(Este es el ante último capitulo de Despertar III: Efecto Lunar) Luego de este, viene el epilogo final! ;)
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Dicen que cuando estas a punto de morir, ves pasar toda tu vida por delante en cámara lenta, como si de alguna forma, al haberte comportado tan miserablemente, pudieras llevarte a donde quiera que vayas parte de ese sufrimiento.
Bien. Andrés había vivido más de doscientos años, para ver pasar toda su existencia frente a sus ojos era probable que la muerte se demorara un poco, pensó.
Casi lo había logrado, estaba apenas a unos metros tumbado sobre la tierra, mientras veía como una oleada de demonios iba por su gente… y no sólo demonios, allí habían lobos que no eran parte de la manada de Ian, claramente.
Pero así como casi lograba llegar, casi había estado a punto de ser una buena persona, casi se animaba a decirle que la amaba. Ahora estaba a un costado, con un ardor inconmensurable en todo su cuerpo. Debería de haber sabido que los rayos solares iban a penetrar su ropa.
La descomposición solar le había acartonado los músculos, y al querer moverlos, sentía como sus huesos eran una especie de acero oxidado que raspaban entre sí.
Pero… el sol había bajado. Había estado expuesto a él apenas tres minutos, lo suficientemente poderosos para dejarlo fuera de juego.
Había perdido la cuenta ¿cuánto hacía que había caído la noche? Levantó su brazo, arremangó su abrigo y observó como su piel casi derretida estaba reparándose.
Gracias… Gracias a lo que sea, a Dios, al Cielo. Mientras miraba el poder de su especie en su propio cuerpo, se sentía creyente. Cualquier tipo de creyente, daba igual.
— ¡¿Qué demonios se supone que hiciste, Andrés?! —Gritó su hermano mayor, poniéndose al lado de él, escondidos tras un enorme tronco con olor a moho.
—Vete, has dejado sola a Amanda —Benjamín alzó una ceja, mientras miraba a veinte metros de él.
Amanda tenía una velocidad increíble, apenas parecía que fuera una vampiresa tan reciente. Justo cuando Andrés se sumó al espectáculo, ella estaba cortando la cabeza de un vampiro enemigo con dos cuchillas en sus manos, bajándose de encima de él con la gracia de un felino.
—Esa es mi chica —pronunció Andrés, con una sonrisa en su rostro, que quedaba empañada mientras escupía una buena cantidad de sangre.
Al parecer, los efectos del sol no eran internos solamente, sus órganos habían empezado a fallar.
—Siéntate de una vez —exigió Benjamín mientras lo ayudaba.
El menor de los Casablanca fue muy conciente de lo que su hermano quería hacer. Él iba a darle de su sangre, para que la recuperación fuera inmediata y más acelerada.
Si bien un vampiro se lastima y puede sanar al instante, el verse expuestos al Sol era más complicado que eso. La recuperación podía tardar incluso horas, con mucha suerte, y no disponían ni por cerca de ese tiempo.
—No quiero hacerlo.
Benjamín se levantó, dejándolo en el piso. Andrés supo que su mirada era de total y completa desaprobación, pero más que eso, lo observaba como si tuviera la cara desordenada, o hubiera dicho algo fuera de lugar.
—Tú definitivamente no usas el cerebro.
—Pero eso ya lo sabías ¿cierto? —El menor de los Casablanca sonrió.
Benjamín ladeó la cabeza a los dos lados y volvió a arrodillarse junto a él.
Estaba vez acarició la parte trasera de la cabeza de su hermano y de un momento a otro, lo agarró con fuerza trayéndolo de los pelos, obligándolo a beber de él.
En apenas unos segundos, Benjamín ya se había abierto la vena para que drenara mejor.
Andrés apenas podía creer que su hermano lo estuviera forzando, y Dios sabía que él así y todo era más fuerte que el mayor, sin embargo, algo pasó cuando tomó su sangre. Era por eso mismo que no quería saber nada con ese tipo de actividades: era adictivo.
Al instante de estar prendido a él, sentía que no podía parar. Sentía como su cuerpo empezaba a fortalecerse.
¿Cuánto había pasado ya? ¿Minutos, horas, segundos, días tal vez? Tenía que dejar de tomar si no quería matarlo, si no quería…
— ¡Para ya, cabrón! —Su hermano lo pateó. No fue después de eso que se dio cuenta cuanto se había excedido.
Y por cierto, Benjamín había usado la palabra «cabrón» lo cual era aún más sorprendente.
