jueves, 20 de mayo de 2010

Novela: Despertar en el Infierno. Capitulo 16: "Próxima estación: paso en falso saltando al vacío".




Pensé que tendríamos que hacer algo humano. Pero supuse que si expresaba mi idea ante Benicio, se iba a reír, o bien, iba a poner mala cara. Así que decidí callarme la boca, algo que no era común en mí.
No se que pensar, él no habla si yo no le hablo, y hasta a veces me encuentro, cuando lo miro, que él ya me estaba mirando desde antes. Es demasiado raro, nuestra relación es rara.

-¿Qué tal si te juego una carrera? –Le pregunté.

-Voy a ganarte. –Me contestó de una manera fría y calculadora, pero no dejó de ser amable.

-No lo creo. –Le mostré mis dientes.

-Podríamos llegar en 3 minutos a Palermo… -Dudó, me examinó rápidamente y agregó. –Pero preferiría que seamos normales una noche.

-¿Ya estas cansado de ser un simple vampiro? –Mi voz se iba apagando.

-Quiero recordar lo que es… ser una persona… normal. –Hizo una media sonrisa que me conmovió. Tomé de su brazo que tenía metido en el bolsillo del pantalón, y sentí como se enderezó tomando una postura rígida. Empezaba a entender que era un caparazón que se ponía muy a menudo, cuando lo tomaba desprevenido.

-¿Pedimos un taxi?

-Sí. –Y fue su ante última palabra, la ante última fue “Hasta el planetario, por favor” y como frase final agrego “¿Cuánto es?, gracias”

El viaje en taxi fue de lo más extraño. El tachero no paraba de echarnos miradas incrédulas. ¿Yo era demasiado anormal? ¿Benicio lo era? ¿Tanto llamábamos la atención? Empujé con un pie, la pierna de mi vampiro protector, pero éste ni se inmutó. Me miró fulminante y siguió callado. El taxista seguía mirándonos detrás. ¿Habrá sido por lo separados que íbamos en la parte trasera del auto? Por ser que subimos juntos, íbamos bastante separados, y sin hablar. A mí me hubiese llamado bastante la atención. ¿Por qué Benicio se mostraba tan distante?
Yo no soportaba más esto. ¿Iba a ser siempre así? Espero que no, porque es intolerable.
Era de noche, yo estaba fascinada, a pesar del pequeño detalle de distancia que mantuve con él. Así que me dediqué la mayor parte del viaje en mirar el gran paisaje que me brindaba la capital. Estábamos llegando al Planetario, tal y como lo recordaba. De noche toda la parte de arriba en la estructura del mismo, seguía exactamente igual que hace diez años atrás. De noche las luces brillaban, y ésta, parecía una noche prometedora.
Fue entonces cuando llegamos, y bajamos del taxi los dos, a diferencia del viaje, uno muy pegado al lado del otro. ¿Hacia cuanto que Benicio no salía a dar un paseo, que implique algo más que beber la sangre de sus víctimas? No quería ni preguntarlo.
Caminamos un poco más hacia el centro, y al parecer estaban tocando bandas. Era un ambiente jovial, y muchas parejas disfrutaban de la hermosa noche que estaba haciendo. Alrededor de un mini anfiteatro que se había armado con mucho detalle, sonaba una banda, al parecer Indie, o al menos hace diez años atrás este estilo se llamaba así. Con guitarras sin distorsión, estaban interpretando “Just Like Heaven” de The Cure, al parecer esta banda, una de mis preferidas, jamás iba a pasar de moda. Benicio parecía conocerla de principio a fin, ya que me susurró hablando una estrofa al oído mientras tomaba de mi mano bien fuerte

“I opened up my eyes
And found myself alone
Alone
Alone above a raging sea
That stole the only girl I loved
And drowned her deep inside of me”

*Abrí mis ojos
Y me encontré solo
Solo
Solo sobre un mar de rabia
Que se robó a la única chica que amé
Y que la ahogó profundamente dentro de mí*

Sorprendida por su muestra de afecto, mis ojos se abrieron como platos, observando su rostro, al mismo tiempo que lo corrió de mi visión y separo sus manos de las mías.

-¿Te trae recuerdos? –Pude preguntar en un hilo de voz.

-Demasiados, en grandes cantidades. –Contestó automáticamente, con voz sombría, que dejaba entrever un pasado de dolor, un dolor muy grande, algo que no le permitía sonreír con facilidad, y que inundaba de rabia, a la vez, su enorme y hermosa mirada.

-Es una de mis canciones favoritas. –Fue lo único que se me ocurrió decirle en ese momento, y no mentí. De alguna manera a mi también me traía recuerdos, aunque no lograba ubicarlos en una línea en el tiempo.

-No tiene importancia. –Y me miró finamente. -¿Qué tal si nos sentamos cerca del lago?

Y nos apartamos entre la gente, al costado del pequeño lago, que quedaba enfrente del escenario en donde tocaba la banda, bastante lejos como para escucharla.
Se sentó cruzando sus piernas, tenía una habilidad sobrehumana –demás está decirlo- para salpicar con buen gusto el lugar donde se situara. Y comencé a examinarlo mejor. Por supuesto que, no encontré palabras. Ninguna palabra para describir lo asombrada que estaba. Yo era una vampiresa, no podía dejar ganar su glamour de ésta forma, se suponía que sus victimas se encontrarían automáticamente, de alguna forma, atraídas por él. Por su belleza sobrenatural. Pero no yo, yo, de ninguna manera.
Él me miraba, y esta vez, no trataba de ocultarlo, me miraba diferente, me miraba como quien mira una posesión, me miraba con fuerza, tanta que me hizo sonrojar, cosa que me era imposibleDios mío, estoy muerta, no puedo ni siquiera sonrojarme, pero lo estoy sintiendo, pensé. Y aunque estábamos bastante alejados el uno del otro, sentía una densa nube de atracción en esa distancia que se proyectaba por nuestros cuerpos. 

La noche transcurrió sin más, a las doce habría fuegos artificiales, y luego se concentraría la gran lucha de almohadas. Que divertido, salvo porque ninguno de los dos trajo almohadas. En fin. Nos acercamos al escenario, sólo porque yo me levanté, ya que si era por Benicio, todavía hubiésemos estado, inclusive hasta que los fuegos artificiales y la guerra de almohadas hayan pasado, sentados a un lado. Tomé de su mano y estiré hacia mí, para que entendiera que quería ir hacia delante. 
Se levantó haciendo una mueca torcida con su rostro, ladeo la cabeza de un lado hacia el otro, y comenzó a seguirme. Pero empecé a enojarme demasiado. ¡Todas las chicas estaban mirándolo! ¿Acaso nadie había traído pareja, que tenían que mirar la mía? ¡Que modales, eh! Estaba fastidiándome a pasos agigantados, hasta que mi garganta empezó a arder de las ganas de arrancarles el cuello que tenía, pero, tendría entonces, que vérmelas con la mayor parte de mujeres que se encontraban observando a mi hombre. Bueno, en sentido figurado, él no era nada mío. O al menos no tanto como yo quería. ¿Yo quería? Traté de apartarme ese pensamiento, y seguí. Traté de no mirar, para que no se despierte en mí una furia asesina, pero de repente una chica se le abalanzó a Benicio antes que él pudiese reaccionar. Incluso antes que pueda hacerse a un lado, cosa que me parecía de lo más extraño teniendo en cuenta nuestros reflejos. Al final de cuentas ¡Benicio era un pervertido al que todo le venía bien! Él seguía sin correr a un lado a esta chica, y hasta pareció confortarle el hecho que ella lo abrazara. Su único gesto fue de incredulidad, y esbozó una pequeña sonrisa, me miró con cara de confusión. Sin embargo, seguía ahí. 
La chica lo tomo por su cintura, y un tanto alcoholizada, por lo que llegué a percibir en mi estado de furia, se seguía quedando a su lado. Mis ojos se dilataron, pero no de placer, sino de enojo extremo, estaba realmente enojada. La desconocida, estaba rodeada por tres amigas más que se reían y tenían una botella de alcohol en las manos. Ahora entendía por completo su actitud, sin embargo, continuaba sin aceptarlo. Pero algo la hizo desconcertarse de repente, y no fue precisamente la belleza de Benicio, sino su frialdad. Cuando la chica logró tomar su cara con las dos manos, saltó un gemido indescriptible, más cercano al espanto y al miedo que otra cosa, y se aparto de él, mirándolo fijamente. La cara de esta muchacha estaba incontrolable, fuera de sí. Y mi mente captó un leve pensamiento, que no sabía que podía leer, dado a mi falta de contacto con humanos, fue algo así -Como si estuviese muerto-
¿Quién lo había dicho, quién lo estaba pensando? Fue demasiado raro, entre mi confusión logré acercarme a Benicio, que estaba duro como una piedra, con el gesto un tanto preocupado, pero no por eso menos serio. 

-Vas a venir conmigo. –Le dijo él a la chica, que le devolvió una mirada afirmativa y poseída, ¿acaso él estaba usando su poder mental? –Ahora. –Afirmó fuertemente.

-¿A dónde? –Exigí saber. 

-Amanda, vuelvo en un segundo. –Me contestó. ¿A dónde iban? ¿Qué iba a hacer? 

-Voy con vos. –Prácticamente le grité. 

-No. –Y se alejó de mí. Junto con esta desconocida.
Las amigas de la misma me miraban con tono triunfal. De ves en cuando en el transcurso que estuvieron ausentes pasaban a mi lado y me empujaban. Ellas deberían creer que mi acompañante me había dejado por su amiga, y parecían disfrutarlo demasiado. ¡Pobres idiotas! Si estuviesen enteradas con que clase de persona se fue su amiga, o con que facilidad les pegaría un buen empujón para lanzarlas al otro lado del país, seguramente dejarían de subestimarme tanto, o de burlarse de mí. Si supieran que en menos de treinta segundos podría desgarrar sus carnes, alimentándome de ellas, oh si, seguramente dejarían de molestarme. Pero me quería portar bien, tal y como lo hacia Benicio. Así que me fui hasta el costado del lago, para esperar que vuelva de valla-uno-a-saber-donde. Estaba fastidiándome este pequeño incidente. Pero, no me fastidié menos, después. Cuando llegué al costado del lago, se me acercaron dos hombres. De gran estatura, castaños, tez blanca, no como la mía pero un blanco normal de gente viva, y unos anchos hombros. Traté de ignorarlos, miré hacia otro lado, bajé más mi vestido que se estaba subiendo, pero ellos seguían ahí. Mirándome. Por un momento, sentí miedo. De que ellos sepan lo que soy, de que se hayan dado cuenta. Pero eso era algo totalmente imposible. No estábamos en la época de la inquisición, era una era moderna, en la que cosas como vampiros eran estupideces para adolescentes, quienes deseaban la inmortalidad, y que las amen por los siglos de los siglos. Sin embargo, no obstante, yo era real. Estaba parada enfrente de estos dos muchachos, y era totalmente peligrosa… para ellos. Mi garganta comenzó a estremecerse tan solo de sentir su aroma. El aroma de su sangre. Lamentablemente, a pesar del atractivo obvio que estos dos hombres tenían, para mí, seguían siendo dos bolsas de sangre a punto de ser devoradas. Era lamentable pensar de esa forma, pero yo tenía hambre. Al parecer la comida que ingerí antes de salir de casa no fue la suficiente, y jamás había salido de caza sola, al contrario, lo hice una sola vez y fue acompañada de Benicio. 
Miré a los ojos a uno de los hombres, y de inmediato reaccionó.

-Vamos. –Me dijo. Ya estaba cansándome que me den ordenes. Así que lo miré con incredulidad y me enervé. La gente mandona no me gustaba. 

-De ninguna manera, además estoy esperando a mí… novio. –Temblé con la última palabra.

