martes, 5 de abril de 2011

Despertar II: ángel sangriento; cap 16 "Dulce tormento"

¡Supéralo! se gritaba mientras caminaba de un costado al otro en el living. Acompañado a esa palabra de aliento incluía golpecitos en su frente, como si fuese un estúpido niño de secundaria. Había una sola cosa que Benicio tenía que superar: las ganas de comerse de un bocado a Lumi, no sin antes probar sus dulces labios o tocar su tierna piel, propia de una quinceañera.

¿Por qué sigo dándole vueltas a ese asunto? se retaba sin compasión por ser de él mismo a quién se refería. 

Dante no estaba ayudando tampoco, ya que mientras contactaba, tal como él le había dicho, con algunos submundos que conocía para combatir con Andrés y quién se interpusiera en su camino, le había pedido un favor. Un pequeño favor del cual Benicio no se negó. Ahora tendría que hacer de niñero (¡y con que gusto aceptó!) de Lumi, mientras Dante hacia de las suyas.
¿Qué por qué había aceptado? Simple… cuando escuchó el nombre de la niña en la oración de suplica por parte del Ángel, sólo dijo «oh claro, perfectamente» y firmó su condena con pluma de oro para llevarla a dar una vuelta y comprarle algo de ropa, cosa que la niñita no tuvo en cuenta al fugarse en búsqueda de su Dante.
Así que ahí se encontraba, un vampiro reacio esperando con el corazón en la boca a la adorable Lumi para llevarla de compras.

¿Y si quiere comprar ropa interior? No es algo que a mi edad pueda llegar a soportar… me va a dar un colapso nervioso, decía y a pesar que no quería imaginar como sería Ludmila probándose un sostén, lo estaba haciendo. Que lo parta un rayo, porque realmente le estaba gustando, mucho más si en el panorama que imaginaba era él el que abrochaba el corpiño tras esa diminuta y tersa espalda que poseía aquella maligna señorita.

— ¿Qué estas haciendo ahí parado, idiota? —le preguntó Ludmila, tomándolo por sorpresa. Eso no estaba bien, un vampiro jamás tendría que permitir que cosas así pasaran. Pero él no la sintió llegar, el muy maldito estaba soñando como sería tocar aquellos pequeños pechos. Bien, era un bastardo.

—Esperándote —dijo junto al vuelco que su corazón le dio, alarmado. La sonrisa de Lumi era criminal, podría ir preso siquiera por observarla.

— ¿A dónde vas a llevarme? —ella pestañó varias veces, como haciéndole ojitos y burlando la cara que Benicio debería tener, con el ceño fruncido y la nariz permitiéndose dejar de respirar por un buen rato.

—Seguro estas hambrienta —empezó a dirigirse a la salida.

—Mmmm, riquísimo. Comida ¡me gusta! —Con dos saltitos se colgó del brazo de Benicio, quien tragó saliva como si estuviese ingiriendo arena.

*


Cuando entraron a aquel enorme patio de comidas, y la muchachita pidió una gran hamburguesa en Mc Donalds tal como una niña debe hacerlo, estupido patán ¿qué más esperabas? pensaba Benicio, dirigió su mirada taciturna por todo el lugar. Se sentía un pervertido, claro estaba, ¿pero el resto de la gente lo vería así? Por supuesto que no, estaba paranoico, nada más.
Él había insistido en llevar la bandeja hasta la mesa que eligieran, pero Lumi se empecinó con hacerlo ella, así que iba por delante poniéndose de puntitas de pie para ver todo el panorama y decidirse por un buen lugar. Benicio tenía todo para él, desde la parte de atrás podía verla de arriba hacia abajo, con aquella luz clara que el gran salón proporcionaba. Estaba en serios y jodidos problemas cuando se enteró, como si fuese una novedad, que la pequeña Lumi estaba bien buena. Meneó la cabeza queriéndose sacar de ella cualquier tipo de esperanza con la niña, pero era inevitable. Se sentía tan solo desde que Amanda se había ido que tuvo que hacer un sacudón de sentimientos para terminar convenciéndose que todo lo que le pasaba ahora, era producto de su soledad. Pero allí tenía a la niña, tan rozagante y fresca.
Cuando se propuso apartar la vista, no pudo evitar bajar la mirada al pequeño trasero de Lumi.

No lo hagas —se exigía en su fuero interno, por demás decir que en vano— No no, esto no está bien.

— ¿Aquí te parece? —preguntó Ludmila, girando tan rápido que pudo agarrarlo con las manos en la masa. La chiquilla se sorprendió y sus mejillas se incineraron ante la mirada del vampiro, que lejos estaba de darse cuenta que había sido pillado por la infanta.
La vergüenza concentrada que sintió el hombre fue tan grande que deseó arder en el Infierno y no volver a salir a menos que se le haya quitado lo pervertido.

—Donde más te guste —le respondió haciéndose el tonto, imaginando como esa frase quedaría bien en otro contexto. Por ejemplo:

—Mi mano bajará, Benicio, porque eres el hombre más hermoso en la Tierra…— ésa era exactamente la parodia de Ludmila, que imaginaba él en su mente.

—Dónde más te guste, pequeña, soy todo tuyo —contestaba él, a la nada misma puesto que todo era imaginación.

— ¿Deseas que te toque? —volvía a preguntar Lumi, con esa voz suave.

—Donde más te guste —contestaba él, reiterativo.

Bueno basta, como supuesto iba bien, pero tuvo que tomar mucho coraje para volver a la realidad, y Ludmila estaba esperando que él se le uniera en la mesa. Como un bobo se había quedado figurándose cuantas cosas le haría a la chica, y ella sin saberlo, aguardaba atacando a la comida.
Se sentó fatigado y con algo duro en la entrepierna, lanzó una maldición en voz alta y la niña lo miró con un ojo más levantado que el otro, no cuestionó esa reacción, sólo rió como desenfrenada.

—Eres tan raro —le comentó mientras con uno de sus dientes abría el pequeño paquete de Ketchup.

—Claro —respondió Benicio sin saber siquiera lo que estaba diciendo, se movía demasiado en la silla para que aquel asunto bajara tan rápido como había subido por fantasear como si Lumi lo estuviese tocando.

—No, enserio… pero me gusta —genial, con esa contestación le había disparado una bala de madera directo al pecho. Ella había dicho pero me gusta y una vez más que lo dijera, sería la perfecta invitación para tirársele encima y romperla en mil pedazos frente a todo el mundo.

—Oh sí, eso es seguro —él seguía mirando su entrepierna, reprochándose nada más que a si mismo aquel altercado.

— ¿Qué demonios te pasa? —inquirió la niña, estaba a punto de levantarse cuando Benicio la detuvo con un ¡NO! Casi a grito pelado, ella se exaltó tanto que el Ketchup saltó sobre su boca, derramándose.

— ¿Te manchaste? —preguntó el vampiro, queriendo cambiar de tema. Lumi se llevó una de sus pequeñas manos a la boca y se dio cuenta que tenía el aderezo por todos sus labios. Con las palmas cubrió su cara, Benicio pensó que se pondría a llorar, se fue acercando a ella con la mesa de por medio, y la maldita niña lo asustó, reduciendo la distancia que quedaba entre los dos al grito de:

— ¡Soy una vampireeessssaaaaaaaaa, yyy vooooyyy a chupar tu saaanngreeeeeee, así que, ríndete ante mí! —mientras acompañaba el discurso moviendo sus brazos con dos papas en la boca emulando colmillos.

Su gesto quedó serio, cuando después de cinco segundos tenía a Benicio a tres milímetros de distancia de su rostro, el hombre parecía no haberse asustado para nada con aquella actuación, muy por el contrario miraba con detenimiento la proximidad en la que estaban uno del otro, y ella por su parte sintió como todo su cuerpo cosquilleaba.
¿Qué era lo que Benicio tenía para ella? Además de considerarlo el Ser más sexy que había conocido jamás, unos ojos totalmente penetrantes, y unos labios misteriosos que ansiaban ser mordidos, irónicamente, teniendo en cuenta que quién quería morderlos era una niña de quince años, y el mordido sería, nada más y nada menos que un vampiro que ya se habría cansado de matar personas como ella.
Ludmila no quiso pensar que Benicio fuera capaz de algo como eso, así que lo dejó de lado para seguir concentrándose detenidamente en todo lo que le gustaba de él.
Su mente merodeó pensando que lo que le pasaba con aquel hombre era nada más y nada menos que amor a primera vista. ¿Pero que sabía una niña de quince años sobre el amor? Se sentía patética, porque nunca había experimentado una sensación como la que estaba viviendo en ese mismo momento al tener a Benicio tan cerca de su cara.

Si no se está corriendo —pensaba Lumi— quiere decir que le gusta estar mirándome así, con esos ojos tan intensos —us mejillas volvían a ser de un rojo fuego— pero, soy muy insignificante para que un hombre de su edad me vea como opción… tal vez sólo sienta ganas de cuidarme o… tal vez sea amable —. Pudo haber empezado a lagrimear con esa sensata conclusión, ella quería gustarle, y si no se había puesto a llorar fue exclusivamente porque estaba justo a un paso de él— esto no puede ser más que amor a primera vista. ¿Pero por qué con un hombre que podría degollarme el día que al puré le falte sal? — Divagaba— Aunque ¡oh claro! ¡Ellos comen sangre, jo!
No quiso dar más vueltas en el asunto, ella no era cualquier chiquita que se quedaba callada, más bien, como Benicio pensaba, era bastante parecida a Amanda en ese sentido, investigaba. Y quería hacerlo, así que preguntó:

— ¡Jo! ¿Qué tengo? ¿Qué me miras tanto?

¿Además de un cuerpo condenadamente embriagador?  —Hubiese querido responderle Benicio, pero no lo hizo.

— ¿Ketchup? —y con su dedo índice quitaba los restos de aquella boca en forma de corazón. Lástima que no había entendido lo que Lumi le preguntó. Porque precisamente no había sido ¿qué tengo? Refiriéndose a la boca, sino un ¿qué tengo? Si es que tenía algo que a él le gustara.

La situación de por sí era visualmente complicada. Él, como adulto responsable, tendría que haber puesto su hombría sobre la mesa y haberse apartado de Lumi, pero la realidad era que: quería poner su hombría sobre la mesa, con Ludmila bajo su cuerpo. ¿Así estaba bien? Por lo pronto pensó seriamente en sacrificarse con una estaca tallada a mano por él mismo, mientras le pedía a Dante que se la entierre en el pecho antes que él le entierre a la niña otras cosas como….

Como nada, se paró en seco el vampiro, por sus adentros.

Pese a eso, ninguno de los dos cedía, era una lucha complicada puesto que la niña quería ser besada, y él quería arrinconarla contra la pared más cercana o llevarla al cuarto de hotel disponible en la zona.

—Estoy en la obligación de hacerte saber —empezó a decirle Benicio, maldita sea él y su puta calentura que no lo hacía apartarse, pero siguió con la voz ronca— que la cercanía con un vampiro puede llegar a ser peligrosa.

—No me significas un verdadero peligro — ¿por qué una niña de quince años le contestaría así a alguien de la especie del hombre que tenía enfrente? Era una cuestión que en algún momento iba a averiguar, por lo pronto, no pensaba alejarse ni un centímetro.

—No estoy dispuesto a exponerte a algo como eso, preciosa —contestó enfadado con la pequeña que le hacía frente como si nadie los viera. 
Y doliéndole como supuso que haría, se apartó, anhelando que esa cercanía se hubiese extendido toda una vida. 

1 comentario: