jueves, 23 de junio de 2011

Despertar III Efecto Lunar, Capitulo 11: Brujería.

(Hayley Williams es la chica que elegimos para Cassie)


La situación, como siempre, no era para nada cómica. En primer instancia Galadriel y Benjamin estaban los dos muy acurrucados el uno con el otro, mientras la pequeña Lumi seguía con ese maldito chicle haciendo globos una y otra vez, Benicio sentía como en cualquier momento iba a arrebatárselo así tuviese que meter la estupida mano en la boca de la infanta. Se estaba violentando, y no era buena idea.

—A ver, que pensaría tu Amy si se enterara que nosotros dos… —la pequeña hizo una pausa bastante incomoda para el vampiro, miró hacia todos lados para comprobar si alguien los veía, Gala y el mayor de los Casablanca se percataron, pero hicieron de cuenta que no pasaba nada, oídos sordos como quien dice, pero lejos de serlo en realidad cuando la audición vampirica era un don para ellos.
Por otra parte la música cubría todo el lugar, por ende, Lumi, por costumbre tuvo que acercarse mucho a Benicio para decirle lo que le había dicho, poniéndose como siempre en un peligro mortal, como en estos momentos donde el hombre apenas se había alimentado.

— ¿Qué nosotros dos, qué? —Preguntó con una sonrisita fingida, él se estaba haciendo el tonto, ¡vamos! Tenía público, no era necesario que la pareja de enfrente se enterara.

— ¡Oh vamos, tú sabes! —Respondió ella entre risitas, seguía tocándolo por debajo de la mesa con su suave piececito.
Inmediatamente, Benicio, sin dar derecho a replica, le hizo un gesto a Gala y Benjamín que a estas alturas ya se habían concentrado mirándolo, ellos asintieron y entonces él les dijo a los dos:

—Si me disculpan —y antes de dar espacio a una contestación, tomó a Lumi de un brazo y la sacó al costado de la pista. El vampiro ni siquiera se dio vuelta para observar a la pareja, pero a estas alturas ya habían entendido a que se refería Benicio cuando les dirigió la palabra, les estaba avisando que se llevaría por un rato a Lumi para hablar a solas con algo de privacidad por medio.
Tampoco se molestó por actuar normal, puesto que ese movimiento había sido en una fracción de segundo, no midiendo a nadie alrededor, en definitiva, Benicio pensó que pasaría inadvertido, y lo hizo, excepto por Gala y Benjamín, el resto de la gente estaba bastante ebria como para advertir algún movimiento.

— ¿Qué es lo que crees que haces, viejo pervertido? —Preguntó Lumi con sarcasmo, mascando su endemoniado chicle como si de ello dependiera su vida. Y con mucha alegría en su rostro, porque se reía. Eso generó en el vampiro un odio iracundo, la tontita de Lumi estaba sacándolo de sus cabales.

— ¿Yo viejo pervertido? —Respondió él a su pregunta.

—Pues… eres el que me agarró y me arrastró hasta la pista. Me has lastimado —mintió.

—Te traje a bailar —le dijo irritado.

—Súbeme arriba tuyo, soy muy bajita —pidió con desfachatez para ver si lograba convencerlo.

—Tienes que aguantártela. Tú eres la que se empecina en hacer pareja conmigo.
Lumi se fastidió de inmediato.

—Suéltame.

— ¿Por qué?

—Porque sí.

— ¿Por qué? —volvió a preguntar él, con los dientes apretados, teniéndola muy presionada a su cuerpo.

—He dicho que porque sí.

— ¿Por qué?

—Me perturbas. Suéltame.

—Bien —. Respondió herido. Ese era su punto límite.
Sus demonios internos estaban todo el tiempo incitándolo a que se aventurara sobre la niña y la hiciera mujer, bastante tenía con ellos como para aguantar que ahora Lumi lo provoque, y peor aún, que lo haga sentir un bastardo, porque lo era, pero tenía sus propios limites.
La pequeña virginal niña se dio cuenta al instante como él la había apartado a un lado en cuando ella le dijo eso último y se sintió una cretina. Se le acercó y lo abrazó, haciéndolos ver como un tierno padre con su criatura, eso mismo fue lo que revolvió el estomago del vampiro al mismo tiempo que sus encías comenzaban a dolerle como si las hubiese tajeado con una gillette. Cerró fuerte sus ojos mirando hacia la cabeza de Lumi cuando esta se ponía de puntitas de pie y le sonreía pidiéndole perdón a su manera.

