lunes, 20 de junio de 2011

Despertar III Efecto Lunar, Capitulo 10: Lobo suelto.


(El actor de la foto es Colton Haynes, el modelo que utilizamos para representar a Ian)


Ok, enserio, el lugar no estaba nada mal, eso si dejáramos de lado que el humo de cigarrillos —y otras hierbas un tanto ilegales— cubría una fina capa sobre sus cabezas. Todos se quedaron mirando a Dante con el ceño confundido, el cretino los había llevado a una especie de antro, y allí dentro olía realmente mal. Claro que él sabía por qué, era un punto de encuentro para los lobos.
Vampiros especializados como Gala o Benjamín lo entendían, pero Benicio e inclusive Amanda… quizá ni siquiera sepan que aquellas criaturas existían.
Ian seguía yendo por delante, cuando pararon en un rincón del lugar, algo alejado de la música y el gentío amontonado bailando al ritmo de Black Sabbath.
Se giró para dirigirles una mirada de invitación cuando abrió paso en una mesa rectangular con asientos acolchonados en cuero —quemados por cigarrillos, pero al menos limpios— y les hizo una seña para que se sienten.

—Haz algo. Cualquier cosa para traer a la chica vampiro cerca de la barra —dijo el lobo de ojos color zafiro casi al oído de Dante, quién asintió con la cabeza y torció su boca.
El muchacho les sonrió a todos y cada uno de los acompañantes y se esfumó.

—Hot… —dijo Lumi con su pequeña mandíbula fuera de lugar viendo a Ian como se iba, asombrada. Sus acompañantes la miraron lanzándole llamas con los ojos, excepto Amanda, que estaba increíblemente algo animada. Este lugar le recordaba su antigua vida, la segunda, cuando estaba con Dante e iban a recitales, a bares.
Galadriel y Benjamín se sentaron y estuvieron a punto de ordenar la cuenta, cuando cayeron en que en ese sitio no iba a haber mozos, así que se quedaron callados y pusieron cara de felicidad. Benicio los siguió poniéndose frente suyo, guardando un lugar para Amanda, cuando la pequeña Lumi se deshipnotizó de Ian y se apresuró al lado del vampiro, lo miró bien de cerca, hizo un globo con su chicle de frutilla y lo reventó a centímetros del oído de Benicio, él ni se inmutó más allá que la cercanía lo incomodaba cada vez que escuchaba el corazón de Lumi latir como un tambor, pero esta fue buena con su pobre Ben y pasó por encima de él —lo buena le duró poco, puesto que para dirigirse hacia el otro lado de la mesa, tendría que pasarlo por arriba, haciendo que sus cuerpos rosen— y se acomodó con gesto de satisfacción.
Amanda admiraba la situación perpleja, por un gran momento tuvo muchas ganas de patear el trasero de la pequeñita en cuestión, no era cómodo ver como Gala y Benjamin miraban con asombro, mientras que Benicio estaba tratando de recuperar el aire, y Lumi, en una punta, mientras seguía masticando su chicle y haciendo globos con él mostraba como algo le había parecido gracioso, cuando para Amanda, en realidad no lo era.
Por un momento la vampiresa quiso irse, justo cuando empezaba a sentir que se desconectaría y disfrutaría una vez, la imagen de Benicio y Lumi juntos la descompuso, podría haberse ido a vomitar sangre de sólo imaginarlos. El vampiro se aclaró la garganta y la miró avergonzado, como si de alguna forma la secuencia haya sido su culpa. Cuando se dispuso a decirle a Amanda que lo acompañe a su lado, Dante, que estuvo bastante distraído mirando alrededor, se acercó a Amy, movimiento que fue fielmente observado por Benicio, quién se llevó el dedo gordo de la mano y el índice al puente de su nariz, mientras resoplaba. No le gustaba ver a Dante cerca de Amanda, pero menos le gustaría lo que iba a seguir.

—Oye, vamos a pedir tragos a la barra ¿qué dices? —preguntó con una risita al oído de Amanda, mientras absorbía su aroma.
Amanda miró a Benicio, con picardía, tal vez era hora que le devuelva el favor y en un acto puro de venganza adolescente, dejó de mirarlo y se enfocó en Dante que aún esperaba respuesta.

— ¿Qué me recomiendas?

