lejos, al menos a juzgar por la dirección adquirida, ahora entraban por unas cuadras casi desiertas, sólo se escuchaban los aullidos casi guturales por parte de perros abandonados, que revolvían de la basura para comer, o bien de la comida que alguna mujer anciana les dejaba en una esquina, religiosamente todas las noches. Divisaron al costado una calle de tierra, rodeada por factorías abandonadas de no ser por las marcas de ruedas de camiones en las entradas. Todo parecía sacado de un pueblo fantasma, aunque en realidad no lo era. Tras los frentes descuidados de las casas Benjamín tomó dirección paralela a la calle de tierra, adentrándose por un camino de asfalto en donde según la dirección, la casa de Ian se encontraba al final de las casas, la última de ellas de la mano derecha.
Siguieron ese camino unos cinco minutos puesto que iban demasiado lento, como si se dirigieran a la cámara de gas a punto de morir. Todo era silencioso, mortuorio, espectral. A uno de los costados, en la misma cuadra dónde viviría Ian había otra fábrica, con una vereda de cemento manchada de grasa, Amy pudo sentir ese olor fuerte filtrarse por su nariz y cerró los ojos para bloquearlo, era asqueroso, no una grasa nueva, sino una encima de la otra a medida que los vehículos o con las cosas que trabajaran allí dentro manchara sin cesar el lugar y a nadie le preocupara limpiarlo alguna vez.
Más adelante un portón, donde se suponía que era un complejo habitacional donde seguramente varías familias vivieran. Más perros. Más casas apagadas, como si nadie estuviese allí dentro. Enfrente una muy lujosa, si comparábamos con el resto de procedencia bastante precaria. Hacia el frente un kiosco que ya estaba cerrado, con una persiana de color verde musgo gastada, y hacia el otro costado al fin, la casa de Ian, direccionada con el número once ochenta y ocho. La última de todas, en una especie de cortada con salida únicamente a la derecha, desembocando a la calle de tierra que tenía paralela a esta.
Daba escalofríos. Verdaderos escalofríos. 
Antes de chocar con la vista tuvieron la imagen de una gran fabrica cercada al descubierto, el lugar que seguro usarían algunas para guardar sus grandes camiones de trabajo. Este sitio debería de ser un infierno en días de semana laborables ¿cómo haría toda esta gente para dormir a la mañana temprano, cuando los hombres que manejen los vehículos venían a sacarlos para poder trabajar con ellos?
Benjamín aparcó su lujosa camioneta negra que sacaba brillo casi naturalmente por sí sola a un costado de la vereda.
Ésa era la casa.
Allí dentro estaría la solución que acabaría con su agonía. Con la agonía de los dos, se dijo internamente al mirar el rostro encendido por la impaciencia que Amanda estaba regalándole en estos momentos.

— ¿Me creerías si te digo que puedo morir de felicidad? —Preguntó ella con ilusión en sus ojos— porque créeme, estoy a punto de hacerlo —y se secó una espesa lágrima de sus mejillas.
Benjamín sintió ganas de abrazarla.
¿Qué demonios le causaba esta mujer a sus nervios? Siempre pensó que nunca en la vida podría encontrar otra persona con la cual simpatizar que no sea Galadriel. Él jamás había tenido una amiga salvo ella. Quizás Amanda estaba empezando a ser algo así en estos momentos. Y doble triunfo por ser la única mujer que logró sacar algo bueno de su hermano. Que de por sí no era poca cosa.
Benjamín entendió que había mil maneras de amar. Pues bien, esta era una. Amaba a aquella mujer, amaba el hecho de considerarla su amiga, y la iba a proteger de quién se interpusiera en su felicidad.
—Vaya, vaya… y yo que creí haberte dicho «ven sola» —era Ian apoyado en la ventanilla del lado de Amanda, ella se sobresaltó lanzando un gruñido.
— ¿Nunca te dijeron que no se debe tomar por sorpresa a un vampiro? —se quejó la chica. El lobo rió por lo bajo, o eso creyó ella— no es divertido, enserio.
—Claro que no —el muchacho cambió su gesto y se puso serio— entren antes que me arrepienta. Estaremos un momento hasta que Cassandra este preparada ¿de acuerdo? Luego se olvidaran que este lugar existe.

