miércoles, 23 de febrero de 2011

Despertar II: ángel sangriento; cap 5 "Atacado."




Empezaba a amanecer y las primeras luces asomaban por una de las ventanas altas en el living del Vinten Lodge, no sólo Amanda estaba agotada y hambrienta, Andrés también. A pesar de que la muchacha no había comido lo suficiente en esas últimas horas y empezaba a descompensarse, él tampoco lo había hecho, y su dieta era religiosamente estricta, sí o sí durante el día tenía que hacer algunos recorridos que encuentren un cuerpo relleno y bien dispuesto para extrae algunos litros de sangre fresca. Por ahora iba a tener que saciar su apetito con la empaquetada y no más, aunque quizá cuando Amanda suba a dormir él podría ir a dar unas vueltas y como un buen recolector conseguir lo que necesitaba, lo que su cuerpo le pedía.
Depositó a Amy en el sillón cuidadosamente y le sacó el abrigo que Galadriel le había apoyado en los hombros al verla en un estado de hipotermia bastante considerable y ahora lo puso sobre ella en la parte de adelante, como si fuese una manta. Por suerte el tamaño era grande, es el típico modelo sobretodo para este tipo de estación. Cubrió gran parte del cuerpo de la chica y sostuvo el termo con sangre en una mesita ratona que estaba frente a la chimenea aun encendida, de costado había leña cortada para echar, y entonces recordó su teoría sobre el fuego, maldijo en voz baja y tiró las maderitas para que haga calor al menos un rato más.
En Amanda nada estaba mal, no era una vampira débil ni tampoco estaba enferma, claro, porque ni aunque quisiera podría estarlo, pero era una recién nacida y todavía seguía siendo frágil, con el paso del tiempo seguramente su cuerpo se adaptará a cualquier tipo de clima, salvo al calor, que jamás sentirá.
Andrés se paro junto al fuego y observó detenidamente a su compañera, estaba débil y desprotegida, tapada apenas con ese abrigo. En momentos así era donde más la apreciaba, cuando no hacia más que respirar para vivir, sin gritos, sin histeria, sin nada alrededor. Ella empezó a abrir los ojos y los dirigió firmemente hacia donde él estaba parado. Por un momento Andrés sintió pena al verla tan debilitada y apretó sus puños con fuerza jurándose evitar volver a sentir aflicción por alguien en el mundo.
Cuando ella tosió y se retorció sobre el sillón, él se acercó despacio y se puso de rodillas junto a ella, destapó el termo y empezó a arrimárselo a su boca. La miró con desconfianza e incertidumbre, pero nada de eso importó; Amanda había sentido el aroma de la sangre y le sacó el termo de un arrebato llevándoselo a su boca para terminarlo en cinco segundos.

—Lo siento —comentó avergonzada la muchacha— por todo… simplemente… —miraba hacia abajo sintiendo un gran bochorno.

—Son cosas que pasan —le respondió Andrés, sin ganas de darle ánimos, con no más que una respuesta para llenar el espacio a solas que compartía con la mujer.

—Tengo mucho frío —explicó Amy

— ¿Te sientes mejor? —le preguntó con indiferencia y se puso de pie.
Ella lo miró con un poco de fastidio.

—Sí, totalmente —contestó un poco más animada— la sangre fue mágica.

—Ja, es sólo sangre. Comida. —Dijo, como restando importancia—. Puedes ir a dormir, yo tengo cosas que hacer. —Y se dio la vuelta con los ojos cerrados conteniendo la respiración, rogando que la mujer no lo llamara, no lo demorara más, quería ir a matar a unas cuantas personas, quería invitar a alguna mujer a algún hotel y descuartizarla en tres mil pedacitos después de drenarla por completo, quería volver a ser él. Sólo él y nadie más, pero entonces se vio interrumpido, ella lo estaba llamando…

— ¿Cosas que hacer? —preguntó con los ojos vidriosos, parecía una niña quebradiza y delicada buscando afecto.
Pero Andrés se había activado por completo en modo-violencia y no estaba dispuesto a que nadie interrumpa su camino. Si hubiese podido, si hubiese sido posible, se hubiera metido la mano en el pecho para arrojar al fuego su corazón. Tenía tanto odio acumulado por los sentimientos que nadaban en su pecho que quería dar la vuelta y arrancarle la cabeza a Amanda. Quería lastimarla, hacerla gritar de dolor, pero no podía, simplemente no podía. —Después de obtener lo que quiero —decía tratando de autoconvencerse y al menos así podía lanzar una pequeña sonrisa torcida.

