jueves, 17 de febrero de 2011

Despertar II: ángel sangriento; cap 2 "Ni mis canciones ni dormir van a salvarme."






Andrés estaba totalmente intimidado por su hermano, lo había rastreado y había quedado al descubierto. No es que él esté haciendo algo malo se dijo por dentro, pero la realidad era que obviamente no, Andrés no estaba haciendo nada malo… en teoría. Porque en la práctica era atroz. Estaba negándose a sentir algo fuerte por Amanda, se estaba maldiciendo y dando vueltas alrededor de esa cuestión, y de nada le estaba sirviendo porque sus sentimientos ahí estaban, aflorando a la superficie, en pleno estado de ebullición. Estaba olvidándose del plan original que lo arrastró hacia donde se encontraba, estaba escapando lentamente. De lo que no se daba cuenta era que pretender que algo no sucedía no significaba precisamente que no existiera. Sus sentimientos ahí estaban, mortificándolo segundo a segundo, dañándolo internamente. Porque así se sentía en esos precisos momentos, dañado.
Su corazón no era apto para el amor, él era capaz de lastimar a quien se le cruzara en el camino, y este nuevo sentimiento casi lo ofendía. El daño que estaba sintiendo le rajaba la piel y toda su carne, lo devoraba con tanta pasión hasta prenderlo fuego. Andrés no amaba, sino que odiaba. No construía, por consiguiente hacia todo lo contrario. Así veía él al amor. ¿De que servía tanta pasión entre dos personas, si al fin de cuentas se consumirían hasta las cenizas? A esas cenizas las consideraba menos que desechos, mugre al fin de cuentas, tan valiosa como para terminar decorando un mueble desgastado al que habría que limpiar para que vuelva a brillar. Ese polvo terminaría siendo lustrado para que vuelva a aparecer, producto de otro amor.
Andrés no quería amar, quería jugar. Quería hacerse cenizas lentamente sin sentimientos de por medio más que el de la lujuria. Desecharía el resultado de su acto y se concentraría en buscar una nueva victima. No creía en las cosas para siempre muy a pesar de que él era eterno. Cuando mataba repetía una y otra vez un mismo discurso ensayado de memoria para aplacar la culpa y alguna que otra vez se lo recitaba a sus victimas:

«Podrías haber muerto en un trágico accidente, o de una horrible enfermedad, sufrido por amor, ser lastimada por amor. Engañada, olvidada… así es mucho mejor.»

Claro que así no era mucho mejor dado que él no entendía que no era dueño de la verdad y mucho menos de vidas ajenas, pero… ¿quién podría habérselo hecho entender? ¿Quién iba a retarlo?
Andrés era un depredador, uno de los más crueles en su especie, no se iba a permitir tener sentimientos amorosos con nadie más que con él mismo. Y aun así se encontraba dudando de su control. Estaba parado justo frente a su hermano con los hombros caídos, sintiéndose desprotegido.

Si Amanda estuviese acá… —Se decía en su fuero interno, mordiéndose los labios para evitar que las palabras se le escapen. —Encontraría una manera graciosa de evitar a Benjamín, o sería simplemente grosera y yo podría excusarme de él —. Ese pensamiento lo hizo sonreír como un idiota frente a su hermano, quien rompió el silencio.

—No creo realmente que estés enamorado de esa cosa. —Adjudicó Benjamín a favor de su hermano.

— ¿Qué cosa? —Dijo Andrés con una sonrisa bochornosa, al parecer seguía pensando en Amanda sin darse cuenta o sin querer imaginando como sólo ella podría haber puesto en ridículo a Benjamín—. Oh sí, esa cosa… es… Amanda. —Terminó mirando hacia el auto, ella seguía durmiendo.

—Creo haber dejado muy en claro quién era. Es la única cosa aquí. —El visitante medía las palabras lentamente para observar la reacción de su oponente.

—Es muy tarde ¿qué estas haciendo? —Preguntó Andrés de manera desinteresada, estaba pensando únicamente en llegar y dormir, descansar, quitarse pensamientos inoportunos de encima.