*

En realidad no era que Cassie necesitara muchas cosas, se le daba muy bien su don, ¿bruja? Ciertamente usaba ese término, porque era verdad, sólo que no le gustaba mucho como lo empleaba el resto, allí rondaba el asunto.
No es que todos lo supieran, bastaba con conocer un poco el mundo sobrenatural para darse cuenta la clase de persona que regía aquel cuerpo.
No era la hermana de sangre de Ian, sino lo más viable sería que fuese una mujer lobo, debido al linaje, y tampoco es que recordara mucho como había sido la llegada a casa de aquella familia. Por descontado, para el público eran hermanos, y así se consideraban, cosa que bastaba por completo.
Ian había ido a recibir a los huéspedes que estarían poco tiempo allí, puesto que ella se estaba poniendo la cazadora negra con piel de corderito adentro para salir directo a la Isla del Vinten Lodge, donde ocurrió todo.
Se maldijo en su interior «¡Mira si revivir a un chupasangre! Las cosas que tengo que hacer por ti,  hermanito!» se decía una y otra vez. Sonrió y se mordió su labio de sólo pensar en como iban a matarlo una vez que Ian consiga la daga. Por lo pronto fingir que todos se querían y eran buenas personas como en una puta noche de navidad, o una reunión en la iglesia bastaba. Después de todo, los pecadores hacían cosas peores como asesinar de Lunes a Sábado para terminar orando un Domingo por la mañana, con sus mejores trajes ¿o no? y a decir verdad ellos tampoco eran asesinos, muy por el contrario se dedicaban a ayudar a la gente de personas como Andrés.
La daga de Jade era necesaria. Tanto como el aire que por ahora cada uno de ellos respiraban. Sin ella no se podía iniciar a lobos a los que se les despierte el gen lobuno, y tampoco nombrar al macho alfa.
En la jerga de hombres lobo, los códigos se respetaban mucho, pero por sobretodo al Jefe.
Bien, el clan de Ian no tenía uno, porque el muy bastardo de Andrés les había arrebatado la daga años atrás en una de sus cacerías sin sentido. Por lo cual la manada de su hermano cayó en un sin fin de desgracias porque ahora todos mandaban. Nadie respetaba las órdenes de nadie, y eso los hizo a través de los años vulnerables a muertes por mano de sus enemigos.
Sí, la necesitaban. Definitivamente.
Antes de escuchar la puerta de entrada cerrar con Amanda del lado de adentro, Cassie trotó rápidamente a la entrada. No era necesario que la mujer conociera su nueva guarida, y antes de observarla ya estaba con una mochila al hombro respirando entrecortado.
Su hermano se dio la vuelta para verla

— ¿Ya salimos? ¿Esta todo listo?
—Claro, ni que llevase tanto tiempo… —Cassandra notó la presencia de alguien más— eso no estaba en los planes —dijo con el ceño fruncido al ver a Benjamín con Amanda.
Ian puso los ojos en blanco.
—Lo sé. ¿Nos vamos?
—Una mierda. ¿Qué hace él aquí? —y antes que siga hablando o quejándose, Benjamín le respondió, a pesar que la mujer de cabello color fuego no se dirigía a él.
—Es mi hermano. Tengo derecho a estar. Además, puedo con él cuando despierte.
Cassie resopló y miró a Amanda que se encontraba callada a un lado.
—Lo siento. Pero tiene razón —susurró la vampira.
—Tú cierra el pico, ni siquiera te he dirigido la palabra —acalló la mujer.
—No creas que no se defenderme, y por cierto, no hay necesidad para que te comportes como una cretina.
—Mujeres, ya es suficiente. ¿Nos vamos? —era Ian, con un acento totalmente cancino de ver a dos señoritas discutir.
— ¿Eso es todo lo que necesitas para… él? —preguntó Amy con la voz temblorosa al ver que Cassie no llevaba más que una mochila.
—Oh no ¡claro que no! además de esto estoy dispuesta a que beba de mi sangre. ¿Qué te crees tú? Por supuesto que esto es todo lo que necesito, sanguijuela.
Amanda gruñó y la apretó contra la pared, con los ojos inyectados de furia. Pero algo la hizo retroceder y llevarse las manos a la cabeza.
Benjamín no entendía que era lo que pasaba y se acercó a ella como un trueno, para sostenerla.
— ¿Qué ha sido eso? —indagó, mientras trataba de introducir a Amy al auto mientras Ian soltaba una risita por lo bajo.
—El recordatorio —se apresuró la bruja— ninguno de ustedes va a tratarme como si fuese un bicho que aplastar. ¡Ni se me acerquen!
El mayor de los hermanos Casablanca estaba más que confundido y le preguntó a Amy si estaba bien o qué demonios había pasado, ella asintió afirmativamente, se abrochó el cinturón de seguridad y volvió a poner cara de enojada. Se estaba conteniendo para no gritar mandando a la mierda a alguien. Ian subió en la parte trasera con su hermana y sólo se lo escuchó decir:
—Contrólate.
Cassie lanzó una maldición por lo bajo. No le gustaba que le digan qué hacer.
«—Eres el dueño del volante. Cuando quieras —avisó Ian en señal de ¡anda, apúrate y pisa el freno!
La camioneta estaba oficialmente dirigiéndose a la Estancia del Vintén Lodge.
Andrés los estaba esperando. Su vuelta iba a ser… algo sangrienta, sí.

