sábado, 23 de abril de 2011

Despertar II: ángel sangriento; Epilogo final "El Infierno también es eterno"

*ÚLTIMO CAPITULO DE ÁNGEL SANGRIENTO*


“Es mi sagrado deber salvar tu alma de los oscuros poderes del Caos, y salvaré tu alma, incluso si mueres en el proceso.”
—Asmodai, Capellán Interrogador de los Ángeles Oscuros—


"Pude hacer mi corazón como un hito, puse mi rostro como una piedra,
Engañar y ser engañado, y morir: ¿quién sabe? somos ceniza y polvo."
—Alfred, Lord Tennyson, “Maud”—


Los demonios revoloteaban sobre la Isla, de eso se dio cuenta Amanda cuando Franco la sacó a rastras hacia fuera. No se le pasó por alto la parte en la que el hombre la tomó por los pelos para hacerlo y pensó por dentro que en algún momento se vengaría de aquel idiota. El sonido de aquellos seres voladores, a los que ahora veía con claridad, le generaba escalofríos, los quedó mirando con la mandíbula dislocada y un fuerte temblor que amenazó con tumbarla si lo seguía haciendo. Ellos no atacaban, pero propagaban buenos sustos a la vista de cualquier espectador. Se estremeció aún más al escuchar los truenos que anunciaban una tormenta parecida al fin del mundo, lo podía ver en el Cielo, era como si estuviesen sacando fotos una tras otra. Su cara se iluminó ante el rayo que cayó perdido a un costado suyo. Un fuerte viento azotaba todo alrededor, su vestido blanco se sacudía y tuvo que sostener la parte baja para que no se levante. Franco la tenía agarrada entre sus garras tan fuerte como podía, estaba lastimándola, dolía profundamente dejando surcos en sus muñecas. Estaban parados justo en medio de la Isla, esperando la llegada del resto que no demoraría mucho tal como él se lo avisó momentos antes de sacarla a la intemperie. Su cabeza presionaba los costados, el vampiro le había explicado su procedencia y ahora entendía a la perfección por qué veía esas sombras negras y sus pensamientos se hundían cada vez que estaba cerca de él. El maldito bastardo era un vampiro mitad demonio. ¿Cómo era posible? Simple. Marcus había tenido cierto interés en él cientos de años atrás cuando sus malditos destinos se habían entrelazado. Cuando él se negó a servirle, una lucha descarnada, como la que en momentos iniciaría, lo  había llevado a luchar contra quienes ahora estaban merodeando las alturas. Esos seres inertes de vida, sin idioma, sin sentidos y sin vista, lo habían dejado con vida cuando él logró escaparse de ellos, con un pequeño pero no menor detalle: ya lo habían mordido con la intensión de devorar su carne, de la forma que se alimentaban. Cuando en ese momento Franco pensó que se había salvado, Marcus le explicó que no había nada más alejado a la realidad, ahora le pertenecía por siempre. Con partes de demonio en su sangre, se convirtió parcialmente en uno de ellos, conservando de todas formas su estado vampirico. Mientras Amanda escuchaba ese relato momentos antes, notó como aquel hombre despreciaba el destino que le había sido designado. Su mirada plagada de rencor y resentimiento se lo dijo sin palabras. Empezó a creer que si en algún momento de la batalla, lograban ponerla contra la pared, ella pediría que la maten antes de ser un ser sobrenatural más raro de lo que era.

—Oh… allí viene tu príncipe azul a rescatarte —. Le susurró Franco al oído. —Y no viene sólo, es bueno saberlo.

—Muérete —. Contestó ella, tratando de zafarse de sus brazos a la vez que observaba como, apegada a él, una dureza llámese estaca, presionaba su espalda.

Cuando ella los divisó a lo lejos, pudo volver a sentir esa punzada de dolor que le generaba haberse enterado por Franco como Andrés le había mentido todo el tiempo, como había jugado con su mente para tenerla con él. Al fin de cuentas la había usado y ella lo sabía. El muy bastardo sólo quería un poco de sangre angelical para deshacerse de la servidumbre hacia Marcus. ¿Qué hubiese pasado si Amanda seguía junto a él? Era una pregunta que la muchacha se hizo reiteradas veces en una hora. Tal vez de todas formas terminaría muerta, si no lo hacían ellos, Andrés se ocuparía con gusto.
Pensando todo eso, no lograba entender por qué su corazón le devolvía tanto dolor ante la situación. ¿Acaso Amanda lo amaba, sin importar cuan malvado sea él? Los sentimientos son así de confusos la mayoría de las veces. Era eso. La mujer no podía imaginar el resto de su vida apartada de aquel vampiro.
Tampoco ignoraba la parte de la historia donde dos personas más ocupaban su corazón, las había visto en esos sueños que Franco le mostró. Benicio era su amor verdadero, lo recordaba a la perfección. Su mente viajó al momento en el que descubrió como el hombre también le había mentido. Como la había traído nuevamente a la vida, como por alguna razón no se lo había hecho saber, y como ella se fue, huyendo de su lado, cuando Andrés aprovechó la situación y la manipuló para volverla en contra de Benicio. Sin contar el detalle que, sus recuerdos humanos, los recuerdos de cuando verdaderamente lo fue antes que la mataran y el pacto entre el Diablo y Benicio se firmara, habían vuelto, galopantes. ¿Cuál era su mayor dolor? Uno de los hermanos Casablanca se había encargado de chupar su sangre hasta dejarla estéril de vida.
Pero todo no seria una mierda por completo, si cuando en el momento de la resurrección no hubiesen puesto a un Ángel en su camino, para hacerlo caer. Dante, a quién todavía amaba cuando descubrió que Benicio le escondía un gran secreto, se convirtió en un Caído por su culpa. A pesar que Franco le había hecho saber que Marcus había tendido la trampa, la muchacha no pudo dejar de hacerse cargo. ¿Cómo podía haberse enamorado de un hombre que tan sólo fue un engaño? Fueron todos victimas de maniobras del inframundo.
Así que esta era la situación. Amanda vivió por primera y única vez como una humana común y corriente hacía muchos años, había conocido a Benicio con quien mantuvo una relación amorosa por dos años hasta que él confesó ser un vampiro. El hombre se había equivocado cuando pensaba que la habían venido a buscar porque la identidad secreta de un muerto viviente no tendría que ser revelada jamás, por el contrario, esa fue una vil excusa puesta por Marcus para arrebatar a la mujer de su lado y empezar el plan maligno: crear una raza diferentes de vampiros con sangre de Ángel, para que el Cielo recargara balas y peleara contra el Infierno, por simple diversión del mismo. Cuando llevó a sus dos mejores servidores con él para matar a Amanda, no contó con que uno de ellos se obsesionaría con la chica, Andrés le había puesto el ojo desde ese entonces, prometiendo por sus adentros que la conseguiría de alguna forma. De ese modo, mientras Benjamin extraía su sangre, él planeaba el momento para volver por ella, cuando sea, y qué mejor excusa que raptarla con una razón de por medio, poseer para su liberación la sangre de un Ángel del grado que fuese.
Fue entonces cuando Dante apareció en escena en la adolescencia que vivía Amanda, por segunda vez como humana. El amor que él sentía por ella no era más que la fruta prohibida que Marcus plantó para hacerlo caer. Una vez que él arrancó sus alas para poder estar en cuerpo y alma con la chica, la dejó embarazada. La gestación no  había llegado a su fin puesto que en el mismo momento desde las tinieblas se le da muerte a la mujer. Las cosas no iban a ponerse mejor, ahora Amanda sabía su condición, sabía que el Cielo no podía permitir una cosa así.
En ese momento, Benicio volvía por ella, que al salir del Infierno, no recordaría —al menos por un tiempo— todo lo sucedido. Sólo tendría memoria de su anterior vida junto a Dante y una familia que, básicamente, no era su verdadera familia, ese dato no la relajaba ni un poco. Claro que la venda caería de a poco, como sucedió en realidad, al enterarse de la cara original que la historia tenía, se vio vulnerable ante la figura tan sensual de Andrés, que aprovechó la debilidad para tomarla.
A partir de ahí, en estos momentos en la Isla, a diferencia de las veces pasadas, recordaba todo, incluso de las cosas que sucedían cuando Andrés manipuló su mente, es por eso que su corazón se portaba como un bastardo en esos momentos, amándolo aun entre toda la malicia que el hombre tenía. Recordaba como él, a punto de caer enamorado por ella, refrenaba el sentimiento portándose como un cretino. Entonces, por descontado, no podía evitar revolver en su cabeza para encontrar como se le había declarado al fin de cuentas, haciéndole saber que ella era su mundo o como la última vez que utilizó el glamour sobre su cabeza, había jurado dejarla fuera de todo esto.
Maldita sea, ¡ella amaba a los tres! ¿Podía ser eso posible? Conocía de triángulos amorosos, pero esto era demasiado.
Benicio, todo un caballero, ermitaño por excelencia, perfecto por cada rincón que se lo mirase, serio, juicioso, básicamente un hombre de pocas palabras.
Dante, un Ángel Caído con campera de cuero, desprevenido, a veces desubicado pero encantador, bromista, sentimental, su personalidad podía ser un karma muchas veces, pero que bien le sentaba ser el chico rudo.
Andrés… ¿qué podía decir de él? Estuvo a su lado este último tiempo. Sus cuerpos sacaban chispas. Esos rasgos ingleses que tallaban su pálida piel le hacían ansiar sus besos. ¿Realmente era tan malo como ella recordaba?
Agradeció en lo profundo de su ser, al menos, haber conservado la dignidad de acostarse con uno sólo, y ese había sido Dante. Por lo que quedaba del resto, jamás habían llegado a nada. Pero no eran connotaciones muy apetecibles para estos momentos, cuando tenía a escasos metros de distancia a los hermanos Casablanca y a Galadriel aproximándose a ellos con los rostros desfigurados por el enojo.
Amanda todavía podía maldecirse a ella misma cuando recordó como Franco se regocijaba de haber sido el que se animó a traerla aquella vez a la Isla para activar la maldición y que así esta Batalla comenzase cuanto antes.

Estamos tentando Tierra Divina —. Le había anunciado él. Pensar que esas palabras, en estos momentos juntaban un sentido total.

—Amigos —, empezó Franco, dándole una macabra bienvenida a los hermanos Casablanca y a Gala. —Que gusto volvernos a encontrar. —Una sonrisa flameó en su rostro.

—Voy a matarte, puedo contigo —. Amenazó Andrés, que no dejaba de mirar ni un segundo a Amanda, si seguía así no iba a poder hacer lo que en realidad quería, destrozar cada centímetro en el cuerpo de Franco, no sin antes hacerlo sufrir.

—Me mentiste —, intervino Amanda dirigiéndose a Andrés. —Todo este tiempo estuviste haciéndolo. —La muchacha empezaba a llorar, una lágrima color rojo caía manchando su vestido blanco, que lejos estaba de ser de aquel color.
Andrés no pudo soportar ese llanto, no cuando sabía muy bien lo que significaba. Dolor, verdadero dolor. Deseó quitarse la vida en ese preciso momento, no la merecía. Ni el amor que la mujer sentía por él, ni el sufrimiento que le propagaba tenerla tan cerca y no poder besarla.

— ¿Peleas de pareja? —Preguntó Franco, divertido. — ¿Justo ahora?
Cuando el menor de los Casablanca se aventuró a dar un paso hacia delante, con una mirada mordaz dedicada al vampiro, Franco le hizo saber que el acercamiento sería mortal, éste sacudió a Amanda como muestra que eso era lo mínimo que iba a hacerle si seguía dando un paso más.

—No la toques —Exigió Andrés. —No te atrevas a ponerle una mano encima, estúpido, porque juro que te arrepentirás.

—Oh ¿sí? —, la ironía despertó una mirada de desprecio. —Puedo asegurarte como nos hemos tocado ya. Hermosos pechos… si es que has tenido la oportunidad de tocarlos alguna vez.
Amanda trató de zafarse de sus manos una vez más, inútilmente.

—Lo malo de tener que matarte —, le dijo Andrés a aquel bastardo. —Es que sólo puedo hacerlo una condenada vez. —Afiló su punzante gesto cargado de odio que le estaba helando la sangre. —Es algo que me tortura a cada segundo. —Apretaba sus puños, preparando un buen ataque.

—Ya quiero ver eso —. Incitó.
Una fuerte ventisca azotó el lugar, Franco salió suspendido por los aires, dejando a Amanda tirada en el suelo. Andrés aprovechó el momento para ir tras ella y acunarla bajo sus brazos.
Ella sabía que eso era algo prohibido luego de todo lo que se había enterado, pero entre quejidos nerviosos se sintió protegida, otra vez.

—Perdóname —, mientras sus labios abarcaban todo el rostro de la mujer, aún en shock y asustada. —Mátame si quieres, pero hazlo tú. No el resto, sólo tú y moriré feliz. Juro que lo haré.
Amanda no hablaba, no contestaba, sólo se aferraba a él por más que le doliera la vida saber que todo había sido una farsa. Su boca estaba reseca, no sabía hacia donde salir corriendo, el sentimiento de vacío invadía cada célula de su cuerpo.

— ¡Ustedes! —Gritó Benjamín. — ¡Salgan de ahí, maldita sea! ¡Son el blanco fácil!

La horda de Ángeles había llegado, llevando todo a su paso. Los demonios ya no estaban suspendidos en el aire y se veía tanto a un bando como al otro luchar, luchar sin detenerse a mirar a quien se le apuntaba primero. Franco había desaparecido, al menos no podían ubicarlo rápidamente. Andrés levantó a Amanda y se la llevó junto a Benjamín y a Gala, quién fue arrastrada por un demonio cuando el mayor de los Casablanca desenfundó por primera vez la espada de Jade para hundirla bien profundo sobre aquel pegajoso y suculento cuerpo deformado. Gala estaba en crisis, tendría que poner mucha más voluntad a la hora de pelear si no quería que todo terminase mal desde el comienzo. Benjamín se abalanzó sobre Andrés, que de espaldas no veía como otro de esos repugnantes seres se aproximaba a él. Aquel impacto lo dejó arriba de Amanda, notando como casi no podía respirar por el impacto.

— ¿Me amas, enserio? —, bien, la pregunta de Amanda no era oportuna, no cuando tres Arcángeles venían por ella. Galadriel pareció más despierta, puesto que fue la mujer quien los levantó por los aires apartándolos para despistar a aquellas criaturas celestiales. 
Antes que Andrés pudiera contestar afirmando, fue levantado nuevamente y arrastrado por el suelo unos veinte metros desde donde estaba. La caída lo había dejado medio idiota. De todas las caras que pretendía ver sobre él en estos momentos, con la que verdaderamente se encontró, fue con la última que se hubiese imaginado.

—Vengo a llevarme lo que me pertenece. —Acompañado con un buen puñetazo que casi descoloca el cuello del malvado vampiro. Era Benicio, lo estaba tomando por los brazos, no paraba de propagarle sus buenos zamarreos.

—No le vi ninguna etiqueta con tu nombre, idiota. —Andrés lo giró y ahora era él quien estaba sobre el vampiro, a la vez que de su cinturón desprendía una estaca que cualquiera apostaría, iría en dirección al pecho del hombre.

— ¡No en esta vida, imbécil! —Dante, al rescate de su ahora nuevo amigo, agarró a Andrés por los hombros, mientras plegaba sus negras alas, o mejor dicho, mientras estas quedaban ocultas a la vista de todos. Galadriel, muy sigilosa, venía por detrás, esperando el momento oportuno para sacar a Dante del camino. —No voy por ti todavía, muñeca. Ni te atrevas a dar un paso más. —Aseguró el hombre.

Benicio se puso de pie, para marcar aquella amenaza y que la mujer diera media vuelta y se vaya. Pero una persona detrás de ella lo hizo olvidar todo por completo.
Era Amanda, frágil e indefensa con la mirada llena de pánico. Benicio sintió pena y odio por verla de esa manera. Lucía espantosamente mal, su vestido era harapos. ¿Con cuantos demonios habría lidiado para terminar así? Su cara estaba empapada con el maquillaje tan corrido como podía, parecía enferma, desacatada, fuera de sí.

—Aléjate de él —, exigió Amanda a Dante. Ni ella misma entendía por qué estaba pidiéndole algo así al Ángel. Cuando lo vio de espaldas se sintió desfallecer, quemarse. Hacía mucho tiempo que lo venía extrañando y se odió por haberse presentado con esas palabras como saludo.
Dante quedó paralizado al escuchar su voz, él no permitía olvidar aquel sonido, pero tenerlo a tan poca distancia diciéndole otra cosa diferente a un te amo podía ser el equivalente a una muerte definitiva y en soledad.

—Dante. —Empezó Benicio, quien prefirió ser neutral. Si quería sacarla viva de allí, sus sentimientos quedarían a un lado de la jodida situación al menos hasta que todo acabara. —Ella sigue influenciada por él, no le hagas caso. No sabe lo que dice.

—Créeme, lo sé. —Contestó Amanda con frialdad en su voz. —Nadie está poseyendo mi mente ahora. Ya me escuchaste. Déjalo. Me iré con ustedes, ¡déjalo! —Amanda no quería irse del lugar sin Andrés, por consiguiente, lo que acababa de decir, era una completa mentira para que suelten al vampiro.

—Eres tú —. Dante podría haber muerto, ¿qué mierda le importaba? Tantos años deseó verla una vez más que el simple hecho de sucumbir ante su cuerpo parecía una buena forma de morir.
Amanda se sintió la peor de las mujeres. Recordaba esa mirada, no podía no sentir nada frente a él.

La tierra comenzó a ceder paso entre ellos, algo estaba mal, jodidamente mal. Un silencio mortuorio de los más aterradores ocupó todo a sus costados. Los demonios que se escuchaban de fondo volvieron a ascender a los cielos sin alejarse demasiado. Las grietas en el pasto firme casi convertido en barro por la descarnada pelea, estaban repletas de cuerpos irreconocibles. Esa sangre color mora de los demonios no se ausentaba, vampiros que nadie había oído llegar estaban desmembrados de un lugar a otro en todo el terreno.
Amanda oyó la risita frenética de Franco y lo ubicó con la mirada al mismo tiempo que todos lo hacían. Los Ángeles estaban flotando en los aires con sus alas desplegadas. Galadriel se aproximó a Amanda, para tomarla por la cintura pegándose a ella como una niña asustada pero valiente. Dante había soltado a Andrés, que se paró de inmediato sacudiéndose su ropa. Benicio quedó en el mismo lugar y Benjamín estaba en el centro, sin entender nada. Todos se miraban a la vez cuando una bocanada de viento caliente los revolvía sus cabellos.

Allí estaba parado. Era Marcus, entrando indiferente mientras miraba todo alrededor. No venía sólo. Amanda observó a una niña tras él, muerta del miedo o al menos eso era lo que reconocía en esa cara llena de lágrimas cayendo y el cuerpo temblando como una hoja de papel. Se preguntó quien sería cuando de un momento a otro cuando Dante gritó su nombre, fuera de sí.

La chiquilla era Lumi. Amanda quedó tiesa ante la ráfaga que recorrió su cuerpo cuando aquel Ángel Caído arremetió esos metros de distancia, lanzándose contra Marcus, cuando este lo agarró del cuello dejándolo inmóvil. Ella se acordaba de él, era el Diablo. Con la cara plagada de excitación por matar. Los Ángeles comenzaban a alejarse bien alto, al mismo tiempo que vio levitar a uno de los Arcángeles. Lo habían matado. Si la historia que Franco le había contado momentos antes, en la cual explicaba que, cuando se producía una baja como esta en el bando del Cielo, ellos abandonaban el lugar, entendía entonces muy bien, que estaban desamparados. La horda de Ángeles estaba huyendo tal como lo entendió.
Marcus, sin dejar de apretar por el cuello a Dante, jubiloso por su aparente triunfo comenzó:

—Hemos ganado, una vez más. —su rostro era más que alegría. —Miren que tenemos aquí. —Canturreaba, refiriéndose al Ángel Caído.
De un momento a otro, un instinto asesino le susurró a Amanda al oído como ése sería el fin, de no actuar inmediatamente, poco le costaría a aquel bastardo dislocar el cuello del hombre que tenía como rehén. Sin pensarlo siquiera un segundo, la mujer no dudó en abalanzarse encima suyo, en busca de su amor. Porque al fin de cuentas, por algún camino retorcido, él le merecía mucho más que eso.

Todos en el lugar, al menos los que procuraban su bienestar, gritaron el nombre de la mujer. Pero ya era tarde, ella se encontraba entre los cuerpos, en una pelea que no sería muy beneficiosa para la chica, ni para nadie. El hombre con el que se batía a duelo, no era más que el Diablo. ¿Tenía muchas esperanzas? No, al menos cuando Marcus lanzó a Dante a un lado para enterrar la mano en el estómago de Amanda, cuando un descarnado grito de dolor hizo que Andrés se lanzara tras ella para sacarla del camino.
La situación era complicada. Benicio aprovechó el descuido para sacar a Lumi de aquel plano, la tomó tan rápido como pudo dejándola al lado de Galadriel, que se aproximaba  dónde la pelea estaba siendo jugada, con Benjamín tras ella. En el camino, Franco la interceptó y se  llevó a Gala lado de Marcus, que se estaba encargando de Andrés.
Amanda tirada a un costado, con Dante a su lado, apenas podía levantar la cabeza para ver que era lo que pasaba, cuando sus únicas palabras eran: Andrés.

Al ver aquella perdida de sangre, Dante se perforó el mismo con todo el brazo y todo el coraje existente, incitándola a beber de él. La herida que tenía, no era una cualquiera, estaba hecha por el Diablo, sabía hacer su trabajo muy bien y esta vez, los poderes curativos de la mujer no iban a hacer mucho, si no se apresuraba ahora… sería muy tarde.

— ¿Qué estas haciendo? —. Preguntó Benicio, que no perdía de vista a Lumi, a su lado, histérica. Todo era un descontrol. Marcus y Andrés; Benjamín al lado de Franco, que tenía a Galadriel, esperando el primer paso en falso para arrancar su cabeza, Amanda herida…

—Es esto o muere. —Explicó sin dar tiempo a replica. Su muñeca ya estaba siendo absorbida por Amanda.

¿Cómo en las típicas películas donde uno está a punto de morir y ve pasar su vida en un minuto? Así se sentía la vampiresa. Su cuerpo se ponía fuerte, podía sentir esa sangre que bebía, recorrer todo su cuerpo. Era un antídoto mágico. Pero no dejaba de pensar en Andrés, aún así, todavía le costaba levantarse.
Unos fuertes brazos la trajeron a la realidad, cuando vio aquel rostro en el que pensaba, el menor de los Casablanca estaba junto a ella abrazándola con fuerza mientras todos en el lugar miraban.

—No te será tan fácil —. Gritó Marcus avanzando a paso acelerado. Le arrebató a la mujer de un sopetón cuando la puso frente a él para hacerla despedirse de esta vida. Ella sintió pánico, pero así tenían que ser las cosas. Los amaba demasiado, a todos los presentes para dejarlos ir. Su pensamiento egoísta la ahogó. No quería sufrir, pero soportaba de mejor manera que los demás lo hagan por ella, debido a su ausencia, si es que lo  hacían.

Frente a todo el silencio, Andrés fue el único que se atrevió a hablar. Su voz era firme, por primera vez, aquel hombre se animaba a decir esas palabras frente a todos y en voz alta.

— ¿Qué si te amo? —, preguntó el vampiro, ella quería saberlo, se lo había preguntado antes que todo se pusiera terriblemente mal. Amanda no quería mirar en dirección a él, si lo hiciera, el pánico la atormentaría. Sus ojos estaban puestos en Marcus, quién tampoco miraba hacia otra parte que no sea el rostro de la chica. Con un quiebre en su voz, Andrés pronunció las palabras que todos los presentes se asombraron al escuchar. — ¡Eres la única a quien amo!

Amanda cerró sus ojos esperando el golpe final. Lo esperó y lo esperó hasta que, al caer al piso, escuchó un chirrido que la hizo abrir los ojos.

Sintió una correntada. ¿Ya habría muerto?
No era ella la herida. No era ella la que descubrió el precipicio tan temprano. Estupido de su parte haber bloqueado su alrededor. Si no lo hubiese hecho, lo habría visto venir, podría haber evitado una cosa así.
Con un llanto ensordecedor, observó como la estaca en manos de Marcus caía al piso, al igual que Andrés, haciéndose rápidas cenizas sobre aquel abismo.
Lo había matado, el estupido vampiro se interpuso en el camino, tomando el lugar de su amor, para sacrificarse.

Todos se lanzaron miradas de desconcierto. ¿Eso era algo bueno? Amanda no podía opinar igual, cuando notó como las palabras no salían de su boca, a pesar que su interior estaba estallando a los gritos. A su alrededor estaba Benicio, Dante, y Gala, ésta última le había propinado una buena patada a Franco, que por distraído la soltó de dolor. Estaban abrazando a Amanda bien fuerte. Parecían pelearse por cual de los tres sería el que acapare más de la mujer. A un costado, olvidándose por completo, Lumi observaba las cenizas del hombre que había muerto. Le dio repugnancia ver como un cuerpo que hasta hace dos minutos estaba en pie, ahora era mugre que barrer.
Benjamín, observaba a medio metro de su hermano o lo que quedaba de él, prácticamente sin entender a ciencia cierta si lo que estaba viendo era cierto o un maldito sueño.

—Me parece justo —. Opinó Marcus con una media sonrisa fingida. — ¡Franco, ven aquí! —llamó al vampiro. —Vámonos. —Le ordenó antes que el hombre se queje. Dirigiéndose a todos, en especial a Amanda, agregó. —No creas que me olvidé de ti, pequeñita.
Y desaparecieron como humo en el aire, dejando un vacío en el pecho de Amanda, que sólo podría llenarse si muriese ella también. 

9 comentarios:

  1. nooooooooooooooooooooooo Andrés!!!!pobrecito!!! :(
    ...Dios! esta muy buena, espero q subas la 3 pronto!

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  2. AY!... que empiece luego DESPERTAR 3... pooorfis! <3 ;)

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  3. OMG!!!! NONONONO!!! ANDRES!! Noo0O!!
    TT-TT

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  4. noo!! andres llorro! no pobre andres mierda! porque!! :( andres te seguire amando sienpre auque seas malo! <3 espero el proccimo despertar!!

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  5. noooo....xq Andres nooo 77!!! io creo que Amanda se quedara con Benicio...ahora son un trioo!!! OH Amanda se enamorara de un hombre lobo =O...espero con ansias Despertar 3 =)

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  6. Yo se que habrá una sorpresa, más te vale que si! Por que es prácticamente tu culpa que este llorando desconsoladamente, Me encanto Todo!

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  7. mi Andrés!! aunq al principio lo odiaba ahora no!!!! por que????????

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  8. nooooooooo amanda que le hiciste a mi Andres????????? :-(

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  9. no es justo as q regrese porfa yo creo q el es perfecto para ami

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