—No quise decirlo —susurró lo más fuerte que pudo entre la música.

—Pero es cierto.

—Aún así —trató de escalar sobre las piernas del hombre— me perturbas de otra forma. Porque me gustas.

—Lum… —alcanzó a decir cuando ella ya había trepado sobre sus piernas, poniéndose a horcadillas, presionando alrededor de la cintura de Benicio, quién la recibió con desconfianza y mirando a sus costados

— ¿Sabes? —preguntó ella pero no para que él conteste, sino para completar una oración— el problema con los pedófilos como tú —se atrevió a decirle cuando él intervino.

—Oye niña, yo no soy ningún pedof —ella interrumpió

—Decía que el problema con los pedófilos como tú —sonrió abiertamente y volvió a explotar el globo de su goma de mascar— es que creen que todo el mundo los descubre por tan sólo ir a la par de una menor como yo.

— ¿Cuál es el punto Ludmila? —preguntó aún teniendo a la niña colgada de él.

—El punto es que nadie sabe lo nuestro.

— ¿Lo nuestro? —Benicio alzó su ceja izquierda— define lo nuestro.

—Ya sabes. Que tú gustas de mí tanto como yo de ti.
Fue como un balde de agua fría —y vaya que lo necesitaba, el cuerpo de la niña estaba dejándolo en un punto donde «jodidos aprietos» sería el término utilizable para la situación—  no sabía que responderle, si es que en realidad tendría que hacerlo.

—Mira —empezó bajándola para que quede parada a cierta distancia de él— me agradas, eres muy simpática y todo pero… —pero antes de poder contestarle, Lumi se las ingenió para traer la cabeza de Benicio y así poder estamparle un beso.
Porque sí, se estaban besando. Él abrió sus ojos en primera instancia, los abrió como platos y veía el rostro de la niña batiéndose a duelo por comer de esos labios como si toda la existencia pendiera de dos hilos por aquel acto que estaba condenándolo al infierno. Trató de zafarse de las garras de la pequeña Lumi pero le fue imposible —mejor dicho, no pudo, porque fuerza le sobraba— estaban parados casi a un costado, muy cerca de la mesa donde se encontraban todos sentados. Bien, Amanda no estaba a la vista, pero eso no fue lo que lo mortificó, sino el hecho de que pueda aparecerse en cualquier momento.
¿Acaso Galadriel y Benjamín estarían siendo espectadores? No podía saberlo, por alguna condenada razón no tenía el valor necesario para separarse de la niña, ansiaba tanto como ella esta cercanía.
Sí, le gustaba, demasiado, pero también había una cuota de sed, en un momento llegó a pensar que tal vez hacerle un pequeño corte en el labio producto de la pasión y así beber aunque sea una gota de su sangre, pero entendía a la perfección que una vez hecho eso no podría frenar su instinto asesino. No habría vuelta atrás.
Lumi seguía colgada de él, empleando toda su fuerza para que ese beso jamás termine, y en un acto de preservación por parte de él —¿o quizá morbo al desear tenerla más cerca en un lugar más apartado?— la dirigió con fuerza y rapidez hasta un costado de la pista, para apoyarla sobre uno de los reservados casi idénticos en donde él y los demás habían elegido pero al otro lado del lugar (¿o a escasos metros? No lo recordaba ya) lo cierto era que su mente estaba tratando de ubicarlos, para al menos saber hacia que lado no ir, sin embargo, apenas pudo concentrarse en lo que estaba haciendo. Se sintió desgraciado —lo contrario a lo que sentía con mayor fulgor, producto de la excitación— cuando quiso analizar al mismo tiempo que sus manos jugaban curiosas y avergonzadas sobre la cintura de Ludmila qué rayos era lo que le gustaba de una niña apenas desarrollada de quince años. Pues todo ¡maldita sea! Le gustaba todo, y se sentía un cretino porque no estaba enamorado. Él entendía a la perfección que su corazón solo podía pertenecerle a una persona, sin embargo se sentía así de alterado e impaciente cuando hacia contacto con la niñita, esta vez con mayor ardor, puesto que los besos iban cambiando de aptos para todo publico, hasta casi rozar el «¡Cuidado! Para mayores de cien años».

— ¿Qué demonios….? —se escuchó al costado de ellos. Lumi no se dio por aludida a pesar que reconoció la voz a la perfección, y Benicio se tensó de tal manera que cuando se levantó, quedó parado con los puños cerrados.
¿Los vampiros podían sentir vergüenza? Bueno, él podría decir que sí porque eso es exactamente lo que estaba sintiendo.

—Oh, Dan… puedo explicarlo, resulta que Beni tenía algo metido en el ojo y le estaba haciendo daño y yo…

— ¡Por favor Ludmila!, tú cállate —le contestó Dante con la mirada cargada de odio y sus labios apretados hasta casi hacerlos sangrar, ella sabía bien que cuando el Ángel la llamaba por su nombre completo era mejor comenzar a correr— ¿acaso esto tiene explicación, viejo bastardo? —preguntó mientras movía de un lado a otro su cabeza para descontracturar los nudos causados por lo que acababa de ver.

—Hombre… yo, nosotros —por más que buscara palabras no podía encajarlas de forma adecuada. Si tan solo tuviera unos… algo así como cien años menos quizás las cosas hubiesen sido diferentes.
Dante se abalanzó sobre el cuerpo del vampiro, poniéndolo contra la pared en el oscuro suburbio donde estaban, apartados de todos y Lumi dio un saltito sobre si misma mientras les pedía que no peleen a un costado de ellos, con lágrimas sobre sus ojos.

—Escucha una cosa —le gritaba entre dientes— ¿vamos a pensar juntos un epitafio para tu tumba? —Instó— ¿o puedes apañártelas tú sólo para hacer algo así, eh?

— ¡Por favor, por favor! Fue todo mi culpa —se apresuraba Lumi queriéndolos apartar.

— ¿Estuviste manipulando la mente de mi pobre Lumi, también? —Dante negaba con su cabeza, indignado— Benicio, ¡fui compasivo contigo, pero esto es el colmo, y no lo pienso permitir!

— ¿Qué es lo que estas haciéndole? ¡Suéltalo! ¡Lo estas lastimando! —gritaba la niña mientras le pegaba con sus puños cerrados en la espalda a Dante, que ni se inmutaba.
Benicio no se resistía, al contrario, estaba muy quieto mirando al hombre por encima, ya que le llevaba una cabeza de altura, con los ojos ensombrecidos, tal vez sí merezca morir, pensaba él mismo bajo las manos de su contrincante.
¿Qué podía hacer al respecto? No solo que estaba inflingiendo algunas leyes mundanas estando con una menor de edad, sino que faltándole el respeto a Dante, quién a ultima instancia quizá merecía un poco de ello. Se les estaba riendo en la cara, claro que inconcientemente. ¿De qué forma reclamaría estar con Amy? Pues mierda, esto es algo que Dante no olvidaría ni en cien años más. Porque joder, estuvo a punto de desgraciar contra ese sillón de cuero quemado por cigarrillos a su pequeña ninfa del bosque.
— ¿Ni siquiera vas a defenderte? —preguntó Dante molesto, conteniendo la última voluntad que le decía que deje con vida al muy bastardo.

— ¿Qué puedo decirte hombre? Me he excedido —respondió con una muestra de jaqueca.

— ¿Qué es lo que sucede, amigos? —Era Benjamín, que apareció con el ceño confundido, poniendo la mano sobre el hombro de Dante, que se aflojó al instante.

—Nada —respondió el Ángel soltando a Benicio, sin dejar de mirarlo con sus ojos condenadamente endemoniadostú y yo hablaremos. Hombre a hombre.
Se giró llevándose con él a Lumi, prácticamente a rastras por el brazo.

*

Hacía unos diez minutos que estaba sola sentada en el inodoro del baño para damas de She-Wolf, necesitaba pensar, poner en blanco su cabeza y por sobretodo respirar… respirar porque sentía que en cualquier momento cualquier mujer que entrara podría ser presa de ella, de sus necesidades de sangre que tanto le hacían arder la garganta.
Estaba en crisis total reformulando en su cabeza todo lo que ese tal Ian le había dicho. ¿Cómo sabía lo que ella era? ¿Cómo conocía a Andrés?
«Yo tengo algo que tú quieres, y él algo que yo necesito» le había dicho, siendo una de las cosas que Amanda repetía una y otra vez en su mente, no podía imaginarse que era lo tan importante que Andrés poseía de aquel hombre, no imaginaba. Su nerviosismo era extremo.
¿Sabría que era lo tan importante que Amanda quería? Claro, una sola cosa y era Andrés. Lo quería otra vez. A estas alturas su estomago le daba ciertas patadas, estaba empezando a sentir realmente que necesitaba a Benicio, pero aún así, sabiendo que Andrés podía volver no la dejaba tranquila, no cuando ella podía hacer algo y optaba por no hacerlo.
Los amaba a los dos, aunque ciertas inclinaciones temporales de estos días le decían que Benicio era el correcto, su corazón lo sentía así. No dejó de lado su anterior discusión. Él no le había sido infiel, la estaba esperando. Ella sintió a partir de ahí un compromiso de pertenencia, pero no de los que se gestan por presión, todo lo contrario, ella también estaba sintiendo que a su lado sería feliz, aunque no sabía ni entendía como esa palabra podría ocupar sus días cuando todos los panoramas se veían tan apartados por sombras espectrales en su mente.
Bien, amaba a Benicio, amaba a Andrés pero ahora no estaba segura de poder elegir entre cualquiera de los dos. Sus sentimientos eran encontrados en partes y desencontrados al final. Pero no por eso iba a renunciar a traerlo otra vez a la vida, lo iba a hacer, cueste lo que cueste.
Por un instante muy largo, entre que estaba sentada a punto de abrir la puerta del baño, pudo notar como de repente comenzaba a pensar en el «Yo tengo algo que tú quieres» tendrían que definir el tú quieres, deberían definirlo.
Salió sin más dispuesta a buscar a Ian para que le aclare un par de cosas. Y vio a su hermana, bueno, al menos si no resulta ser que el hombre es un completo psicópata esa debería ser su hermana ¿o no? el cabello rojo fuego era inconfundible, y la manera que movía su trasero de un lado a otro hizo que Amy recuerde esa parte en la que ella estaba abierta a relaciones femeninas.
Negó con la cabeza al pensar en tal cosa, pero no se podía negar que Cassie era muy bonita. Trató de encontrarle un parecido con Ian, que a su vez, no se podía negar que era ardiente y precioso, sin embargo los dos eran muy distintos para ser hermanos. Tal vez hermanastros, se dijo Amy saliendo con recelo hacia fuera.
Se fue acercando al lavamanos de aquel lugar, lucía igual de espantoso que todo el resto de la contextura del local, lo que tenía que ser de color blanco se estaba volviendo amarillento cuan hojas de papel en un libro viejo que esta empaquetado en una caja, mierda, todo era espantoso, por no nombrar del uno al diez cuantas veces Amanda sintió nauseas por los estupidos retretes que lanzaban un hedor a muerte, y vaya que ella conocía ese tipo de olores.
La hermana de Ian, quién se retocaba el maquillaje frente al diminuto espejo redondo del baño, no pareció inmutarse ante la presencia de Amanda, tan sólo le mostró sus ojos de soslayo y volvió a concentrarse en su makeup. La vampiresa hizo de cuenta que se estaba lavando las manos cuando la mujer posó sus ojos de costado nuevamente para examinarla sin que se de cuenta, al parecer no estaba tan al margen de su presencia en el diminuto baño de cuatro paredes, tan igual a cualquier otro como lo pueden ser los bares que albergan motociclistas y metaleros capaces de beberse hasta el agua de los fregaderos.
Amy apretó el recipiente donde alguna vez tuvo que haber jabón líquido allí dentro y que ahora sólo contenía restos de este pegado en los costados avisando que quizá nunca más vuelva a ser llenado en una nueva oportunidad. Como era de esperar bufó por lo bajo, a pesar que no era jabón lo que buscaba y preguntándose por qué demonios todavía no salía del baño para encontrar a Ian y hablar con él. No quería pensar siquiera en barajar la posibilidad de estar observando a esa tal Cassie como una estupida, pero lo hizo. ¿Por qué no podía apartar la vista de la mujer? ¿Qué sucedía? ¿Le estaba recordando a Violeta? Ok, no era bueno el reflujo de pensamientos que vinieron detrás de todo eso, hace muchos años que Amanda no pensaba en Violeta, hacía mucho tiempo que dio por terminada esa relación. No era bueno recordar. No ahora.
Bien. No cuando todo el maldito mundo se le estaba viniendo encima, justo como el techo del lugar donde se encontraba tanto ella y Cassie estaba haciendo en esos mismos momentos.
Amanda la miró una vez más de perfil, claro, la mujer no era Violeta, ni siquiera tenían el mismo color de pelo, o de ojos, pero su piel era idéntica y en un momento tuvo demasiadas ganas de llevar una de sus manos por sobre todo el contorno de los brazos de la chica de cabello color fuego, sólo para comprobar que eso tampoco era cierto.
La mujer seguía haciendo de cuenta que nadie estaba en el baño del lugar salvo ella, pero era muy difícil seguir manteniendo la situación cuando Amanda se encontraba de espaldas al lavamanos sosteniéndose de él para poder estar en pie, mientras a medio metro tenía a Cassie fingiendo que todo era normal y que no había nada extraño o poco habitual en como una desconocida —por más que haya venido en un grupo donde al menos uno era amigo de su hermano— no le apartaba la vista, y peor aún, la observaba como demente.
Porque era así, Amy tenía los ojos transformados, sus pupilas estaban como dilatadas, fuera de sí, algo no andaba bien y ese algo era «estoy jodidamente hambrienta» trató de respirar pero la puerta en vaivén del baño se abrió un poco cuando seguramente alguien al pasar le dio una patada, a la vez que se filtró todo el sonido de la música que no se detenía ni un momento, y esa ventisca húmeda y viciada por el olor a tabacos varios, hizo que el aroma de aquella mujer que Amy tenía al lado desprendiera una fragancia exótica.
Al demonio con todo su autocontrol, porque de un segundo a otro la vampiresa giró su cabeza en torno a la mujer, al mismo tiempo que se tapaba la boca para que sus colmillos no queden a la vista, ese momento fue microscópico porque al instante se dio vuelta para cubrirse, no podía ser tan obvia y dejarse al descubierto.
Cuando se tranquilizó y logró contraer los caninos, giró, dispuesta a ir a la pista para emprender la búsqueda y enfrentar a Ian, en el mismo momento que al mirar nuevamente a Cassie no fue a ella a quién vio, sino a Violeta, tal y como la recordaba.
Amanda se refregó los ojos con violencia. Punto número uno, no podía estar soñando. Punto número dos, ella podía asegurar con total fervor que su ex amiga-con-derecho-a-roce podría acudir a un lugar como She Wolf, era su estilo, y de hecho, el estilo de ellas dos en años pasados y muy lejanos.
Dio un paso hacia atrás, con recelo. ¿Violeta también la estaba mirando directo a los ojos? No podía ser cierto, y además, después de tantos años, ¿no se suponía que ella debería de haber envejecido?
Se llevó las manos a la garganta para presionar, el dolor se suponía que tenía que disiparse con otro más grande y la presión que estas ejercieron fue decir mucho, puesto que tuvo que descartar esa opción si no quería morir estrangulada con sus propias garras. Tuvo una sensación como de estar teniendo fuertes palpitaciones, pero era todo su sistema digestivo pidiendo a gritos que beba de la mujer que tenía parada enfrente hasta drenarla, claro que Amanda no era capaz de hacer una cosa así, se trataba de Violeta… de ella, maldición, ¿podía ser cierto? No dio lugar a pensar que podían ser alucinaciones por el hambre.
Empezó a caminar, con la intención de acortar esa pequeña distancia que las separaba, pero una terrible ráfaga de recelo por parte de su acompañante la hizo detenerse, justo cuando los diez malditos centímetros que ahora las alejaban comenzaba a hacerse cada vez más corto, justo cuando…
Cuando el espejismo de Violeta —si es que podemos llamarlo así— pronunció sus primeras palabras.

—Aléjate de mí, fenómeno.
Amanda tragó saliva y mordió sus labios hasta que le ardieron, al igual que sus ojos, cuando los refregó una vez más. Si estaba alucinando con eso tendría que bastar para volver en sí, tal vez sería sensato de su parte abrir el grifo del agua fría y lavarse un poco la cara, pero al fin de cuentas tenía miedo…
Miedo de que al hacerlo caiga en la terrible cuenta de que verdaderamente estaba en otro planeta, alucinando realmente.

— ¿Eres… tú? —Preguntó con un hilo de voz, no podía hacerse a la idea. No quería que fuese un espejismo.

—Si no te alejas, empezaré a gritar, o te patearé el trasero yo misma.

— ¡Eres tú! —Amanda se acercó hacia ella a velocidad vampiro.
Esta vez sí la alcanzó y le presionó los hombros, observándola.
Su cabeza le dijo que para ser una simple ilusión se veía real, real como el tacto caliente que sintió bajo sus manos cuando las apoyó sobre el cuerpo de la mujer.
Mierda, ¡era ella! El mismo pelo rubio y lacio, aunque más largo quizá de cómo lo recordaba, el mismo aroma en su piel. Sus ojos, tan crípticos e irregulares que no dejaban mostrar ni uno de sus sentimientos más profundos.
Un fuerte pitido empezó haciendo eco dentro de su cabeza y se llevó las dos manos conjuntas a los costados de sus oídos, para tapar el ruido estruendoroso que estaba sacándola de quicio, le dolía, era como parir, como dar a luz, como que te corten todos los dedos con un cuchillo oxidado. No, era peor que eso, porque en vez de ser sus dedos eran sus tímpanos.

— ¡¿Por qué estas lastimándome?! —preguntó Amanda y exclamó al mismo tiempo. La supuesta Violeta miraba con aires de superación, mientras Amy se sentía morir a un costado bajo las agrietadas tuberías a la vista que sobresalían bajo el lavamanos del baño público en She-Wolf.
Sin dudas Amanda adjudicó tal dolor a la mujer, ¿por qué ese sonido horripilante que escuchaba le afectaba sólo a ella? ¿Por qué su acompañante no estaba sufriéndolo también?
«— ¡Hazlo parar, por el amor de Dios! —chilló rogándole a la mujer que la ayude, que haga algo, lo que sea.

De un momento a otro, el endemoniado pitido dentro de los oídos de Amanda se serenó de tal forma que cayó rendida por completo al piso, agradeciendo al Cielo que así haya sido. La paz proveniente del gran castigo la dejó tendida hasta casi sonriendo por el placer que le causó volver a la normalidad. Su garganta estaba seca y se quiso poner de rodillas haciendo fuerza con ambos brazos como palancas para ponerse de pie, pero estaba demasiado débil. Todavía le dolía —y no sabía hasta que punto esto le generaba más dolor que el chillido en su cabeza— recordar el rostro de Violeta plagado de odio que le dedicó minutos antes. Intentó correr con demasiado esfuerzo un mechón de pelo que le nublaba la vista cuando al levantarla no era a Violeta a quién vio, sino a Cassie, con el gesto igual de iracundo que Amy había imaginado.
¿Al fin de cuenta estuvo alucinando? Y de ser así ¿por qué se sintió morir? Porque si las alucinaciones habían llegado a su fin, no podía ser que aquel sufrimiento insoportable de hace unos segundos haya formado parte de él, es decir, estaba en el suelo tumbada de dolor, ¿o acaso esta era la segunda etapa del mortífero sueño que podría llevarla a la tumba, definitivamente?
Se puso de rodillas y con una fuerza sobrehumana logró ponerse de pie, aunque sus piernas temblaban. Se llevó la mano a su estomago que jugueteaba con hacerla volver a caer y miró a los ojos de Cassie, que la miraban estupefacta.
La ironía y el asco se hicieron presentes, Amanda rechinó los dientes.

—No des un paso más al frente, porque puedo matarte, te lo aseguro.
Bien, si este era un sueño, un espejismo, un oasis, una alucinación o lo que mierda fuere, Amanda no iba a ser tan estupida de portarse como una oveja aterrada, ¡vamos! ¿Cuantas chicas hay con su poder sobrenatural como para que desperdiciara su don de la fuerza con una desconocida?

— ¿Tú a mí? ¿En mi propio sueño? —Preguntó Amy con fiereza, esto se estaba pasando de castaño a oscuro— me gustaría ver eso. —Le demandó con suficiencia.

— ¿Puedes ser tan estúpida como para pensar que esto es sólo un inocente sueño de tu subconsciente? —Quiso saber Cassie en tono burlón— vaya, de enserio que te crees la más lista.
Amanda presionó sus dientes, estaría dispuesta a luchar contra la mujer, no había chance de perder contra un simple humano, pero tenía miedo, muchísimo miedo que de un momento a otro vuelva a aparecer Violeta, porque de esa forma sus ventajas disminuirían. Sabía que ni en sueños podría ser capaz de hacerle daño, y puesto que los mismos son traicioneros y te llevan hasta escenarios inimaginables no quiso hacer la prueba.
Pero el carácter de Amanda la traicionó cuando se lanzó sobre el cuerpo de la mujer, dispuesta a arrancarle la yugular al mismo tiempo que salió despedida por los aires hacia atrás, sin apenas haber hecho contacto con la mujer.
Cayó por los aires dirigiéndose hasta la pared más alejada, haciendo que esta se rompa al rozarse. Una vez en el suelo levantó su vista para ver a Cassie quién apenas se había despeinado, dedicándole una risita irónica que la hizo enloquecer.

— ¿Cómo has hecho eso? —Preguntó Amy desconcertada— tú no eres como nosotros… —Aún estaba fuera de sí, levantando su torpe cuerpo a la vez que maldecía el dolor por lo bajo.
La puerta del baño se abrió y Amanda no esperó a ver quién entraba, miró hacia atrás de ella, donde había escombros caídos por el impacto de su cuerpo al estrellarse, ¿cómo iba a explicarle una cosa así a los dueños del lugar? Así y todo estaba el pequeño detalle de Cassie, claramente tanto la mujer como Ian no eran humanos ¿pero qué eran entonces?
Giró otra vez y se sorprendió. Ian había entrado y ahora estaba justo al lado de su hermana. La vampiresa ni se inmutó, pero si los miró con rabia, pensando las maneras de hacérselas pagar de alguna forma. Sacudió su ropa y se acomodó el pelo, pero seguía parada sobre su mismo eje, sin exigir un movimiento mayor al de estar allí hasta que alguien rompa el silencio, y se dijo que precisamente no iba a ser ella.

—No mentí cuando te dije que tengo algo que tú quieres —comenzó Ian con cargada paz en su voz, no por eso dejó de ser posesivo.

—Y de todas formas no lo veo en claro —contestó Amy con indignación en su voz.

—Oh, ¿es que todavía no has conocido a mi hermana la bruja? —respondió él con una sonrisa filosa que se curvó sobre sus labios, abrazando a su hermana.
Amanda sintió como su mandíbula se descolocó.
Una bruja, pensó. Una bruja para resucitar a Andrés.
Un fuerte viento la hizo encresparse, su columna pudo sentir esa sensación.

—Una bruja —repitió Cassie con desdén— y no de la clase de suegra con menopausia —finalizó guiñándole un ojo con una mezcla de zozobra y cortesía.


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¡Mordiscos de amor!


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