*

Se estaba revolviendo en la cama con unas malditas ganas de ponerse a llorar. Hacía diez minutos al menos estaba levantada con un dolor espantoso en el vientre,  una jaqueca de la ostia que amenazaba con hacerla chillar de alguna forma u otra, y la piel caliente como si ella misma fuese una estufa humana.
Maldito fenómeno, murmuró por lo bajo. No podía ser normal. No podía ser la excepción a la regla, por supuesto que debería de hacer juego con todos los que vivían allí… para no desentonar.
Por un momento estuvo a punto de elegir entre sus dos opciones, ir a ducharse o ponerse a llorar como una cría.
¡Momento! Cierto que es una cría. Detestable. Detestable ser una niña encerrada en el cuerpo de una persona con sentimientos de adulto.
Todo era una mierda, desde su vida hasta la relación que tenía con la gente que la rodeaba. Genial. Ahora ni Dante se atrevía a dirigirle la palabra, y no era para menos, porque cuando logró tranquilizarse y pensar fríamente se dio cuenta que la había cagado. Lumi la había cagado prendiéndose del cuello a Benicio para besarlo. Acaso… ¿qué modales eran aquellos en primer lugar? Meneó la cabeza, indignada. Estaba indignada con ella misma, se causaba repulsión. La idea de entrar a ducharse resurgió esta vez, aunque para sacarse todo lo que se pegaba en su cuerpo, y no era poco, se sentía una bastarda, impura.
Impura… impura… dícese de quién va contra la moral establecida, especialmente en el aspecto sexual, repitió ella misma como si fuese un jodido diccionario. Impura, repitió con énfasis. Manchada… adulterada, sucia, contaminada. Impura, sí. Así se sentía.
Se sentó sobre la cama con las manos en su cara, se daba vergüenza. ¿Cómo pudo haber llegado tan lejos todo este tiempo? ¿Cómo había sido capaz de lanzarse de esa forma a un hombre que no le correspondía, y que le llevaba muchisimos, muchisimos años? Porque la edad era lo de menos ¿pero qué hay con todo lo que hizo? ¡Menuda mierda! Pensó en su fuero interno.
Se había comportado como una descarada, como si estuviese desesperada, y oigan vaqueros, ciertamente lo estaba, enloquecida por un vampiro que pretendía obtener su cuerpo para chupar su sangre antes que poseerla. Y sin embargo, allí se encontraba, dando vueltas en el asunto, obligando prácticamente al macho a hacerle caso y ceder.
¡Y Lumi apenas sabía besar! Ni hablar de su virgen estado sacrosanto en el cuál jamás le habían tocado ni siquiera uno de sus senos.
Desde que Dante la rescató de su hogar, el día que su familia fue asesinada delante de sus ojos y logró escapar sin ser vista, era apenas una niña a la que le daban asco los besos de lengua —y no es que haya tenido alguno— pero tenía unos doce años y se rumoreaba que dos personas que se aman intercambian saliva. ¡Qué asco!
Ahora quería eso y más. Aunque, claro… no sabía muy bien qué era ese algo más, porque era totalmente inexperta y se remordía la conciencia cada vez que sentía… bueno, cada vez que sentía caliente su zona íntima. Ese tipo de experiencias las había tenido desde que conoció al vampiro… no las entendía y tampoco creía que fuese algo normal.
Momento… ¿era algo normal? Tal vez vino al mundo fallada y lo que sentía entre sus piernas arder cada vez que él la tocaba no estaba bien.
Sí, debería de ser eso. ¿Y si estaba enferma? ¿Qué pasaba si esto era una enfermedad, si algo... si algo simplemente no andaba bien en su cuerpo?
Ahora no sólo eso, sino que además tenía un fuerte dolor en la parte baja de su vientre, maldita sea, no podía vivir un día sin que algo no fuese extremadamente extraño.
Lo que tenía que hacer en estos momentos es pedirle disculpas a Benicio y jurarle que jamás lo haría pasar un momento incomodo, que se apartaría de su camino para dejar de estorbarle. Eso haría.
¿Qué hora deberían ser? ¿Cuánto había dormido? Oh sí, también estaba el tema de Dante. Tenía hambre, estaba sedienta. Dante merecía también una disculpa. ¿Qué era ese olor? El hombre la quería por sobre todas las cosas, y en este mundo era su… ¿padre? Sí, era como su padre. Momento… ¿eso de allí es un poco de dulce de leche en la mesa de luz? Tal vez del día que Gala trajo esos panqueques. A lo mejor cayó algo allí. Tenía que buscar al Ángel y prometerle que sería una niña buena de ahora en más. Es imposible, el olor rancio que sentía como a podrido no podía ser ese dulce.
¡Basta! No podía concentrarse en una cosa, esto era evadir.
Así que, vamos otra vez: ¡Oh! ¡Sí! También estaba el tema de Dante. Dante también merecía una disculpa, el hombre la quería como su padre, sí, era como su padre. Tenía que buscar al Ángel y prometerle que sería una niña buena de ahora en más.
Bien, muy bien. Se sentía muy bien.
¡Mierda! Ese olor seguía ahí nublándole la vista y haciendo que se descomponga. De repente sintió unas fuertes arcadas. ¡Estupida anormal! Era imposible oler algo así.
Toc toc, era la puerta. ¡Bingo! Con todas las ganas que tenía de ver a alguien con el humor de mil demonios que llevaba como un collar de bochas.
Benicio.
Esta bien que tenía que decirle lo que había planeado, pero ¿justo ahora? Es decir, no es que se encontrara preparada y todo… quizás en unos quinientos años ¿podría ser? No, no tanto. ¿Pero ahora? Imposible. Apenas podía entender su extraña compulsión y su ¡Hola, nuevo amigo, el olfato de hierro! Jodida freaky. Jodida, jodida freaky.
Seeeeee, tal vez estuviese mejor internada con unos lindos y modernos chalecos de fuerza de la temporada primavera-verano. O en el circo junto a la jaula de los marsupiales. Oh, claro que harían linda combinación.