—Me siento… bien.
Su hermano chupó su propia herida para cerrarla. Lo miró con aire despreocupado, recuperando la compostura y agregó sin importancia:
—Perfecto. Porque necesitarás tus fuerzas. Algo viene tras de ti.
Cuando hubo dicho eso, uno de los lobos —y algo le decía que no era ni por cerca lo amistoso que había sido Ian con él— se abalanzó, casi tumbándolo.
Casi, puesto que Benjamín le había aplastado los costados con las manos.
¡Como si el lobo hubiera sido una pequeña pluma!
Andrés empezó a correr. Ahora se sentía mucho mejor y quería romper… huesos, carne con sus propios dientes, desmembrar a esos hijos de puta con sus propias manos.
Tanteó su bolsillo trasero y empuñó con fuerza la daga de Jade.
Maldito demonio que se había cruzado frente suyo. Miró a lo que serían los ojos de esas bestias infernales, y lo hundió en el centro. Se desintegró frente a él.
Así hizo con un par más… pero eran demasiados, y era el único que podía matarlos con aquella daga.
Miró a su alrededor, y fue directo hacia Amanda, quién estaba rodeada por un vampiro del bando contrario y un hombre lobo que no pertenecía al grupo de Ian, acechándola.
Oh, no. No iba a permitir ni que la rozaran con sus pútridos alientos. Corrió a la velocidad de la luz, para interponerse. Le mostró una risa burlona al vampiro. Okey, punto a su favor, al menos los vampiros que se encontraban en aquel descampado eran un puñado de imbéciles recién convertidos, porque le había sido demasiado simple quebrar y separar sus cabezas del resto. El hombre lobo apenas rasguñó sus ropas cuando Amanda le partía las patas traseras con las manos.
Benicio corrió al lado de ellos cuando logró sacarse de encima una vampiresa con el cabello corto a la cual descartó de una patada que la dejó inmovilizada al costado.
— ¿Estas bien? Por un momento pensé… —le dijo, con la voz entrecortada.
— ¡Estoy bien! —Gritó Amy, limpiando la sangre que el lobo le había salpicado cuando Andrés terminó de matarlo— ¿Y Galadriel?
— ¿Te preocupas por ella? —Contestó Benicio, haciendo una seña con la cabeza para que observara.
Con un metro sesenta y cinco de estatura, Gala era sagaz y extrasensorial. Sus sentidos eran agudos como podían ser los poderes de aquellos que habían vivido por más de mil años. Tenía la gracia de una gacela y la fuerza de un temible tanque de un millón de kilos.
No, Galadriel no los estaba matando. Los estaba aniquilando.
*
Dante era un jodido hijo de puta cuando quería. No había por qué quitarle mérito. La pelea estaba siendo más complicada de lo que creían hasta ese entonces, a pesar que llevaban la delantera, más que nada, porque era como luchar con gente anónima.
¿Quiénes eran todos esos demonios, vampiros y hombres lobos, no obstante? Por allí no se había visto si quiera rastros de Franco… o de Marcus.
Eso era sumamente injusto, ellos querían matar a Franco, al menos, no a docenas de desconocidos que habían metido en una especie de guerra sin sentido.
Cassie tenía razón, había cosas que no eran justas. ¿Pero qué lo era, en definitiva?
No tenía que preocuparse por Cassandra, aunque le era imposible. La pelirroja se manejaba extremadamente bien con sus poderes. Apenas estiraba una de sus manos y los enemigos salían disparados por los aires. ¡Eso era increíble!
Quedando unos cuantos demonios de los cuales se estaba encargando Andrés, Dante empezó a caminar junto a Cassie, que miraba a su alrededor sin encontrar presa a la que golpear.
En ese exacto momento, un hombre con cabellera rubia se acercó a ella desde atrás.
No temió por la vida de la mujer, ella se encargaría…
Solo que no lo estaba haciendo, y cayó en la cuenta de eso cuando vio como el hombre la tenía agarrada desde atrás.
¿Qué se suponía que eso significaba?
El cuerpo de Dante empezó a temblar, incontrolablemente. Empezó a sentir como los surcos que delineaban su espalda a lo largo comenzaban a abrirse. Sus alas negras rodearon su cuerpo, abriéndose por completo.
Voló hacía Cass, y entonces el hombre que la mantenía prisionera la lanzó sobre uno de sus secuaces. Ella permanecía inmóvil, como si estuviera debatiendo qué movimiento tomar sin salir herida.
