viernes, 13 de mayo de 2011

Despertar III Efecto Lunar, Capitulo 3: Espejismos.






Así que la situación era esta: Gala estaba en la cocina con Benjamín, su novio y aquella chiquita a la que todos llamaban Lumi. Por supuesto que la niña no le caía para nada en gracia cuando pensaba y trataba de entender por qué diantres era tan cercana a Dante.
Si Amanda no pensaba seriamente en todo lo que traía puesto ese tema como ¿y ahora qué? Al caer en la cuenta que Benicio allí estaba, esperándola, o por Dante, que… también la esperaba, era pura y exclusivamente porque su corazón estaba en una maldita encrucijada. Todo muy lindo respecto a que los hombres la amaban y habían formado para de su vida, pero Andrés no era un tema menor. ¿Qué importaba si él estaba muerto? Fue una persona especial para ella, le dolía sobremanera haberse enterado que él la manipuló, pero ¿qué hay sobre el amor si no estamos dispuestos a perdonar? En definitiva Andrés posicionó lugar entre ella y Marcus para salvarla, fue su redención. Claro que Amanda no la quería, hubiese preferido estar muerta, muerta ella en lugar de él.
No sabía en que medida estaba enferma, de la cabeza, por supuesto. Se preguntó un millón de veces cuales eran los motivos fehacientes que la hacían recordarlo con amor, siendo que tendría que odiarlo por todo lo que hizo. Sus últimas palabras habían sido te amo, y Amanda daba la vida por revivir ese momento y anticipar el movimiento que lo llevó a la tumba.
Ahora, no obstante, el primer paso había sido dado. Al menos ya no estaba en su habitación. Se bañó y alimentó, si bien eso no la hizo olvidar, le dio fuerzas para poner en movimiento sus pies. Entendía a la perfección que Benicio estaba en el living, no sabía con que cara lo iba a mirar, cuando al mismo tiempo se preguntó donde estaría metido Dante. ¿Qué raro era todo para ella, verdad? Hace unos meses, cuando despertó en el Infierno, cuando descubrió todo este extraño —y muchas veces— aterrador mundo, lo único que deseó con todas sus fuerzas era volver a sentir la presencia de Dante. Para ella, él había sido el amor de su vida, aunque en realidad, no lo era. Claro que no. A diferencia de Benicio, que le correspondía en todos los sentidos.
Como mujer, siempre se conocen los triángulos amorosos, son cosas que pasan. Chica gusta de chico, pero aparece otro hombre capaz de hacerla sucumbir ante la tentación. Bueno, a ella le pasó exactamente igual —sin contar los tintes sobrenaturales, tales como vampiro muerde a chica, ella muere, revive, Ángel conquista a chica, ella muere pero ups, amanece como una vampiresa sexy— sumado a eso, que del vamos estaba terriblemente mal a menos que la bigamia esté permitida en Argentina, entra en escena un malvado y desalmado hombre, también vampiro, que la somete a torturas inimaginables, para que al fin de cuentas, los dos terminen en un jodido aprieto llamado amor.
¿Ahora qué? Eso se preguntaba una y otra vez. Porque a decir verdad, no era nada fácil. ¿Tan promiscua podría ser como para olvidarse de Andrés e ir corriendo al que le siguiera en la lista? Ella se negaba a eso, rotundamente. Pero la contradicción era enorme. ¿Acaso esta historia no podía terminar bien para nadie? Lo justo, si fuésemos razonables, sería que Amanda supere todo y vuelva al lado de quién verdaderamente la ama, de Benicio, el que la esperó por años. El resto fue un daño colateral. Dante fue un daño colateral, le guste o no.
En su interior, Amanda volvió a tener recuerdos humanos, más precisamente los de su verdadera vida, de cuando nació y conoció a Benicio. Su cabeza entendía que ellos se pertenecían y si perdonó a aquel hombre —porque aunque él no lo supiera aún, ella lo había perdonado— fue pura y exclusivamente porque sabía que lo que él hizo fue correcto. Si ella hubiese tenido un ápice de conciencia cuando los hermanos Casablanca vinieron junto a Marcus a buscarla, también les hubiese pedido que la traigan a la vida en el futuro. Amanda hubiese sellado el mismo pacto que selló Benicio. Su efecto colateral volvería a entrar en escena, y ahora, del otro lado de la historia, viendo los resultados —quiso creer que parciales, descontando que algún otro altercado surgiera— volvería a aceptar que todo fue en nombre del amor.
Hacia unos días ya que venía entendiendo la cuestión sobre Dante. Sus deseos por verlo habían disminuido, no quería decir que no se lo quería cruzar, pero comparado en como era cuando apenas estuvo transformada en vampiresa, eran menores. ¿El efecto estaría viniéndose abajo? Amanda no se olvidaba la explicación que obtuvo, esa en la que le hacían entender que Dante era un Ángel cuando por diversos juegos del destino se había cruzado con ella. Juegos llamados Marcus, que fue el que lo tentó para Caer. Así que, en definitiva, el amor que sintieron alguna vez quedaba prácticamente nulo, puesto que había sido un espejismo. Ojala todo fuese tan fácil como eso, porque sin querer tirar todo abajo, Amanda no podía hacer borrón y cuenta nueva cuando de Dante se trataba

— ¿Vas a quedarte allí parada? —Le preguntó Benicio con suavidad, poniéndose de pie para recibirla. Amanda vaciló sobre su mismo eje.

—Claro que no. —Se fue acercando, temblorosa. Sus ojos escrutaron el panorama. Aquel hombre llamado Benicio le parecía tan lejano e inalcanzable en misma medida que cercano.

— ¿Cómo te sientes? ¿Mejor? — ¿Quién podía atreverse a afirmar que Benicio tampoco estaba nervioso? El maldito temblaba como una hoja de papel. Tanto tiempo deseó este momento. Tantas noches de vigilia esperando volver a verla, cuando llegó a pensar que quizá la oportunidad jamás llegase. Ahí estaba. Frente a él.

—Me gustaría que Galadriel se quedara. —Pidió sintiendo un poco de vergüenza por el atrevimiento. Notó como a Benicio se le cerraban los puños, y un ascenso en el pecho de él le hizo comprender que estaba utilizando el aire para respirar, cosa rara entre vampiros.

—De acuerdo.

— ¿Quién es Lumi, y por qué sigue aquí? —La pregunta que quiso hacer en realidad fue « ¿por qué Dante la trae con él?» Benicio palideció ante el cuestionamiento. Las cosas no podían mejorar estando la niña en la casa, no cuando gran parte de él seguía con ganas de arrinconarla. Había llegado a pensar muchas veces que todo sería producto de la falta de Amanda, pero ahora que ella estaba en allí no se explicaba a ciencia cierta qué rayos pasaba cuando el sentimiento seguía intacto.

—Dante la encontró hace unos años en una circunstancia no muy agradable —Comenzó Benicio, explicando lo poco que sabía en realidad —. No se más que eso, Amanda. Me consta que la protege y la quiere como a una hija. Y están preocupados por ti, al menos él.

    ¿Y por qué ella no? —Exigió  con un tinte de malicia en sus palabras —. ¿Lo ama, cierto?

— ¿Qué dices? —Benicio pensó en todas las veces que él fantaseo con la niña y se sintió un cretino por desmentir a Amanda, ¿qué le aseguraba que aquellas dos personas de las que hablaban no estuviesen manteniendo un romance a escondidas?

—Bien. Estuve fuera de lugar. —«Como todo este maldito mundo» quiso decir, conteniendo las ganas.

—Amanda… —Dijo Benicio, aproximándose rápidamente a su lado. Ella se sintió acosada y su piel se erizó, él notó el impacto deseando no haberlo hecho, algo le dolía intensamente cada vez que ella lo rechazaba—. Te he extrañado tanto… quisiera que algún día realmente pudieras perdonarme.

Antes que Amanda contestase, si es que pudiese hacerlo, aquella voz chillona que escuchó durante un mes al otro lado de su habitación, penetró el lugar.

— ¡Ben! —Benicio giró sobre sí mismo, presionando la mandíbula. Nada en este mundo lo ponían tan de malas como que alguien usara su nombre en diminutivo. ¿Para qué mierda le habían elegido un nombre si una chiquilla maleducada iba a destrozarlo eligiendo uno tan estúpido?

— ¿Qué.Pasa.Lumi? —Le envió una cara de pocos amigos que ella ignoró para posarse en el rostro de Amanda, que se giraba para observarla como si fuese una especie en extinción…. O algo totalmente desagradable y fastidioso.

— ¿Qué me miras tú? —Dijo la niña en forma despectiva a Amy, que la miraba sin comprender. Benicio las observó a las dos, luego a Benjamín y a Gala que iban detrás con el gesto divertido, que ahora, casualmente, pasaba a ser grave. ¿Qué teníamos aquí? Nadie bromeaba cuando adjudicaban que Lumi era una pequeña Amanda en potencia. Esto se pondría bien feo, si aquellas dos iniciaban una discusión, las cosas serían negras.

— ¿Qué, qué te miro yo? —Amanda se acercó mirándola desde arriba, Lumi no titubeó ni un segundo, menos cuando pensó que aquella era su rival. Se mentalizó con que no tenía que tener piedad de la mujer de enfrente, puesto que iban a batirse a duelo si era necesario.

— ¿Pelea de gatas? —Quiso saber Galadriel, mientras le hacía esa pregunta en voz baja a Benjamín. Su novio estaba absorto, no podía creerlo. ¿Esta casa era la que ponía a todos como unos malditos dementes? Hace unos segundos, tuvo que presenciar un terrible encuentro entre Gala y Lumi, dónde la primera le reclamaba que soltara a su hombre. Ahora, hacía un comentario digno de una mujerzuela que se emociona al ver a dos mujeres luchar en el barro. ¿Qué vendría después? ¿Encontrarla en algún club privado, meneando sus caderas para hombres borrachos y barrigones que gastan todo el sueldo metiendo billetes en la ropa interior de las bailarinas? Bien, era visualmente complicado, al menos para Benjamín, un vampiro de personalidad tan acartonada.

—Miro lo estúpidamente infantil que luces, pequeñita. —Seguía Amanda—. ¿A cuál de todos los presentes pretendes impresionar, eh? —Su cara mostró ferocidad, y la acercó hasta que la frente de la niña rozó la suya.

—Apenas si me levanto. —Se quejó la pequeña —, Esto es un pijama, y ésta —, señalando su alrededor. —Es lo que se llama una casa de familia, deberías saberlo antes de salir vestida como una prostituta del siglo quince.

— ¿Y qué sabe de prostitutas la pequeña Lumi? ¡Lo tengo! Tu novio, el pato Donald, está a punto de venir a buscarte, por eso tu atuendo.

—No recuerdo a muchas prostitutas en el siglo quince. —Acotó Gala codeando a Benjamín, al que le dolían aquellas palabras, más cuando salían de la boca de dos damas. Él la acalló con una mirada punzante.

—Ya basta. —Todos en el lugar se dieron vuelta como si hubiesen sentido la voz del gurú del pueblo. Que triste darse cuenta que no era, nada más y nada menos que Dante, el cretino del pueblo, en todo caso. —Tú, muchachita. —Dijo señalando a Lumi que se exaltó abrazando a Amanda. Era gracioso teniendo en cuenta que minutos antes casi se arrancaban los pelos con las manos. Amy sintió a la pequeña tal como si una garrapata se le hubiese colgado de los hombros, pero no hizo nada. —Irás ya mismo a tu habitación.

— ¡Demonios! —Farfulló subiendo por las escaleras, no sin antes estrenar su cara contra el primer escalón. Todos los presentes rieron pero Lumi los ignoró, mientras subía.

— ¡Te oí, pequeña bastarda! —Le gritó Dante, al escucharla maldecir. — ¡Te he oído, y juro que te haré exorcizar si sigues siendo tan vulgar! —Miró a todos los que estaban frente a él, saludando con la cabeza a Gala y a Benjamín. Ignorando a Benicio y poniendo una tremenda cara de ternero degollado al llegar a Amanda, quien le devolvió una sonrisa apacible y nerviosa a la vez. —A los niños hay que tratarlos así… no es una rutina común con ellos, nunca lo es. —Explicaba como si a alguien realmente le importara. —Esta pequeña tan inocente como la ven, es un verdadero grano en el culo. Puede ser muy tierna y todo pero… ya saben, los niños son difíciles. —Benicio le hacía gestos con la cara para que se calle, pero él seguía, hasta que un ruido proveniente de las escaleras los hizo girar a todos al mismo tiempo. Benicio agregó, dirigiéndose a Dante más precisamente:

—Estábamos jugando a cágala ¿y adivina qué? ¡Vas ganando! —Esas fueron las palabras del vampiro, cuando se aproximo a Lumi, escaleras arriba, con sus manitos apenas agarradas entre sí, la niña tenía una carita endemoniadamente triste.
Había escuchado absolutamente todo.

—Creo que te has ido, como dirías tú, a la mierda. ¿O no? —Gala no lo conocía, pero le bastaba haber pasado diez minutos con él para cazar al vuelo su léxico.

— ¡Galadriel! —Fue lo único que dijo Benjamín con un tono arduo y mandón. La situación estaba descontrolada. Todos eran vulgares.

— ¿Qué haces allí arriba? ¿No te había dicho yo que subieras a tu habitación?—Dante estaba colérico. Lumi lloraba, Benicio la tenía agarrada de los hombros, Benjamin quería controlar a su desaforada novia y Amanda, ella realmente no le estaba dando importancia a nadie. Estaba demasiado triste para reír de esta escena de comedia que estaban montando.

— ¡Se lo que me pediste! —Gritó la pequeña Lumi con unos buenos centímetros de moco sobresaliendo sobre su nariz, ahora roja. —Pero… ¡que carajos! Las pantuflas quedaron a mitad de camino y giré a recogerlas.

—A ver, preciosura… —Dante trató de parecer normal, de volver en sí, de controlarse y no estallar. —Te doy permiso para que tires esas condenadas pantuflas un poco bien a la mierda, pero lo suficientemente lejos para que no vuelvan. ¿Entendido?

— ¿Vas a comprarme otras? —Preguntó con congoja, apenas podía hablar, parecía que tenía hipo mientras contestaba, pero a su vez se sintió más cerca a lo que sería un gorila con insuficiencia renal.

—Sí muñeca. —Y guiñó un ojo para ella.  

—No me olvido todo lo que dijiste. —Contestó Lumi. Benicio ya la había soltado. Ludmila dio media vuelta y se fue.

*

Galadriel y Benjamín eran bienvenidos, o algo así. Amanda les había pedido que se quedaran, los necesitaba. No fue nada raro cuando Gala invitó a su novio a que la acompañara al auto a buscar su equipaje, maldita vampira que siempre arreglaba las cosas de antemano. No es que se hayan puesto de acuerdo con Amanda previamente, sino que aquella mujer de cabellos casi platinados por lo claro que era siempre iba un paso más adelante que el resto anticipando cualquier movimiento.
Benicio por su parte se había esfumado con Lumi, la niñita necesitaría mucho apoyo psicológico y moral después de haber escuchado a Dante hablar así de ella.
Una vez que Gala y Benjamín se dirigieron a uno de los cuartos de la planta baja para huéspedes, Amanda fue a la cocina para beber otra bolsa más de sangre, se estaba poniendo al día con todo lo que no había ingerido. La sensación fue refrescante, sin embargo, se preguntaba conociendo la respuesta, qué era lo que la tenía con el ánimo tan a la miseria. Una sola cosa entendía por eso: Andrés. Si al menos pudiera hacerlo volver… de alguna forma u otra, daría su propia vida por regresarlo. Era idiota de su parte teniendo en cuenta que lo que más deseaba era verlo, aunque sea una vez más. ¿Estaba cometiendo un error en desear eso? Últimamente las cosas que anhelaba se volvían realidad, pero de una manera mucho muy siniestra.
Sabía que aunque no se lo preguntaron, hubiese decidido volver a la vida por Benicio, de hecho lo hizo… convertida en vampiresa, todavía no distinguía si eso era un don o una maldición. Quiso volver a ver a Dante, ¿y saben qué? Aquí estaba… sólo que el hombre no fue ni por cerca un amor puro, todo era parte del engaño y del pedir deseos al viento.
A veces hay que tener cuidado con lo que deseamos… a veces nuestras aspiraciones más preciadas vuelven, aunque no de la manera que esperamos.
Bebió un buen sorbo desde el paquete mismo, y se exaltó volcándose un poco por sus labios cuando notó aquella presencia que arremolinaba la mezcla más exquisita de almíbar e incienso, canela y todas aquellas fragancias propias de un sahumerio, sólo que más fino y primaveral. Se volteó y lo miró. Nerviosa, bajando su mirada al piso, como si tener que ver a los ojos de aquel hombre fuese un insulto. Estaba exactamente igual que años atrás, cuando de alguna forma uno le pertenecía al otro. Igual al momento en el que iban a dormir, abrazados.

—Hola. —Fue lo primero que le dijo él, buscando su mirada. Se encontraba a dos metros de Amanda, en una distancia que rompía el alma del hombre en pedazos.

—Me asustaste. —Le dijo ella, estrujando la bolsa de sangre con sus manos en un acto inconciente por el nerviosismo. Automáticamente tiró el envase con su contenido al tacho de basura que tenía a un costado. No era derrochar comida, pero tampoco podía seguir bebiendo delante de Dante, y si la guardaba en la heladera ya abierta, el gusto que tendría en cinco minutos sería detestable.

— ¿Vienes conmigo? —El muchacho extendió su mano lentamente, tendiéndola en el aire, esperando respuesta—. Iba a dar un paseo ¿me acompañas?
¿Cómo iba a negarse? El semblante de aquel Ángel Caído era pureza, amabilidad, deseoso por tomar de su mano y caminar. En un mundo tan plástico donde todo se basaba en aparentar, él era puro, siempre lo había sido y haber descubierto que el hombre era un Ángel no aumentó esa creencia, así fuese un demonio o un monstruo, siempre conservaría ese espíritu que para ella, era sinónimo de paz. No importaba cuan grosero fuese la mayoría de las veces, su personalidad lo hacía único e inigualable al resto.

—Claro. —Amanda afirmó y se acercó a él, iba a apoyar su mano sobre la del hombre cuando éste la corrió.
Amy frunció su ceño ante aquel movimiento brusco, que luego se apaciguó cuando Dante apoyó el dedo gordo de su mano sobre los pliegues de la boca de Amanda.

—Perdón, todavía tenías restos de sangre. —Ella se avergonzó un poco, pero luego, al sentir como él la tomaba con sus manos para empezar la caminata, su cuerpo se relajó. Hacía muchos días que no veía el Sol.
Necesitaba airearse.

*

— ¿Te has deschavetado o qué? —Exigió Benjamín mirando a la tan sutil Gala. La mujer estaba ordenando sus ropas en los armarios de aquella amplia y luminosa habitación. Saltaba de un lado a otro con alegría, estaba más que segura que estar con Amanda en la casa les haría bien. Era raro, en cierto modo, pero podría funcionar o eso pensaba ella.

—Siempre estuve un poco loquita. —Le guiñó un ojo y se acercó para besar su mejilla. Benjamín adoraba ese contacto, era increíble como la mujer podía hacer que todo se le olvidara a tal punto que, no interesaba cuan gruñón esté, sus facciones se volvían las de una persona serena. Pero esta vez, no olvidó el detalle respecto a la falta de femineidad proveniente de Galadriel, la cual le sorprendió abiertamente puesto que la mujer era un monumento a la ubicación.

— ¿Qué fueron esos términos como “pelea de gatas” o “mierda” que utilizaste anteriormente? —El vampiro se mostraba apenas divertido, sorprendido, pero, a pesar de eso, sus ojos estaban tristes. No olvidaba que el luto era algo común que se respiraba en aquella casa. En todos los lugares en donde anduviera.

—Oh… —Galadriel se llevó una de sus manos a la boca, rió casi en voz baja y subió sus hombros, como restándole importancia. —Te refieres a eso… bueno, se lo escuché decir a Lumi. La pequeña tiene pensamientos muy fuertes que logro escuchar por más que se mantenga callada.

—Con que Lumi ¿eh? ¿Tan íntimas son, ya? —Benjamín la miró fijo. No era necesario pasar una gran estadía en ese lugar para entender que Lumi y Amanda eran rivales no declaradas… por el momento. —A juzgar por como la apartaste en la cocina diría que es enemiga tuya, tal vez.

—A juzgar por lo que vi en la cocina —, repitió Gala en tono burlón, —diría que la niña te anda arrastrando el ala.
Benjamín lanzó una buena risotada, a medida que batía paso hacia su novia. Tenía tantas ganas de besarla que casi dolía.
Se sintió un cretino, todo este último tiempo habían estado tan alejados que no se reparó en pensar que su pareja quizá necesite atención. No podía haber sido más egoísta, al menos así se sentía él.
La rodeó en un fuerte abrazo, esos que sólo Benjamín sabía ofrecer a la gente que amaba y besó sus pómulos, su frente, su cuello, luego tomó una de sus manos tan suaves con ese aroma tan ensordecedor que lo hacía perder los estribos hasta a él, un hombre tan recto y ordenado.

—Te eché de menos todo este tiempo. —Le confesó el hombre mientras inhalaba aquel perfume sobre el cuello de Galadriel. Ellos no se separaron en ningún momento desde que la mujer lo había ido a visitar a la Estancia mientras eran amigos, pero ciertamente, desde que Andrés murió, Benjamín no tenía ganas de socializar ni con las palomas.

—No estoy muy segura de eso. —Gala se apartó.
El plan tenía que salir a la perfección. La vampiresa no estaba hablando enserio cuando respondió aquella frase. Sólo estaba jugando con su rival. Necesitaba sacar ese tigre que tenía dentro, y le dio gracia al compararlo con aquel animal. Benjamín era mucho más que un simple gatito-tigre. Benjamín era, sin más preámbulos, un depredador enjaulado cuando encontrabas su punto débil. Pues bien, Galadriel aprovechó eso, porque desde hace mucho tiempo ella era esa debilidad por la cual el hombre caería a sus pies.
Al fin de cuentas, ella sabía que un mes de abstinencia sexual es mucho para cualquier ser sobre la Tierra, y sí señores, la muy bastarda pretendía hacerse valer de eso para desatar un maremoto en el hombre si fuese necesario.

— ¿Cómo puedes blasfemarme así? —Benjamín estaba ofendido. Nadie más en este mundo sabía cuanto la amaba, cuanto la adoraba, cuanto había extrañado esos dulces y aniñados ojos… cuantas… aguarden ¿cuándo fue que Galadriel se había cambiado la ropa por un pequeño y diminuto solero de verano blanco que dejaba a trasluz que la única ropa interior que llevaba puesta era, tan sólo, una bombacha negra?
Benjamín tuvo que tomar aire varias veces ante tal revelación. Aquella mujer que parecía mucho menor de la edad que en realidad tenía, era la reina de las provocaciones. Cerró sus ojos, los abrió nuevamente, y allí seguía. Mierda, ya no podía continuar ignorando su creciente dolor de entrepierna, llámese, la madre de las erecciones. Porque no había reina que valga, si eso no era una gran erección ¿qué era entonces?
Pero así lo dejaba ella siempre, cada vez que podía. Experiencia no le faltó en tantos años de vida, la diferencia estaba en que Benjamín fue, es y será todo un caballero, así una aplanadora lo pase por encima y se levante con el traje lleno de mugre. Era algo más bien sobre las apariencias, nadie se imaginaría que el vampiro sería un ser tan sexual cuando te conoce y te besa el revés de la mano, o cuando te abre la puerta para pasar, ni siquiera cuando arrima la silla para que te sientes.

—No son blasfemias. —Aseguró Galadriel, ahora aproximándose a su lado. Se había puesto tan cerca de él que Benjamín dudó si podría seguir respirando por mucho tiempo más. — ¿Te he dejado de gustar? —Aventuró la mujer, la descarada se había tomado el atrevimiento de poner una de las manos del hombre sobre su cintura, mientras lo provocaba con la mirada.

—Me gustas. —Dijo en hilo de voz, ronco, entrecortado. Aclarando su garganta cuando se dio cuenta como sus colmillos descendían. —Créeme, realmente me guss… —cuando sintió la mano de Gala rozar su entrepierna, hubiese querido no lanzar ese pequeño gritito o al menos terminar la frase. No vaya a ser cosa que otros anden dado vueltas fuera de la habitación, pensó.

—Demuéstralo. —Exigió Gala entre gemidos, aquel susurro hizo que Benjamín se desatara internamente. Antes de arrinconarla sobre la cama con ella abajo, lo único que pudo agregar fue:

—No debiste hacer eso. —Dijo enarcando una ceja, haciéndolo ver perverso cuando hizo exclusiva insinuación del tacto que implementó ella en sus partes bajas. 


El próximo capitulo número 4 de Efecto Lunar, la tercera parte de la Saga Despertar, será publicado este Domingo 15 por el Cumpleaños de Lorena León ;)

2 comentarios:

  1. me encantaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaa

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  2. está bacansisimo pero en verdad deseo q Andrés regrese..seria gracioso incluirlo en esa casa de locos

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