martes, 20 de abril de 2010

Novela: Despertar en el Infierno. Capitulo 12: Contado por Benicio "Confesión"


*Atención: Este capitulo es un flashback de la vida de Benicio como Vampiro, contada por él mismo*



La esperé en la cafetería de la esquina, como habíamos quedado. A las dieciocho horas. Estaba intranquilo, no la había visto en toda la tarde asomarse en Archivo, pero ¿Qué suponía de raro todo eso? En los años que hacia que trabajaba en la escuela jamás la había cruzado. ¿Acaso era nueva? No, imposible. El día anterior había venido a buscar a mi pequeña oficina del colegio unos papeles para sus padres, que fueron ex alumnos del establecimiento. ¿Qué veía de raro en no haberla visto ese día, si ninguno de los anteriores lo había hecho? Estaba volviéndome paranoico. Estaba desquiciándome por su ausencia y eso me ponía de un ligero mal humor. De repente todo lo ansioso que había estado hasta ese momento se fundió en pura impaciencia. Era casi odio, casi odiar tener que esperarla y desesperarme tanto hasta el punto de que mi estomago sintiese mariposas. La estaba odiando porque me sentía completamente fuera de mi eje. Estaba detestándola, ¿Por qué amar? ¿Por qué ahora? ¡No era posible! ¡Detestable humana que había arrancado en un par de horas mi corazón marmolado de su estúpido lugar! ¡Maldigo el momento en el que mis ojos levantaron la vista de su trabajo y choqué con su inmensurable belleza!
Mi cara cambió de una gran sonrisa a estar completamente turbada por la indecisión. ¿Qué tenía que hacer al respecto? Ya eran las seis y diez de la tarde y la pequeña mortal no llegaba. Mi odio aumentaba. ¿Qué me hace dependiente a una persona de la cual no conocía nada en absoluto, y podía llegar a ser una psicópata? En un punto era gracioso. Yo era el vampiro, sin embargo estaba totalmente aterrado de lo que podía llegar a causarme su presencia, y mucho peor aún: su amor. Para mi era una total desconocida que invadió de un momento a otro mi privacidad. No era de mi misma especie y no sabía de que manera encarar una relación con una persona. Para mí, ella era nueva. Y ahora que lo pienso yo también comencé a serlo. Soy el nuevo Benicio di Franco, al que le gusta estar perdiendo el tiempo en la Tierra, andando de amoríos con una niña mujer que no conozco, y mucho peor aun, ahora que lo pienso bien, todo esto del “amorío” era algo que se me ocurrió de repente, y es lamentable, pero mi cabeza estaba formulando películas que no eran reales. Ella todavía no se había declarado locamente enamorada de mí. Me odio a cada segundo que pasa y yo acá sentado esperando por quien esta enloqueciéndome. La culpable de que mi cabeza no coordine normalmente. La culpable de que el lugar que el corazón enfrío a falta de latidos, comience a calentarse con esa llama que aumenta sin necesidad de cuidar la fogata añadiendo leña.
Ya eran las seis y veinte y ella no daba señales de vida. ¿Qué había hecho mal? Definitivamente todo, el hecho de comportarme como una quinceañera era uno de los puntos fundamentales en los que estaba fallando. Quiero creer que una de las contras de ser un Ser sobrenatural es éste mismo hecho que está volviéndome completamente desquiciado: ¿Enamorarse de un momento a otro era algo normal, o anormal? ¿Humano, o inhumano?
¿En qué momento dejé que esto pasara? ¡No entiendo absolutamente nada!
Pero de repente, una suave voz agitada vino hacia mí, cortando todos mis pensamientos de inmediato, ¡Y de eso mismo estoy hablando! ¿Por qué todo el resto de mi vida y pasado termina de manera tan impulsiva al escucharla hablar? Estuve subastando mi cabeza para que pongan un sorbete en mis sesos y comiencen a chupar, pero entonces, escuché su voz y todo desapareció. Ahora sólo había lugar para ella, y todo lo que necesitara decirme.
Comprendí que sus necesidades estaban sobrepuestas por encima de las mías, y me fastidié aun más. Estaba enamorado, y lo que me daba más rabia, no quería estarlo, no ahora.

-Perdón, es que… Estaba rogando por una nota. –Me contaba algo que no entendía a carcajadas, pero yo mantuve mi seriedad. Necesitaba observar que era lo que más me gustaba, cual era el detalle que me hacía caer. Simplemente todo. Me detesto más.

