sábado, 24 de abril de 2010

Novela: Despertar en el Infierno. Capitulo 13: Contado por Benicio "Adicción"

 *Atención: Este capitulo es un flashback de la vida de Benicio como vampiro*


A mi lado nada nos separará, nadie te hará daño
A mi lado nadie te tocará, nadie se acordará de ti.
Cuando no te acuerdes de nada serás mía.
Y estás bajo mi control, sólo yo puedo tocarte y puedo ahogarte
En el vértigo del sadismo.
Cuando no halla aire para respirar, te estaré asfixiando.
Encadenada con mis fotos, condenada a pensar en mí.
El pasado desaparece y eres mía.
No me importa morir…♥

-El otro yo-

-¡Amanda, te lo suplico de una vez, reacciona! –Le grité súbitamente, sus ojos estaban desorbitados y desde hacia aproximadamente cinco minutos se había quedado en silencio.
Había cometido un grave error, desde hace tiempo ya ocultándole la verdad a la mujer que más amo en el mundo. A la única, la que persistirá en el tiempo, para siempre. -¡Amy, soy yo… ¡Esto me está matando a cada segundo, necesito que me hables! –Insistí.

-No se… porque… esto no… me sorprende. –Su mirada iba directo al ángulo de la habitación al que había estado mirando en silencio durante tanto tiempo, provocándome la desesperación absoluta. Es que últimamente no se me estaba dando muy bien esto de estar sólo con mis pensamientos, y menos aun cargando con los de alguien más.

-Sólo necesito que… entiendas, por más raro que sea, por más rara y horrible que sea mi verdad. Pero te amo, y si no soy digno de tu afecto, puedo irme. –Sentía como mis sentimientos se deshacían a pedazos. Estaba a una respuesta de que lo que quedaba de mí, viva feliz o muera por siempre.

-¡Me siento tan enferma! –Gritó mirándome fijamente.

-Am… -Y me cortó antes que pudiera seguir, tapándome los labios con la yema de su dedo índice.

-Me siento enferma… Desde el día que te conocí, desde el día que tu mirada se topó con la mía, supe que algo malo iba a pasarme. –Hizo una pausa, y siguió. –Supe que eso malo que iba a pasar era enamorarme perdidamente. Fue como la sensación de ser un imán. Algo me pegó a tu lado, y a partir de ahí jamás pude coordinar un pensamiento decentemente. –Suspiró.

-Amanda, no es necesario que te hagas esto, te pido perdón. Te juro por lo que más quieras. No voy a retenerte.

-¡No! ¡Jamás se te ocurra ni pensar el hecho de irte! ¡Nunca! ¡No hay probabilidades de que mi vida sea feliz si no me levanto pensando en que voy a verte! –Estaba gritándome. De manera feroz, ella realmente podría causarle miedo hasta al Ser más poderoso y demoníaco del mundo.

-No es posible, no es posible que yo merezca tu afecto de manera tan incondicional… -Me entristecí de sólo pensar que esa era la pura verdad.

-Cuando te dije que me sentía enferma, era por eso mismo. Podrías haberme dicho que eras un asesino en serie, que ibas a matarme, y yo me hubiese quedado firmando mi condena. –Me tomó de las manos. –No quiero que nunca pienses en la idea de abandonarme. No por ahora.

-No sería capaz, a menos que llegue el día que decidas irte de mí. –Me acerqué a su rostro y besé su mejilla, podía sentir el olor de su perfume, y de su sangre, que hacia contorsionarme.
Podía sentir el calor de su vívida piel, y comencé a frotar mi rostro contra su cuello. Ella me abrazó y se sentó arriba mío estando los dos en el piso, me abrazo tan fuerte como jamás lo había hecho, fui el hombre más feliz del mundo.

-No voy a poder irme de acá. Nunca. Te amo para siempre, y eso lo debes tener bien en claro. Para siempre… es… mucho tiempo. –Afirmó con la cabeza, mientras me hablaba entre besos.

-No creo que seas muy conciente de lo que signifique “mucho tiempo”

-No me subestimes. –Me guiñó el ojo. Se corrió de mi lado dejándome sentado en el piso, mirándola, para ver su próximo movimiento. Abrió sus piernas para sentarse sobre mí cómodamente, y una vez sentada, tomó mi nuca con sus dos frágiles y calientes manos, para acercarme y darme un beso. ¿Es que acaso no era conciente del riesgo que podía llegar a causar esta situación teniendo a un vampiro de noventa años bajo su cuerpo? Ella todavía no era conciente tampoco de la sed que yo tenía en estos mismos momentos. Pero además de sed había un fuego, un fuego intenso que ella misma estaba ocasionando.
Hacía casi dos años que estábamos juntos, y jamás pude besarla por más de unos segundos seguidos. Su aroma era tan fuerte que en más de una ocasión estuve a punto de terminar con su vida. Pero la amaba tanto que no podía darme ese lujo. Cada vez que mis besos eran profundos, sentía el latir de su corazón, sentía como en su cuerpo, la temperatura aumentaba, y como ella se desesperaba cuando la corría a un lado sin darle explicaciones.
Pero hoy, hoy ella no iba a darse por vencida. Ya sabía mi verdad, y yo la de ella. Pero eso no le bastaba. Me aceptó, sí, hay que reconocerlo. Pero quería algo más, algo que yo no podía darle al menos ahora. Algo que probablemente jamás pudiera darle sin que salga lastimada… O mucho peor, muerta.
Cuando ella me tocaba, mis sentidos se agudizaban de tal manera, que todo lo que pasaba alrededor se volvía una nebulosa. Todo se agudizaba, por supuesto, pero en torno a ella, sólo ella.
Una vez que sus ojos se posan sobre los míos, no había nada que pudiera frenar el deseo incontrolable de clavar mis dientes en su suave piel y hacerle el amor. Pero no podía… ¡Simplemente no podía! Eso estaba muy lejos de mi alcance.
Amanda comenzó a besarme de tal manera, que me hacia sonrojar. Toda la sala de estar se vio inundada de su perfume, de su aroma, de sus gemidos y de sus manos sobre mi frío cuerpo, que estaba duro como una roca, inmóvil. Cualquier movimiento que pudiera realizar respecto a lo que estaba sucediendo podría causar la mayor de mis desgracias, perderla. Si no la amara tanto, podría haber actuado de inmediato. Podría haber hecho mi trabajo, tomar de su sangre, tener relaciones con ella y dejarla ir. Yo no quería nada de eso. Al menos no de ese modo, por supuesto que no.
No había nada más deseable que todo lo que imaginaba siempre en momentos así, sentirme dentro de ella, besándola y probando ese néctar encantador que debía tener, a juzgar por el aroma, corriendo en sus venas. No podía ceder, y aunque sabiendo su dependencia hacia mí, podría haberle pedido que me dejara alimentarme de ella, pero no podía imaginar siquiera el hecho que sus hermosos tejidos se vieran interceptado por mis feroces y filosos colmillos.
No podía siquiera imaginarme la situación. Ella, recostada sobre mí, dejándose morder, dándome todo el placer en un mismo segundo. ¡No! ¡De ninguna manera! No podría comportarme abiertamente como un monstruo y menos con la mujer que amo.
Temblaba de sólo pensar, en como la parte que mordiera se vería inundada por el flujo rojo que correría a pasos agigantados, pero al contrario, si así lo decidiéramos, tampoco estaba seguro de poseer el suficiente auto control como para detenerme antes de matarla. Ese era un terreno desconocido para mí del cual no quería participar, ni dejar que nadie participe.
Pero entre tanto, ella seguía sobre mí, sin siquiera imaginar que cualquier movimiento en falso desembocarían a… bueno, a eso. A morir por mí deseo más egoísta.

-¡Ja! –Dijo ella, que de un sopetón se había levantado, de manera graciosa.

-¿Por qué paraste? –Lo dije sin entender, yo quería que lo haga, pero ahora la necesitaba.

-¡Porque eso es lo que querías, tendrías que haber visto tu cara de pánico! –Y río entre dientes. Se comportaba como queriendo hacerme sentir bien, como si ella fuese la atacante.

-Fuiste estúpidamente humana arriesgándote así conmigo… -Entrecerré las cejas.

-Ni cerca de haber sido estupida. –Murmuró.

-Amanda, creo que no tenes ni la más minima idea de lo en riesgo que estas, cada segundo que pasas a mi lado. –Trate de ir lento, para que entienda la gravedad del asunto.

-Difiero de la hipótesis a la que te debes estar aferrando. –A pesar de que estaba equivocada, ella sostenía demasiado bien su discurso. Me sorprendió escucharla hablar con seriedad y alegría por primera vez en todo este tiempo.

-No seas necia ¡Por favor! No me alcanzan los números infinitos para contar la cantidad de veces que quise matarte… Sólo para… -Me enervé.

-¿Sólo para? No tengo ganas de completar tus frases Benicio, así que decime las cosas completas. –Casi gruñó.

-De matarte. Estoy avergonzado, lo siento. –Definitivamente merecía un cachetazo. Ella largo una carcajada e intervino.

-¿Matarme? ¿Por qué? –Estaba desconcertada.

-Por tomar de tu sangre Amanda ¿Por qué otra cosa podría ser? –Miré hacia el piso, realmente me encontraba avergonzado.

-Así que todo es por la sangre… -Se puso pensativa y continuó… -Es algo que no logro comprender ¿Sabes? Entiendo que ustedes los…vampiros. –Dijo dudosa mirando mi cara. –Se alimenten de sangre… Pero yo, humana de veinte años, no mato por comida humana. Eso no entiendo. –Y se largó a reír nuevamente.

-No es tan sencillo como pensas. No soy humano, por tanto no me comporto como tal. –Fui duro en mi respuesta, pero no había más que decir.

-¿Entonces es eso? ¿Nunca vamos a poder ser una pareja normal? Jamás vamos a… -Y se llevó las manos a su rostro, avergonzándose.

-No.

-¿Pero por qué? –Exigió saber.

-A menos que quieras terminar en la morgue, no veo la necesidad Amanda.

-¡Nunca vamos a poder ser normales!

-Nunca.

-Es muy egoísta de tu parte… Lo sabes bien. –Me regañó.

-Egoísta sería… ¿Querés saber que es lo egoísta Amanda? ¿Queres que me porte como un ser inhumano y egoísta? –Mi tono era atractivo, lo discerní a través de sus ojos, estaba bromeando, y a su vez, haciéndole entender de manera más didáctica.
-Benicio di Franco, Yo, Amanda, te desafío. –Se río y me mostró sus dientes, bromeando.

-Acepto. –Y me hundí sobre su espalda, de manera veloz, tanto que cuando llegué hacia atrás de ella, su piel se congeló.
Puse mis manos sobre sus hombros, tocándola suavemente, conteniendo la respiración. Ella estaba tensa. Creo que estaba empezando a comprender que esto no era un juego muy divertido. Sin embargo, se quedo expectante.
Sentí como se contraía sobre si misma mientras bajaba con mi mano haciendo ondulaciones con la yema de mis dedos sobre el contorno de su cuerpo. Suspiró y volvió a componerse, no antes de que acercara mi cara sobre la suya, del lado de atrás. Olí su pelo, y fue uno de los peores errores que podía haber cometido. ¡Que negligencia la mía! Permitirme respirar estando a tan escasos centímetros de ella, sabiendo que de un solo manotazo podía dañarla. Su cabello olía exquisitamente. Me descontrolé por segundos. Pero de alguna manera, se me hacía más fácil pensar en lo miserable que sería mi vida sin su existencia. Era del todo egoísta mi pensamiento, pero no estaba muy equivocado de todas formas. Mi extremo egoísmo la hacia sobrevivir. Y no me cabía ninguna duda que haría lo que sea para mantener su respiración constante.
Una vez que puse mis manos sobre su cintura, no pude evitar mirarla de cerca, desde atrás, en donde encontraba un ángulo de extrema excitación. Su piel olía a frutillas, debería ser alguna crema que usan las mujeres, el perfume predominaba, no más que su sangre, pero de tal manera que era imposible escapar de ello.
Estuve detenido en su belleza, era implacable, y se dio cuenta, lo supe cuando vi sus mejillas tomar un color extremadamente colorado, rojo sangre. Mi pensamiento se detuvo para desviarse, no podía pensar en sangre teniéndola a escasos centímetros.
Creo que habremos estado cinco minutos de la misma forma, hasta que ella se dio vuelta y me miró muy fijamente. Noté como su mirada penetraba mis ojos de manera posesiva. Y cualquier cosa que pudiese hacer para resistirme, era en vano. ¡Nadie puede resistirse a ella! ¡Nadie! ¡Ni siquiera yo, un Ser sobrehumano!
En segundos nada más, se encontraba explorando mi boca por dentro. Ese era su espíritu. No sabía jamás como es que la dejaba llegar tan lejos, y así es como siempre lo hacia. Me hechizaba por completo. Siempre tenía que volver a empezar, y desde la vereda de enfrente, desglosar toda información o acto, para volver a armarlo. Pero me era imposible. Nunca recordaba como llegábamos hasta donde llegábamos. Sólo me encargaba de disfrutar la mitad del asunto, en donde siempre, indefectiblemente se encontraba la mejor parte.
Pero yo seguía yéndome al infierno, una y otra vez, cada segundo que pasaba a su lado, ella me drogaba. De manera total y salvaje.
Su lengua tocó la mía, y me sentí arder, sentí que marcaba su nombre con su saliva. Estaba ardiéndome realmente. La apoyé bien cerca de mí, para que no pudiera escapar, y tomé un respiro, tenía que permitir torturarme a mi mismo de esa forma. Sufrir. Lo merecía. Pero no pude contenerme ni un segundo más, ella había apoyado su sexo contra el mío, y a pesar de toda la ropa puesta, pude sentirla. Pude sentir sus partes más calientes quemándome la piel.
Para ese momento, con todas mis fuerzas salimos disparados a velocidad vampiro al sillón del living, ella se asustó y se quedó mirándome fijo. Sus ojos estaban dilatados de lujuria. Brillosos, mirando un punto fijo. Mis labios. Retomé besándola con más fuerza que la vez anterior, y no pareció molestarle. Tomó mi cintura por debajo de la camisa, y por primera vez hizo contacto físico con algo más que no fuese mis brazos o mi boca. Sentí como se estremeció. Apartó sus labios de los míos en busca de alguna explicación, pero volví a besarla. Volví a callarla, sellando cualquier distancia con un beso interminable. La senté sobre mí, tocando su cuerpo, desde la panza hasta su cuello, pasando por aquellas montañas medianas que tendían sobre su pecho. No hubo nada más vertiginoso que eso, y sentía que a medida que pasaba el tiempo, comenzaba a debilitarme aun más. Necesitaba alimentarme. De eso ya no había duda. Pero ¿Por qué ahora? No era el momento. Yo quería seguir, y esto era auto flagelarse.
Ella miraba, ya que yo había tomado cierta distancia de un cuerpo a otro, y comenzó a desabotonar mi camisa manchada con sangre, botón por botón, y por cada uno que desabotonaba, hacia notar como cada uno, tenía para ella, un significado distinto.
A medida que terminaba con uno y empezaba con el otro, se notaba como el calor iba subiendo.
Me mordía los labios contra el deseo de arrancarle toda la ropa con los dientes en apenas dos segundos y medio, pero no iba a poder hacer el resto. Era demasiado preámbulo para absolutamente ningún desarrollo. Como leer la introducción de una historia y luego retomar en el final “vivieron felices” Me pregunto ¿Qué pasaba en el medio?
Entre tanto yo me imaginaba historias sin desarrollos, ella había llegado a mis pantalones. Quería obtener como trofeo lo último por desabrochar. Sin dudas: ella quería condenarme totalmente y de por vida a la infelicidad de perderla en caso que yo cediera al resto.
Saqué sus manos de mis pantalones con la última fuerza de voluntad que me quedaba disponible, y gemí de placer en el intento. Error. Grave error. Si tan sólo no hubiese abierto mi terrible boca, a lo mejor Amanda iba a creer que la estaba rechazando. Se levantaría. Diría que era un vampiro estúpido y pegaría un portazo en la puerta de mi casa. Bien. Eso no es lo que yo quería con exactitud, pero al menos iba a vivir un día más. A lo mejor pronto me perdonaría, y bueno… Y bueno nada. Mi vida y mi existencia apestaban de principio a fin. Jamás iba a poder entregarme completamente sin que alguno de los dos salga lastimado. Y lamentablemente, terriblemente, desgraciadamente, en la ecuación siempre me tocaba sufrir. Porque si ella moría en mis garras, la culpa y la desdicha iban a consumirme en la más terrible de las negruras. Pero si hería sus sentimientos, jamás podría perdonármelo, ni siquiera borrar el recuerdo de mi mente.
¡Momento, momento! Todavía hay más. Definitivamente está comprobado. Ella va a matarme a mí, y no al revés como siempre supuse. Que dicha. No me quejo. Lo prefiero así.
Si algo faltaba a todo esto, es que con delicadeza levante parte de su vestido, como lo hizo. ¿Acaso no le importaba verme sufrir? Parecía una vampirita desalmada. Estaba disfrutando de lo que pasaba, sin tener cuidado del daño que podía proporcionar la situación. En sus ojos vi la absoluta maldad. Creo que si existiese la maldad sana, este caso sería parte del top teen. La maldad que proporcionaba su rostro lujurioso, era propio de la mujer que quiere satisfacer los deseos sexuales del otro, aun sabiendo que esa persona por algún motivo x no podía ceder. Ella me estaba provocando. ¿En qué parte del “Voy a hacerte daño” se había trabado sin comprender? ¿Acaso quería morir? ¿No le importaba dar su vida por mi satisfacción? Y obviamente también la de ella… ¿Pero verdaderamente valía tanto la pena? Para mi sería lo mejor que podría pasarme. Pero… ¿Yo valía tanto? ¿En verdad estaba dispuesta a todo o nada? Un suave gemido interrumpió mis pensamientos.

-Hacelo, y nada más. –La noté agitada, mientras seguía moviéndose sobre mí. Sin parar. Hacia delante y hacia atrás. No pude responder, mis ojos estaban vidriosos, viéndola, debatiéndolo en mi interior. –Tocame. –Finalizó.

-Am… Amanda. Si pararas un poco… aunque sea. –Hablaba entrecortado, no podía coordinar.

-No puedo ¡No ahora! ¡Tocame! –Su voz era profunda, mientras me besaba y saboreaba cada rincón de mis labios, comenzó a bajar. Peligrosamente.

-No hagas eso. No lo hagas. –Estaba implorándole. Estaba pidiendo piedad. Ella no me contestaba, seguía bajando. -¡Por favor no! Amanda, no voy… no… no voy a poder parar… esto no, no va a funcionar de este…modo. –Iba a explotar. Esto era demasiado visceral. Levanto su vista y comenzó a ascender por mi pecho, nuevamente. Esto en ascendente o descendente estaba suicidándome. Me miró a los ojos y me urgió:

-No voy a detenerme, hasta que estés dentro de mí. –Me advirtió al oído. Mi vista ya estaba nublada de principio a fin. Sus palabras bastaban para hacerme volcar de lujuria. Y comenzó a subir su vestido. Su piel no era tan blanca como la mía. Su piel blanca más bien era la común. Acá el muerto era yo, y dejaba la exageración para mí. Mis manos se fueron a sus pechos inmediatamente y los volví a sacar con incredulidad de sólo pensar hasta donde me había dejado llevar. Se había quedado en ropa interior, parecía que estuviera hecha a medida, cada parte del encaje con el que estaba hecha, se fundía en sus contornos. Mi boca se hizo agua.

-¿Tenes hambre? –Me preguntó al oído.

-¡No! –Le rugí.

-A mi no me molestaría… darte un poco de mí. Te amo. –Siguió besándome. Y puso provocativamente su cuello en mi boca, mientras seguía moviéndose sobre mí, de manera cada vez más acelerada.- ¿No te gustaría? –Era una traficante. Parecía vendedora de drogas, ofreciéndole la destrucción absoluta al adicto. Estaba publicitando el viaje de ida.