—Nada, ya sabes… daba una vuelta por estos lados, que claro, alejados están de donde en realidad vivo, y como el tiempo me sobra por demás me dije ¿por qué no visitar a mi hermanito menor? él siempre se mete en problemas. —Su voz parecía burlona hasta ese momento, cuando agregó algo más que lo confirmaría por completo—. Y veo que no me equivoqué. Idiota.

—Estoy notando, —añadió Andrés rápidamente, —un dejo de sarcasmo en tus palabras ¿me equivoco?

— ¡Claro que no estas equivocado! No puedo dejarte un segundo que enseguida buscas problemas en que meterte. —Hizo una pausa para tomar aire, la situación se veía dura, y seguían mojándose bajo la lluvia—. Dejando de lado que estamos empapados, que no va a parar de llover, que el regreso a casa será largo, y que necesito urgentes explicaciones que me hagan dejar de considerarte como lo estoy haciendo. —Le gritó mientras ponía un dedito acusador que golpeaba el hombro de Andrés.

— ¿Considerarme? —Le respondió a su acusación.

—Como un estupido campesino. O como un suicida enamorado. —A Benjamín podrían habérsele salido los ojos de orbita, pero continuó—. Puedes elegir tú mismo.

—Lo de campesino me gusta, fue una buena época. —Contestó casi jocoso—. Solo porque no éramos campesinos, claro. —Su hermano chistó con desaprobación, pero éste lo ignoró de forma natural. — ¿Y bien? ¿Vamos a entrar, o prefieres bailar bajo la lluvia? Yo no tengo senos que puedas tocar, te advierto. —Le susurró Andrés al oído, provocándolo entre risitas ahogadas.

—Oh, que lástima, un viaje tan largo sólo para… —Benjamín le había seguido el chiste a su hermano, pero se vio ridículo y se corrigió, —momento, ese no era realmente el punto. —Proliferó entre gruñidos.

Para cuando él contestó, Andrés estaba camino al auto de regreso, tendría que despertar a Amanda de su casi eterna siesta nocturna.

*




Esto no era lo que Benjamín esperaba encontrarse. Definitivamente algo no iba bien respecto de su  hermano.

Ha perdido el juicio. —Repitió hasta el cansancio. Cuando lo vio girarse hacia el auto en busca de Amanda, supuso. No podía creerlo. Observó la situación, pero incluso antes que Andrés llegara a abrir la puerta del auto, Benjamín ya había decidido volver a entrar en la pseudo casa veraniega de la Estancia.
Él había llegado momentos antes, y había empezado a pensar cuales serían los motivos que llevarían a Andrés a decorar un cuarto como si fuese a ser usado por una pareja, y mucho peor, por qué era que uno de los mobiliarios tenía extensas prendas con ropa femenina en su interior las cuales consideró «sexys y provocativas.» En fin, tendría que averiguar que era lo que sucedía y sus pensamientos lo inundaron hasta que oyó el motor del auto de Andrés aproximarse. Estaba preocupado, la última vez que había hablando con él fue en la casa de Benicio, había ido de rastreo hacia la ciudad para encontrarlo, y ni siquiera se atrevió a llamar a la puerta cuando notó que dentro no estaba su hermano y tampoco Amanda. El Vinten Lodge es el único lugar donde sabe que puede encontrarlo, y afirmativamente ahí estaba. No se inquietó hasta que después de casi una hora de haber escuchado estacionar el auto, su hermano no apareciera por esa bendita puerta. Así que tomo al toro por las astas y fue a su búsqueda.
Lo que encontró fue lo que realmente lo perturbó: una mujer en el auto, esto iba a traerles demasiados problemas.

*


Andrés era conciente que su hermano probablemente lo estuviese observando todavía mientras él caminaba hacia su vehiculo para despertar a la mujer y avisarle que habían llegado finalmente. Miró hacia atrás y Benjamín ya no estaba a sus espaldas.

