lunes, 29 de marzo de 2010

Novela: Despertar en el Infierno. Capitulo 5: Mi primera salida, Dante, y alguien vino por mí.



Presentía mis ojos dilatarse por el placer que recorría cada rincón de mi cuerpo. No quería pensar nada más que en ése placer, pero mi cabeza comenzó a funcionar cuestionándose, como de costumbre. ¿Acaso éste pútrido cuerpo podía sentir? No obstante, ¿Qué estaba pasándome?
-¡Basta de pensar! –Dijo mi propia mente, haciéndome callar.
Sentía ése almíbar, que era mi alimento fluir dentro de mi cuerpo. Sentía eso y nada más. Todo alrededor daba vueltas, estaba experimentando la excitación a tal nivel que no podía recordar cuando fue que todo esto había comenzado. Sólo sentí sumergirme en lo más profundo de las fantasías. ¡Es que era tan dulce su sabor! Es casi imposible resistirse.

-¡Ya basta Amanda, vas a matarla! –Gritó Benicio, furioso, su voz se transformó en un rugido, con tanta vehemencia que yo, una vampiresa, llegó a asustarse.-Te estás aprovechando de mi buena voluntad, ¡Eso no está bien!

-Per… Perdón, es que… -No tenía nada coherente para decir, mis ojos se daban vuelta, volando más allá de la superficie terrestre junto con mi cuerpo.

-Es que nada, ¡Haz que esta mujer se vaya antes de que acabemos metidos en un problema señorita! –Parecía más un sirviente de Dios que del Diablo. ¿Desde cuando un vampiro tiene miedo? ¿Y qué pasa con los hombres vampiros que arriesgan sus vidas para salvar la de la mujer amada? Pensé.

-Yo no te amo, y nunca voy a amarte, estoy acá para servir a quien me dio esta responsabilidad. –Dijo lleno de odio, renegando de lo que en palabras adornaba como “agradecimiento”.

-Sólo quería comer, nada más, ya te podes ir. –Me sentí abandonada, como una nena de diez años.

-Por supuesto que me voy, hasta pronto. –Y con cara de desgracia, desapareció entre las sombras.

La mujer de mediana edad de la que estaba alimentándome volvió en sí, y me preguntó la hora. Exactamente igual, de la misma manera que lo hizo antes que yo inicie mi cacería. Le dije que no tenía idea en que año vivía, y prácticamente de no ser por las cuentas que saqué, no hubiese llegado jamás a la conclusión que estaba en el 2020.
Pensé en el famoso 2012 al que, en definitiva no llegué y me reí por dentro… Pero… había algo que Benicio no me había dicho, en sí, de todas los cuestionamientos que le hice respecto a mi familia, sólo contesto lo de… lo de mi abuela, que murió. Mi corazón, si es que tenía uno detrás de la piel marfil que caracterizaba mi cuerpo, comenzó a sentir su ausencia. Lo que sea que esté en lugar del corazón, dolía, y dolía muy fuerte. Toda la sensación de placer que había tenido hacía tres minutos atrás, desapareció. Sentía como mi cuerpo se ponía rígido por la impotencia, no podía siquiera llorar, porque de hacerlo, iba a comenzar a los gritos en medio del Parque Lezama, al que habíamos llegado en escasos segundos desde “mi casa” por llamarla de alguna manera.
El mundo se me echó encima al instante. ¡Mi hermana Zoe ya debería tener veinticuatro años!
Mi hermana menor ahora era mi hermana mayor. Ella era la luz de mis ojos, con Zoe aprendí a ser hermana. A ella la amaba, realmente la amaba, había un sentimiento tan puro como el agua cristalina. Mi hermano Tadeo, el pequeño que en aquellos tiempos tenía diez años, ahora tiene mi edad, veinte años. Mis papás… bueno, ellos siguen siendo jóvenes, fui hija de una pareja adolescente, ellos tienen la edad correcta ahora para ser mis padres, recién están pasando los cincuenta. Y Dante, Dante casi cuarenta y dos años. Al pensar su nombre en mi mente, mi rigidez tomo mayor potencia, mis manos comenzaron a sudar, y a la vez a sentirse congeladas, todavía no me acostumbraba a esa sensación.
Empecé a recordar. Todos esos recuerdos mezclados tomaron forma en mi mente. Mi última noche con él, durmiendo en nuestra cama matrimonial.

-Correte Dan… nuestra próxima inversión va a tener que ser una cama de tres plazas ¿Existen? –Pregunté emocionada.