-Creo que no es eso… Creo que no voy a poder parar… Creo que… -Quedé petrificado al darme cuenta de una verdad absoluta.

-¿Qué? –Exigió saber entre sus dulces gemidos.
-Tu sangre… sería lo de menos en este momento. Necesito tu cuerpo. -¡Qué novedad!

-Entonces… es tuyo. ¡Es tuyo! ¡Te necesito ya, y de manera urgente! –Sus labios apretaron los míos, tan fuerte, que no discerní el momento en que pude haberla mordido, o ella me mordió a mí. Lo único que se, es que su tierna carne se cortó sobre mis labios por el salvaje movimiento. Mi cabeza comenzó a experimentar una especie de jaqueca que nubló toda visión posible, y sólo pude atinar a correrla de mi lado, sin medir la fuerza. Ella necesitaba estar lejos. A salvo. Bien lejos de mí. De mi vista y de mis manos. ¿Qué clase de hombre era? Un monstruo.

-No es tu culpa ¡Es mi culpa! Perdoname por favor… -Me pidió sin consuelo. Evaporándose en el aire todo deseo carnal.

-Al baño… ¡Ya! –Le ordené de un grito.

-¿Qué?

-Que vallas al baño, a quitarte… a limpiarte la sangre. Y a vestirte. –Era una mezcla de suplicas y gritos, o al revés. Ya no comprendía que se interponía a que.

En su viaje al baño mi cabeza daba vueltas, no podía contener las ganas de beber de su sangre, aunque entendía el riesgo. Aunque lo conociera de principio a fin. Jamás me había pasado una cosa como esta. Necesitaba mi alimento de modo urgente. No sabía cuanto tiempo más podía aguantar. Y aunque fuese demasiado no podía permitírmelo. No estando ella en la casa. Entonces, volvió.

-No se que pasa Benicio, pero te necesito ya. –Insinuó de manera sutil. Yo comprendía sus necesidades, y eran las mismas que las mías. No en su totalidad. Además de esa necesidad, yo estaba hambriento.

-Seguís sin entender que es demasiado peligroso. Para muestra un botón.

-O al menos cinco, que fueron los que me permitiste desabotonar. –Bromeo de manera inoportuna.

-¿Qué pasa si salís lastimada? –Exigí saber.

-No serías capas.

-No se de lo que soy capaz en estos momentos, habiéndote dejado que llegaras tan lejos.

-No tan lejos como hubiese querido. Estoy insatisfecha. –Parecía que estaba de buen humor.

-Ni de lo que yo deseo. Pero me es imposible. –Protesté.
-Te deseo, de forma incontrolable. –Su voz ahora parecía un ruego, demasiado inoportuno, por cierto.

-Yo también, tu cabeza jamás podría imaginar cuanto. –Le susurré, acercándome violentamente a ella.

-Eso me asusta. –Me explicó.

-¿Mis movimientos? A mi asustaban los tuyos sobre mí, sin embargo evité hacértelo notar de manera oral. –Ahora yo era el bromista. La sorprendí metiendo sus manos por debajo de mi pantalón, inclusive debajo de mi boxer.

-Oh. –Dijo ella en forma de suspiro. Y sus ojos se volvieron hacia atrás, al igual que su cabeza. Envuelta de placer.

-No me… estas…. Ayudando, en nada. – ¡Esto no está sucediendo! –Le repetí dos veces de manera constante.

-Sos mío. De la misma manera que yo tuya.

-Mía. –Repetí sin pensar, sus manos me desconcentraban. –Basta. –Agregué.

-¿O qué? ¿Voy a morir? Encantada.

-No te imaginas las cosas que estas diciendo. Basta, por favor.

Y entonces, se alejo de mí, a una distancia de cuatro metros, sacó de su corpiño una gilette, que supuse, tomó del baño, y experimentó un corte en en el cuello.

-Quiero morir. Ahora. –Me exigió desafiándome. Y de un salto me encontré sobre su cuerpo. Mojándome los labios.

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