— ¿Puedo? —preguntó Benicio en la puerta, pero claro, su voz era más una orden que una petición.
— ¿Y qué si te dijera que no?
—Sabía que dirías algo así.
— ¿Había otra opción?
—Tal vez algo como «vete al infierno»
Lumi sonrió amargada. Joder, porque su pancita le estaba doliendo como si trataran de extirparle los… ¿cómo se dicen? ¿Ovarios? ¡Esos! Como si estuviesen arrancando sus ovarios a fuerza de corta nuez.
— ¿Cómo lograste venir a verme sin que Dan te corte el cuello?
—Tengo mis trucos. —Dijo él, en otro momento Lumi hubiese contestado algo como «muéstrame» pero en definitiva algo estaba cambiando dentro de ella, y no era nada bueno.
—No estoy de humor, disculpa —se excuso mientras se levantaba para darse una ducha— nos vemos en el desayuno —urgió, y al ver que el vampiro no se iba agregó— y faltan unas cuantas horas para eso, aún no amaneció.

*

Benicio frunció el ceño, que la pequeña Lumi lo mande a pasear era algo raro. Él había estado deseando este momento desde hacía rato. El momento en el que la niña deje de ser tan obsesa con él y lo mande a la mierda.
Buen punto, puesto que tampoco era que lo había mandado a la mierda, sino que se encontraba triste y desprotegida, a juzgar por su cara, supuso Benicio. No le había dicho cosas como viejo pervertido, o púdrete y era raro de por sí.
Tampoco se había reído como lo hacía siempre, o ironizado su risa con ese «¡Jo!» que usaba y hasta era tierno. Tierno porque sus ojitos volteaban poniéndose en blanco cada vez que lo decía, y su boca se convertía en un piquito en forma de corazón, totalmente rosado y carnoso y… alto. Que pare el mundo, él quería bajarse de allí. No debería estar pensando esas cosas, tenían que irse inmediatamente, irse a buscar a Amanda y a Benjamín. Parar de inmediato lo que estaban a punto de hacer.
Y la orden de Dante había sido clara y concisa cuando se dispuso a subir por ella: ¡trae a la bastarda, sin reparos, porque te castraré y luego la voy a matar para vender sus órganos al mercado chino!
Perfecto. Siempre tan sutil.