-Nosotros tenemos la formula exacta para que te diviertas más, con los dos. –Me guiñó el ojo, y a pesar que reconfirmé que verdaderamente eran atractivos, no me interesaron. Generalmente nunca me interesaron los hombres que se creían mucho por estar en grupo. Así que me conformé con responderles simplemente de manera breve, pero contundente.

-No creo que puedan darme lo que quiero, de todos modos. Así que váyanse, no pierdan el tiempo conmigo. –Volví a mirar al segundo fijamente, y empezaron a reírse. 

-Bueno, entonces una pequeña y grata compañía no tiene porque molestarte. –Me investigó con la mirada. -¿O sí? –Y se echaron a reír en conjunto. Que seres fastidiosos y estupidos, pensé por mis adentros. 

-De ninguna manera. –Les dije a los dos a la vez. Estaba mintiendo, pero que más me da. –Al que no creo que le agrade demasiado es a mi novio. –Volví a repetir la última palabra con un temblor, y casi dudando.

-¿Será celoso, tu… novio? –Refiriéndose a éste con algo de sarcasmo, preguntó el primero y completo su frase –Porque nosotros estaríamos dispuestos a compartirte. –Y volvieron a reírse de manera estupida. Al fin y al cavo, su belleza exterior quedaba plenamente tapada con su idiotez. Entonces, se me sentó uno a cada lado, apretándome.

-Aléjense los dos. –Gruñí.

-¿La única difícil de la fiesta? ¡No lo creo! –Dijo el más alto, sarcásticamente otra vez.

-Créanlo. Fuera. –Me encontré sorprendida de volver a gruñirles de ésa forma. Y uno me apretó contra él con fuerza, de manera inútil. Por más fuerza que juntaran entre los dos, inclusive entre varios hombres, yo podría apartarlos con un movimiento de mis manos. Y eso fue lo que hice, aunque, obviamente, de manera leve. Entonces, persistente, uno de ellos se acercó nuevamente.

-Estas muy fría. Podríamos emplear el famoso método de estufa humana. ¿O no? -Le preguntó a su amigo, que se encontraba enfrente mío con mirada escéptica. Sin duda alguna sería porque aun, seguiría preguntándose como fue que logré apartarlos de manera tan práctica de mi lado. 

-¡Fuera! –Y me paré alejándome lo más que pude de los dos. Pero eran las criaturas más insistentes que había conocido jamás. Por suerte, al menos para mí, aunque si lo pensaba mejor, para ellos de igual o mayor manera, ya que evitarían ser mutilados por una depredadora hambrienta, apareció Benicio, poniéndose delante de mí, mostrándose más enojado que nunca, aparto con las dos manos a uno de los hombres, y luego al que quedó atónito mirando.

-Váyanse ya mismo, ¿no escucharon a la chica? –Sus cejas se fruncieron ante la furia, no recuerdo haber sentido nunca antes en mi vida un enojo tal. Parecía que iba a salirse de orbita, produciendo una catástrofe mundial. Pero no tuvo que decir más, porque en cuanto pronuncio sus palabras, ejerció con mis dos pequeños no-gratos compañeros, el control mental, que hacia posible solucionarnos algunos problemas debes en cuando. 

-¿Así funciona todo al fin de cuentas? –Quise saber, la situación me había puesto los nervios de puntas.

-Sí. –No dijo más. Su rostro seguía inundado por la ira. 

-¿Y yo que culpa tengo?

-Ser… tener… -No lograba completar las frases jamás, y escondía su mirada entre las sombras de la noche, la Luna estaba haciendo un efecto por demás atractivo sobre su rostro pálido.

-¿Puedo ayudarte a completar tu frase? –Pregunté de manera burlona.

-Ser tan sexy. Tener puesto un vestido tan corto. ¿Feliz? –Y se dio vuelta, para hacerse el distraído. Por supuesto que su confesión me había hecho soltar una risita estupida que no controlé. Pero sentía mucha vergüenza –ahora si lograba sentirla- así que cambie el tema, al tema central.

-¿Quién era esa? –Volví a acordarme de la chica que trató de seducir a mí… a mi amigo. 

-Nadie importante. -¿Toda la vida iba a responderme de manera tajante, o simple? Mis preguntas respecto a él jamás tienen respuestas.

-¿Quién era esa? –No pensaba dar el brazo a torcer.

-No vas a parar hasta que… -Y le puse una cara con una obvia respuesta, por lo que completó con el ceño fruncido:- La verdad es que no tengo ni idea… sólo percibí sus pensamientos, una loca fanática del Sanatismo, la sangre, los zombies… y obviamente los vampiros. Me tocó y automáticamente pensó que era uno, por mi apariencia y mi temperatura corporal. 

-¿Es eso posible? No creo que hubiésemos corrido ningún riesgo… -Finalicé.

-Prefiero evitar problemas. Y no, no creo que hubiésemos corrido ningún riesgo, pero es la costumbre. –Y fue su última palabra.

Entre miradas, sutiles, y otras no tanto, seguí pensando en algo obvio, yo era, según él, sexy. No voy a mentir, pero la atracción física que siento por Benicio, es hoy por hoy, muy fuerte. Una atracción demasiado fuerte como para controlarla. Pero debía de hacerlo, porque, además de la misteriosa atracción sexual que sentía por él, Benicio me estaba agradando, a cada segundo que pasaba un poco mas. Era raro de creer puesto a que era un ser totalmente fastidioso en algunas ocasiones. Bueno, en sí no era fastidioso, ya que para lo serio y formal que era, la palabra fastidiosa quedaba grande. Entonces, en su defecto, fastidiosa era como me ponía yo cuando estaba cerca de suyo. Pero no porque me cayera mal, sino, porque me llamaba tanto la atención, que terminaba por fastidiarme, ya que, no tenia ni un poco de ganas de enamorarme. No en esta vida, de ninguna manera. 
Pero entre idas y vueltas de mis pensamientos, detrás de nosotros los fuegos artificiales iniciaron su vuelo hacia lo alto. 
Nos acercamos hasta el mini anfiteatro, los rostros de la gente resplandecían entre las luces y Benicio solo me miraba a mí, y yo, estaba completamente enamorada de todo lo que me rodeaba, la gente feliz, disfrutando sus momentos de ocio, muchas parejas enamoradas… Pero yo sola. ¿Por qué todos eran tan felices? ¿Acaso existía la felicidad completa, esa que te hace sentir entera? Soy eterna, y me considero solo un punto en esta existencia. Mi mirada empezó a entristecerse, lo sentí cuando él me miraba a los ojos. Estaba empezando a divertirse hasta que vio que mi semblante cambió de un momento a otro automáticamente. Pero no pude evitar disfrazar la angustia que sentía muy dentro mío, no había manera de apagar mi computadora mental, ni de resetearme y que todo empiece de nuevo, mucho menos de apagar ese dolor, no… no había manera de hacerlo, ojala tuviese un interruptor que me permitiese simplemente apagarme. Uno que me haga poner en pausa cuando me empiezo a sentir así, pero cosa tal no existe, jamás va a existir. Al parecer tanto en la vida como en la muerte uno tiene que aprender a pasarla también mal. ¿Acaso eso es justo? No solo que mi vida terminó miserablemente, dejando en el camino un montón de cosas pendientes por hacer, sino que mi muerte iba a ser proporcionalmente igual de miserable al resto. Por un momento, o por varios, me resigne a creer que nací y morí por lo mismo. Por mediocridad, por resignación, por dejar de luchar, por ser tan débil y vulnerable, sin embargo, mi reacción y comportamiento, no eran más que un puñado de cosas que fui, soy y seré por siempre, aunque me cueste. 
Benicio, que imagino, había estado presenciando mi debate espiritual, viendo mi cara cambiar de facciones todo el tiempo, me tomó por la cintura y me corrió con rapidez hacia su costado, para que no caiga al piso de un almohadonazo. Al parecer, mi mente voló a kilómetros de distancia, inclusive los fuegos artificiales habían cesado, y la lucha de almohadas había empezado. Me di vuelta, lo miré fijo, y con un gesto amable le mostré mi agradecimiento. 

-Podríamos correr entre todos ellos –Dijo de una manera divertida, como buscando emoción. –Que nadie se enteraría…. ¿queres…? –Reprimió la diversión que su cara delataba ¡siempre queriendo demostrarse tan fuerte! Y empezó su carrera entre la gente, pero yo quería ver como lo hacía. Era magnifico, sólo se veía una mancha borrosa, que por supuesto, los humanos no verían bajo ningún punto de vista, sus sentidos no eran tan potentes. 

No supe como, ni porque, ni ninguna respuesta entendible a lo que pasó, pero una ola de calor se encaminaba a donde yo estaba. Mi cuerpo era tan frío, que hacia ya bastante que no experimentaba una sensación de calor. Pues ahora si la estaba experimentando. Me quedé inmóvil, y vi como una chica me tomó desprevenida y calló sobre mí. Quedamos las dos sentadas en el piso, ella arriba mío. La miré y le sonreí. Pero un bulto en su panza me hizo enderezar.

-¡Por dios! ¡Estas embarazada! ¿No te hiciste daño? –La miré fijo a la cara, y me puse de cuclillas, acoplando mis ágiles piernas. Al parecer todavía conservaba algo de humanidad, me relajé con ese solo pensamiento. 

-Estoy bien –Me dijo animada, mientras reía. –Simplemente me resbalé.

-¿En el pasto? –Solté una risa bastante burlona e incrédula, pero no había sido mi intención. No me contestó, porque una multitud de gente se caía una encima de la otra y en la masa de personas solo escuché una voz, una voz que podría haber reconocido estando dormida, despierta, a distancia, cerca o… muerta. Era la voz de lo último que vi antes de pasar al otro mundo. Era la voz que me daba apoyo y me retaba, la voz que pasó conmigo los últimos casi seis años de vida. Era él, era Dante. Mis piernas me fallaron, y seguí mirando al piso. El calor, todo lo que sentía en este pútrido cuerpo, era producto de su presencia. Mi cabeza se convirtió en una maraña de pensamientos e imágenes confusas, que provocaron una sed abrasadora, y sentí como mis sentidos se pusieron al límite. No necesitó más para enloquecerme, y presté más atención mientras miraba hacia el suelo.

-Perdón. –Seguía riéndose torpemente, como siempre lo había hecho. Me sentía tan humana mientras hablaba, a pesar de todo el resto. Él me hizo volver a casa, me hizo volver hacia atrás. Recordar lo que no quería, volver a amar algo que no podía amar. -¿Perdón? –Volvió a preguntar. –No te vimos… ¿estas bien? –Y se agachó un poco para verme.
Yo no podía escapar. Tenía que mirarlo. Como mucho, recordaría a su ex novia fallecida en su propia cama… Ahora era solo una sombra de lo que fui, una sombra, por cierto, mejorada y estilizada, pero el parecido casi idéntico de las facciones estaban. Estaban ahí, para torturarlo… y torturarme. Porque si yo tuviese otro rostro, sólo se disculparía por la torpeza y se iría, eso me dañaría, sí, pero podría superarlo. Es mi dolor, mi dolor es mío y lo soporto yo. Pero en cambio, si me reconocía, iba a sufrir, y por tanto, yo también. ¿Nunca nada iba a estar predestinado a terminar bien? 
Levanté la mirada, fulminantemente, a lo mejor si me mostraba enojada, y deformaba mi cara con una torcedura de labios, le sería una mujer totalmente repugnante y se marcharía. Debería de mostrarle mi lado salvaje y malvado, el que todo vampiro tiene, cortar mi humanidad de raíz e irme corriendo lo más rápido que pudiese, a ningún lugar. Pero ni así pude lograr mi objetivo. Dante se puso de todos los colores, y sus ojos mostraban total confusión, parecía estar en una película de muertos vivientes, horrorizado por encontrar la replica –casi exacta- de la mujer que alguna vez amó. Su cara mostró signos de horror de todos los grados conocidos. Y empecé a temblar.

-Perdón. –Le dije, sin saber porque, aunque supongo que fue la culpa.

-No… digo, si. ¡No! Perdón a… nosotros. -¿Nosotros? Diez años le fueron suficientes para volver a emplear el termino –nosotros- Él sin ninguna duda, estaba desconcertado, y su voz tembló a cada sílaba. Pero el –nosotros- me molestó demasiado. Aunque, ¿qué esperaba? Que sea un infeliz toda su vida, ¿recordándome? Por supuesto que no, sin embargo, sentía una punzada en el estomago que me paralizó. Esquivé su mirada y contesté de manera frívola. 

-Esta todo bien. Sin cuidado. 

-Es que… enserio. –Sus palabras carecían de profundidad, y la mujer que se encontraba a su lado, con una panza mediana por el embarazo me miraba confundida, y observaba a Dante actuar de manera tan extraña. –Me llamo Dante. –Dijo, y lo miré fijamente, evitando que mis sentimientos lleven algún tipo reacción a mi rostro, cuando escuché su nombre se me revolvió el estomago. Pero recibí señales de su mente, que estaba siendo leída por la mía de manera inconciente, eran frases sueltas que sólo decían “No puede ser, Dante, ella está muerta, es un error, un horrible error o simplemente No, imposible, no no y mil veces no”. Él estaba confundido, demasiado confundido, pero jamás pensaría que reviví. El mundo no estaba preparado para pensar así. 

-Lindo nombre. –Soné tan estupida. 

-¿Cómo te llamas? –Su mente seguía.- “Ella no es Amanda, no lo es, no lo es. No puede ser. ¿Por qué es tan parecida? ¿Por qué tuve que cruzármela?”

-Me llamo… -No pude terminar la frase, sentí una fuerte mano helada en mis hombros. Benicio había llegado.

-Vamos –Me gritó, manteniendo la calma, con su cara de póker. 

-¡No! –Me salió de adentro. Pero no pude evitarlo, mis palabras salían, sin ser controladas.

-Vámonos ya mismo. ¡Esto no puede ser! ¡Vamos! –Su última palabra fue un rugido, y una orden. 

-¿Cómo te llamas? Por favor…. -¿Por favor, qué? Pensé. 

-Me llamo… -Me interrumpieron.

-¡Te dije que vamos! No seas tan idiota. –Benicio solo me exigía. ¿Qué pasaba? Si anteriormente había mencionado que jamás lo había visto tan furioso con la secuencia de los dos hombres, perdonen, me había equivocado. Ahora si estaba descolocado, y hasta llegué a temer por mi existencia.

-Ella no va a ir a ningún lado si no quiere, ¿qué problema hay? –Exigió saber Dante. -¿Cómo te llamas? –Volvió a preguntar.

-Ella ya mismo se va de acá. Conmigo. –Miró a Dante de una manera que me molestó. Me puse furiosa, pero recordé que no servía de nada, en definitiva era por mi bien, a nadie beneficiaria más que a mí, alejarme cuanto antes.

-¡Cómo te llamas! –Estaba rozando lo desesperado.

-No puedo, perdón. –Miré con tristeza su rostro por última vez, y cuando traté de levantarme, Dante ya estaba parado, se adelantó hacia mí sin importarle ni quien yo supuse que era su mujer, ni preocupándose por mi acompañante, me tomó de la muñeca, apretándola y exigió saber mi nombre nuevamente. 
Pero Benicio ya se había descontrolado, lo único que hacia era soltar gruñidos que hacían asustar hasta al mismísimo Lucifer. 

-¡Nos vamos ya, Amanda! –Había cometido un error, un gravísimo error, el mismo que queríamos evitar. Eran demasiadas evidencias, demasiadas coincidencias. Benicio había pronunciado las seis letras que no debía pronunciar. El nombre prohibido. Él, mi protector, el que jamás dejaría que me hagan nada, me había tirado hacia el vacío. Pero automáticamente supe, que lo había hecho por la rabia, no se había controlado, se llevó una mano hacia su boca, y su cara se envenenó. Se había equivocado, sin dudas. La equivocación que desencadenaría la catástrofe. Y la confusión. 

-¡¿Amanda?! –Preguntó Dante, partiéndose en un grito de dolor. 

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