Habrá subido a una de las habitaciones a esperarme. —Pensaba.
Estaba mojado por la lluvia desde la punta del pie hasta su cabeza, si bien la charla con su hermano fue corta, la tormenta no estaba perdonando.
No quiso mojar las butacas del auto, pero tenía que despertarla y llevarla hacia la casa, y así una vez dentro bañarse, cambiarse la ropa y… ver de que manera persuadir a Benjamín para que no haga preguntas. Pero eso era imposible, teniendo en cuenta que el persuasor en esta historia siempre era el mayor de los hermanos.





*

Benicio no sabía por donde empezar. Primero que muchas cosas habían cambiado… para peor. No solo que Amanda sabía toda la verdad, sino que estaba siendo manipulada bajo un detestable truco mental en manos de Andrés. Él conocía sobre trucos mentales, y no precisamente porque los haya usado alguna vez, al menos no en sentidos retorcidos. Había empleado ese tipo de control sobre gente que estaba abierta a encuentros paranormales, es decir, si él creía que estaba en peligro de ser descubierto, o encontraba en la mente de otro ser humano una leve sospecha o fantasía sobre lo antinatural, tendría que actuar y borrar ese pensamiento de raíz, como si jamás hubiese existido. No era tonto y sabía que tenía que protegerse de los humanos, porque para Benicio los seres humanos eran potenciales caminos hacia la destrucción. Ya había experimentado relaciones de esa índole mientras él era uno de ellos, y los resultados no fueron satisfactorios. Debía cuidarse a si mismo, de todos.
El gran problema que tenía era primordial; saber donde Andrés se había llevado a Amanda, necesitaba encontrarlos, no sabía como ni que iba a hacer, pero era lo único que en este momento necesitaba. Quería con todas sus fuerzas poder desgarrarle el cuello a su enemigo, ahora publico. Quería matarlo, enviarlo al Infierno de manera definitiva. Ansiaba sacarlo del camino. Andrés lo ponía violento de una forma que jamás había percibido y pensándolo bien llegó a la conclusión que toda cosa o persona que se interpusiera entre él y el amor de su vida, lo violentaría.
Su segundo dilema, era saber de que manera convencer a Amanda para que vuelva con él en caso de encontrarla. A pesar que jamás había usado los controles mentales para dañar a alguien, sabía muy bien que sí lo había hecho cuando necesitaba entrar a algún lugar restringido o sembrar en la mente de alguna persona que él no había estado en determinado lugar. Pero esos eran temas menores, lo que conocía con seguridad era que una buena manipulación en los pensamientos de otro individuo podían ser letales, tanto para su salud mental como por el hecho que estas cuestiones terminen con un final no tan feliz. Benicio agradeció al cielo, paradójicamente, que Amanda no haya sido una mujer humana, porque de haberlo sido entendía muy bien que Andrés no sólo hubiese manipulado su mente, sino también se hubiese alimentado de ella, y entonces… bueno, precisamente el drama no terminaría nada bien.
El alimentarse de un ser humano al mismo tiempo en que se le controla la mente, obviamente para borrar conocimientos vampiricos, es una práctica mortal. Cualquier persona puede donar medio litro de sangre cada seis meses mientras que una mordida de vampiro extrae casi el doble para al menos aplacar la sed, por ende, teniendo en cuenta que esa actividad se realiza varias veces al día, y si sumamos estas cuentas matemáticas agregándole el control mental que desestabiliza toda mente en mediano funcionamiento… de ese modo entenderían muy bien el termino “practica mortal”.
Estos pensamientos lo descolocaban, ¿cómo iba a hacerla recordar? ¿Cómo iba a traerla de regreso a casa? El glamour de Andrés era muy grande, él sabía controlar una mente, sabía por donde ir, sabía como hacer para no dejar que esta volviese al punto inicial, como quien dice, sabía como destruir y que eso jugase a su favor. Tendría que luchar con él, que seguramente estaría acompañado por su hermano, jamás podría vencerlos.

Nunca voy a poder hacerla volver. —Pensaba, torturándose.
Eso le daba muchas ganas de llorar, pero era un chico duro, nunca lloraba, y pensaba que nunca reía, aunque estaba equivocado. Cuando Amanda estaba a su lado, sonreía. Ella lo hacía sonreír. Alegraba y daba sentido su existencia. Pero ni siquiera su recuerdo podía ponerlo en pie. Debes en cuando pensaba en como pudo pactar con el Diablo y traerla de regreso, aunque ahora estaba viendo los resultados, parecía una historia sin fin. Apenas la encontraba y la volvía a perder, sentía odio contra el mundo, contra todos. El destino se empeñaba en hacerlo sentir solo y miserable, ya no quería más dolor pero parecía que este era su único compañero.
La herida que le había proporcionado Andrés con su estaca improvisada lo había lastimado, pero no le dolía, al menos no ahora. Lo que más lo lastimó fue ver a Amanda tan contenta, contenta al lado de otro. Benicio entendía que era todo producto del control mental, pero también sabía que algo había pasado entre ella y Andrés por ínfimo que sea. También sabía que la mujer en cuestión lo había descubierto entre sueños. Eso no comprendía « ¿Cómo pudo entrar en mis sueños sin años de prácticas?» pensaba sin respuestas. Ni hablar que estaba el pequeño hecho que no sólo la mente de Amanda estaba manipulada, sino que anteriormente ella ya lo detestaba por mentirle.
Benicio no era un hombre de muchas justificaciones, cuando cometía un error o hacía algo mal era el primero en castigarse. Él no se excusaba, si estaba mal lo reconocía y se cambiaba de tema. No era una persona mentirosa, pero los hechos lo llevaron hacia el camino de la mentira sin chance de poder elegir otra manera.

No es que uno vaya comúnmente cantando “Ey, te conozco de la otra vida” —Trató de decirse a si mismo en voz alta para ponerle un poco de pilas a la situación.
A pesar que todos estos puntos eran negativos y le jugaban en contra, había uno en particular que no había pensado hasta ahora,

Dante… un Ángel Caído, increíble. —Murmuró.
Sus pensamientos eran un tanto cínicos, ¿por qué no podía creer en su existencia, si él mismo era algo inverosímil? ¿Acaso no podían existir también los hombres lobo? ¿Las hadas? ¿Los mutantes? ¿Quién se suponía que era, como para que no se le de lugar a otros personajes de fantasía? El mundo es un eterno y gran desconocido en estos momentos, cualquier tipo de cosas podían presentarse ahora mismo con el sólo fin de existir y nadie sería capaz de negarse o al menos dejarlos ser.
Benicio estaba tratando de encontrar algo, una pista. Podría ir a buscar a Dante, y explicarle la situación pero era una completa locura. «Hola como estas, soy un vampiro de cien años que necesita tu ayuda en una guerra casi desatada con el Infierno, y como eres un Ángel pensé que quizás podrías ayudarme» decía, mientras iba subiendo las escaleras en busca de ropa limpia para darse una ducha y pensar. «Sin dejar de lado que tu novia fue novia mía mucho tiempo antes» eso lo hizo reír, y sonrojar, pero continuó con su parodia; «que por cierto, no fui lo suficientemente inteligente como para evitar contarle mi pequeño secreto» apretó los puños del rencor por recordar, «y todo terminó mal, me crucé con unos malvados hermanos vampiros, estupidos, que ahora van a intentar matarte para liberarse de la maldición de ser servidores de Marcus.» Benicio hizo una pausa y agregó «que claro, es el Diablo. ¿Cómo pude olvidar mencionártelo al principio, amigo?» .Y terminó de hablar sarcásticamente para sí mismo como si estuviese loco. Sacudió la cabeza y se refregó los ojos para entrar a su habitación, por un momento se le cruzó entre la maraña de pensamientos que quizá podría estar volviéndose loco, tal vez el estacazo de hacia unas horas lo habían dañado de alguna manera. Se tocó cerca del pecho donde había sido clavada, y notó que había sanado completamente, una ducha tibia lo haría relajarse. Tomó sus prendas y se encerró en el cuarto de baño.