— ¿Qué es ese… olor? —preguntó el hombre con la nariz fruncida. Jamás había sentido algo así.
Lumi se paró en seco y giró lentamente hacia él.
— ¡Dime que tú también lo sientes!
—Lo siento. Por eso pregunto.
—No se que es, pero de algo estoy segura, es asqueroso —lo acompañó en su gesto arrugando su naricita.
—Ni que lo digas —relajó su mirada y volteó la vista al colchón de la cama de Ludmila, de allí venía ese aroma, aunque a él no le parecía desagradable… simplemente… diferente. Eso era, diferente.
—Voy a ducharme.
Pero no acabó de decir eso que el vampiro ya estaba sobre sus sábanas, tirándolas a un lado y quedándose petrificado. Había sangre. Mucha sangre esparcida por la funda blanca.
— ¡Ludimila! ¡Para ahí!
Ella se tensó.
— ¿Qué sucede?
—Estas lastimada —la boca de Benicio parecía dilatarse, quería asegurar que la pequeña no tenía ni un rasguño, pero no podía acercarse tanto si ella estaba herida.
— ¿De que hablas? Yo… ¡mierda! ¿Qué es esto? —su voz ahora temblaba y estaba confundida. Tenía una gran mancha de sangre que chorreaba desde sus partes bajas, descendiendo por las rodillas.
—Lumi… ¿qué rayos? —se paralizó. ¿Lumi estaba con la regla? No podía explicarse toda esa sangre sino…
Un portazo cruzó la habitación. Gala estaba con el ceño fruncido en la entrada y sus brazos en forma de jarra.
— ¿Por qué demonios se están demorando tanto? Benicio, ibas a venir a buscarla, tenías que, jodidamente, cargarla en tus hombros vestida y sacarla afuera. Dante esta con el auto en marcha, hombre.
—Es que… ella… —la voz era una maraña de nervios.
— ¡Oh por Dios! Pequeña… —Gala se acercó a velocidad vampiro.
— ¿Se ha lastimado, qué es eso? —intervino Benicio, tragándose las palabras.
—Por favor hombre, la niña esta con… santo cielo, un asunto femenino… tal vez deberías irte y yo… eh… no lo se.
¡Por los clavos de Cristo! Benicio no era un viejo arcaico, viejo sí… pero… ok, Benicio entendió a la perfección. Comprendía su asunto femenino, Lumi estaba con la regla, indispuesta.
¡Qué calor! Pobre Ludmila, este era un asunto muy femenino ¿tenía que suceder justo ahora?
—Yo… no entiendo, Gal, ¿hay algo en mí? ¿Qué es esto?
Galadriel echó una maldición, dirigida a Dante ¿acaso jamás le había explicado algo así? Y en definitiva… ¿Lumi todavía no se había convertido en señorita sino hasta ahora?
—Ludmila… te ha bajado la regla, ¿nunca te había pasado? ¿Es la primera vez? Y ¡maldición! ¿Qué es ese detestable olor? Eso se supone que no tiene que oler así.
— ¡Mierda mierda mierda! ¡Dime que no voy a enfermar y morir!
—Esto es normal, le pasa a todas las mujeres en época de desarrollo. Lumi, no vas a morir, no te vas a enfermar, de hecho, esto es lo más normal que debe pasarte. Raro sería la ausencia de… esta sangre, una vez al mes. Por dios. Niña. Vamos a ponerte algodón o algo… te imaginarás que soy una vampira, estas cosas ya no me suceden pero… ¡demonios, vamos a apurarnos! Tenemos que irnos ya mismo.
— ¿A dónde? —preguntó nerviosa y confundida.
—Vamos a explicártelo en el camino. Andando. Oh cielo, no quiero tratarte así. Pero no tenemos tiempo ahora —sonaba apenada, dio vuelta y miró a Benicio de reojo que estaba exhorto en sus pensamientos— tú baja y dile a Dante que ya vamos. ¡Muévete de una vez! Santo cielo, perdón, son los nervios. Baja de una vez.

Dejó a las mujeres en la habitación.
Y de algo estaba completamente seguro. Era un bastardo.
Había estado fantaseando con una niña que ni siquiera estaba completamente desarrollada. Había tenido pensamientos impuros con una dulce pequeña que no había tenido su primera regla.
Era impuro. Totalmente impuroo, me dan ganas de sacarme las pelotas con un cortador de nuez. r algo. imero al que se crucen, puesto que la mujer no les h




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¡Mordiscos de amor!

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