—No me contestaste todavía… —decía la chica en voz baja y tierna — ¿quieres que te acompañe?
Él estaba todavía dándole la espalda con los puños apretados y sin pensarlo dos veces se dio la vuelta en forma sagaz y voló de inmediato hasta estar frente a frente con Amanda. Una vez que pudo mirarla bien a los ojos, el poder de manipulación había empezado, otra vez.

Escucha muy bien una cosa —le dijo lentamente Andrés, mientras las pupilas de Amy se dilataban hasta quedar perdidas en la nada— y que te quede bien en claro —seguía usando un tono tirano y seco— vas a irte a tu habitación, mejor dicho, a nuestra habitación —continuaba mientras ella solamente afirmaba con la cabeza, poseída por la utilización de Andrés en su mente —y vas a acostarte a dormir. Sin preguntarme absolutamente nada sobre a dónde voy, a que hora vengo, o que hice mientras no estuve aquí —hizo una pequeña pausa, todavía seguía mirándola fijo, por ende, el glamour que estaba usando con ella no había terminado. —Y para que no se te olvide —agregó como última petición —no tienes que olvidar para qué estamos aquí. —Andrés trago saliva, apretó los hombros de la mujer con más fuerza, tanta que ella se estremeció bajo sus manos. —Vas a ayudarme a conseguir a ese amiguito tuyo, Dante, para un trabajo que tenemos con él —formuló una nueva pausa y adjuntó —Y luego Benicio tiene que morir. A menos que quieras ocupar su lugar, que con gusto lo cederé, por cierto.

Amanda, que seguía bajo el efecto glamour que le estaba aplicando Andrés contestó:

No quiero morir —su cara era endemoniadamente ingenua e inofensiva —voy a ayudarte. Lo juro. 
Y él desapareció en la noche.

*
—Tenemos que salir —le dijo Galadriel a Benjamín que la miraba con un poco de escepticismo.

—Oh —contestó él sonrojándose— no creo que sea una buena idea… —pero cuando quiso continuar excusándose, ella lo frenó de inmediato.

—Te conozco más que a mí misma, Casablanca —dijo entre risitas con un gran sarcasmo encubierto —tú, Andrés, su amiga y yo vamos a salir —comentaba mientras le guiñaba un ojo. —Y vamos a divertirnos, como en los viejos tiempos

— ¿Viejos tiempos? —Preguntó casi en un bostezo— ¿esos en los que mi hermano desaparecía y al otro día el noticiero mostraba una masacre en el club? —demandó con muchísima tristeza, mientras Gala fruncía el ceño y le ponía una de sus delicadas manos en el hombro —Porque te comento Galadriel, él sigue siendo igual —y posó su mirada taciturna en sus propios pies.

— ¿Estas muy preocupado por él, verdad? —la muchacha tenía tanto amor para dar, tanta paz que repartir, que era imposible no abrirse ante ella y empezar a hablar de tus problemas.

—Un poco —asintió mientras tomaba la mano que ella había dejado en su hombro y la bajaba para sostenerla.

—Bien, porque lo que yo creo —empezó a señalar— es que el problema que tu hermano hoy tiene, es el amor —y al decir estas palabras, Benjamín levantó la vista y ensanchó sus ojos en busca de más explicaciones.

— ¿Amor? —preguntó desconfiado.
Gala asintió con la cabeza mientras miraba hacia la puerta de salida que tenía la cocina, para ver si nadie estaba espiándolos. Sabía muy bien que la privacidad siendo vampiro, y estando en una misma casa era casi nula, más aun cuando eran chupasangres tan viejos… porque una cosa era Amanda y sus sentidos no-desarrollados, pero ellos…
Cuando se aseguró que nadie estaba pendiente de la charla que ella mantenía con su amigo, prosiguió muy tranquilamente:

— ¿Vas a decirme que no lo notaste todavía? —ella se mordió el labio inferior y rió muy bajito, con una de sus típicas sonrisas picarescas. —Sé reconocer a un hombre enamorado —objetó totalmente convencida, y se acercó al oído de Benjamín para completar— y tu hermano es uno de esos.

Despegó de la audición de su amigo y se tapó la boca ensanchando sus ojos, mostrándole una astucia totalmente inocente, claramente Gala era así. Suelta, espontánea, ingenua, inofensiva, pura… era plenamente sencilla. Y totalmente aniñada, era un placer para los ojos. Su voz era suave y fina, si se la escuchaba por mucho tiempo podría ser algo molesta por lo infantil que sonaba, pero cuando se la apreciaba adecuadamente, podría ser como el canto de un pájaro grácil y adorable.
Si algo sabía sobre la mujer, era que jamás se equivocaba. Él la conocía muy bien como para saber que donde ponía el ojo ponía la bala, entonces una loca idea comenzó a dar vueltas en su cabeza: ¿Andrés enamorado? Eso era imposible, más que imposible: absurdo. Su hermano no tenía espacio en su vida destinada a matar-matar-y-matar como para ahora sentir algo totalmente distinto. Era una locura, pero una locura proveniente de Gala, que jamás fallaba en esas predicciones.
Cuando él quiso unirla a su hermano ella no se opuso, había pensado que quizá sea la mujer indicada para salvar el alma del joven, si es que todavía tenía una. Y por supuesto que Benjamín no pensó en las consecuencias de presentarle a su mejor amiga un hombre tan conflictivo como lo era su hermano. Fue después de mucho tiempo que pensó en la remota idea de Galadriel lastimada por el vampiro malvado, cuando desistió casi al mismo tiempo que lo hizo ella.
Para Benjamín, su hermano solo andaba un poco perdido desde hacia algo así como dos siglos, pero el termino le quedaba chico. Más que perdido estaba perturbado y se volcó rotundamente a hacer sufrir. Claro que eso el más grande no lo veía, demonios ¡tan solo era su hermano menor! Él lo amaba con todas sus fuerzas, pero estaba empezando a notar que las cosas no iban bien, mucho menos ahora con la duda que había sembrado su mejor amiga hacia escasos segundos. Si Andrés era así estando sólo y pudiendo controlar su temperamento, aunque obvio, no lo hacía y ni siquiera lo intentaba, no quería imaginar ni en broma como sería enamorado, cuando las mayores atrocidades se cometen en ese estado. ¿Se imaginan que otra persona venga y le regalara un piropo a Amanda por la calle? No quería hacerlo, supuso que su adorado hermano no se pelearía como cualquier ser humano, directamente le arrancaría el corazón a quién se atreviera a mirarla. Que agallas quien intentara hacerlo, estaría completamente acabado.

*

Mientras él meditaba tomándose todo su tiempo, Galadriel lo observaba con paciencia. Ella no quería presionarlo. Hacía muchos años que no se cruzaban y no iba a estropear el momento. —Tal vez si hubiese mantenido mi boquita cerrada esto no estaría pasando, tontita que soy —pensaba por dentro mientras se echaba absolutamente toda la culpa. Sus ojos se pusieron vidriosos, pero no a causa de lágrimas, aunque si estuviese dispuesta a llorar, sería de emoción. Había extrañado mucho a los hermanos Casablanca, en especial a uno y lo tenía enfrente. Esperó este momento desde la última vez que se separó de él, y no pensaba arruinar la oportunidad para ser feliz al menos en estas vacaciones que se estaba tomando. Se angustió de sólo pensar que desde que llegó haya estado causando problemas, disgustos o caras enfurecidas, y se sentía en falla por haber abierto la bocota diciéndole a Benjamín lo que pensaba respecto a su hermano. Pero lo hecho, hecho estaba y no podía volver el tiempo atrás aunque quisiera.
Estaba preocupada por la relación de los hermanos, y se propuso recomponer cualquier falla que hubiera entre ellos. Eso sería lo primero que iba a hacer —eso y conversar un rato con Amanda, parece una muchacha muy agradable —se dijo para sí misma— a pesar que sólo la vi media tumbada —y sonrió de lo graciosa que había sido la situación, al menos para ella— además, si logró captar la atención de alguien tan solitario como Andrés… algo bueno debe tener —concluyó, pero su inconciente la traicionó agregando —o algo muy, pero muy malo —de forma automática se sacudió la cabeza cerrando los ojos y abriéndolos de golpe, se sintió en falta por pensar tan mal de una persona que no conocía.
Galadriel se diferenciaba de los pocos vampiros originarios que quedaban vivos, si pudieran seguir considerándose como tal. Pero había una sola diferencia que la hacía mejor al resto y era la adoración que sentía por los humanos, agregando, por supuesto, su absoluta modestia. Muchas veces, la sabiduría extrema crea a los peores monstruos en el mundo, convirtiéndolos en seres totalmente pedantes y orgullosos, soberbios y altaneros. Ella no era así, ni aunque la obligaran amenazándola de muerte. Lo que sabía lo compartía con quien le pedía apoyo o conocimiento, jamás se negaba a ayudar y no se creía más solo por ser una de las originarias.
Generalmente los vampiros inaugurales eran bastante crueles, inclusive si llegáramos a pensar que nadie superaría nunca a Andrés, estaríamos equivocados. Ya estaban hastiados del mundo en el que vivían, cansados de la gente que los rodeaba y se aburrían con facilidad. Comer no les divertía, matar no les divertía, sin embargo lo seguían haciendo para no perder la costumbre y terminar secándose hasta morir.
No podían mantener ninguna conversación con nadie porque hasta hablar los agobiaba, y toda su sapiencia la guardaban para ellos mismos, burlándose del que menos comprendía. Eso eran básicamente los vampiros originarios. Viejos aburridos y malvados que se regocijaban hasta matando una mosca.
Sin embargo, ella era todo lo contrario. Galadriel llevaba viviendo cerca de unos mil años, y cada día amaba más estar en el mundo y ser parte de él. Habían pasado los tiempos de guerra, ahora estaba a salvo y no pensaba desperdiciar la oportunidad de seguir viviendo y conociendo gente hermosa, como Benjamín y a lo mejor como Amanda. Creía que el vampirismo era una total ventaja para vivir plenamente todo lo que el mundo le iba trayendo.