*


Mientras maldecía cosas al estilo el-tapisado-es-jodidamente-el-mejor-de-todos-y-no-quiero-que-se-arruine, Andrés evaluaba la forma de sacarla bajo la tormenta sin que se moje. No es que le importara en absoluto pero por alguna extraña razón cósmica pretendía protegerla… al menos de la lluvia.

Si en definitiva voy a terminar matándola, lo más caballeroso que puedo hacer es que no tome un resfriado, —murmuraba, —al menos que sus últimos días sean con dignidad. —Y empezó a reír.

No, no tenía corazón, ni un atisbo de él se podía asomar, era calculador y malvado, nada podía hacerse al respecto porque como quien dice, era un caso perdido.
Si continuaba con medio cuerpo fuera del auto seguiría mojándose, si se metía dentro lo más probable era que todo se mojara también, y entre las dos opciones prefirió no estar con medio cuerpo afuera haciendo que el agua de todas formas entrara incontrolable, así que trató de acomodarse como pudo para cerrar la puerta del vehiculo.

Bien, esto va a ser una mierda de incomodo… al carajo. —Mientras Amanda estaba sentada y aún dormida en el asiento delantero, Andrés apoyó sus dos manos sobre los costados de los hombros de ella sin hacer contacto físico tocando sólo la cabecera, si bien su cuerpo estaba parado y encorvado sosteniéndose y mantenía una distancia con el cuerpo de Amanda bastante considerable, sus rostros estaban a cinco centímetros de diferencia el uno del otro. Haciendo malabares para no despertarla e irle desabrochando el cinturón de seguridad, los vidrios del auto se empezaban a empañar aún más, él estaba agitado y la situación lo ponía nervioso a montones. En una lucha y un traqueteo con el maldito cinturón logró desprenderlo y el cuerpo de Amanda le dio una descarga con la cual ella se sobresaltó y agarró con fuerza la mano de Andrés. Había abierto los ojos después de su eterna siesta, y quedaron los dos mirándose fijo como si fuesen a comerse.

—Estem…. Yo… nosotros… —Pronunció Andrés de manera entrecortada y continuó—. Esta lloviendo. —Su voz se puso firme, como si ahora un hombre serio y sin nerviosismos lo hubiese poseído.

—Perfecto. Me gusta la lluvia. —Sonrió Amanda de manera natural.

—A mi también —. Dijo él de forma instintiva. —De hecho, es lo que más me gusta.

—Lo único que te gusta, diría yo —, lo corrigió ella, —podría apostar que es muy difícil llamar tu atención.

—Supones bien. —Una pausa filosa los hizo a los dos acercarse peligrosamente, y cuando estaban solo a cinco, cuatro, tres centímetros—, realmente no te equivocas… —dos, uno…

— ¿Ayuda? —Interrumpió Benjamín, del lado de afuera con un paraguas gigantesco en sus manos. Amanda y Andrés lo miraron de inmediato, la mirada de ella no mostraba más que un poco de susto, mientras que la del hermano menor fue una especie de no-me-jodas-me-agarraste, incontrolable.

—Sí, claro. —A pesar que Andrés estaba verdaderamente incomodo, salió del auto de inmediato y empezó a escupir silabas una tras otra—. Yo… estábamos, bueno… llovía y… —Benjamín lo silenció con una mirada.

—Sí claro, entiendo, son cosas que pasan. —Aceptó el último—. Vamos adentro, el fuego de la chimenea está prendido.

*

Amanda no entendía un maldito rayo de nada, no es que le molestara despertarse bajo un sexy hombre con músculos perfectos, una cara magistral y un mentón al estilo hombre-inglés. Lo que le pasaba entonces, era básicamente encontrarse bajo un estado de confusión cerebral más allá de todo. No entendía que le sucedía, y entonces trazó un paralelismo similar al de la resaca. Sí. Eso era maldita sea, ¿tendría resaca? ¿Los vampiros podrían tener resaca por tanto beber… sangre? Iba a tener que preguntárselo a Andrés, pero cuando estén dentro porque su hermano, quien iba al lado de ella sosteniéndole el paraguas de mala gana, portaba una mirada asesina capaz de enviarla al mismísimo Infierno con tan solo un chasquido de dedos.