-No te preocupes. Estuve bastante entretenido. –Mostrar una leve sonrisa no estaba mal ¿O sí? Y a esto me refiero puntualmente. Huracanes de mal humor se levantaron dentro mío cuando noté mi bipolaridad.

-¿Y hoy qué voy a aprender? Supongo que si posponemos la historia gramatical durante un día más no vamos a dañar a nadie. –Sus ojos me mostraron picardía, pero de la sana. La picardía de la nena que se esconde para comer chocolates.

-¡De ninguna manera! Amanda, creo que no entendiste el concepto de nuestra reunión… Yo no quiero que mal interpretes las cosas. No creo que sea sano para ninguno de los dos. Además, sos menor y… -Me interrumpió

-Y puedo ir presa, lo sé. –Ella no paraba de reírse. ¿Qué les pasa a los adolescentes? ¡Ya no respetan la ley! O la usan para su conveniencia…

-¡Muy graciosa! –Torcí mi boca, resoplé con sarcasmo y continué. –Pero el que puede ir preso soy yo… -Sonreí con cortesía.

-¡Demasiado excitante para ser cierto! ¿Cuántos años tenés? ¿Benicio? –Su curiosidad era una mezcla de picardía, y ahora no de la sana, sino de la siniestra, de esa que va a hacerme volver al infierno por abusarme de la pequeña menor que se me estaba auto entregando.

-No es algo que pueda llegar a importarte. –Me encorvé totalmente por el nerviosismo.

-Claro que me importa, sino no te lo preguntaría. No puedo llegar a darte más de treinta años…

-Treinta y cinco para ser más exactos. ¿Ya está? ¿Sos feliz? Te lo dije, ahora me siento un pedófilo.

Ella estalló en risas, y se puso extremadamente colorada, su sonrisa era tan amplia, tan luminosa, que hacía que yo olvide en que planeta vivía, daba igual estar en Marte privándome del aire, o acá en la Tierra. Si me trasladaban a Neptuno no me iba a enterar.
Este era el momento entre ella y yo, esos momentos que no se olvidan, esos momentos cargados con colores, y aromas. Pero continuó hablando.

-¿Pedófilo? ¿Es que eso no se aplica habiendo tenido ya relaciones? – preguntó ¿Acaso esta pequeña dama no iba a controlarse jamás? Era extremadamente vigorosa su pregunta. Y si tuviese la pigmentación necesaria en mi cuerpo, mis mejillas hubiesen estallado en llamas.

-Creo que la conversación se nos va de tema. Al igual que la reunión. –Le hice recordar para que estábamos reunidos en el bar. Resaltando la última palabra. Es que yo no tenía inconvenientes de pasar al postre, irónicamente, pero no iba a ser capaz de controlar mi sed estando con ella al lado por mucho más tiempo, y eso me torturaba.

-Y yo creo que tu actitud acartonada no va a llevarte a ningún lado, así que hay lugares que me gustaría mostrarte. –Sonrió ampliamente, parecía que la muchacha me estaba leyendo la mente, porque en cuanto amplió sus labios, yo caí totalmente a sus pies.
-Y creo que… ¿Cómo se dice? –Es verdad cuando dije que caí a sus pies. No podía coordinar. Entonces intenté seguir mi frase. –No sabes mucho sobre historia, pero si de Geografía, ¿O me equivoco?

-Conozco mucho la ciudad, y me parece que te hace falta airearte. Tenes un aspecto muy solitario del que me gustaría que te alejes, ja ja. –Seguía riendo, pero a pequeñas carcajadas ésta vez.

-Entonces vamos de una vez. –Y muy a mi pesar, comenzó la odisea en la cual, aunque ella no fuese conciente de eso, no sabía si iba a resultar sobreviviente.

Amanda me llevó y recorrimos muchos lugares. Yo, que viví en Avellaneda la mayor parte de mi “vida” detesto la capital. Pero estábamos en Barracas para ser más precisos y la plaza en la que nos quedamos era muy vital. Y aunque ya estaba oscureciendo, se sentía en el aire la vida correr.








Pasaron casi dos años de aquel primer encuentro con Amanda, y muchas cosas habían cambiado.
Primero en principal, Amanda me pertenecía de alguna manera. Después de varios meses de nuestra segunda salida ella me confesó que tenía una atracción que no entendía por mí, y me pidió ayuda, porque se sentía completamente obsesionada, y tuvo miedo de que eso sea una enfermedad dependiente. Recuerdo como si hubiese pasado hace instantes el momento en el que me miró a los ojos y de sus labios se reproducía la confesión más hermosa que había escuchado en tantos años. Su rostro se embelleció aun más al escucharme decir que desde el momento en que la vi, mis sentimientos habían sido tan fuertes como los de ella, aunque yo sabía por dentro que lo eran mucho más.
En segundo lugar, descubrí con el pasar de los meses hasta llegar a estos mismos momentos, que mi amor se incrementaba cada día más, a tal punto de no poder dormir ni siquiera un minuto por noche, tan sólo de imaginar en mi mente su rostro.
En tercer lugar, nadie sospechó absolutamente nada sobre lo nuestro. Y por último, y como toque final: no sabía que su novio era un vampiro.

Por supuesto que mis idas y vueltas fueron para hacerme una estatuilla de honor, no era fácil contenerme con Amanda al lado, el olor de su sangre hacía enloquecerme y al principio hasta me daba dolor de cabeza. Pero pude controlarme durante todo este tiempo, y aunque no fue fácil, me siento orgulloso de mi mismo, y de ella por no presionarme. Debía de parecerle algo extraño que un hombre que vive sólo en una hermosa casa y con un notable buen pasar, no haya aprovechado de esa bella mujer que tenía al lado. Pero me era imposible tocarle un pelo sin terminar corriéndola a un lado antes de matarla.
Mis deseos de beber su sangre, ya no era un hecho de neta gula, ahora había amor. Eran deseos de probar del cuerpo en dónde vivía la persona que amaba con todas las fuerzas.

Pero no todo era de lo mejor en torno a nosotros dos. Desde hacia un tiempo bastante largo, considerando que hacía casi dos años éramos formalmente novios ante nuestros ojos, jamás pude saber nada sobre su familia, hasta el día que llegó a mi casa y todas nuestras verdades salieron a la luz.

Yo estaba cambiando de canales, logrando no encontrar absolutamente nada de mi interés cuando el timbre sonó sin pausa. Me esfumé de un lugar al otro en menos de un segundo, abrí la puerta, y encontré a Amanda llorando desconsoladamente.
No hay, no puede haber, no tiene que tener posibilidades en el mundo para que exista una persona que haga llorar a mí Amanda, no hay cosa en esta vida que yo pueda odiar con todo mi ser, más que al motivo que haga llorar a quien amo. No esta admitido en mi mundo, que alguien la haga sufrir y pueda llegar a salir con vida. La tomé en brazos lo más fuerte que pude, o lo más que me permitían mis fuerzas anuladas, antes que la convierta en un montón de carne deshecha debido a la presión de mis brazos, e intenté que ella me diga algo que sea coherente. Porque desde el momento en el que abrí la puerta, no logré escuchar palabras que tengan sentido.
Entre un montón de desencadenadas lagrimas le exigí que me de una explicación, le pedí a los gritos que me diga quién o qué había causado esta escena, y ella empezó a tranquilizarse luego que me observó tan violento.

-Es algo… muy… delicado. –Su voz se entrecortaba debido al llanto ahogado.

-¿Qué es lo complicado, Amanda? Por favor, ¡Hace quince minutos que no se quien te hizo algo! –No me dí cuenta, pero le grité.

-No te enojes conmigo, por favor. Pero te juro que no aguanto más, no tengo dónde ir. –Comenzó a llorar, más y más.

-¿Enojarme? ¿Por qué tendría que enojarme con vos? Yo te amo, no podría enojarme. Pero jamás vuelvas a decir que no tenés donde ir, mi corazón es tu casa, acá y ahora.

-No, es que… es… mucho… demasiado complicado. No puedo más amor, no puedo más. –Ella miraba al suelo, como escondiéndose. Y antes que yo pudiese acotar algo más, largó toda la información. –Yo sí tengo familia. Vivo con mi mamá y su nueva pareja cerca del colegio. Mi papá falleció incluso antes de que yo logre conocerlo. –Hizo una pausa y rió levemente agregando – ¡Me parece tan gracioso! Parece que estoy contando la típica historia de la chica frustrada y rebelde. Pero, no soporto más los maltratos, no los soporto.

-¿Maltratos? ¡Amanda por favor, como vas a ocultarme algo así! ¿Quién se atreve a vivir después de ponerte una mano encima? –Mi cara se trasformó y desfiguró por la ira de tal manera que los ojos de Amanda estaban aterrorizados, más por la reacción que yo tuviese a partir de ahora, que por la de su o sus atacantes.

-Es… la pareja de mi mamá, ella no lo sabe, y yo me quedo callada… no puedo, estoy amenazada. –Siguió llorando, y se sonrojó.

-¿Amenazada? ¡Me lo contas ahora tan fácil! ¿Amenazada? ¡No puedo creerlo Amanda, enserio no puedo creerlo! –Estaba totalmente violento, y me asusté de perder el control. Ella era mí Amanda y nadie podía hacerle daño, nadie.

-Es muy difícil para mi Benicio, ¿Por qué no sos vos el que puede entenderme? Esto me da mucha vergüenza. –Suspiro con dificultad y luego sus ojos se clavaron frente a los míos para completar la frase diciendo -¡En cambio, para mi vos sos un completo desconocido, y eso no parece avergonzarte!

-Por favor, ¿Qué estas insinuando? Yo no te oculto nada, nada sustancial. –Mentí descaradamente y sentía como el semblante se me caía a pedazos.

-¿Nada? ¿Muy seguro que nada? Nunca me hablas de tu pasado, o de tu familia, vivís acá solo como un huérfano, ni un hermano, ni padres, sólo se que trabajas en la misma escuela que yo estudio, por todo el resto sos como un fugitivo para mí. –No podía enojarme con ella por ser sincera, y pese a su sinceridad noté como la ultima frase le costó exponerla a la luz, ella no sentía que yo fuese un desconocido. Lo noté en sus ojos. Nosotros nos amábamos, y nada cambiaba las cosas.

-Amy… hay cosas… hay cosas de las que uno no quiere ser conciente, y prefiere no pensar… hay cosas más complicadas en las que vos no pensas, inclusive imaginas. –Me trabé, pero continué. - ¿Acaso no estabas muy avergonzada y me ocultaste durante casi dos años tu extraña relación con tu mamá? … y… ¿Su pareja? ¡Por dios Amanda, todavía no entiendo como me estoy controlando de no ir a romperle la cara! ¡Voy a matarlo, te lo juro, no va a vivir después de esto! –Grité tanto que no me di cuenta la cara de espanto que estaba formulando ella ante mi violenta reacción.

-¡No vamos a desviar el tema! ¡Ya no más por favor! Benicio, necesito con todas las fuerzas que le quedan a este corazón que me digas ahora mismo quien sos. Qué es lo que te pasa por la cabeza, si sos un asesino serial, decimelo, ¡Pero ya! ¡Estoy muy triste, y te dije de una vez que es lo que me pasa, y de dónde vengo, es tu turno, te lo pido, bien!… -Su tono fue triste, pero severo, ella quería respuestas ante tantos enigmas.

-Amanda, por favor no hay nada que ocultar… Hay cosas que nunca vas a poder entender, y prefiero obviarlas. Respecto a lo de tu… padrastro ¡Que ira que tengo! ¡Voy a ir ahora mismo, y va a suplicar que deje de hacerle daño! –No me di cuenta de lo atroz que eran mis palabras al oído humano, más allá de que el hombre en cuestión le pegara a ella, Amanda jamás iba a permitir que yo sea violento con él.
-¡Ves! ¡A esto me refiero! ¿Qué es lo que te pasa? No puedo entender tus actitudes, no soportas que nadie me ponga un dedo encima, pero en vez de arreglarlo como una persona normal, te la pasas usando términos como “lo voy a matar” –Sus ojos se dilataron.

-¡Por favor! Él es violento con vos, sin embargo no podes aguantar y casi no permitís que yo use esos términos. No te entiendo.

Pero entonces, todo era demasiado difícil, imaginar la situación, imaginar a ese hombre desconocido levantarle la mano a mí Amanda, hizo que yo perdiera el control, la ponzoña que corría por mis venas bombeaba como sangre caliente queriendo derrapar en cualquier orificio. Mi cabeza se transformó en un nudo de secuencias y palabras, que me impedían reconocer quien estaba a mi alrededor, sólo sabía que ella no podía verme así, y que debía recobrar la compostura, pero me fue imposible, era demasiado tarde cuando me encontré con lagrimas de una especie de sangre sobre mis manos, y la mirada de Amanda fue la mirada de la chica que se encuentra en una película de terror y que sobrevive de todas las calamidades inimaginables. La ira se apoderó, de forma total, y comencé a destruir todo lo que se cruzaba, mis ojos no paraban de derramar sangre manchando mi ropa, y todo lo que se interponía ante mí. Caminaba a velocidad vampiro, casi invisible a los ojos de los humanos, a menos que ese humano te vea quieto, y de repente desaparecer hasta otro punto del lugar.
Así que de esa forma lo vio Amanda, ella lo vio todo, y aun yo sabiendo ese detalle, no podía frenarme. Si no iba a poder darle ni una buena paliza al hombre que lastimó a mi chica, tendría que desquitarme de esta forma, sintiéndome de manera tan impotente.
Pero cuando pude detenerme y ver a mí paso toda la sala de estar hecha trizas, limpié los restos de ponzoña disfrazada de sangre que caían de mis ojos para poder dar explicación. Resulta ser que los vampiros en momentos de ira incontrolable, o mucha sed, nuestro cuerpo comienza a generar una especie de “sangre” digamos que la última reserva de sangre ingerida, al estarse consumiendo tiene que salir por alguna parte. Es el sobrante que el cuerpo vampiro no necesita. En cambio, si nos alimentamos rápidamente, ese “sobrante” deja de ser un “sobrante” para mezclarse con nuestro nuevo alimento, y regenerarse, para brindarnos vitalidad. Como para sintetizar: Sí, es común que un vampiro sangre por oídos, boca u ojos cuando estamos hambrientos, es por eso que no podemos estar mucho tiempo sin alimentarnos, e indefectiblemente no podemos evitar hacerlo. Y por supuesto que la ira extrema nos hace gastar tantas energías, que es casi imposible no necesitar ir corriendo en busca de comida.
Pero ahora esa no era mi preocupación. Mi preocupación era el amor de mi vida, que se encontraba hecha un bollo en el piso, mirándome atónita. Cuando caí en la definitiva cuenta de que había cometido un error, me encontraba yéndome en sangre. Y entonces comencé:

-¡Soy un monstruo!

-¡Por el amor de dios! ¡Estoy soñando! ¡Quiero despertar! –Ella lloraba a gritos.
-Amanda… por favor, tenes que entender, es el momento… pero es, es vital que… es vital que sólo te calles la boca. –Mi voz había bajado su tono, y con los puños de mi camisa blanca, que ya no estaba blanca, limpie más restos de sangre y ponzoña de mi rostro.

-¡No entiendo absolutamente nada, Benicio, no entiendo nada! –Su llanto partía mi corazón, y me sentía el ser más demente que existía.

-Por favor, necesito que me prometas que el secreto va a estar en buenas manos. Después puedo desaparecer por siempre, lo juro. –El “por siempre” rompía mi alma, si es que tenía una, pero era el favor máximo que podía prometerle, después de ser ayudante de que su vida fuese una catástrofe.

-¡Es que ese es el problema Benicio! No te das cuenta… no te das cuenta de lo enferma que me siento. Mi novio parece ser que no es quien dice ser, no encuentro explicación de lo que podés llegar a explicar después de haberte visto convertido en un fenómeno de circo, y aun así no hay algo que me haga tener ganas de alejarme. –Su voz era la melodía más triste que escuché en casi noventa años como vampiro, y en mis treinta y cinco años de humanidad, no me había tocado nada más decadente que una situación de estas. Ni siquiera la que me había llevado al suicidio. Así que caí de cuclillas a su lado, cuando ella se alejó asustada.

-Te suplico que no te alejes así de mí, me duele. –Le expliqué.

-La sangre… me da… impresión. –Sus palabras nacían de su boca con duda.

-Perdón, mi dieta personal y diaria suele ser así. –Oculté mi rostro en la sombra más profunda del living, para evitar la vergüenza.

-¿Qué? ¡Estas cargándome! –Su cara se enturbió, pero aun así ella no era muy buena para disimular, y esbozó una leve sonrisa, supuse que producto de la confusión, y a su vez, debía de parecerle una broma de mi parte.

-No, no estoy tomándote el pelo. Soy Benicio di Franco, viví treinta y cinco primaveras como humano, pasé por el Infierno después de suicidarme, y desde hace noventa años que soy un vampiro inmortal, y no hay nada en este mundo o en mi completa existencia que se asemeje al cielo de manera más acertada, que pasando el tiempo a tu lado. Yo siento a tu lado, yo no existo si no te tengo. No voy a necesitar vivir, si eso es lo que estoy haciendo, a menos que sea por siempre y para siempre con vos. –Le dije, y tiré a la borda años sellados por el secreto del que dependía mi inmortalidad. Pero en algo tenía razón, si ese don no me servía para estar con la mujer que amo por el resto de mis días, no lo quería.

2 comentarios:

  1. WOUUUUUUUUUU eta hermoso me necanta con leves detalles jajaja pero excelente :D

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  2. uff´ hermoso jajaja me encanta tienes una buena narrativa, sin duda alguna, seria fantástico que pudieras publicar los libros seria mas fácil de leer.

    by:momilizanievecullen

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