—Ahora eres tú la que se quedó pensativa —y con esta frase su amigo la sacó del ensueño.
Ella sonrió mostrándole todos sus dientes, su sonrisa era tan abarcadora que cuando lo hacía los pómulos apretaban sus ojos hacía arriba, haciéndola ver tierna e infantil, tal como lo era en realidad.

—Solo pensaba cosas lindas —contestó alegre de estar donde estaba.

¿Cosas cómo yo? —Preguntó Benjamín en chiste.
Pero la mirada de Galadriel miró por el ventanal que tenían justo detrás, entrecerrando los ojos, queriendo ver más allá. Había amanecido y ahora lo único que estaba observando era a Andrés yendo a pasos agigantados fuera de la estancia, con cara de me-lleva-el-demonio y muy apresurado.

—Quizás deberías hablar con él —aconsejó la vampira —yo mientras tanto voy a ver como sigue tu monstruito —y codeó a su amigo para hacerle saber que solo estaba bromeando.

*


Galadriel dejó a Benjamín para que vaya a hablar con su hermano, debería darles un tiempo para que hablaran y quizá la tensión pararía un poco. Confió en que la conversación entre ellos llegue a buen puerto y se paró dando saltitos cortos mientras desarrugaba la falda de su vestido negro acampanado. Llegando a mitad del camino frenó de un sopetón y torció el gesto volviéndose para tomar una bolsa de cero negativo que había sobre la nevera, la que había sacado su amigo para ella. No tenía hambre y pensó que una mejor opción sería llevársela a Amanda quien seguramente la necesitaría con mayor urgencia. La había encontrado en un estado deplorable al llegar y sintió mucha lástima por ella. Miró hacia fuera pero ninguno de los dos hermanos se veían desde ese panorama, Gala se encogió de hombros rogando para que todo salga bien y se encaminó nuevamente hacia el living para encontrarse con su futura nueva amiga, al menos era lo que deseaba, poder tener una amiga además de Benjamín.
Su última amiga había sido Charity, una chica inglesa de dieciséis años que conoció en Los Ángeles. Gala, que siempre había viajado y aprendido diversos idiomas, supo desde que la vio que algo muy fuerte las unía. Charity o Charie como ella la llamaba era apenas una niña abierta a nuevos mundos y entendió desde el comienzo la condición de Galadriel, la aceptó  hasta el final… hasta que el cáncer se lo permitió y murió como un perro en una de las mejores clínicas, aunque no tan geniales como para poder salvarla, nadie podía hacerlo, a pesar de que ella le había ofrecido a su amiga el don de la inmortalidad y la sanación. Charity se había negado completamente y le explicó que su destino había estado marcado desde el día de su nacimiento, no sólo haciéndola partir a tan temprana edad, sino también poniendo en su camino a una mujer tan estupenda como lo era la vampira. Mientras caminaba para encontrarse con Amanda, su mente viajó veinticinco  años atrás y recordó las últimas palabras que Charity, su amiga humana, le había dedicado cuando su corazón se convirtió en un poco de nada, sin latidos y sin vida —Siempre he entendido y nunca te juzgué —pronunciaba Charie tendida entre las sábanas de una clínica, la mejor de Londres donde se había hecho tratar cuando descubrió su enfermedad terminal —y ahora es el momento en el que vas a tener que entenderme y no juzgarme a mi… si renegara de mi enfermedad, de la forma en la que voy a morir… si lo hiciera y te permitiera que me transformes… —le explicaba a Gala de forma entrecortada con el poco aire que le entraba en los pulmones —si lo hiciera… también estaría renegando de las cosas en la vida que me hicieron encontrarte… si ahora puedo cambiar ¿qué me frenaría a algún día abandonarte? Debes dejarme ir Gal —así la llamaba ella— debes hacerlo… los humanos mueren, es nuestra naturaleza. No repudio del lugar en donde estoy, así tuvo que ser. Y le estaré totalmente agradecida a la vida por haberme juntado contigo… porque te amo, y serás por siempre mi mejor amiga —Charity ya no podía casi hablar, sus lagrimas la habían superado, y las últimas palabras que la mujer escuchó de ella fueron cortas y concisas, las únicas que llevaría siempre tatuadas en su corazón —incluso hasta en la muerte.

Galadriel no lloraba cuando se acordaba de ella, la había amado con el mayor fuego que una amiga puede querer a otra, la había adorado en todos los sentidos y caminos posibles, y había hecho por ella todo lo que estuvo –y le fue permitido- a su alcance. Se sentía orgullosa de Charity, el ser humano no suele ser tan digno, y ella lo había sido por completo, había actuado con valentía. Aceptó la muerte tal como tienen que aceptarla los de su especie. No, claro que Gala no lloraba cuando se acordaba de ella, sino que se le inflaba el pecho de orgullo por haber tenido la oportunidad de conocer a alguien tan magníficamente grandiosa en este mundo.
Y si bien los amigos no son reemplazables, si bien cuando un amigo se va sólo queda un gran vacío, Gala o “Gal” como solía llamarla ella, estaba dispuesta a abrir nuevamente su corazón a una persona como Amanda, porque a pesar que no se conocían y que la única interacción que tuvo con ella fue la de recogerla del piso, en el aire había algo de ese instinto femenino que tan bien manejaba.

Cuando Galadriel se asomó al salón no encontró absolutamente nada de lo que pensaba ver. Amanda estaba acurrucada en el sillón temblando bajo su saco y en pleno estado de crisis. Ella se arrimó a su lado de inmediato, dejando la bolsa de sangre en la mesita ratona que había frente al diván situándola al lado del termo aparentemente vacío que había en ella. Se arrodilló para mirarla bien de frente, pero los ojos de Amanda estaban como perdidos, idos en algún sitio desconocido, extraviados en la oscuridad más lejana que había encontrado. Apoyó una de sus delicadas manos en la rodilla de Amy y la sintió temblar más de cerca, se dio cuenta que todavía seguía en remera y en culot negro, con una gran cantidad de barro en sus piernas que había conseguido cuando cayó en la intemperie. —Pobrecita —pensó por dentro.

—Toma —pronunció en voz baja para no asustarla, mientras con su mano tendía la bolsa de sangre empaquetada— seguramente tienes algo de hambre todavía.
Amanda la miró con recelo, como si pensara que la muchacha rubia podría llegar a dañarla. Empezó a mover sus manos bajo el abrigo que la tapaba y la estiró hasta hacer contacto con la sangre, sus colmillos se desplegaron y ni siquiera se tomó el trabajo de abrir el paquete con las uñas, sino que hincó sus caninos para hacerlo más fácil y rápido.
Su futura nueva amiga notó como a medida que Amanda bebía, las mejillas se le iban poniendo de un color más rosado y se alegró al ver esa imagen.

—Buena chica —dijo mirándola, y acariciando su pierna para mostrarle que ella no iba a lastimarla — ¿con que mucho mejor, eh? —preguntó dándole una de sus más tiernas sonrisas.

—Sí, gracias —contestó Amy— creo que debo irme a dormir —torció su gesto con restos de sangre

—Mmmm, eso creo —asintió Gala un poco triste, hubiese preferido conversar algo con ella antes y con su dedo pulgar limpió la boca de la mujer.

—Supongo que no puedo decirte “buenas noches” apenas está amaneciendo —comentó Amanda mientras se levantaba del sillón y le devolvía el saco a la huésped.

—Quizás debas bañarte —le aconsejó la rubia de manera cortés —vamos, yo te ayudo.
Y la marcha por las escaleras comenzó sin pausa.

*

— ¡Vamos, Andrés! ¿Qué demonios estas haciendo? —preguntó Benjamín rozando los nervios y el enojo al mismo tiempo. Pero él no le contestaba, seguían a pasos agigantados bordeando la ruta que los llevaría hacia los barrios comunes.
Así es, cuando el mayor de los Casablanca había salido afuera en el campo de la Estancia y había visto la cara descolocada por la ira de su hermano menor, se impacientó, y más aún cuando Andrés no le había dicho absolutamente nada y empezó a correr a velocidad-vampiro.
Hacía diez minutos que estaban andando a ese ritmo, el más chico adelante y Benjamín por detrás y este último se estaba preguntando cuando iba a ser el jodido momento en el que se cansara, pues nunca. Esa era la respuesta.
Cuando comenzaron a ver gente andar por las calles ya se habían alejado a una distancia más que considerada del Vintén. El viaje que ellos hicieron en casi quince minutos, en auto les hubiese llevado dos horas.
Andrés frenó en un gran parque y a pesar de que ya era de día no había más que gente paseando a sus mascotas, que en realidad eran muy pocas. Los hermanos se pararon detrás de un árbol gigante y el malvado vampiro jadeó un poco al frenar. Su pelo era una maraña y su cara pálida nívea le daba un aspecto tétrico pero sexy. Se quedaron mirando por largo rato, y Benjamín sentía que el otro iba a desaparecer o que volvería a echarse a correr por un largo rato más.
Pero no fue así. Andrés pasó de serio a no tan serio, y cuando hubo un silencio de al menos un minuto entero, comenzó a reír a carcajadas, tanto que la mujer de unos treinta años que estaba paseando a su perro se dio vuelta para mirarlo, y lo encontró fácilmente, en ese gran parque eran los únicos que estaban al menos a varios kilómetros alrededor. Él le devolvió la mirada y le guiñó el ojo a la chica, entonces su hermano mofó y tosió para captar la atención, su atención.

—Bueno —dijo Benjamín algo ofuscado. — ¿A qué se debe todo esto, eh? —y se cruzó de brazos.

—Que a que se debe ¿qué? —contestó Andrés, quien se mantenía más ocupado intercambiando miraditas con la mujer que paseaba al perro a unos quince metros de distancia.

—Todo esto —señaló desesperado— comenzando desde Amanda —los ojos de su hermano desconectaron con la señora y el perro para posarse, asesinos, en los del mayor, quien trató de dar un vuelco a la conversación poniendo otros ejemplos antes de perderlo nuevamente—. Bueno —prosiguió—, dejemos eso para otro momento ¿bien? —Preguntó tanteando terreno para añadir —tu comportamiento, estabas bien y de repente ¡pum! Sales corriendo sin decir a donde —le reprochó sin permitirle a su hermano devolverle la acusación, quien al ver cambiar el rumbo se volvió a centrar en la sexy y condenada paseadora de perros que se había sentado en un banco del parque para cruzar sus piernas y tirarle besos a Andrés. —Y no sólo eso, te portaste como un idiota con Galadriel, pero eso ya lo sabes ¿no? —terminó dándole espacio a replica.
Andrés volvió a desconectar vista con su futura presa y giró los ojos hacia su hermano algo molesto, mientras le regalaba a la mujer una sonrisa más en tono de disculpas.

—Sí. No. Más tarde. Quizás. Perdón.

— ¿Qué son todas esas palabras? —preguntó irritado Benjamín.

—Posibles respuestas para todo lo que dijiste —le aclaró Andrés— que por cierto, no escuché. Lo siento —y esa última frase fue cargada con un extremo sarcasmo.

— ¿Te das cuenta lo que pasa? —el más grande bajó la vista y meneó su cabeza unas cuantas veces, se sentía condenadamente decepcionado. —Cada vez que pretendo mantener una charla inteligente contigo… obtengo esto como respuesta.

— ¿Obtener qué? —quiso saber, irritado.

—Nada —la respuesta de Benjamín fue simple y sencilla— obtengo nada.

—Yo diría entonces que eso ya es mucho —señaló Andrés, muy serio.
Tras un silencio espectral Benjamín hizo la pregunta que temía hacer… la pregunta que podría cambiar el rumbo a todo. Trago saliva y tomó coraje, y si hubiese podido evitar ese momento lo hubiese hecho sin dudas. Pero ahí estaban, uno frente a otro. Solos. No iban a tener otra oportunidad como esta. Él tenía que saber la verdad. No sabía como iba a conseguir una respuesta concisa de su hermano, pero iba a intentarlo.
Cuando vio que Andrés levantaba una de sus cejas en tono de vamos-di-lo-que-tengas-que-decir-de-una-maldita-vez, Benjamín tragó aire y las palabras fluyeron de su boca.

— ¿Te… enamoraste…de…? —parecía que iba a ser más complicado de lo que en realidad era, tuvo miedo, cuando empezó a decir lo que no había terminado de decir, notó como Andrés se endurecía sobre su mismo eje, y los ojos de éste se iban poniendo dilatados de la ira. Ya estaba dentro del baile y  tendría que bailar, pensó por sus adentros, entonces finalizó la pregunta con un nombre que no tendría que haber dicho jamás, ni en sueños — ¿de Amanda?
*

De todas las cosas que Andrés era capaz de tolerar, de todas las cosas que era capaz de permitir, e incluso permitirse, ésta no entraba en esa lista. Porque una cosa era suponer ciertos sentimientos a pesar de querer todo el tiempo esconderlos en algún lugar de su pecho muy lejano al que la razón no llegara y otra muy distinta era escucharla de boca ajena, de alguien que lo conocía tanto como su hermano.
Andrés luchaba segundo a segundo para no permitirse sentimientos como el amor, y lo estaba haciendo bien: cada vez que estuvo por pisar en falso, hizo algo endemoniadamente malo o perverso para demostrarse él mismo que no era ni sería capaz de amar nunca en la vida. Lo había hecho hacia instantes nada más, cuando volvió a manipular la mente de Amanda, no sólo haciéndola recordar que tenían un plan, sino habiéndole inflingido temor. Esa era una de las cosas que no entraban en la categoría de hombre-enamorado, y él lo sabía muy bien.
Andrés tenía muy en claro que si no necesitara de Amanda para este pequeño trabajo sucio que iba a realizar, lo más probable era que ya la hubiese matado. Pero la realidad era otra, sí la necesitaba para su labor, y no podía darse el lujo de sembrar en la mente de la muchacha un motivo para que lo odiara o le tuviese miedo por completo, porque así no iban a funcionar las cosas. Entonces estaba manteniendo las riendas al mínimo. Con un poco de pánico que Amy le tuviera sería suficiente para marcar en el mapa la jerarquía de su trabajo: ella tenía que servirle a él y hacer las cosas bien para sobrevivir.
Aunque ahora las cosas eran diferentes, y por más que se jurara y doblemente jurara que no sentía nada por la muchacha, alguien estaba dudando de eso y no le hacia mucha gracia.
Andrés no quería ser débil, y mucho menos quedar al descubierto frente a otra persona por más que esta fuese su hermano. El amor le parecía un capricho estupido que no se podía permitir ni hoy ni en cientos de años, había vivido y visto lo suficiente para entenderlo y no querer cometer esa torpeza por su parte.
Con el paso de los años, había sido testigo de cómo los mayores crímenes de la humanidad se cometían por amor, había visto a su hermano lamentarse por amor y eso le había roto el alma, aunque él mismo dijera siempre que no tenía una. Habiendo tantas cosas por las cuales hacerse problema, Benjamín había decidido afligirse todos sus años la falta de una mujer en su vida, y eso molestaba sobremanera a Andrés quien cada vez que podía invitaba a su hermano a unírsele y salir de casería para evitar  pensar en otras cosas. El consumo de sangre humana que tenía el más joven lo estaba cegando, haciéndolo indefectiblemente el más cruel dentro de los vampiros. Pero de alguna manera eso le hacia, precisamente, no pensar en nada más que matar y disfrutar haciéndolo, así, se mantendría alejado de cualquier signo por mínimo que sea de humanidad o integridad mental.
La mujer que paseaba al perrito por el parque, iniciado el día y muy temprano como para que otros vecinos se unieran a la caminata, seguía mirando a los hermanos con total atención mientras había atado a su perro a la pata del banco en el que se sentaba. Benjamín estaba en posición de ataque, disimulado, no iba a permitir que su hermano volviera a escapar. Pero Andrés… Andrés estaba descontrolado interiormente, se estaba comportando al igual que en la finalización de una tormenta, parecía perturbado, pero a la vez tan frío y tranquilo que en cualquier momento se empezaría a escuchar la detonación que anunciaría al huracán.
Y por desgracia, no se iba a demorar. De manera avispada se movió como un fantasma al lado de la señorita amante de los animales que estaba en el parque, por suerte no lo vio venir ya que estaba un poco ocupada arreglándose el pelo mientras de a ratos le echaba ojeaditas a los hermanos. Cuando se dio cuenta que el alto de tez pálida y cabello oscuro estaba junto a ella, sonrió nerviosamente y se acomodó cruzando las piernas mientras dejaba un lugar al lado de ella.

—Andrés —vocalizó su hermano caminando hacia él— ¡No lo hagas! —suplicó, adivinando las intenciones de su hermano para con la bella señorita que tenía junto a él. 

—Oh, ¿qué.no.haga.qué? —le respondió marcando bien cada palabra y con un gesto divertido e inoportuno.

—Chicos… —habló la mujer por primera vez, interviniendo entre los dos, con una voz sumamente molesta de abuela regañona— Por favor, díganme que no son gays —y los miró de arriba abajo. Ciertamente cualquiera que haya escuchado las únicas dos cosas que cada hombre dijo, podría haber pensado que eran una pareja homosexual teniendo una discusión en la plaza, sumado que estaban tan bien vestidos y tanto sus rostros como sus físicos eran demasiado perfectos… bueno, se podía dar la confusión.
Tanto Andrés como Benjamín se miraron al instante, con los ojos cargados de asco, pero el primero se arrimó a la muchacha, mientras el segundo estaba parado enfrente de ellos, mirando hacia todos lados.

—Definitivamente —habló el hermanito menor al oído de la dama— soy muy poco gay —entrecerró sus ojos y la miró bien de cerca, ella se sonrojó, pero él continuó —respecto a mi… hermano —y con su dedo índice lo señaló sin quitar la vista de la chica —no se si me atrevería a afirmar tal cosa. —Completó entre risueñas carcajadas.

—Andrés… —interrumpió el mayor, pero éste siguió ignorándolo mientras entablaba conversación con su compañera de banco.

—Así que… ¿cómo es tu nombre? —preguntó, dejando sin efecto el llamado de Benjamín.

—Clarissa —respondió con orgullo con esa hermosa cabellera colorada que llevaba. —Y él es Fito, mi perro, es como de la familia.

— ¡Grandioso! —Exclamó Andrés con más falsedad que alegría — ¡Como de la familia! ¡Amo a mi familia! ¡Amo a la familia, si señor! —Se veía como un chico al que le regalarían dulces en cualquier momento, alegre por los días vividos.
Benjamín que seguía parado observando todo sin entender, volvió a pronunciar el nombre de su hermano y él contestó con una pregunta que no llevaba a ningún lugar, que no tenía ningún sentido. —Porque TÚ también amas a tu familia ¿o no, hermanito?

—Bueno, pero… ¿qué es lo que hacen tan temprano aquí? —la mujer se mostró curiosa. Peligrosamente curiosa.

—Oh ¡no no no! La pregunta es ¿qué estas haciendo aquí? —La mirada de Andrés comenzó a emanar una fiereza poco común, Benjamín maldijo por dentro y sus hombros se pusieron tensos, como una roca. —Definitivamente en el lugar incorrecto, a la hora incorrecta —meneó la cabeza como si estuviese afligido por algo y entonces se levantó tan rápido, que la mujer pudo percibir la ligereza de sus movimientos y se agarró por los costados del banco de la plaza en el que estaban sentados.

— ¿Qué fue eso? —preguntó la pelirroja, aterrorizada y temblando, mientras agarraba la correa de su perro tratando de desatarla.

—Andrés ¡ya basta! —suplicó su hermano, quien lo miró de reojo.

—Tu perrito no va a ningún lado —y entonces se fue acercando al animal sigilosamente, y cuando estuvo apenas a escasos cinco centímetros de la cara del animal, se levantó y le pegó una patada, dejando al canino en dos partes tirado en el césped del parque.
Clarissa comenzó a gritar, pero entonces Andrés ya la tenía agarrada, se había situado atrás de la mujer, apoyándola con todo su cuerpo y tapándole la boca.

—Shhh, shhh, no vas a ir a ninguna parte —le decía éste, tratando de calmarla, causando el efecto inverso.

— ¿Qué demonios…? —llego a musitar Benjamín, cuando vio que su hermano había girado el cuerpo de la chica dejándolos de frente el uno con el otro. 
Andrés estaba apretando la cara de la mujer para sostenerla quieta, cuando se dirigió a Benja que lo miraba con pánico.

—Estoy es lo que soy —decía poseído, atrapado únicamente por la ira y la venganza —y es lo que seré siempre —pronunciaba despacio, como si su hermano fuese un retardado que no comprendería las palabras de otro modo —jamás voy a cambiar, y menos por esa palabra que tanto detesto —movió su cabeza de un lado a otro con un gesto de burla en la cara, como buscando el termino adecuado y agregó — ¿cómo se dice? ¿Amor? —Negó con la cabeza y se concentró en la mujer.

—Suéltala ya… no hay nada que tengas que demostrarme —suplicó Benjamín, pero fue ignorado por completo, obligado a presenciar la masacre que comenzaría en manos de su hermano menor.
El más chico de los Casablanca, tenía a la dama en apuros bien cerca de él, sujetándola, y cuando ella dejó de temblar Benjamín se había dado cuenta que estaba manipulando su mente. Y lo confirmó cuando escuchó las primeras palabras salidas de la boca de Andrés.

—Ahora vas a prestarme mucha atención —le decía a Clarissa, quien tenía sus ojos fijos en él —Voy a matarte, pero quiero ver resistencia de tu parte —le pedía con vehemencia y entre gritos suplicó —quiero escucharte gritar, y sufrir ¿entendido?

Cuando despegó sus ojos de ella, la mente de la muchacha ya estaba en éxtasis, comenzó a gritar tan fuerte como pudo, desesperada, pero las garras de su agresor eran mucho más fuertes. La tenía acorralada, y por más que luchase contra la corriente como un salmón, a ningún lado iba a llegar. Benjamín miraba horrorizado suplicando por dentro que esto se detuviera, no quería intervenir ya que si se movía tan solo un centímetro, Andrés podría arrancarle la cabeza a la chica en una fracción de segundos. 
Pero muy equivocado no estaba, en un parpadeo de ojos, en apenas un abrir y cerrarlos, su hermano menor hincó sus colmillos sobre el cuello de la dama, para dejarla tirada y desangrada en el pasto verde, ahora cubierto de sangre. 

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