Yo sola puedo juntarme con tipos así, quien diablos me mand… —interrumpió sus pensamientos, tenía miedo que alguien pudiera oírla. No muy segura del por qué, argumentó en un rincón de su cabeza que tenía que protegerse de alguna forma, y si eso significaba enterrar sus pensamientos hasta el fondo, entonces lo haría. Era como su autodefensa, su fuerte interior.
Miró a los costados en el trayecto de coche-nueva casa, y no paró de sorprenderse, el lugar era muy lindo a pesar que, a juzgar por la oscuridad, se encontraban entrada la madrugada y la lluvia era terrorífica. Le gustaba, pero le estaba dando miedo por alguna razón. Divisó a sus costados un hermoso Río que agitaba sus aguas de forma violenta, el viento le susurraba algo y ella se detuvo para escuchar, fue aminorando el paso conciente que iba a mojarse a pesar del paraguas. No logró escuchar  que era específicamente lo que estaba oyendo pero su sangre se congeló por completo, era aterrador, en realidad el viento no hablaba, pensó como queriendo despertar del ensueño. Sin embargo sintió miedo, sentía como el frío azotaba todo su cuerpo sin piedad y empezó a tiritar, y aún peor: el paraguas se voló.

—Como sea. —Dijo Benjamín no importándole una mierda que ella se mojara.

— ¿Qué caraj…? —Andrés no completó la frase.

—En definitiva ya está mojada. Te recuerdo, estabas sobre ella en el auto. —E hizo un chasquido con su boca, como restándole importancia. —Y estabas mojado.

—Respecto a eso… —Dijo Amanda, la chica en cuestión, pero fue interrumpida por una fuerte mano que apretaba su muñeca, dándole la orden muda de callar… era Andrés.


— ¿Respecto a eso, qué? —La miró el vampiro mayor, fulminándola, casi rozando la provocación.

— ¡Que te vayas a la mierda! ¿Quién te crees que eres? ¡Por el amor de Dios! ¡Nada! Esos es lo que eres para mí. —Gritaba Amy, sacada por la ira, Andrés a su lado estaba tieso, sin poder creer lo que estaba escuchando de la boca de una dama, y no era eso lo que lo asombraba, era exclusivamente, en cambio, la forma en que trataba a un vampiro mayor como lo era él. Andrés no concebía en el mundo, ni pensaba que hubiese alguien dispuesto a retar a su hermano de esa forma. Sabía que ella era insufrible y que por todo se enojaba o hacia berrinches, como quien dice, una malcriada, pero de ahí a levantar la voz ante su hermano… era demasiado.

—Niños—. Fue todo lo que dijo el mayor, quien hizo un ademán con su mano como restando importancia de manera agresiva.

Andrés no objetó nada más, pero miró de reojo a su acompañante femenina y no pudo evitar sonreír. Él deseaba encerrarse en el baño y empezar a las carcajadas, claro que siempre le tuvo respeto a su hermano, y odiaba cuando alguien se lo faltaba como en el caso de Amanda, pero… él había sido descortés, se había cansado de sostener el jodido paraguas y entonces dio por hecho que la idea de dejarlo volar no interesaba. Sí, realmente quería reír a gritos y más aun cuando observaba el rostro de ella… estaba roja por la furia, salida de sus cabales, parecía que en cualquier momento reventaría, y además de eso había apresurado el paso manteniéndose por delante de ellos dos, más rápida y súper ofendida. Andrés la miraba caminar y le era imposible contener la gracia que le causaba verla, iba con sus piernas no tan largas como volando, sus hombros estaban tensos y los puños bien cerrados como si en cualquier momento fuese a darse vuelta y aplicar una fuerte estampida contra el rostro de su hermano en defensa, o en justicia, ella decidía.
Benjamín observaba lo mismo que Andrés, pero no le era para nada gracioso, y de hecho tampoco fue que la miró tanto, porque la mayor parte del recorrido lo hizo con los ojos puestos en quien para él, ahora era un estupido demente que en cualquier momento serviría sus culos en bandeja. No le asombraría que su hermano esté enamorado de Amanda, y aunque no era naturalmente posible que eso pasara, cabía una minima posibilidad.