Dante ni siquiera pronunció palabra. Tomó al segundo hombre que ahora sujetaba a Cassie y apretó su cabeza con las dos manos, sin ninguna intención más que utilizar toda la fuente de su fuerza. Pero algo sucedió.
De las manos del Ángel Caído una luz emanó y convirtió en polvo al raptor, de la cabeza a los pies.
Cass se echó para atrás, sorprendida. Se quedaron mirando unos segundos.
Cuando vislumbraron a su alrededor, todos estaban observándolos.
Los únicos que habían quedado eran algunos demonios del bando contrario, un vampiro de ellos también, pero muy, muy mal herido, mal herido como hablar de una pierna al otro extremo del lugar, y el hijo de puta arrastrándose para buscarla, además de Galadriel, Benjamín, Amanda, Benicio, Andrés, Lumi en su forma lobuna, e Ian. Y por cierto… ¿dónde se suponía que estaba la manada del último? Algo que jamás sabría.
— ¡No se me queden mirándome así! —Gruñó Dante, cuando creyó que todo había terminado.
—Tío… lanzas luces por las manos —Fastidió Andrés, mientras silbaba por lo bajo.
El silencio que había allí los atravesó a todos como una lanza de metal caliente. Inclusive los demonios permanecieron flotando como sombras por unos cuantos metros encima de sus cabezas.
Los nueve, vampiros, Ángel, bruja y lobos se unieron en el centro del campo.
Cassie le agradeció entre dientes a Dante.
Pero antes que alguno empezara a hablar otra vez, una pequeña risa macabra interrumpió la calma que antecede a la gran tormenta.
Cuando se giraron sobre sus talones, Dante entendió quién había sido el bastardo que había tomado por primera vez a Cassandra.
Se trataba de Franco, el vampiro mitad demonio, y estaba frente a sus narices, caminando hacía ellos como si fuera el rey del lugar.
— ¡Tú, estúpido idiota! —Las alas de Dante flamearon casi derribando a todos alrededor de ellos.
—Oh, sí. Adivina con quién he tomado clases —Contesto el vampiro demonio, altanero.
Todos agarraron una parte del cuerpo de Dante, para que no avanzara hacía él. Tenían que ser inteligentes. Sin embargo, el Ángel se sacudió con fuerza y empezó a caminar hacía él a paso firme.
Hasta que algo se interpuso en su camino, y casi cae desmayado por la sorpresa.
Alma, su ex Arcángel estaba frente a él, apenas flotando unos centímetros sobre el suelo.
No entendía absolutamente nada de aquello. Los Arcángeles no podían estar en presencia de demonios.
—No podemos estar en presencia del Diablo, querido —Contestó echando a tierra sus pensamientos. Se había metido en su mente. Como podía hacerlo con todos ellos.
— ¿Qué haces aquí? Oh ¡Alma! ¡Dime que rayos estas haciendo aquí! Maldita seas mujer… apártate de mi camino, ya no recibo órdenes tuyas ¿recuerdas?
Todos permanecían callados. Incluso Franco miraba con diversión.
Alma le sonrió, con condescendencia. Eso le irritó.
—Tú lugar no es este, querido Dante.
—Y una mierda que tú me dirás cual es mi lugar. Así que, mueve tu angelical trasero.
Ella se tomó todo el tiempo para contestar.
Pero alguien intercedió por él. Alguien que jamás hubiera esperado.
—Ya lo escuchaste —Le gruñó Cassie al Arcángel, mientras lo tomaba de un brazo y se ponía al lado de él— apártate.
Alma rió estrepitosamente, su sonrisa resonaba haciendo eco. Sus cabellos rubios platinados ondearon en el viento, pero resultó que estaba ignorando la petición de Cassandra, porque volvió a dirigirse a él.
—No formas parte de esta pelea, Dante. Tienes que retirarte.
—No lo haré.
—No me hagas obligarte… y bien sabes que puedo hacerlo.
Con esas últimas palabras, Dante tragó saliva. Él sabía que Alma podía hacerlo, por supuesto.
Por un momento, temió por el resto. El arcángel tenía una sola manera de hacer que él se fuera del lugar, y no le gustaba para nada… no cuando su intención era ayudar y proteger a sus amigos.
—Por favor… no te atrevas… sé que no lo harás —suplicó, acercándose a ella.
Alma extendió su mano, llena de luz, y tocó su mejilla.
Dante cerró los ojos, rogando porque no sucediera.
—Lo entenderás luego, dhimo —dijo ella con suavidad, utilizando el término «dhimo» que significaba en el cielo «mi fiel amigo»
El ángel volvió a tragar saliva.
—No lo hagas —repitió, aún dejando que el contacto de Alma lo bañara en de luz.
— ¿Qué significa todo esto? —Oyó que Cassie preguntaba, indignada.
Alma se acercó aún más a él, y besó su frente con delicadeza.
—Rariel… te ordeno que te retires de aquí. Vete a tu lugar de pertenencia.
Antes que él pudiera abrir los ojos para mirarla a la cara, y ver como ella al fin de cuentas lo había hecho, se encontró siendo capturado por una fuerza más poderosa que la razón.
Como Ángel, no importaba a cuál rama pertenecieras, nacías con un nombre. El nombre de cada ángel es cuidado con sus propias vidas, claro que, los arcángeles son los únicos que tienen público conocimiento de ellos.
Al nacer, además de tener tu nombre como Ángel, se te brinda uno humano.
Los ángeles tienen la posibilidad de obedecer o no una orden directa de sus superiores, y a partir de allí hacerse cargo de las consecuencias, pero cuando un arcángel (o ángel de cualquier rama, incluso cualquier ser humano o ser sobrenatural) usa tu verdadero nombre… las cosas cambian.
Hay una única ley de obediencia entre ellos, y la persona que emplee el nombre del ángel, puede obligarlo a hacer cualquier tipo de cosas que ellos quieran.
Claro que, es por eso que sus nombres eran guardados con tanto recelo, los arcángeles jamás los obligarían a hacer locuras a menos que quieran descender como Ángeles caídos (a decir verdad, había muy pocos de esa clase, además de Dante) pero aún seguían siendo secretos, ya que ninguno quería caer en manos de un jodido hijo de puta que los manejara y dominara a voluntad.
Cuando se te daba una orden con tu nombre, no había fuerza que te hiciera hacer lo contrario. Ahora mismo Dante, o mejor dicho, Rariel, se encontraba transportándose en el espacio. No fue hasta que su espalda resonó contra el suelo que se dio cuenta que no estaba ni por cerca en el campo de batalla anterior, sino en el patio trasero de una casa que ni siquiera conocía.
¿Qué carajos significaba esto? ¿Aquí era su lugar de pertenencia?
¡Jodida Alma hija de puta! ¡Como le gustaría averiguar su verdadero nombre para poder ordenarle que se vaya a la mierda unas cuantas veces!
Se levantó sacudiendo la tierra y el pasto de sus pantalones. Bien, su orden había sido cumplida, se suponía que no podía estar luchando junto a sus amigos, pero ahora podía irse de allí, a cualquier lugar, salvo el anterior.
Y eso estaba haciendo, justamente, cuando una risita chillona captó su atención.
Él conocía de quién era… pero no podía ser… ni en un millón de años…
Caminó sigiloso hacía una ventana próxima que había allí. Y la vio.
Era Elena. Sentada en una mecedora junto a una anciana de más de sesenta años.
«Vete a tu lugar de pertenencia, Lo entenderás luego» le había dicho Alma.
¿Qué diantres se suponía que tenía que entender?
*
Nadie entendía qué había pasado. De un momento a otro Dante desapareció, y todo fue una especie de caos.
Los mismos demonios que antes habían estado flotando sobre sus cabezas, ahora se arremolinaban alrededor de Franco.
Amanda recordó lo mal que la había pasado por culpa de esa mierda. Lo odiaba, quería pisotear toda su perfecta y estirada cara.
—Que no cunda el pánico, mis amigos. Vengo en son de paz.
— ¡Vete al demonio! —Se precipitó Amanda, pero Andrés le dio un tirón hacía atrás, y se puso por delante de ellos.
— ¡Un valiente! —Exclamó Franco.
—Voy a sacarte las entrañas con mis propias manos ¿estas enterado, verdad?
—Oh mi fiel compañero, me alegra tanto verte bien… pero hueles a perro. ¿Estas enterado, verdad? —Lo burló, utilizando sus mismas palabras.
Andrés sintió como su gran loba blanca gruñía tras de él.
— ¿Qué es lo que quieren? —Preguntó Andrés.
Los ojos de Franco fueron de uno en uno hasta llegar a Amanda, a quién observó de arriba abajo, y luego alzó una de sus cejas.
—Eso esta fuera del acuerdo —intervino Cassie.
—Tú, pequeña e insignificante bruja, no tienes derecho ni a respirarme cerca —contestó Franco, mostrándose por primera vez irritado.
Antes de esperar si quiera por unos segundos más, Franco chasqueó los dedos y sus demonios en forma de sombra tomaron a cada uno de los presentes, salvo uno.
Andrés quedó parado frente a él, mientras observaba con terror como una especie de banda elástica invisible separaba a sus amigos de su lado.
A diferencia de los vampiros allí presentes, Ian y Lumi permanecían como si estuvieran dentro de jaulas que no se veían en realidad, pero, aparentemente, estaban, porque por más que se movieran, no podían traspasarlas, y además, habían pasado de su fase lobuna a la humana, y se encontraban desnudos allí, sin poder hacer nada.
Andrés apartó la vista de Lumi, no podía mirarla. No cuando lo primero que notó antes de su desnudez había sido el color rojo que había teñido sus mejillas. Debería de estar absolutamente avergonzada.
Tensó su mandíbula al sentirse tan completamente impotente. El resto permanecía imposibilitado a poder moverse, no cuando los demonios los tenían agarrados, ni siquiera Cassie parecía poder hacer algo al respecto.
Menuda su suerte….
—Déjalos ir, Franco, ¿qué te pasa? ¿Tan desesperado por agradarle a tu Amo estas? ¡A la mierda con él! Vete o te arrepentirás.
—Nos debemos esto —le gritó perdiendo el control, y lo próximo que Andrés supo fue como los dos rodaban por el piso.
Lo único que aturdía al menor de los Casablanca, eran los gritos descontrolados de sus amigos luchando por soltarse, y viéndose imposibilitados a ayudar.
Bien, él podía contra Franco. Él podía contra quienquiera que pusiera en riesgo la vida de su gente… y más aún, de Ludmila.
Barrieron parte del suelo unos cuantos metros, Franco iba encima de él y Andrés podía sentir todo el peso de su cuerpo. Maldición, eso le dolería al día siguiente… si lograba sobrevivir.
Al llegar al costado de un árbol, se golpeó la cabeza con fuerza. No iban a matarlo, no otra vez. De ninguna jodida manera.
Se paró con rapidez y se sacó a aquella sanguijuela de encima, limpió sus puños con unos buenos golpes sobre la cara del hijo de puta de Franco, asestando cada impacto como si fuera un orgasmo.
Pero él, por primera vez en su vida, había sido más rápido que Andrés.
De un momento a otro lo tumbó contra el suelo.
—Adivina a quién traje conmigo.
—Oh, Franco —jadeó frustrado— ilumíname, a ver…
A Andrés se le cortó la respiración. No era quién, sino qué. El vampiro mitad demonio se las había arreglado para quitarle la daga de Jade.
Andrés estaba muy seguro que no iba a morir por desmembramiento, ya que se movía bastante rápido como para que lo agarrasen. Pero… ¿morir degollado o con esa mierda clavada en el pecho? Era una cosa muy distinta, y él había probado aquel sabor de primera mano.
Franco se pasó el cuchillo por su lengua, como si disfrutara el sabor.
—Tanto tiempo estuve esperando este momento… tanto, tanto tiempo…
—Eres un cabronazo hijo de puta.
—Mi padre solía decírmelo muy seguido. ¿Quieres que te cuente la historia?
Franco cambió de lugar y se sentó sobre Andrés, ejerciendo la fuerza de un camión para no dejarlo mover.
—No. Gracias. Ya la conozco: tu padre se atravesó entre la pared y una estaca ¿no es así? Aburres con la misma canción.
— ¡No te atrevas a hablarme de esa forma, mendigo infeliz! —Gritó apenas a dos centímetros de su cara. Luego se suavizó— No es muy difícil cortar tu carne y decapitarte… apenas enterrar un poco el filo de este cuchillo y… ¡Zas! El que cantará una canción diferente serás tú.
—Pruébame.
—Franco, sal de arriba de él, por amor a mi salud mental.
El vampiro mitad demonio quedó rígido sobre Andrés.
Marcus había aparecido, y ¿cuán jodidamente perfecto era eso para él?
— ¿Dónde esta Amanda?
Andrés quedó parado tras de Franco. ¿Por qué la quería con él?
Franco se giró y le tendió la daga de Jade a Andrés.
—Tómala. Ya no la necesito.