— ¿Gancia con Sprite, dos hielos y un sobre de azúcar? —Le guiñó el ojo— al menos cuando eras humana te gustaba así.
Benicio estaba absorto escuchando esa conversación por encima de la música. Él tendría que estar yendo con Amanda a buscar las bebidas, él tendría que invitarla, no otro
No Dante.

*

Amanda no se sintió incomoda cuando el Ángel la tomó de la mano y se alejó de la mesa, a sabiendas que todas las personas de allí la miraban. Algo en su espalda se congeló y acaloró al mismo tiempo por sentir esas pesadas miradas tras ella. Pero no fue más que todo su rostro, cuando percibía como muchos de los presentes en aquel bar se volteaban para verla, o no desprendían su vista de ella. Agachó los ojos y caminó, prácticamente no viendo a quien tenía enfrente, sólo siguiendo su instinto. Así como también percibió cosas extrañas, de esas que no tienen explicación ni para ella, un ser inmortal. Podía sentir como su garganta ardía de manera irregular de acuerdo a donde caminara, en algunos casos sentía como si en altoparlantes estuviese oyendo el sonido del corazón de un montón de humanos concentrados, pero en otros lugares, ese mismo sonido se potenciaba, era más que humano, se dijo, cosa que era imposible.
Ya tenían la barra para pedir sus bebidas muy cerca, luces de neón le encandilaban la vista con el nombre de She-Wolf y divisó delante de ella al otro lado una gran cabeza de lobo disecada con una mirada feroz, se sobresaltó, dio un respingo y apretó más la mano de Dante, que se volteó para sonreírle oportunamente para que se tranquilizara un poco, todo iba bien, todo iba bien se decía por dentro.

—Hola, de nuevo —Ian la miró, y le extendió su mano.
Amanda no sabía si tomarlo o no. Eligió la primera.

—Esto de siempre tener a dos hombres cortejándome empieza a ser algo… bueno, sumamente incomodo —se quejó.

—Ven, siéntate —le dijo y luego pasó su mirada a Dante— pide las bebidas, te esperamos aquí de costado.

—Se amable, y no digas estupideces, porque Dios sabe que puedo patearte el trasero —Amanda escuchó, pero no le pareció raro, Dante le apretó la mano, cálida como la recordaba y aceptó la de Ian. Pero así como se la cedió, la corrió al instante. Quemaba, digamos, no era como ponerlas sobre una hornalla pero estaba cerca. La irrigación sanguínea del muchacho era acelerada, más de lo normal y tuvo miedo. Miedo de saltar a la yugular de aquel hombre. Algo andaba mal en él, pensó ella, algo no estaba bien. Los humanos no son así, por más exquisitos que parezcan tienen un pulso más normal. Con respecto a la temperatura corporal, si bien se sorprendió, no podía no creerlo ya que ella estaba muerta y tal vez había olvidado cuan cálida podía ser, pero no le pasó por alto como el corazón del muchacho galopaba como si estuviese agitado.

— ¿Qué anda mal? —quiso saber él con la boca torcida y la ceja alzada, Amanda vio por primera vez aquellos ojos color zafiro, eran espectaculares.

—Tu… tu pulso es… —y se calló automáticamente, si iba a empezar a decirle que su pulso era anormal, tendría que empezar a explicar un montón de cosas innecesarias, como el por qué lo escucha, cuando ningún mortal puede hacerlo.

—Veras… —objetó— cosa de familia —y le guiñó el ojo— ¿tu novio? ¿Esta muerto, o me equivoco? —lanzó, cambiando de tema.
Amanda no necesitó más que eso para sentir como podía empezar a revolcarse. ¿Se conocía alguien con tan poco tacto como Ian? No, no probablemente. Ella carraspeó y entreabrió sus ojos como si aquello le diera una señal de si estaba o no soñando, escuchar que hablen de Andrés como alguien muerto la ponía de malas, pero en un sentido más miserable. No podía simplemente darle una bofetada al tan insolente Ian que apenas conocía, tan sólo podía llorar. Eso le provocaba tenerlo allí diciendo esas palabras. Necesitaba un cable a tierra que la conecte y le de unos cuantos sacudones después de eso, se mordió uno de sus labios para reprimir el llanto.
Miró hacia enfrente, corriendo un mechón de pelo que tenía sobre su cara para ver cuanto le faltaba a Dante, necesitaba irse a llorar al baño, hacer algo. Lo que sea. Cuando este giró y le volvió a sonreír, se dio cuenta que tardaría al menos diez minutos en que lo atiendan, el lugar estaba verdaderamente atesado de gente. Y entonces reaccionó, ¿qué hubiese hecho Andrés si veía que alguien la trataba así, tan descortésmente? ¡Pues le hubiese puesto una pierna de sombrero! Maldita sea, Amanda estaba tomando temperatura, pudo sentir como la ponzoña se asentaba en su boca generándole una saliva repleta de odio mordaz. Cuando monitoreó el lugar y se dio cuenta que nadie estaba alrededor, o al menos tan cerca para advertir una pelea, se aventuró sobre Ian, pero lo encontró más duro que lo posible. Bien, eso era extraño, muy raro, sin embargo, no le impidió volver a presionar sus puños sobre su pecho, al mismo tiempo que lloraba desesperadamente, no le estaba sirviendo el aliciente de defensa que pensó que Andrés usaría con un hombre que le falte el respeto a Amy, definitivamente ella no era Andrés, y le faltaba mucho para serlo, al menos si de luchas habláramos.
Ian la apartó contra la pared, poniéndose sobre ella y presionándola muy fuerte, Amanda combatió con esa presión, lo que le pareció raro, puesto que un humano normal no podría haberla reducido así. Si hubiese pensado más en ese detalle, tal vez hubiese sacado algunas conclusiones, pero estando de ese modo sólo pudo lograr llorar con más fuerzas, cuando pensó que Andrés, al fin de cuentas, no pudo ganar la lucha que lo dejó fuera de pelea, provocando su muerte. Al fin de cuentas… de nada le había servido todo el aprendizaje.

—Escucha. Yo tengo algo que tú quieres, y él —dijo Ian, haciendo referencia por Andrés — él tiene algo que yo necesito.

— ¡Eres tan insolente! —pudo escupir ella con indignación— Andrés esta muerto y no tengo ni la más minima intención de comprender como te atreves a hablar de él, ni tampoco como lo conoces ¡cerdo! —Gritó en su cara— ¡suéltame! ¡No sabes con quién estas metiéndote!

— ¿Sabes? Los chupasangre como tú me agradaban, incluso solíamos trabajar juntos… pero… tú eres… molesta, e intratable —Ian la soltó como si de repente tenerla tan cerca o tan sólo tocarla significara contagiarse de una enfermedad terminal. Ambos se quedaron contemplándose con cierto recelo. Amanda estaba absorta, ¿cómo era posible que él supiera lo que era? ¿Dante se lo abría dicho? Eso era imposible, Amy confiaba en él, jamás la pondría en peligro.
«—Escúchame una cosa —prosiguió Ian— haremos de cuenta que esto no ocurrió. Podría olvidar cuan grosera has sido conmigo, siendo que estoy ofreciéndote algo grande.  

—Pues ¿sabes qué? —Le dijo ella con cierta rabia en sus palabras— largo de mi vista.
Y se fue corriendo, ¿eso que veía a lo lejos era un cartel de «baño para damas»?
Ian quedó perplejo. No tuvo tiempo para pensar en nada, porque cuando se dispuso a andar tras ella Dante lo tomó del hombro con la mano que tenía libre de aquella bandeja con bebidas.

— ¿A dónde fue?

—Hombre, no molestes —le contestó el lobo, enfadado, las cosas se le estaban poniendo complicadas.

—Puedo patearte la cara, tengo las manos ocupadas, no los pies —Dante sonreía como un cretino.

—Mira, esto para mi es como un trabajo ¿entendido? Estoy en mi mejor parte, te pediría que te largues pero no soy tan descortés, además, fui yo quien te invitó, ¿recuerdas? —Miró hacia los costados y se acercó para decirle— ella fue al baño. Yo la espero fuera.

—Ian… si esto se pone feo voy a matarte ¿lo sabes, no? habíamos quedado en que no la forzarías a nada.

— ¿Cómo decirlo para que no te asustes? —Empezó el hombre con la mirada divertida— estamos en un bar donde concurren cientos de licántropos —Dante dio un pequeño saltito, desconcertado— y ya sabes como son las historias… antes éramos amigos de tus amigos… ya no.

— ¿Y para qué diantres nos has traído? ¿Eres idiota o qué? —Gritó el Ángel Caído —ya mismo nos vamos. No los voy a poner en peligro.

—Momento —se apresuró, tomándolo del hombro— todos están avisados, saben que son… amigos —hizo una pausa esperando que el muchacho conteste u objete algo, cuando vio que no sucedió nada así prosiguió —ahora ve a la maldita mesa, actúa normal,  y préstame a tu sexy Amanda un rato más.

— ¿A mi sexy qué? Oye, voy a matarte, enserio. Cierra ese pico.

—Luego que consiga la Daga.

— ¿Por qué es tan importante? ¿Vas a decírmelo alguna vez?
Ian vaciló. Sí, él iba a decírselo, al fin de cuentas, todo estaba siendo posible gracias al muy cretino de Dante, al menos merecía un poco de verdad…. O al menos un poco de ella

—Esa Daga es muy importante. Esa Daga no es una simple reliquia familiar mía, es la reliquia familiar de todos los lobos. Durante mucho tiempo le hemos hecho creer a todos los vampiros y seres sobrenaturales distintos a nosotros que había una o dos en todo el mundo. Lo cual es una burda mentira. Cada clan tiene una, quién posee esa Daga maneja al clan —A Ian le incomodaba contar ese tipo de secretos, los cuales, ciertamente, no debían ser contados a nadie más que no sean lobos, pero era necesario, al menos si necesitaba cooperación por parte de Dante. Y bueno, el hombre al fin de cuentas era un Ángel, él no podía significarle una amenaza.

— ¿Todo esto es por ambición? Olvídate de mi Ian, has roto mis sentimientos, lo digo enserio, nos vamos.

—Cierra.tu.condenada.boca —le exigió con la mandíbula apretada— el clan que no tenga un Jefe no esta apto para la pelea, no se pueden tomar decisiones, y estamos más expuestos a ataques —le aclaró— como los que hemos vivido desde que ese Andrés nos robó lo que era nuestro, quién posea la Daga podrá nombrar un nuevo Jefe, sin ella nos es imposible, no hay gobierno entre nosotros, nadie respeta la decisión de nadie, vivimos en completa anarquía y no podemos actuar, lo que nos hace vulnerables a cualquier ataque. Tú bien sabes que los lobos somos fieles al Jefe del clan. Sólo a él.

— ¿Y por qué hizo una cosa así el muy desgraciado? Digo, no entiendo para qué necesitaba tu Daga, espadachín valiente —se burló Dante, con zozobra.

—Oye, alto ahí vaquero, no quiero creer que estas tomándome el pelo —Dante le sonrió mostrándole los dientes, con aires de superación— el hijo de puta por alguna razón sabía que eso lo protegía contra demonios. Que son fáciles de matar ¿sabes?

—Mierda.

— ¿Qué tu qué? —preguntó Ian con ironía.

—No. Que digo mierda, porque… —su cabeza contempló la guerra, la guerra a la que tuvieron que enfrentarse hacia poco más de un mes, allí estaba plagado de demonios, ahora entendía por qué la quería— sí, ahora recuerdo, él la necesitaba, en el Vintén hubo muchos de esos… de esos demonios.

—Y no todo termina ahí. Los peores son los mitad vampiro —le dijo enarcando una de sus cejas —pero eso es un mito, jamás he cruzado a ninguno.

—Lo estoy entendiendo.

—Pffff, ya era hora —agradeció el lobo— a veces pienso que eres un minusválido mental, pero solo a veces ¿eh?

—Ahora tú cierra el pico, ya has hablado más de lo que puedo tolerar —Dante se giró para dirigirse a la mesa pero no sin agregar —si me entero que la estas forzando a hacer algo que no quiere —comenzó con recelo — voy a ponerme a salir con tu hermana, la voy a enamorar, y luego romperé con ella diciéndole que me he enamorado de ti, y que tú me correspondes ¿okey?
Y se volteó, esta vez, definitivamente.
Ian sonrió ante tal declaración, no sabía que le causaba más gracia, si Dante saliendo con su hermana, o el muy bastardo declarando su amor por él, claro, en broma. ¡Por Dios! ¡Ni siquiera era su tipo!
Por un momento se relajó, sólo por un momento. Ian no había sido ni la mitad de sincero con él, porque una cosa era contarle la historia sobre la Daga de Jade, y la razón por la cual la necesitaba —era todo cierto— pero otra era saltear el pequeño detalle que venía luego… ese donde con ayuda de su hermana Cassie, o mejor dicho, media hermana y además, bruja, resucitarían a Andrés.
La Daga tenía que aparecer, Andrés sabía donde estaba, era el único.
Ian tenía que convencer a Amanda, aunque lo que tampoco le contaría a ella, era que tenía el deber como ciudadano promedio de conseguir aquel instrumento mortal y luego matarlo, volverlo a llevar a donde nunca tendría que haber salido de no ser por este pequeño inconveniente.

*

— ¿Dónde esta Amanda? —fue lo primero que preguntó Benicio sintiéndose incomodo, se hubiese levantado de no ser que su garganta necesitaba beber… y no precisamente alguna bebida alcohólica, sino sangre.

—Tranquilo. Está con Ian, parece que se llevan bien, se quedaron charlando —contestó Dante con indiferencia fingida.

—Voy a buscarla —el vampiro ya estaba parado tratando de esquivarlo cuando Galadriel intervino:

—Momento. Vamos hombre, déjala en paz, esta haciendo amigos.
Benicio le dirigió una mirada venenosa y se sentó, cruzándose de brazos como un niño, de repente pensó que juntarse mucho con Lumi lo estaba volviendo irracional.  

—Vinimos a divertirnos ¿recuerdas, viejo impotente? —le dijo el Ángel a Benicio. Benjamín se atragantó con la saliva por la gracia que le causó el termino que utilizó Dante para referirse a él.

— ¡Hey hey hey! Quiero beber algo ¿si? —Se apresuró Lumi reventando una vez más su chicle— quiero mi trago —y le sonrió abiertamente. Dante la ignoró y se dirigió a Gala.

—Para ti, rubia con apariencia de lombriz —le dijo mientras mostraba sus incisivos— te he traído un trago con helado ¿puedes creer que hagan de estas mierdas? Es de frutilla —y depositó el fino y alto vaso que traía una cuchara alargada y un sorbete en color negro.

— ¿Rubia con apariencia de lombriz? —se preguntó para ella misma pero en voz alta mientras tomaba el vaso y una servilleta sutilmente puesta bajo el mismo.

—Vamos, no le quites merito —le dijo Benjamin al oído con simpatía— no puedes negar que el tipo es ingenioso… a veces —Gala no lo miró, tan sólo le sacó la lengua como muestra de desaprobación.

—Tú —esta vez el Caído miró a Benjamínel que tiene cara de tránsito lento, te traje un Gin Tonic con limón extra —le guiñó el ojo.
Benjamín gruñó por lo bajo, el adjetivo calificativo que empleó con él lo fastidio.

—Oh, como dirías tú —se apresuró Galadriel con la boquita en forma de pico— no puedes negar que el tipo es ingenioso ¿eh? —su novio no contestó, se redujo a tomar un largo sorbo.

—A ver pequeña —empezó Dante mientras tendía su mano con el vaso a la pequeña Lumi que hasta el momento estaba entretenida golpeando por debajo de la mesa a Benicio y le hacia ojitos, cosa que lo ponía extremadamente incomodo, sin contar cuanto lo fastidiaba escucharla reventar una y otra vez el chicle sobre su oído— aquí tienes tu Coca Cola… Light.

— ¡¿Qué?! —preguntó ella muy molesta— ¿Una Coca Cola? ¿Dónde está el «salgamos de reventón» aquí? ¡Tengo derecho a tomar algo con alcohol! Vamos Dan, no seas tan estricto… además ¿por qué me discriminas, eh? ¿No vas a ponerme un apodo estúpido al darme la bebida?

—Muy cierto, te lo mereces, pequeña enana de tos convulsa —le respondió con cierta ironía.
Lumi resopló y se llevó el sorbete a sus labios, demasiado molesta para seguir la discusión.
Benicio se quedó mirando a Dante, quién llevaba su trago, ya se veía venir tener que soportar que el hombre le diga algo idiota. Además ¿por qué Amanda tardaba tanto en venir?

—Para ti cariño —le dijo al vampiro— te he traído tu preferido… whisky —Benicio lo miró, pero no pudo sostener mucho la mirada, ¿eso había sido una indirecta? Él había estado tomando whisky hasta antes de salir, ¿acaso él lo estuvo espiando o algo así?

—Me la dejaste barata…. —murmuró el hombre, la frente le sudaba, bueno, no lo hacía en realidad, pero podía imaginar como cada gota caía sobre su frente por el nerviosismo.

—Contigo siempre es un placer, muñeca.

— ¿Vas a regalarme flores en nuestro aniversario? —preguntó el vampiro volteando los ojos.

—Más que eso, te mereces un par de pendientes y una caja con bombones.
Dante se apoyó sobre el respaldo del acolchonado pseudo sillón de cuero del lugar, justo en la parte donde estaba Benicio y trató de mantenerse neutral, de no recordar como Ian estaría esperando a Amanda fuera del baño. Nadie tenía que enterarse sobre nada de lo que esté ocurriendo, todo iba a ser simple, la vampiresa tendría que decir la verdad, si es que había visto alguna vez aquella Daga y nada más, no había de qué preocuparse para ser sinceros, Dante trataba de pensar una y otra vez en eso.
Por un momento, se distrajo con las luces de boliche que pendían del techo y reflejaron en la pista una hermosa cabellera colorada, una que no olvidó desde que entró al lugar. ¿Sería Cassie? ¿La hermana de Ian? No sabía a ciencia cierta que le llamó la atención de la mujer, es decir, no es que tuviese ojos para nadie más que Amanda, pero algo en la actitud de la chica lo desestabilizó.
Maldición, de repente se encontró buscando con la vista a la mujer de boletería, como un cretino. Apoyó su chop de cerveza —sí, porque nadie le puso a él un apodo estúpido, y nadie investigó que bebida había pedido— y sin dar mayores explicaciones recorrió la pista donde un montón de hombres de corpulencia casi gigantesca bailaban al ritmo del rock clásico inglés junto con mujeres de procedencia extraña, o eso pensó él cuando las vio tan promiscuamente vestidas, es decir, al menos de esa forma las distinguía del resto, con cigarros apoyados en sus bocas, manchados con el labial que llevasen. Cielos ese lugar estaba repleto de gente que fumaba demasiado, se dijo negando con la cabeza, él odiaba el olor al cigarro, odiaba el humo y odiaba sobremanera ser un fumador pasivo.
Siguió caminando, no estaba alucinando, él la había visto pasar por ahí, ahora la veía mejor, tenía un pantalón de jean súper ajustado que tenía tajos en sus piernas, desflecado al mejor estilo hot-jean, junto con una tolera de Black Sabbath blanca con las letras en negro. No era que Dante la haya observado de pies a cabezas cuando la tuvo enfrente en la entrada del bar…
Bueno, sí, en realidad lo hizo.
Y no entendía por qué demonios lo había hecho, el jamás pudo mirar a otra mujer después de Amanda, todas le parecían poco y ciertamente se sentía algo deprimido para relacionarse con nadie más. Hasta ese momento creyó que si no lograba que Amy vuelva a él, nunca podría volver a estar en pareja, pero un leve cosquilleo le hizo creer que quizás este un poco equivocado respecto a eso. A ver, no es que se haya enamorado, por favor, no pensaba eso ni un solo segundo, pero el hecho de haber mirado con ojos de hombre a otra mujer unos veinte minutos atrás le provocó replantearse muchas cosas. Aunque bien podría ser el consumo de alcohol, pero el muy bastardo tenía una inmunidad con ciertas bebidas, sí que era imposible emborracharse cuando su hígado estaba inmunizado, beber era lo que más le gustaba, no era un adicto pero nunca estuvo tan lejos de serlo. Claro que recién empezaba a tomar en la noche y a menos que el preparado de este lugar tenga un ingrediente extra, todavía le faltaban unos cuantos chops de cerveza más hasta quedar inconciente.
Y entonces la vio, cuando pensaba que si seguía tomando comenzaría a ver alucinaciones u espejismos, allí estaba ella, parada contra una pared nacarada color gris oscuro, las luces en ese sector apenas iluminaban su cara, pero él la pudo distinguir bien, sus labios púrpura refulgían como si se presentaran primero ellos y después la persona en cuestión. La espalda de la mujer estaba apoyada en la pared, pero al llegar a sus caderas éstas estaban hacia delante, con una de sus piernas apoyadas atrás, tenía consigo un teléfono móvil, Dante pensó que estaría enviando un mensaje puesto que la veía escribir.
No pensó en una conversación decente que entablar con la chica sino hasta que la tuvo enfrente suyo, y aún así no sabía que decirle. El diccionario estaba jugándole una mala pasada, apenas podía conectar las oraciones, no es que se sintiera intimidado, pero si un bastardo importante.
Se puso delante de ella, pero esta ni se inmutó, al contrario, parecía totalmente indiferente a la presencia de Dante, siendo que en ese costado el tránsito de gente era ínfimo. Él carraspeó, pero ella más que cambiar el peso de su cuerpo de un pie a otro, no se dio por enterada. Volvió a aclararse la garganta para ver si de ese modo ella al menos levantaba la vista, y no encontró ni por asomo algo parecido.
Él volvió a carraspear con su garganta