-¿Y qué pasa si adelgazamos? Me refiero a vos… -No abría inmortalizado la imagen de su rostro, si hubiese comprendido en ése mismo momento todo el significado y lo que esto traía la palabra inmortalizar.

-Ándate a cagar –Y le sonreí lo más grande que pude.

-¿Vemos una película?

-No, ni ganas. –El siempre me hacia ver películas del cine Gore, o de zombies muy viejas, o de terror, nunca una romántica. Pero eso es lo que más me gustaba de él. Hacia lo que quería.

-¿Ya te vas a dormir? –Su cara se entristeció.

-No, voy a leer un poco antes, a lo mejor voy a estar en la computadora, pero todavía a dormir no. Te amo lo sabes.

-Sí, pero yo te amo más. –Replicó.

-No, sabes muy bien que es mentira. Sabes muy bien que soy la mujer que más te ama en el mundo, la única que te va a amar. No jodas más. –Le dije, y le sonreí nuevamente.

-No gordita, pero si te hace feliz pensar que vos me querés más, está todo bien. –A él no le gustaba perder, y para llevarle la contra soy mandada a hacer.

-Bueno… entonces nos amamos por igual, ¿Si?

-No, pero si te hace feliz, ya te dije… -Él sabía que había ganado ésta partida. Y su rostro se relajó, me pidió que recostara mi cabeza sobre su brazo, y me apretó fuerte contra su pecho.

Estar entre sus brazos era tocar el cielo, y no digo con las manos, sino que con todo el cuerpo entero. Respirar su aliento me hacia feliz, tenía el mejor aroma que existiese en el planeta. Me sentía todo el tiempo como en casa, tenía la tranquilidad de que ante cualquier ataque colérico de los que solía tener por mi demencia pre, durante, y post menstrual, él iba a estar ahí protegiéndome de todo, haciéndome saber que yo era la cosita más importante sobre la Tierra. Me alojaba en él como una recién nacida, esperando sus caricias, sus palabras, su “algo” que provocaba que me olvide del mundo, de las guerras por el agua y el petróleo, de la pronta extinción del Sol, y lo que trajera la palabra problema.

A Dante lo conocí un invierno de dos mil cinco, y para fin de año ya nos habíamos declarado nuestro amor. Él no es el príncipe azul de la que todas las chicas iban a enamorarse, todo lo contrario. Es esa clase de príncipe azul al que todas las chicas van a huirle, y si no lo hacen, imagino que el padre de la muchacha en cuestión haría que él se escapara derechito y por la puerta sin mirar atrás.
Es de espíritu rebelde, pero a su vez tranquilo. Sabe donde parar, la mayoría de las veces. Es compañero, y voluntarioso. Dante es el tipo de hombre que por apariencia rea, una se escapa, pero cuando se lo conoce no se hace más que quedar en estado dependiente constante con él.
Siempre me ayudó con las tareas del hogar, mientras que en reuniones, los hombres se dedicaban a hablar de futbol, de política o de religión. Mi amor sabia muy bien que esas cosas no me interesaban en lo más mínimo. Siempre dependí mucho de él, al principio por comodidad. Luego, por amor.
De estatura mediana y juvenil para su edad, lucía un cuerpo pequeño y proporcionado, lograba reclutarme en él en los días de invierno. Sus brazos eran perfectos, eran una escultura, lo son, mejor dicho. Su pelo era un castaño mediano, rizado y corto.
Tenía la tez pálida con grandes, pero cuando digo grandes, me refiero a grandes y marcadas ojeras, de un color entre negro y morado bajo sus hermosos y gigantes ojos celestes, que reflejaban mi rostro cada vez que me miraba. Amaba sus ojeras, lo hacían perfecto.
El día que declaró su amor incondicional hacía mi, yo tenía apenas quince años, él era mucho mayor que yo y estaba nervioso, nerviosisimo. Estuvo hablándome junto a las vías del tren cerca de casa, en Avellaneda. Mientras pasaba un tren tras otro, con una botella de cerveza a la que estaba sacándole la etiqueta y haciendo papel picado con la misma, selló su amor con un beso. Con un beso que duró diez minutos. Un beso que él sabía iba a ser correspondido.
A partir de ése día no volvimos a separarnos… hasta que la muerte tuvo ganas de venir por mí, para hacerme firmar un pacto en el infierno, a dónde merecía ir, con el Diablo.



1 comentario: