viernes, 11 de marzo de 2011

Despertar II: ángel sangriento; cap 10 "El amor nos destrozará."




— ¿A qué te refieres con “meditar para rastrearlos”? —preguntó Benicio con impaciencia.
Demonios, aquel hombre no pensaba siquiera hablar. Seguía hurgando en su mochila mientras sacaba unas botellas de agua sin etiquetas y las acomodaba sobre la pequeña mesada que cruzaba entre los divanes. — ¿Fluido celestial? —le dijo el vampiro mientras lo miraba con el ceño fruncido.

— ¿De que rayos hablas? —Dante le respondió una mirada con poca condescendencia —No existe cosa tal. —Le aseguró.

—Nada más pregunto —se encogió de hombros

—Es sólo agua  ¿sabes? —Explicó— los humanos necesitamos tomarla para vivir.

—Pensé que ustedes se alimentaban de la luz —se excusó.

— ¿Ustedes? –preguntó inquieto. —No se con que tipo de gente te codeas, pero yo no soy precisamente un Ángel.

— ¿Entonces? —quiso saber.

—Entonces la conversación llega a su fin. —Y cruzó sus piernas preparado para beber un sorbo de aquellas botellas.
Dante tenía muchas cosas por las cuales meditar, una de ellas la hacía mientras maldecía por dentro, dedicándole insultos de la A a la Z a su ahora ex-amiga-Arcángel. Él trabajaba solo, al menos hasta que decidió arrancar sus estupidas alas. No le gustaba depender de otra persona, era de los que creía que si algo tenía que estar bien hecho, uno mismo tendría que encargarse de que así lo fuera. Y subordinarse a la ayuda de un hombre —un vampiro, por todos los Cielos, un ser condenado al infierno— no le estaba agradando en el más mínimo de los sentidos. 

—No seas necio —comenzó Benicio— si no me dices cual es el plan no voy a poder cooperar —decía mientras sus manos se entrelazaban por detrás de su nuca— y te soy sincero, quiero tanto como tú traerla de vuelta.

— ¿Vas a decirme por qué tanto interés? —Dante se acercó encorvando su espalda.

—Soy su creador, le debo lealtad —Si bien eso no era mentira, tampoco era la razón principal. El creador, tanto como el vampiro creado en cuestión se deben una especie de devoción, adhesión o fidelidad, como quieran llamarlo, más fuerte que cualquier tipo de lazo que pueda unir a dos personas. Benicio hizo de Amanda lo que hoy es en cuanto a aptitud vampirica, pero no es la justificación por la cual estaba interesado en buscarla y ponerla a salvo. Había una fundamental, básica y elemental razón que lo hacía querer dar la vida para hallar su paradero, y era que la amaba, desde lo más profundo de su ser.

—Pensé que podría matarte al escuchar una cosa así… —Confesó Dante, pero su mirada quedó suspendida en la nada misma. —Pero al menos ahora se que puedo volver a verla, que no es solo un cajón de huesos —y los ojos se le empezaron a poner vidriosos.

—Genial —gruñó Benicio.

— ¿Qué? —interpeló el acompañante.

—Verte llorar, era lo que me faltaba —se quejó el vampiro cruzándose de brazos y esquivando la mirada de aquel hombre. Lamentablemente iba a tener que guardarse sus putas razones en el bolsillo inferior de su trasero si pretendía volver a encontrarse con el amor de su vida. Verlo llorar no era tampoco lo que le molestaba o inquietaba, sino el hecho de aguantar que el muchacho tenga la esperanza de “volver a ver” a la chica, cuando Benicio lo que más quería era vivir con ella por el resto de sus días, y serían bastantes.

—No estoy llorando —se quejó.

—Oh ¿no? —Preguntó Benicio, burlón— entonces déjame avisarte que algún Río está desembocando en tus estupidos ojos, o te están sudando, dime tú.  

—Estas comenzando a caerme… peor —la voz de Dante no se andaba con vueltas.

—Bien. No necesito más —miró muy fijo a su contrincantepero no voy a pelear, así que… a trabajar.

*


—Esto no esta pasando realmente —se dijo Amanda repetidas veces cuando antes de abrir los ojos se dio cuenta que estaba en su cama. —Hasta hace momentos él me había declarado su amor… yo no tengo que estar aquí, tengo que estar con él en ese lugar —se reprochaba a si misma como si pudiera cambiar las cosas en realidad.
¿Qué demonios pasaba? Ella no lo sabía. ¿Cómo había llegado a la cama? Era un jodido misterio sin resolver. Se fue levantando poco a poco, estaba ansiosa, las manos le sudaban y se preguntaba seriamente si no sería alguna especie de vampiro friki que conservaba su parte humana. Seguía siendo torpe, eso no había cambiado.
En un intento fallido de ponerse en pie se dejó caer nuevamente al suave colchón cubierto por esas tibias sabanas en las que comenzaba a enroscarse, como si esperara que su madre entre a avisarle que tenía diez minutos más antes de prepararse para ir a la escuela. 
No tenía ganas de despabilarse, si el te amo de Andrés había sido un sueño, entonces no quería despertar… nunca más. Sin embargo era una especie de deja vú, el hecho de haberse levantado estando en la cama sin recordar como había llegado ahí la hacia pensar que eso ya lo había vivido con anterioridad, pero no lograba recordar cuando exactamente. Así como también, a pesar de sentir una gran atracción por Andrés, un pedazo de su corazón se encontraba fraccionado, embargado por un sentimiento desconocido al menos para ella, un sentimiento de tener ese rincón ocupado con algo —o alguien, la corrigió su mente— y no saber específicamente de qué o quién se trataba.
Pensando que era un sueño, ya que no podía comprender como un hombre tan atractivo como Andrés se fijara en ella, decidió levantarse de una vez y acabar con la tortura. Porque lo cierto era ¿qué más quisiera Amanda que tener algo con aquel vampiro que tanto la estimulaba pasionalmente? Y bien sabía que era un imposible. Él se había mostrado escéptico y aterrador la mayor parte de las veces, y el otro porcentaje era ocupado totalmente por la hostilidad, pero eso era tan solo ser sutil, si hubiese podido dedicarle un buen adjetivo, éste hubiera sido simplemente “cretino” y al diablo con los preámbulos.
—Sólo fue un sueño… —dijo con un pequeño gemido proveniente del más profundo dolor en su pecho —Me gustaría soñar cosas tan hermosas siempre… —decía mientras tomaba carrera en esa cama, para dejarla de una vez e incorporarse en el comienzo de aquel largo día que estaba esperándola.
Apoyó uno de sus pies en la suave alfombra color púrpura que cubría el suelo de la habitación y su mirada se dirigió al velador con caños rojos que había en la mesa de luz, y tan sólo su tonalidad la hizo caer en la cuenta de lo hambrienta que estaba. Impulsada por el simple deseo de dirigirse a la cocina para tomar algo de sangre y calentarla en el microondas a treinta y siete grados, bajó su otro pie en busca de sus pantuflas, cuando sus ojos captaron los zapatos que la noche anterior llevaba al ir a ese lugar. Estaban cubiertos de barro, había pasto también bajo las suelas, cuando recordó lo que ella creía que había sido una alucinación. —El acampado —pudo pronunciar mientras revolvía en su mente. — ¡No fue un sueño! —Con un repiqueteo en el estomago, lo que más bien se describiría como un leve —o no tan leve— cosquilleo, mariposas o como quieran llamarlo, su vista volvió a prestar atención en la mesa de luz que instantes atrás había observado sin tanto detenimiento, cuando encontró un papel prolijamente doblado. Con sus manos temblorosas por la excitación y la incertidumbre, se extendió hasta alcanzarlo y antes de desplegarlo se lo llevó a su nariz, para inhalar el aroma que aquel insulso papel traía consigo. Otra vez se sintió desfallecer, pero de placer, era ese olor, esa fragancia que tanto la hacía temblar. Estaba segura que era el perfume de Andrés, y aunque él se lo había negado, ella estuvo inequívoca al pensar que se trataba de la parte modesta del hombre, esa en la que le afirmaba que la atracción sensorial de su sentido del olfato estuviera fallándole o jugándole una mala pasada. Sin más introducciones se apresuró a desdoblar la hoja para encontrar dentro una nota escriba con lo que ella entendió como “pulso acelerado” de alguien que escribe muy nervioso unas frases con birome. Nunca antes había visto la caligrafía del muchacho, pero se enamoró por completo:


«Ayer estabas muy descompuesta. Lo siento, te traje hasta tu habitación.
No fue mi intención haberte asustado. Intenté matarte, torturarte. No es algo de lo que me enorgullezca, pero puedo adjudicar motivos a mi favor:
Te amo, y tampoco me enorgullece, no es mi estilo. No fui hecho para esto y quisiera volver el tiempo atrás… pero me es utópico. No ahora. Quisiera  separarme, arrancarme de tu lado, y aunque lo intento encontré en mi actitud el verdadero significado de la palabra imposible.
Es IMPOSIBLE poder dividir mi alma, mis sentimientos, por que por mal que me pese, te volviste parte mía.
¿Curioso, no? ¿Cómo puede vivir una persona con la mitad de su cuerpo, intelecto o amor? Esto es… demasiado, y necesito pensar.
Si este cambio tan irreal no logra matarme, volveré por ti, siempre lo haré.

P.D. Aliméntate bien, te necesito fuerte.
Mierda... en realidad... te necesito y punto.

A.C»


Los dedos empezaron a fallarle y ya no le servían de pinzas para sostener el papel, cuando éste cayó al suelo se llevó las manos al estomago, para rodearlo, ascender a su corazón e imaginar que si estuviese ahí, estaría bombeando incontrolable.
Se apresuró hacia el placard y se deshizo de su remeron largo que apenas le llegaba a las rodillas para vestirse más normalmente. Cuando miró por la ventana se dio cuenta que no era temprano. Habría dormido toda la mañana y casi toda la tarde.  ¿Dónde estaban todos?  Sacó de uno de los estantes una pollera de jean desflecada de color claro, y una remera gris con una inscripción un tanto graciosa: “suck my blood”  Así que chúpa mi sangre— dijo casi riendo de emoción. Se la puso rápidamente, se miró en uno de los espejos interiores del placard y salió disparada hacia la cocina, tenía hambre.
Y muchas ganas de verlo.

*

—El regreso de los muertos vivientes —bromeó Benjamín con bastante humor cuando vio a Amanda entrar como si se la llevara el diablo.

—Hola muñeca —saludó Franco, mientras ella observaba como el mayor de los Casablanca volteaba los ojos. Si algo descubrió la muchacha en ese momento era que los dos se sacaban chispas.

—Ho… hola —apenas pronunció examinando el cuarto para encontrar la cara que deseaba ver. Nada, ni rastros. Andrés no estaba. ¿Aquella había sido una carta de despedida? Galadriel ingresó con aires despreocupados, y antes de detenerse en la presencia de Amanda dijo:

—No quiere bajar —dirigió su mirada a Benjamín que la miraba con el ceño fruncido —dijo simplemente «váyanse al infierno todos y cada uno de ustedes» —torció su boca y frunció la nariz. —Upss… te despertaste —y saludó a Amy con un suave beso en la mejilla.

— ¿Por qué no quiere bajar? —pregunto ella con una gran intriga.

—Eso me gustaría saber —Benjamín la interrumpió— ¿Qué le hiciste anoche? Volvió atacado, como si le hubiesen tocado las pelotas, y no de una linda manera —el vampiro la miraba serio, pero no estaba siendo grosero, estaba preocupado.

—Quizá este en sus días —acotó Franco, quién fue ignorado sobremanera.
Gala se acercó y tomó las manos de Amy mientras le preguntaba

— ¿Pasó algo?

—No. No pasó nada —Amanda se dirigió a la nevera, sacó una bolsa de sangre y la depositó en un vaso para ingresarla en el microondas.

—Los perdimos en Melonio, cuando salimos ya era tarde y —realizó una pausa— nos volvimos, ustedes ya estaban aquí. Estabas durmiendo. —Comentó la rubia.

—Basta de caras largas —exigió Franco. —Me invitaron a un evento… un tanto extraño de iniciación —comenzó a explicar— ya saben… un recién nacido. ¿Vienen? —invitó a todos los presentes.

—No es una buena idea —argumentó Benjamín.

—Sin embargo —dijo Gala— yo creo que es una excelente idea. —Le echó un vistazo a Amanda, que la miraba sin comprender —Franco, queremos ir —sonreía hablándole al muchacho pero mirando a Benjamín.

—Excelente —el chico mostró sus esplendorosos dientes —Amanda creo que… —Gala lo interrumpió, como era su costumbre:

—Amy necesita descansar —y apretó uno de sus hombros— ella y Andrés. Creo que nosotros dos te vamos a acompañar —mientras miraba a Benjamín con los ojos fijos que decían no-me-falles-en-esta.

—Pero… —protestó el invitado.

—Peeerooooo… —dudaba Benjamín— peeero ¡la vamos a pasar bien! —decía con los dientes apretados, al mismo tiempo que se forzaba para no parecer tan obvio al querer apartar a Galadriel a un lado a solas y obligarla a que le de una buena explicación de por qué había aceptado salir con aquel muchacho tan idiota, y no sólo eso, haberlo arrastrado a él en vaya a saber qué plan absurdo.

*

— ¿Estas demente? —preguntó Benjamín a su amiga, cuando la sacó como quien no quiere la cosa a dar una vuelta a orillas del Río en la Estancia.

—Eso suelen decirme —ella le proporcionó un buen codazo en las costillas, que para él sería un suave cosquilleo y nada más.

—Franco no me cae bien. —Negaba con la cabeza— Ni él ni ningún amigo de confianza que pueda llegar a tener Andrés.

—A mi tampoco me cae bien —le hizo saber Gala con una sonrisa inmaculada —pero aprecio a Monstruito— y mientras lo decía alzaba las cejas para hacerle saber a su amigo que le causaba gracia el apodo que le había proporcionado— y tu hermano está enamorado. Necesitan tiempo a solas —miró al horizonte.

—Andrés no es capaz de querer a nadie que no sea él mismo. —Sonaba amargado.

—No se que tan veraz sea eso.

—Gala… —pronunciaba Benjamín casi en una suplica.

—Que no se hable más —se detuvo para mirarlo bien de frente— lo investigué.

— ¿Qué hiciste qué? —la mandíbula del vampiro cayó al piso.

—Él le dejó una nota. —Se acercó para hablarle en secreto, aunque estaban bien lejos para ser escuchados inclusive por uno de ellos— él la ama, creas o no. Y yo te lo había dicho.

—Eso es imposible —contestó mientras se cruzaba de brazos.

—Sus fluidos sanguíneos se atraen —afirmó la mujer.

— ¡¿Qué?! —Benjamín podría haber hecho hundir la tierra que estaban pisando por como se había exaltado.

—Shhhh –acalló

—Galadriel ¡eso no va a terminar bien, y lo sabes! —Sus ojos se pusieron rojos y violentos, incontrolables — ¡va a terminar matándola!

—No es cierto —se justificó— Benjamín, viví cientos y cientos de años, solo los amantes idiotas y destructivos terminan matándose. Este no es el caso… lo… lo presiento —su voz tembló.

La conversación llegó a su fin en ese mismo instante. Benjamín tendría que procesar aquella información y digerirla lo más tranquilo posible. Jugaba a favor que su amiga le brindaba paz, sino hubiese terminado enloqueciendo.
Él no podía permitir que ellos se hicieran daño, esta bien que la chica no le caía bien pero tampoco permitiría dejarla expuesta a una cosa así. Era apenas una recién convertida y no entendía de los nuevos peligros que esta vida le estaba trayendo. Mucho menos comprendería los riesgos del intercambio de sangre entre dos vampiros.
Hacia muchísimos años que no se cruzaba con un caso así, Gala era una experta, una vampiresa originaria, ella sabía distinguirlos del resto y lo estaba haciendo con su propio hermano.
Lo cierto era que Benjamín no podía contarle esto a Gala, no podía decirle que se había portado como un asno con su hermano, nunca ayudándolo a superar la muerte de sus padres.  El señor y la señora Casablanca, habían sido buenos vampiros, hasta que se conocieron y el amor que se tuvieron terminó matándolos. La sed de su propia sangre había sido tan ávida, tan voraz, que olvidaron que tenían un mundo alrededor, esperando por ser descubierto si así lo deseaban. Cayeron en el hueco infinito de la afanosa ambición por necesitar obtener cada vez más, hasta que prácticamente se disecaron como insectos.
Claro que a Benjamín le había dolido, pero como hermano mayor tenía que seguir en pie. Y entonces, en ese mismo momento junto a Galadriel, observando a lo lejos absortos en el silencio mortuorio, pudo descubrir y trazar un antes y un después en la vida de Andrés. Se reveló ante él esa gran incógnita a la que había estado expuesto hacia tanto tiempo: si su hermano odiaba tanto al amor, no podía culpar más que a la experiencia que los abofeteó en la cara siglos atrás.
Su hermano era débil, estaba cayendo en la cuenta cuando recordaba su pasado. Los ojos se le llenaron de lagrimas al enterarse por si mismo que toda la conducta rebelde y de crueldad que el menor de los Casablanca poseía, no era más que debilidad al enfrentar los hechos reales que les concernían a los dos. Si se había dejado influenciar por aquella mala experiencia —realmente mala, la muerte de sus padres, en esos términos— no demostraba más que un signo de flaqueza en su personalidad. No lo había podido soportar y eligió el escape fácil, el común: la maldad.
Sin embargo, Benjamín había sido más fuerte, él había elegido llevar una vida un tanto más digna, evitando revivir en carne propia errores del pasado. Intentó una y mil veces poner en riendas correctas a su hermano, pero había sido inútil. Y ver que ahora, su hermano, la única persona que le quedaba en el árbol genealógico, estaba por cometer la misma atrocidad que lo llevó a ser como era hoy, no pudo sentirse más que impotente al no encontrar una manera de ayudarlo.
Lo único que lo hacía tener un flujo de esperanza, fue entender sus últimas actitudes. Andrés quería a la mujer bien lejos de él, y había dado demasiadas señales que cualquier buen lector podría leer entrelineas.

—Tal vez sea cuidadoso —se le escapó en voz audible— quizás está buscando la forma que la historia no se repita. —Se llevó la mano a su sien.

— ¿Qué? —preguntó la vampira sin comprender.

—Nada, nada. —Y siguieron caminando.


*

— ¿Segura que vas a estar bien? —preguntaba Galadriel, mientras parada a un lado en el baño junto a Amanda le alcanzaba la bata, mientras ésta salía de ducharse.

—Claro —sonaba convencida— igual… como si me quedara opción.

—Sabes bien que ya mismo cancelaría todo si eso te hiciera feliz —afirmó Gala con gesto compasivo.

—Sólo bromeaba —Amy se secaba el pelo— además, estás muy linda, es una pena que tengas que guardar ese vestido en tu valija nuevamente —y la contemplaba.

—Gracias —la vampira rubia depositó un suave beso en la mejilla de Amanda, de esos que la hacían sentir querida. Estaba enfundada en un pequeñísimo aunque delicado vestido color salmón, bastante simple. Con la diferencia que Galadriel, tenía la gran facilidad de volver lo común en algo sumamente extraordinario.

—Así que sola con Benjamín ¿eh? —preguntó Amy, algo estaba pasando, pero la mujer que tenía enfrente la trataba tan bien, como si se conocieran de tantas vidas atrás, que ella abrió su corazón de par en par, para dejarla entrar.

—Con Benjamín y con… brrr —hizo un zumbido con los labios— Franco.

—A mí ese me cae bien —comentó, restando importancia.

—El caso es que a mí no —se cruzó de brazos— su beneplácito no me cierra.

—Su ¿bene-qué? —preguntaba mientras reía por la extraña palabra que utilizaba la muchacha.
Gala se le acercó y puso la mano en los hombros de Amanda ladeando la cabeza amistosamente.

—Su complacencia para con el resto —su sonrisa se curvó hacia la derecha— es demasiado forzada, se reconocer esas cosas en la gente.

—Oooookeyyyy —la miró como si estuviese loca— lo voy a tener en cuenta.

— ¡Esa es mi chica! —festejó abiertamente mientras la abrazaba alrededor de la bata en el baño. Bien, el efecto visual era fuerte, parecían pareja. — ¿Pero ya lo sabías, no?

—Me lo haces recordar a cada rato —le dedicó una sonrisa. Cuando vio que Gala se separaba le preguntó compungida — ¿Ya te vas? —Gala se dio vuelta para echarle un último vistazo, y lo único que agregó fue:

—Una buena cena lo… motivará. —Tras un guiño de ojos, cerró la puerta.

¿Una buena cena? ¿Qué quería decir con eso? Los vampiros no comen, no al menos comida humana. Ella recordó que eso era una patraña, una completa mentira. Cuando Gala le había traído esos muffins, lo disfrutó y de hecho se puso de muy buen humor. Quizá tendría que intentar una cosa así.
Pero había un pequeño detalle, uno que su amiga no había tenido en cuenta —mejor dicho no conocía, en realidad— cuando le dio el consejo. Amanda no sabía cocinar. Es decir, le iba bien mal en ese aspecto.
Mientras caminaba a su habitación,  pudo sentir el silencio mortuorio que daba vueltas en el ambiente y escuchó el auto arrancar, los chicos se habían ido, lo que se traducía a: Andrés y Amanda solos en la casa. Su piel se erizó por completo. Casi corrió a su habitación y puertas adentro se encerró de un portazo con el corazón en la boca. Deseaba ir a buscar a Andrés, y ese afán la hizo caer en la cuenta que nunca había estado dentro de su cuarto. No lo conocía, le dio mucha intriga. Mordiéndose el labio inferior, fue hasta su armario para sacar de allí una remera mangas cortas de cuello caído, que dejaba al descubierto su hombro. Era amplia y dejaba su ombligo descubierto. Tomó un jean tiro bajo que le quedaba suelto arriba y llegando a los tobillos era chupin. Siguió secando su pelo con la toalla, y sin más se dirigió fuera.
Caminando por el pasillo del piso superior, se paró justo enfrente de la puerta donde Andrés dormía. Gala le había comentado que era la habitación más grande de la Estancia, y que a pesar de que varias veces había venido a visitar a los hermanos cuando permanecían juntos unas temporadas, jamás la había conocido tampoco. Era algo así como exclusiva, o bien el menor de los Casablanca era bastante reacio en darla a notar. Tomó unas cuantas bocanadas de aire, y pronunció sus primeras palabras. 

—Emmm —silencio espectral— Andrés…. ¿estas ahí? —nada. Ni el zumbido de una mosca. ¿Acaso la carta que le había dejado era una despedida? Ninguno de los chicos le había dicho que él se había ido a otra parte, lo que en el fondo le dio esperanzas, pero el sentimiento de vacío no la abandonó. — ¿Por qué no vas a salir? —Preguntó con la voz temblorosa —si es por lo de ayer a la noche… si te avergüenza sentir realmente algo así por mi —comenzó— juro que voy a olvidarlo. Lo… lo prometo. —El leve detalle que estaba evitando, era que ella no quería olvidar. —Bueno… veo que no quieres hablar conmigo… voy a estar abajo. Quiero algo de comida… humana —explicó un poco abochornada.
Pero él contestó. Cuando ella estaba dándose por vencida, asumiendo que iba a pasar una larga noche sola, él le habló desde el otro lado.

—Enseguida bajo. —Y no hubo más.

*

—Estoy hambrienta —dijo apenas entró a la cocina con gran nerviosismo.
Abrió el refrigerador y agradeció por sus adentros a Galadriel. Al parecer habían llenado la heladera antes de salir. Mientras observaba productos que ella claramente no iba a poder cocinar jamás por sus pésimos dotes como chef, se sintió frustrada. Haciendo una búsqueda mental de algo fácil para hacer, recordó que los panqueques, o hotcakes como solían llamarlos, le fascinaban.
«—Bien bien bien, tranquila mujer, es sólo harina, huevo, esencia de vainilla, un poco de sal, una sartén, dulce de leche… —estaba desesperada— voy a poder, voy a poder. No es tan difícil.
Encendió la hornalla de la cocina, tomó un bol y empezó a unir los ingredientes, sacó el dulce de leche de la heladera y tomó un poco de aceite para verter en la mezcla.
«— ¿Dónde esta la sartén….? —Empezó a hurguetear el horno—. Estoy segura que tiene que estar por aquí. 
Cuando la encontró, la tomó por el mango y cuando escuchó aquella voz masculina, el utensilio repiqueteó por el piso, haciendo un ruido detestable.

—Hola —apenas pudo decir Andrés antes que el estruendo cubra toda la sala.
Amanda se giró muy rápido y quedó prendida como una garrapata con sus dos manos contra la encimera. Ella sondeó el rostro del chico, tan serio como siempre, con esa mirada impenetrable. No dijo ni una sola palabra hasta que él se acercó a velocidad vampiro, tomó el artilugio de cocina y se lo colocó en las manos mientras le comentaba:
«—El secreto es saber manejar bien el mango de la sartén —su voz era tan sexy, pensó Amanda mientras sentía que sudaba la gota gorda por su proximidad.

— ¿Esa frase tiene alguna connotación con doble sentido? —pudo preguntar, sintiéndose estupida al instante.

—Oh, atrevida –él le dedicó una media sonrisa.

—Al fin, bajaste. Pensé que estarías atascado ahí arriba de por vida. —Ella quería esquivar su mirada, serle indiferente, y por eso empezó a romper un huevo, dos huevos, tres, poner la harina, batir, dirigirse hacia la heladera cuando… él estaba ahí al lado, abriéndola antes que ella apenas pudiera llegar.
«—Gracias —murmuró Amanda. Pero cuando se enderezó para verlo, ya no estaba. Se dio vuelta rápidamente y se asustó de muerte cuando lo vio encima de la mesada sentado, con las piernas cruzadas al lado del preparado comestible.

—Así que… ¿esta noche vas a envenenarme? —preguntó él con inocencia.

—No seas tan grosero —acusó la chica.

—Perdón… no quise… —se estremeció, quedando inmóvil como una estatua, mientras la observaba.

—No me mires así —le pidió Amanda, con la voz temblorosa.

— ¿Así, cómo? —le dijo Andrés, mientras volvía a desnudarla con la mirada, al menos eso sentía ella.

—Así… —ella palidecía aun más y trataba de mirar hacia otro lado… —Como si intentaras comerme, me da miedo.

—Deberías tenerlo. —Le contestó él, con una voz intimidatoria.
La chica vampiro se encogió, como si un suave viento tétrico sacudiera su espalda, basándose en las líneas generales mediante las cuales se había comportado aquel hombre que tenía enfrente a tan solo medio metro de distancia, nada le impediría saltar a ella y arrancarle la cabeza.
Cuando él casi saltó a su lado de forma veloz, Amy se estremeció aun más y cerró sus ojos, los oprimió y trató de pensar en otra cosa. ¿Él la estaba atacando?

—Amanda —le exigía Andrés, tomándola con sus dos manos— ¿qué estas haciendo? —quiso saber.

—Yo… —ella no completó su frase.

—No voy a lastimarte. —Él levantó la cabeza de la chica mientras le sostenía con sus largos dedos el mentón. —Y estoy empezando a creer que te gusta escucharlo.

Amanda se deshizo de estar rodeada por los brazos del muchacho, y se dio vuelta. Como un acto reflejo abrió el envase de dulce de leche y con la cucharita se llevó un bocado a la boca, Andrés la miró sin comprender con gesto de confusión y se volvió a acercar a su lado, mientras hundía el dedo índice en la mezcla para los hotcakes, cuando lo chupó y arrugó la nariz, Amanda rió.

—No está terminado todavía, eso debe ser un asco —y le acercó una servilleta para que se limpiara.

—Lo es. —Su ojos fueron directo a la mezcla dulce prefabricada que ella sostenía en sus manos, y percibió como empezaban a temblar cuando él la miraba. Al chico le causó gracia y expuso una gran sonrisa, mirando hacia el costado, como con vergüenza de ser descubierto. —Quizá esa me guste más —le dijo a Amanda, señalando el dulce de leche.

—Tiene que gustarte. —Estiró sus manos para ofrecerle el pote. Él se apresuró a su lado, para así los dos juntos agarrarlo, y ella estaba desvaneciéndose al leve contacto.

—Quiero que tú me lo des —exigió con su serio semblante.

— ¿Qué te de qué? —preguntó Amanda como si estuviese delirando, con el volumen de voz casi en silencio. Cuando Andrés dio unas carcajadas se había dado cuenta que su pregunta fue tomada con otras intenciones.

— ¿Otra vez el doble sentido? —Él se llevó una mano al pecho— juro que esta vez soy inocente.
Amanda cargó la cuchara y se dispuso a entregársela, pero él seguía negando hacerlo de esa forma. Sacó el pote de las manos de la chica al mismo tiempo que dejaba a un lado la cuchara, la tomó rápidamente por la cintura y la sentó en la mesa de la cocina.

—Menos mal que te pusiste pantalones. —Comentó Andrés.

— ¿Eh? ¿Por qué? —preguntó ella un tanto indignada. Si él estaba insinuando que los vestidos le quedaban mal, las cosas se pondrían tensas, no le iba a permitir herir su ego una vez más.

—Por esto —le dijo, y puso las palmas de sus manos en cada rodilla de la muchacha, para abrirlas de golpe, y así meterse él en el hueco que quedaba entre las piernas de Amanda. —Ahora… —comenzó a decirle Andrés —vas a darme… —y tras una pausa hecha apropósito agregó —dulce de leche, claro. —Le sonrió y abrió su boca, señalando el camino con su dedo.

La mano de Amanda temblaba, ¿cómo podía Andrés intimidarla tanto, hasta el punto de volverla ante su presencia, en una mujer que rozaba la dislexia?
En ese momento decidida a hacer llegar la cucharita de dulce de leche a buen puerto, su cabeza comenzó a retumbar, otra vez volvía a sentir ese aroma en el aire. Ese perfume. Porque, que la parta un rayo, pero él no podía seguir diciéndole que no era suyo.
Se acentuó más cuando él abrió la boca, y Amanda trató de mantener la compostura, pero su pulso falló —maldita vampira torpe— se dijo a si misma.

—Perdón yo no quise… —se apuró a decir ella cuando notó como el dulce de leche había caído en el pecho del chico. Andrés llevaba una remera blanca mangas cortas con cuello en V, y en esa porción de piel que tenía al descubierto, fue a parar el maldito dulce.

—Ha-ha —negó él— nena mala… vas a tener que arreglar esto. —Amenazó con picardía en sus ojos. —Aunque… yo tengo una mejor idea —La miró fijo, y él mismo con su dedo quitó el menjunje. Amanda lo observó confundida y sonrojada, sintiéndose patética por mostrar actitudes tan mundanas, siendo que era un cadáver viviente. Andrés llevó su propio dedo a la boca de la chica, insinuando que ella lo metiera en su boca, al mismo tiempo que con la mano libre que le quedaba untaba un poco más. Cuando Amy terminó, él puso algo de dulce en la clavícula de la chica.
Amanda mantuvo su respiración controlada, pero cuando Andrés posó su lengua sobre ella, no pudo hacer más que lanzar un leve quejido desde el interior de su garganta, que se convirtió en un gemido dulce y encendido. Él la apretó para acercarla más, y la pequeña vampiresa apoyó su rostro en la cabeza de Andrés, inhalando su perfume. Cuando el hombre empezó a ascender por su cuello, para concentrarse en la parte trasera del oído de Amanda, la chica sintió un fuerte deseo de morderlo, de hincarle los colmillos bien profundos. Pero no sólo eso, se corrigió, sino de tenerlo de todas las formas posibles, de ser suya, de que se pertenezcan. Lo quería dentro de ella tan ardientemente como un ciego desea ver el alba, como dos cuerpos que quieren fundirse antes que el fin del mundo arrase con todo. 
Andrés mordisqueaba su oído suavemente, con atención y dedicación. Sus manos eran exigentes alrededor del cuerpo de ella, y ese fue el punto en el que se dejó ir.
Cuando Amanda no pudo soportar más el deseo, se bajó de la encimera y él quedó mirándola confundido. Ella trastabilló sobre si misma y cuando observó los ojos del hombre, un torrente de lujuria la envolvió. Andrés tenía los ojos distintos… como si se hubiesen dilatado, y el dorado era casi rojizo. Sin pensarlo un solo segundo, Amanda arremetió contra Andrés a velocidad vampiro, apoyándose contra él en la pared de enfrente donde se encontraban, dejándolo inmovilizado.
Pero Andrés no era de los que se dejaban controlar, e inmediatamente invirtió la situación, alzó a Amanda y la dio vuelta para que ella quedara contra el frío muro, la presionó fuerte para sujetar las piernas abiertas de la chica con su sexo, y se dejó besar por ella, que le recorría todo su largo y pálido cuello. Él lanzó un suave chirrido, y sintió la voz de Amanda.

—Se que… es raro… esto…que voy a… decirte —apenas podía manejar sus palabras mientras recorría la carótida de Andrés. —No tendría, más bien… se que es imposible una cosa… así, pero… —trataba de respirar, mientras sentía la erección del muchacho sobre su parte intima, había cosas que un simple pantalón no podía proteger —tu sangre… —apenas pudo decir la palabra “sangre” cuando Andrés la soltó y se distanció de ella apenas unos metros, mirándola confundido.

—No lo digas —se apresuró a decir él, de forma cortante.

—Yo se que es raro... pero… —él volvió a interrumpir.

—Creo haberte dicho algo —y se acercó a ella pareciendo un borrón o una mancha a su paso.

—Vuelves a darme miedo —explicó Amanda.

—Bien. —Apenas fue audible lo que el vampiro le contestó.

—Eso no me hace sentir mejor —una lágrima comenzaba a descender por sus mejillas. —No me hace sentir mejor, puesto que soy una muerta bastante friki, que quiere beber tu sangre, con el mismo anhelo o adicción que puede proporcionarme la humana.
No había vuelta atrás. Amanda desconocía el verdadero significado de lo que acababa de confesar.
Andrés desapareció, dejando tras él una huella de insatisfacción. 

3 comentarios:

  1. Ayyyyyyyy no me podes dejar asi!! espero q subas el 11 pronto :D ...

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  2. oh por dioss!! lo amo amo ! ya quiero leer el otro capi!! por dios que va a pasarrrr!!

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  3. no puede ser!!!!! pero q rayos pasó??? todo iba tan bien...

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