domingo, 3 de abril de 2011

Despertar II: ángel sangriento; cap 15 "Si vivo por tu amor, por tu amor me muero"




*No quisiera quererte, pero te quiero 
Ese castigo lleva la vida mía 
Por tenerte conmigo me desespero 
Pero si te acercaras, me alejaría.  
 
No quisiera que vuelvas, pero te espero 
Eres como un castigo de idolatría 
Si vivo por tu amor, por tu amor me muero 
Y si tú te murieras, me moriría. 
 

 


No quisiera quererte, pero te quiero 
Ese castigo lleva la vida mía 
Por tenerte conmigo me desespero 
Pero si te acercaras, me alejaría.  
 
No quisiera que vuelvas, pero te espero 
Eres como un castigo de idolatría 
Si vivo por tu amor, por tu amor me muero 
Y si tú te murieras, me moriría. 
 
Cadena Perpetua — No quisiera quererte.

 

No era nada raro, Andrés adoraba los descampados, más cuando tenía en mente matar a alguna inocente mujer hasta desangrarla. ¿Y qué podía estar haciendo ahora en este lugar, más que buscar una victima? Por supuesto que nada. Cuando llegó allí, alejado de la Estancia y del sabor amargo que en su boca dejaba el vacío de Amanda en su vida, contempló las estrellas y necesitó pedirle al Cielo algo más que compasión por su errática vida, por su errática existencia, corregía de forma inmediata. Necesitaba redención pero lejos estaba de dar el brazo a torcer por algo como eso. Todo en él estaba mal, desde su comportamiento hasta las cosas que hacía y no era raro que, a la luz de la luna, y sólo con él mismo de testigo, una pequeña lágrima de cristal comenzara a caer sobre su suave mejilla inglesa. Cuando advirtió aquel acto inusual, mordió tan fuerte sus labios que sintió su propia sangre mezclada con la ponzoña en su lengua, apretó sus puños y escupió a un costado. Al mover una de sus manos, aquella sal que salía de sus ojos cayó en cascada hasta tocar la punta de sus dedos y depositó allí como prueba fehaciente, que verdaderamente estaba llorando.
Sí, Andrés estaba estrenando por primera vez en la vida los lagrimales. Secó sus dedos contra la tela de su camiseta blanca ceñida al cuerpo que llevaba puesta, dejando que su rostro, por el contrario, terminara de empaparse en llanto. Era tan fuerte el dolor que ejercía su propio pecho que, sintió algo que nunca había sentido: pena, angustia, tormento. Prácticamente un calvario. Su corazón se contraía como si quisiese chuparse desde adentro hacia fuera, reduciéndolo al tamaño y a la contextura de una pasa de uva. Daba tantos latidos errantes e imaginarios, provocando el presagio que alguna vez eso se detuviera llevándolo a la verdadera muerte.

¿Y si realmente lo hacía? ¿Iba a soportar morir sin haber sido sincero, por una vez en la vida con Amanda?
Era increíble, pero en esos momentos veía que toda su subsistencia se basaba en la mujer a la que tenía manipulada. Necesitaba de ella más que de nadie en el mundo y tarde se daba cuenta, o más bien tarde la había encontrado.
Cuando cerró sus ojos y se dispuso a estar a ciegas, imaginando un mundo donde sólo estuviese él y ella, entendió a la perfección que Amanda era todo lo que pretendía para su vida. Esa risa, al menos como cuando la había conocido y reía un poco, esos labios, esa mirada perturbadora que lo hacía enamorar, su fragancia, pero por sobretodas las cosas esa vitalidad. La amaba, no cabían dudas, el quid de la cuestión era si él iba a dejarse amar.

Tenía tantas ganas de matar a Benicio que casi olvidó por qué estaban ahí ahora. Su misión era plenamente poseer la sangre de Dante, un Ángel Caído. Librarse de Marcus y escapar con su hermano. Pues bien, Andrés estaba haciendo todo lo contrario, no sólo que olvidó su propio encargo, también estaba poniendo en peligro a la persona que amaba, Amanda, exponiéndola a ser descubiertos por el Diablo y arruinar el único motivo de felicidad que su miserable vida pudiera tener alguna vez, si es que la conseguía. Algo tenía que cambiar, o seguía en ese plan obstinado, o se largaba de ahí llevándose consigo el premio más anhelado. Claro que eso significaría una existencia llena de mentiras, en caso de elegir la segunda opción, puesto que la mujer, en cuanto se enterara lo que él planeaba, o mejor dicho, lo que hizo y estaba haciendo, le pegaría un buen puñetazo en la cara y se largaría de su lado para siempre, y bien sabía que para siempre, era mucho tiempo. Sin duda alguna que, si eso pasaba, él mismo se estacaría antes de seguir adelante sin un motivo para ser.              

Trastornado por la idea de perderla, siguió su instinto asesino, ese que aumentaba como cáncer cuando pensaba en la muchacha alejándose de él sin mirar atrás. La simple idea lo enloqueció a pasos agigantados, tanto que su control se vio disuelto como hierro en la sangre, y eso era precisamente lo que había percibido.       

Maldita quién se cruce en mi camino, articuló al mismo tiempo que las fosas nasales le anunciaban la llegada de alguien inesperado al lugar descampado donde estaba parado. 
Sacudió su cabeza y sus ojos empezaron a sondear el lugar, como un láser apuntando a la presa. Ahí, a pocos pasos, estaba su victima,  abrazándose ella misma, frotándose los brazos para disminuir el calor que el mal tiempo proporcionaba en la noche.

— ¿Estas perdido? —preguntó la desconocida, tiritando de frío. 

— ¿Perdido? —preguntó Andrés, burlón, como si le hubiesen contando un buen chiste.

—Eso creo haber dicho —la chica frunció el ceño y se acercó despacio, dudando si estaba haciendo lo correcto o sólo se había encontrado con un ebrio sin dirección.

—Hace cientos de años que estoy perdido, mujer —respondió con sorna— ¿pero a quién le importa eso? ¿Me lo puedes explicar? —sus ojos se tornaron furiosos, quería una respuesta, no importa de quién venga, la necesitaba ya. —Parece ser que el plan de moda es tratarme como a un bastardo —le contaba, mientras levantaba la voz y señalaba a la nada misma— y ¡Oh! Déjame decirte que lo soy—. Asentía con la cabeza como un loco esquizofrénico.

— ¿Estas borracho? —preguntó algo ofuscada la chica, entendiendo que no había sido buena idea entablar conversación con un desconocido, y menos del sexo opuesto.    

— ¿Borracho? —Andrés levantó una de sus cejas y se acercó a la mujer— Eso parece ser un problema mundano —le hizo saber— pero… si supieras, el mío es más común. —Secó una de sus lágrimas casi congeladas. Continuó —Ya sabes, la chica no quiere al chico, y él la obliga porque su puta existencia no es más que pura mierda. —Algo de violencia se despertó en ese breve relato que el vampiro le estaba ofreciendo a esa pobre humana.

—No es bueno obligar a las mujeres —quería hacerle entender la chica, mientras trataba de tomar un poco de distancia de Andrés, que sin darse cuenta se había acercado peligrosamente a ese cuerpo lleno de latidos y pulsaciones.

— ¡Es más fuerte que yo! Demonios, simplemente ¡la amo! Y no lo sabe realmente, porque me ocupé de hacerla sentir que no vale nada, cuando lo es todo para mí. Cuando, sabiendo que si ella muere, yo moriré junto a ella —Trabó su mandíbula, al instante de notar que aquella chica que tenía enfrente comenzaba a exhalar miedo de su piel, podía olerla, se dio cuenta que ella se había arrepentido de hablarle y ahora quería huir, precisamente porque presentía que algo malo iba a ocurrirle, una simple corazonada que hizo que Andrés se excite ante la idea de una feroz persecución, que terminaría en muerte, para la mujer.

—Eso es… —dijo la desconocida, algo nerviosa— asqueroso, ¿por qué tendrían que morir?

—Porque quiero matarla y borrarla del mapa —contestó Andrés con voz amenazadora, sus ojos se habían dilatado, su mirada era atroz, un real asesino, la chica trastabilló hacia atrás al verlo acercarse cada vez más, cuando estuvo demasiado cerca, él la tomó por los hombros, presionándola junto a su cuerpo, sin palabras su control mental había empezado, ella se quedó quieta con la mirada perdida, prestando atención a lo que Andrés iba a continuar diciéndole—. Porque quiero hacerla desaparecer, para volver a ser yo.

— ¿Y quién eres? —preguntó con la voz en otro mundo, tal como el estado de manipulación de Andrés hacia poner a sus victimas.

—La persona equivocada —le susurró placidamente sobre el oído de la dama— en el momento equivocado. Podría ser más claro de todas formas —fue presionando con la punta de sus dedos toda la columna vertebral de su acompañante, ella apenas lanzó un gemido de dolor que él tomó como una completa invitación a seguir dañándola. Y lo hizo, pero no sin antes seguir con aquella tortura. —Muchos tomamos caminos equivocados alguna vez ¿o no? — Preguntó sin esperar una verdadera respuesta por parte de la chica— pero quien dice que no son placenteros, ¡por favor! Apenas puedo respirar, si éste dolor dejara de oprimirme cada vez que pienso en su rostro —le contaba a la muchacha, perdido, refiriéndose a Amanda.

—No respires —musitaba ella, presa del pánico, sin estar conciente de que era eso lo que sentía.

—Tú no vas a respirar. —Aclaró con el ronroneo más amenazador que podía salir por parte de la boca de Andrés. —Por el simple hecho que odio tu especie femenina, las odio a todas y cada una de ustedes, las odio porque hoy me siento el ser más despreciable sobre la faz de ésta Tierra, y porque una bella mujer parecida a ti me ha hecho perder la razón, me ha reducido a nada.

En apenas una fracción de segundo, la mano de Andrés se introdujo en su espalda, extirpando cada hueso que en esa zona se encuentre en el cuerpo de la mujer, los apartó hacia un lado con tanta sobredosis de maldad, para luego lamer sus propios dedos, infectos de esa sangre que tanto necesitaba para vivir. Por un momento necesitó hacerse a la idea de que tras esa chica habría media docena más esperando por ser aniquilada, y sucumbió al deseo de más.

A ese deseo que en su vida, parecía no tener fin. 

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*Canción de "Cadena perpetua" llamada "no quisiera quererte"

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