— Hombre, al menos cierra la boca para hacer eso —le dijo ella que seguía concentrada en el mensaje que estaba enviando por teléfono.

— ¿Estas hablándome a mí? —preguntó Dante con impaciencia, odiaba los aparatos tecnológicos, odiaba que la gente se idiotice ante ellos.
Cassie levantó la mirada y observó a sus costados con una fingida actuación teatral.

—Eso creo —enarcó una de sus cejas y siguió con la mirada en la pantalla, muy seria, mordiéndose el labio superior.

—Pues… —era raro que Dante se quede sin palabras, pero hombre, había llegado el momento, no tenía nada que decir— ¿estas esperando a Ian?

— ¿Estas investigándome, o qué?

—Estoy tratando de ser, lo que se llama en todo el mundo, un ser cordial —le aclaró lentamente midiendo las palabras que usaba.

— ¡Hey hey amiguito! detente ahí—le dijo Cassie, Dante odiaba que lo llamen así, o que le digan campeón, era fastidioso— te esta saliendo mal. Largo, no estoy de humor para soportar a los amigos de mi hermano.

—Ciertamente, preciosa, yo no soy tan amigo de él —Dante apoyó su mano contra la pared, de modo que le rozó el cabello, e inmediatamente puso un gesto de hombre que esta tratando de conquistar a una chica, era patético ver lo mal que le salía, y Cassie lo notó cuando justo al mismo tiempo comenzó a reírse a carcajadas. Dante se fue alejando un poco con el gesto confundido, preguntándose qué había sido tan gracioso.

—Vamos, no creerás que soy tan fácil como eso ¿o sí? —quiso saber, divertida.
Dante se le quedó mirando y torció su boca al costado, pensativo.

— ¿No? —Preguntó, pero tuvo que atajarse cuando Cassie casi le emboca un buen puño sobre su ojo— tranquila muñeca, estaba bromeando.

—Eres un pésimo actor —respondió soltándose de las manos de Dante, que atraparon su mano al instante. Volvió a concentrarse con la mirada puesta fija al teléfono móvil, como si todo lo que pasó anteriormente no haya significado absolutamente nada.

— ¿Vas a ignorarme? ¿Tan mala compañía soy?

—Oh, muñeco —le dijo la chica de cabello color fuego— no eres tú, soy yo… —por un momento Dante imaginó la típica charla donde la chica rechaza al chico por un amor perdido, o muerto, al menos la mirada de Cassie decía eso hasta que la cambió por un gesto hastiado— soy yo y el genial juego que he bajado al teléfono, ¿sabes? Pensé que pagar tres dólares para descargarlo era pagar demasiado, pero justamente ahora me doy cuenta que fue una inversión.

— ¿Una inversión? —Dante no entendía muy bien por donde venía todo este tema, y a decir verdad jamás había pasado tanto tiempo hablando sobre tecnología.

—Claro, a falta de hombres interesantes en mi vida jugar al buscaminas en el móvil es bastante excitante —Cassie guardó su bendito traste tecnológico y le dirigió a aquel hombre perplejo unas últimas palabras, dignas para recordar toda la vida— ¿y a que no sabes qué? —le preguntó sin querer realmente dar lugar a una respuesta —aquí no hay nadie interesante —se dio la vuelta para comenzar a alejarse de él, cuando se volteó para agregar — ¡momento! ¿Eres tú el que me hablaba o era el zumbido de una mosca?
La chica de hebras coloradas como el cobre le sonrió abiertamente, como si hubiesen tenido una de las charlas más dulces que puedan existir, y Dante apenas se recomponía de lo que había escuchado.
¿Una mujer lo había dejado parado sin nada que decir, como a un idiota?
Bien, de algo estaba seguro: la hermanita menor de Ian era una completa cretina insoportable y las cosas no se quedarían de ese modo, de ninguna manera. 

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