Vio como el vampiro rubio caminó hacia su Amo.
—Nadie te autorizó a luchar contra Andrés —le dijo Marcus, y Franco siguió avanzando hacía él.
—Lo sé mi señor.
Entonces, lo inesperado ante sus ojos ocurrió.
—Y también sé que tirarme a algunas putas allí en el infierno me sirvió de algo por primera vez en la vida.
Dicho eso, Franco enterró un fino cuchillo trasparente, que en el interior tenía una especie de hojas secas color amatista, en el pecho de Marcus.
Algo pasó en el lugar, algo muy extraño. Miles de sombras negras fluían desde dentro del cuerpo de Franco hacía fuera, mientras el empuñaba aquel cuchillo tan extraño. Los demonios en forma de sombras que mantenían prisioneros a todo el resto del equipo de Andrés empezaron su peregrinación hacía los cielos.
Un susurro apenas audible salió de la boca de Marcus, el Diablo.
—Hijo de puta calculador… —su cuerpo se iba desintegrando— eres digno de ocupar mi lugar… si fui tan idiota como para no verte venir.
—Muere ya de una vez —exclamó Franco, fastidiado, guardando su cuchillo en la solapa del lado de adentro de su camisa negra de seda.
Todos empezaron a poder moverse otra vez. Benicio estaba al lado de Lumi, cubriéndola con su campera negra de algodón. Amy lo secundaba y juntos a un costado estaban Galadriel, Benjamín yCass, tumbados junto a Ian que estaba inconciente en el suelo.
— ¿Qué se supone que ha sido todo eso?
—Bienvenidos a la nueva Era —les sonrió Franco—. Sabrán de mi, colegas— el único que parecía prestarle atención era Andrés, así que se dirigió a él—. Te dejo algo para que te entretengas.
Y desapareció, se había evaporado en el aire.
Andrés no entendió sino hasta después, que el «para que te entretengas» significaba haberle dejado un vampiro enemigo allí con él.
Mientras el resto trataba de auxiliar a Ian y Lumi, aquel desconocido con colmillos avanzaba hacía él.
Andrés le sonrió, y su sonrisa se perdió cuando notó cuan fuerte era ese bastardo de pelo negro como la noche y piel pálida como la luna. Jamás lo había visto, pero no podía negar que era fuerte. Muy fuerte, de hecho.
Cuando el desconocido lo tumbó, un fuerte viento le hizo cerrar los ojos.
— ¡La única que puede patearle el culo soy yo, bastardo ignorante!
Y tras eso, Vit enterró su Theoul en el cuello del vampiro. Andrés aprovechó para arrancarle la cabeza con las manos. Literalmente. Era la única forma además de la estaca en el corazón que tenían para matar a un vampiro.
Todos los demás se dieron vuelta para ver la nueva presencia.
—Llegas tarde, cariño.
— ¿Cuán tarde? Hasta donde supe, acabo de salvarte el culo.
Ella se puso de espaldas al resto. Andrés notó como la cazadora parecía esconderse de su público.
—Vit… ellos no te lastimarán.
—Vámonos.
—Espera un segundo.
—Si en cinco minutos no veo que vienes tras de mí, vendré a destrozarte por mi misma. Me debes algo.
—Vit…
—Me escuchaste.
Y desapareció en la negrura de la noche.
*
Un fuerte viento gélido subió por su columna vertebral.
Las dos lo habían sentido.
Amanda recibió la espada de Jade en sus propias manos. Andrés se la había dado para Ian, cuando recuperara la conciencia, cumpliendo parte del acuerdo.
Vit sintió algo extraño cuando estuvo parada allí. Pero apenas podía mirar a su alrededor. No quería tener nada que ver con aquellos vampiros. No quería que ellos la vieran. Sin embargo… aquel aroma. Maldición ¡eso le pasaba por estar andando por las nubes!
Y aunque fuera imposible… la había sentido.
Y Amanda también.
Las dos se perdieron en la vuelta a sus rutinas, sin saber que habían estado tan cerca. Amanda empezaría a dormir un poco más, sabía que un capitulo quedaba aún abierto luego de la retirada de Franco, sin contar que aún quedaban muchas respuestas ¿Qué había pasado con Marcus?
Vit también se iría a dormir, con la diferencia que ella, no volvería a despertar.
Jamás.
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PD: Al costado del blog pueden ver que hay una votación. ¡No te olvides de votar cuál es la mujer que preferís para Andrés!