Sus piernas son ardientes. —Se dijo Benjamín para si mismo Benjamín. —Eso es lo único que él podría mirarle… porque para ser tan pequeña resulta realmente fastidiosa. —Y finalizó con sus pequeños pensamientos íntimos.
No, su hermano no podría enamorarse de un ser tan detestable, pulga endemoniada, eso es lo que era. Mal educada y altanera, gritona, impulsiva, contestadora. Eso es todo lo que pensaba Benjamín de ella. Se mofó de tan solo imaginar que su hermano podría sentir algo por este detestable ser del infierno.

Tendré que confirmar que no. —Murmuró.

— ¿Qué? —Preguntó Andrés


—Nada—. Contestó de manera perpetua el mayor.

*

«Asombroso.»

Esa fue la primera y única palabra que dijo Amanda apenas entró y vio lo lujosa que era esta precisa casa de las varias que había en la Estancia. El corte victoriano-moderno era fenomenal, y ella no paraba de sonreírse por dentro.
A pesar de que estaba mojada, no le importó, el tramo de unos cien metros que caminaron hasta estar a salvo de la lluvia fue corto, pero inminente. No había un rincón de su cuerpo que se haya salvado del agua. Miró a sus dos compañeros entrar tras ella y notó lo mismo en ellos. «Remeras mojadas, genial» pensó.
Cuando miró a sus costados, maravillada ante tanta belleza, empezó a entrar lentamente en calor. Justo al frente donde estaba, había una chimenea gigantesca con leña llameando, se acercó a velocidad vampiro y se puso de espaldas al fuego, mirando a los hermanos detenidamente, analizándolos. No sabía que podía morirse de frío siendo vampiro, pero ella estaba llegando a la hipotermia. Resulta que tenía unas condenadas ganas de comer, «quizá sea eso» vaciló. El cabello le obstruía la cara, lo tenía casi todo encima y se lo corrió de a poco mientras daba unas buenas sacudidas producto de su baja temperatura. Notó como Benjamín la miraba despectivamente  y eso provocó en ella el efecto que anhelaba… pero de parte de la chimenea: que su cuerpo subiera en tres segundos a temperatura lobuna. Lo fulminó y él le respondió en silencio con otra mirada tan condenatoria como la suya. Pero percibiendo el aroma, Andrés los interrumpió, acercándose a ella de forma fugaz.

*


Problemas. Esa es la única palabra que rondaba por la mente de Andrés. «Voy a meterme en jodidos problemas… pero lo hecho, hecho está.» Razonó sin mucho que agregar. Su fuero interno era un torrente de pensamientos que iban y venían como quien espera un tren, un aluvión de preguntas y conjeturas. Mientras se acercaba a Amanda sentía como los ojos de su hermano traspasaban su nuca como con rayos láser, podía sentir de que manera estaba juzgándolo y el sentimiento era uno muy fuerte, como si algo estuviese aplastándolo hasta dejarlo como una lata de gaseosa pisoteada. El problema era que eso lo fastidiaba sobremanera, y se dio vuelta para mirarlo con esos ojos lanza llamas que era capaz de tener. Si bien respetaba a su hermano, una buena estrategia que pensó en el trayecto del coche a la casa fue la de mostrarse enojado, más que Benjamín, de esa forma las palabras de ofendimiento saldrían con mayor fluidez que las de explicación, y esa herramienta podría llegar a ser útil para evadir preguntas al menos unos cuantos días, hasta solucionar el podrido tema del Ángel Caído y como demonios iban a encontrarlo. Una vez que lo tengan… bueno, suponiendo que realmente lo encuentren, todo sería más fácil. Teniéndolo ahí Benjamín no podría negarse a desatarse de las garras de Marcus, y vivirían vidas medianamente normales.
El tema era que Andrés no tenía un parámetro de normalidad  igual ni siquiera parecido a cualquier persona común, o al menos vampiro como Benicio quien pretendía vivir sin que nadie lo moleste pasando lo más desapercibido posible. Él no quería eso. Quería simplemente dejar de ser el perrito faldero de Marcus, tan detestable como la mierda, quien solo llamaba para asignarles trabajitos inoportunos. Aunque bueno, en uno de esos conoció a Amanda humana… gracias a eso hoy la tenía con él, y fue lo que pensó hasta que su voz interna le aclaró que: «gracias a eso, tamaño imbécil, hoy tienes al chivo expiatorio que te va a ayudar a encontrar la sangre necesaria para acabar con todo… la sangre del jodido Ángel.» Y ¡Hooooooooooooooola! El chivo expiatorio es Amanda. Punto final. En sencillas palabras a Andrés le importaba una mierda el resto del mundo, «que estallen en mil pedazos» pensaba un millón de veces. No le interesaba nadie a su alrededor salvo él y su hermano. A veces se preguntaba donde estarían los pocos amigos que tenía, si es que alguna vez había tenido alguno realmente. Estaba solo, realmente lo estaba, y quizá su confusión partía en base a su soledad. Ya saben, cuando uno pasa mucho tiempo con sus pensamientos dando vueltas en la cabeza sólo alguien muy fuerte se mantiene alejado de la locura. Pero, si de algo servía, la locura de Andrés era tal, que hasta se podría haber escrito sin letras. Estaba demente, había pasado demasiado tiempo alejado de la normalidad, se había vuelto austero, rígido. Ya nada lo conmovía, era solitario y malvado, por sobre todas las cosas: malvado.
Cuando Andrés llego de manera automática al lado de Amanda, la miró firmemente dos segundos pero fue como si hubiese traspasado su mirada, y los ojos de ella le reflejaron a él una visión completa y soberbia de su bello rostro, como si la visión de Amy fuese un espejo donde Andrés había quedado atrapado. Desconectó automáticamente y sacó sus manos de los hombros de la mujer tratando de recordar el momento en esos cinco segundos que pasaron desde que llegó, cuando la había tomado por sus costados.

—Voy a enseñarte la ducha—. Le susurró muy despacio Andrés a la chica, y su hermano lo interrumpió.

—Enseñar no es lo mismo que tomarla con ella ¿eh? —agregó metiéndose en una conversación que no lo habían invitado, y al recibir miradas abrasadoras pudo aportar, —Sólo decía—. Dio media vuelta mostrándose fastidiado.

—No escuches a Benjamín, suele ser bastante patán cuando quiere—. Le dedicó a Amanda una de esas sonrisas seductoras que en el fondo escondían maldad. —Suelo no escucharlo nunca yo tampoco.

—Es por eso—, empezó su hermano mayor, —que las cosas llegaron hasta este punto, arrastrándome a mí—, decía mientras apoyaba sus manos sobre el pecho. —Vaya el infierno a saber por qué. —Terminó levantando la voz.

—Tú también estás mojado—. Señaló Amanda al hermano de Andrés. —Quizás deberíamos tomar una ducha juntos… aunque, opss… no gracias, los animales se bañan en palanganas—. Y giró sobre su mismo eje tomando a Andrés por las manos, quien le dedicó a Benjamín media sonrisa mientras le dijo:

—Touché*—. Acompañado por un guiño de ojos que fue lo último que Benjamín vio de parte de su hermano menor. 

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*Utilizado en esgrima para decir tocado y por lo tanto fuera de combate

2 comentarios:

  1. guauu, genial tengo muchas ganas de ver como sigue la historia, y que es del pobre de Benicio...

    Bonnie

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  2. no se porque pero ahora tambien me encanta Andrés..jajaja

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