miércoles, 6 de abril de 2011

Despertar II: ángel sangriento; cap 17 "Sólo quiero que una vez algo lo haga conmover"



Tú haces tu camino… 

Me resisto a ti sólo como esto.
Tú no puedes decirme que sentir
La verdad nunca me pusiste en libertad,
Así que lo hice yo misma.

Paramore - Careful




 Amanda se encontraba en plena noche, fuera del ventanal que daba a la cocina de la Estancia. Necesitaba pensar cuales podían ser las razones por las cuales Andrés haya estado encerrado todos esos días y ahora haya decidido salir así de improviso, como si se lo llevara un demonio. El problema actual no era ese, sino que el hombre se había marchado hacía horas y todavía no había regresado.
Benjamín, al haber descubierto el amor con Gala, se había convertido en una persona más sociable, y por sobretodo, más amable con Amanda. Le dijo reiteradas veces que su hermano era así, que ya tendría que estar acostumbrada a estas cosas. Pero Amy no quería pensar de esa forma, primero porque estaba sintiendo cosas por él, segundo porque, para ser sincera, prácticamente no lo conocía.
Lo más raro de todo fue cuando ella misma le comentó esa inquietud a la parejita feliz y ellos se miraron confundidos sin entender. Entre todas las cosas que Amanda no sabía, estaba esa cuestión. No había mucho que conocer, puesto que Andrés prácticamente la raptó y manipuló su mente para que ella olvidase toda cosa pasada respecto a Benicio o su propia vida, por lo cual no generaba un panorama visible en su cabeza, dado que simplemente, hasta hace unas semanas, no se conocían.
Sus sentimientos eran confusos, ella jamás preguntó, aun así, estaba segura que era su novia, o algo por el estilo. El glamour que el vampiro utilizaba con ella le hizo entender que eran algo, pero ahora estaba bastante desconcertada mientras recordaba todas las veces que él se había comportado como un cretino, evitándola.
Hacía frío. Estaba congelándose a pesar de que Septiembre estaba terminando y la temperatura ambiental tendría que cambiar a un calor no tan sofocante, pero sí más templado que el frío que sentía ascender como sangre por sus venas.
Cuando miró al horizonte, una negrura cubría todo el paisaje que tenía frente sus ojos, los árboles meneaban sus copas y deseó estar sobre una de ellas, olvidando cuan miserable era su vida y cuan destrozado sentía a su corazón. Quería estar muerta, lo anhelaba hasta quebrarse por completo. ¿Alguna vez iba a ser feliz? Necesitaba que unos fuertes brazos, como los de Andrés, la rodearan y le dijeran que ella era la razón para algo en esta vida, y sólo así seguiría en pie, soportando lo que fuese que se aproxime. Sólo un poco de contención en estos momentos la empujaría a pensar en un futuro plagado de virtuosismo. No obstante, la falta de cariño estaba haciendo que su desesperación colapsara.
Cuando se dispuso a entrar, con una lagrima recorriendo su mejilla, siendo su única compañera en el crepúsculo, sintió como una mano le presionaba el hombro. Era familiar, por sobretodos las cosas, y le propagó un buen ascenso de temperatura al menos en esa zona del cuerpo. Percibió como cosquilleaba, lanzando chispas enérgicas, le vinieron fuertes ganas de girarse, para que sea quien sea el que estuviese detrás, regalarle un abrazo tan hondo y violento que la hiciera desangrar viva, desgarrarse si fuese necesario. Cuando volteó para ver, sus ojos se humedecieron aun más.
Andrés. Tan pulcro e inmaculado, sosteniéndole la mirada, tan lúgubre como ella la recordaba. Retraído, ceñudo y melancólico, fueron las tres palabras que se le vinieron a la mente, mientras se detenía en la pequeña mancha de sangre que de sus labios afloraba, la firme muestra que había matado, una vez más, al igual que estaba haciendo con sus sentimientos a cada momento que apartaba la vista, con ese gesto de desprecio que no se abstraía de darle casi todas las veces que se cruzaban.
Amanda rompió en llanto seco por tanta impotencia, maldición, aquella chica lo amaba tan fuerte como podía. Por el momento, lo hacía en silencio, apretando tanto como podía su boca para no hacer ningún tipo de ruido. Estaba lastimándose, sentía como se abría una firme herida dónde sus paletas mordían y como la piel volvía a regenerarse, no sin antes dejar un sabor amargo en las papilas gustativas. Con la lengua empujaba sus dientes, un nuevo método para no producir sonido alguno, él la miraba muy fijo, y su semblante comenzó a desmoronarse tan lento y ligero como plumas cayendo sobre uno.
Amanda no lo sabía, pero sus lágrimas eran tan pesadas y cargadas de dolor, que pronto su rostro se inundó de ellas, no había parte de su cara que no esté plagada de agua salada.
¿En qué momento su debilidad quedó tan al descubierto, como para permitirse llorar delante de un hombre?
Estaba parada tan dura e inmóvil, esperando algo por parte de su adversario, que el tiempo no corría de manera sistemática como solía hacerlo. Más bien parecía que al mono relojero le habían pegado un tiro en la sien y algo había hecho retrasar ese periodo en donde las agujas tendrían que seguir girando más que quedarse estancadas en un mismo lugar.
Odiaba que estas cosas le pasaran, odiaba ser débil. Y a pesar de no saberlo, el glamour estaba desvaneciéndose por arte de magia, o por simple arte de Andrés, quién al estar tan ocupado buscando la forma de no enamorarse, perdió el eje sobre la mujer.
Frente al hombre como una estatua, Amanda comenzó a sentir que ahora era alguien más real, si bien no recordaba nada, al menos empezaba a tener sentimientos suyos, esa era ella, la chica de fuertes pasiones que podía enviar a pasear a cualquier persona que quisiera decirle que hacer. Unas terribles ganas se apoderaron de ella, unas terribles ganas de partirle la cara a aquel hombre que tenía frente a frente, callado, y frígido.
Le parecía hermoso, una de las cosas, estéticamente hablando, más bellas que había visto en su vida, o al menos en la parte de vida que recordaba, remontada únicamente en unas semanas. No sabía, todavía, por qué lo amaba. Porque lo amaba y dolía. Sin embargo, a pesar de que el escenario en el que se encontraban rodeados por la madre naturaleza, los dejaba a ellos dos como insignificancias en el planeta, podía darse cuenta que aquella insignificancia que tenía frente suyo marcaba la diferencia.
Si tan sólo él se animara a abrazarla, ella podría permitirse olvidar cuanto lo detestaba cuando la ignoraba. Fue precisamente ese pensamiento interno que tuvo la mujer, el que desató la furia de la misma, terminando de culminar un fuego que salió de su interior en forma de puño cerrado, estampándose en la cara de Andrés, quien lo recibió gustoso, como si se lo mereciera. Y vaya que lo merecía.  

— ¡Es que acaso ni eso! —Le decía ella, ahora sí, llorando entre gritos— ¿va a traerte a la realidad? —se acercó violenta, queriendo partirle el pecho si sus golpes se lo hubieran permitido. — ¡Te odio, maldita sea Andrés, te odio! — Estaba mintiendo, pero la impotencia cubrió todo el lugar como pedazos de cristal.

Andrés la miró y trató de acercarse, pero ella marcó una clara distancia cuando se limitó en volver a observarlo y dejar de pegarle, él la sobrepasaba en altura, al lado de su pecho se veía como una mosca. Era en vano inflingirle el dolor que propiamente se merecía, cuando no podía sentirlo realmente. Su cuerpo era una roca. La carencia que Amanda sentía se hizo más grande, causando una fuerte opresión en sus sentimientos, cada vez más hechos trizas. Miró los labios del hombre, necesitaba un beso fuerte y pasional de su parte, ansiaba que él la tome por la cintura y la suba hasta la habitación, la arroje a la cama y nada más se recueste a su lado, apretándola junto a él. No estaba buscando sexo, quería compañía, quería que alguien, más precisamente Andrés, le de contención.
¿Qué lo hacía tan adictivo, que una vez que se prueba de él, no se puede salir?

— ¿No vas a decirme nada? —le preguntó Amanda con la voz temblorosa como las ramas quebradizas en los pastizales de alrededor.

—No hay muchas cosas que decir. –—Contestó Andrés. Si Amy no lo abofeteó nuevamente, fue porque pudo notar como el hombre parecía devastado. Cuando por fin levantó la vista para mirarla, sus ojos eran intensos, tristes y pesarosos. Ella pudo juzgar como sus entrañas se revolvieron ante esa mirada.

—Algo. —Exigió Amanda a cambio— algo que me haga quedarme y no irme lejos—. No paraba de llorar, lejos estaba de recomponerse. —Algo que me haga entender porque demonios sigo al lado de una persona que sólo me hace sentir menos que nada.

—Me duele. —Dijo él, haciendo caso omiso a la petición de la vampira. —Está matándome por dentro, quema. —Y se acercó, poniendo a la mujer muy cerca de su pecho, presionándola como si alguien quisiese arrebatársela. —Por favor, tienes que prometer una cosa…

— ¿Qué cosa? —exigió saber la chica, él, por lo pronto, secaba una de las lagrimas que ella tenía en la mejilla con sus labios, coaccionando su rostro.

—Que vas a perdonarme todo lo que te hice. —Rogó, cuando observó como Amanda cambiaba su semblante por una preocupación extrema que lo hizo derrapar. —Te amo y te lo diré en simples palabras. Manipulé tu mente, para tenerte conmigo, pensando que podrías ser un buen anzuelo para traer a ese estupido Ángel Caído, el resto de la historia la conoces a la perfección —Amanda ensanchaba sus ojos, presa del pánico— fue muy tarde para dejarte ir cuando supe que te amaba, que te amo, maldición —ella estaba boquiabierta— ahora no puedo dejar que te vayas sin matar todo lo que queda de mí, y lo siento, pero te necesito. Lo siento porque soy la persona más terrible en la Tierra, y te amo. Te amo como nunca lo  había hecho, y voy a protegerte de quién se interponga entre la fina línea de tu bienestar y desazón—. Las manos de Andrés dejaban de ser rudas, ahora la acariciaban por primera vez con amor, con dulzura, restando importancia en las palabras que decía. —No vas a formar parte de la batalla que se aproxima, no voy a dejar que tu nombre se pronuncie en ella, y voy a matar a cualquier persona que quiera hacerte daño o involucrarte. Es por eso que… — Andrés  pasó a mirarla y para cuando Amanda posó sus ojos rodeados por esas largas pestañas, él empezó a usar nuevamente su control mental, reforzándolo, mientras le decía:

«Es por eso que vas a olvidar todo lo que te dije, vas a hacer de cuenta que esto jamás pasó. Lo único que quiero que recuerdes, es que te amo, con la pasión más descarnada que puede encontrarse en cualquier mundo. Donde vayas, nadie va a amarte como yo, y aunque no lo sepas, juro por mi vida, aunque poco vale, que cuando todo acabe y seamos libres, voy a redimirme contigo, vas a poder elegirme si es que quieres hacerlo, y estaré esperándote. Porque no voy a rendirme sin antes pelear.» 

Cuando sus ojos dejaron de hacer contacto, Amanda se sintió mareada y confundida, con la diferencia que aquel glamour que Andrés utilizó sobre ella la había vuelto una mujer esperanzada. Lo abrazó sin miedo al rechazo y lo besó con todas las fuerzas reprimidas que sentía. Él acariciaba su cabello mientras recibía aquel regalo que no se podía comprar ni siquiera con todo el oro del mundo, y por supuesto, que no merecía, cuando fue arrojado por los aires.

Benjamín ahora se encontraba entre la mujer y él, con Galadriel detrás.

— ¡Eres tan estupido como imaginaba! —Le gritaba su hermano mayor, mientras Gala lo tomaba por los hombros— ¿Llegó el momento de explicar, por qué demonios estas queriendo matarnos a todos? —Preguntó, mientras Gala se acercaba a Andrés para susurrarle al oído:

—Y el pequeño detalle del por qué estas manipulando la mente de Amanda, si no es molestia.  

2 comentarios:

  1. OMG *.*
    Me encantoo e.e
    JaJaJa qe Liindo..
    Cx

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  2. a punto de terminar la tareaa! me encantaaaa!! pobre amanda todos estan buenos y todos estan enamorados!! cuando el sueño se convierte en pesadilla!!! je

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