lunes, 30 de mayo de 2011

Despertar III Efecto Lunar, Capitulo 6: La Daga Perdida.

—Debes estar jodiéndome—. Esas fueron las primera palabras de Dante, que cerca de un asombro ensordecedor casi cae al piso cuando vio aquel rostro plagado de cosas a las que podríamos llamar por muchos nombres, salvo imperfección.
Ian no pensaba contestar, no bromeábamos cuando decíamos que era un hombre de pocas palabras. Benicio resultaba ser a su lado, un completo charlatán y era mucho decir cuando con aquel hombre era más fácil hablar entre gruñidos que utilizar la amplia gama de un abecedario.
  «—Increíble—. Dijo Dante, mientras extendía su mano para saludar al moreno de ojos color zafiro. — ¿Vas a invitarme a entrar o….? recuerda, esta sigue siendo mi casa. —Ian seguía sin responder, tan sólo se limitaba a mirarlo con una pequeña —léase bien— pequeñísima sonrisa en su rostro. — ¡Hombre, habla por Dios! Me tienes con el Jesús en la boca, he recorrido una distancia no tan larga pero molesta en aquel auto de mierda, al menos dirígeme la palabra.

—Estaba tratando de encontrar al Jesús en tu boca—. Contestó Ian enfatizando una cargada ironía en la palabra «Jesús» Fuera de lugar estaba aclarar que el hombre no era nada creyente. Quizá la palabra no fura creyente, puesto que tener un Ángel frente suyo era prueba fehaciente, tal vez lo correcto sea devoto. Bien, Ian no era para nada devoto.

—Chistosito. —Respondió Dante con una media sonrisa mientras avanzaba al interior de la casa.
Ian lo siguió cerrando la puerta con la pierna. Algo en todo ese lugar apestaba a sudor de vaca, mataría por saber qué con exactitud, sin dejar de juzgar las telarañas que colgaban por todos lados dándole a los dos una bienvenida de lujo, claro… si fuesen traídos por una novela de Poe, o fuesen aficionados de Frankenstein.
Dante no recordaba hacia cuanto había tenido que largarse de aquel lugar para ir a buscar a Benicio, seguramente pasaron varias semanas, era increíble todo lo que había cambiado.
La casa estaba vacía y fría, no era de extrañarse que…

—No hay luz. —Dijo Ian, leyéndole la mente. Claro, no era de extrañar que no haya luz en aquel antro de perdición en el que estaban.

—Sabrás Ian… —Comenzó a hablar Dante, con la mano en los bolsillos, —que hace más de un mes estoy fuera de casa, quiero decir… estas cosas pasan. —Y se encogió de hombros. Como siempre, Ian asintió con la cabeza, no vaya a ser cosa que sus vocales se acaben y las consonantes tengan que hacer todo el trabajo solas.

—Puedo encargarme de eso—. Contestó cruzando sus brazos. —Yo necesito casa, y tú alguien que se encargue de pagar cosas como la luz —, decía mientras se dirigió a paso lento hacia la cocina, abriendo uno de los estantes, —O alguien que compre café. Maldita sea Dante, ¿no tienes café? —Preguntó con una cara plagada de odio iracundo.
Una cosa no podía soportar el muchacho: la falta de esa sustancia que lo mantenía aunque sea, un poquito más despierto. Bien podía ser eso, o el simple acto de aceptar que era un adicto a la cafeína. Pues no pensaba hacer la segunda, nunca.
Dante lo miró con los ojos entrecerrados. ¿Sueño? Tal vez. ¿Mal humor? Es muy probable, teniendo en cuenta que era entrada la madrugada. De repente sintió un dejo de rencor por todo el cuerpo pensando que ahora mismo podría estar envuelto en sus sábanas.

— ¿Qué te resultó tan increíble al llegar? —Preguntó Ian, se dejó caer en el sillón con las piernas cruzadas y un ceño cancino del cual no podía desprenderse por más que quisiera. Su pregunta hizo referencia a las primeras palabras que usó Dante al entrar, mientras lo veía.

—Tu apariencia metro sexual. Pareces sacado de una revista porno Canadiense.

— ¿Se supone que deba reírme? —Quiso saber Ian, con sátira. Ni en mil años algo como eso le haría gracia.

—Ya, ahora recuerdo por qué no nos vemos seguido. Tú, hombrecito insoportable, no disfrutas de mi grato, insuperable e inmejorable sentido del humor, no puedes darte el lote con mi gracia, puesto que careces de algo así. Como quién dice, aburres a mi magnifica persona, hieres mi inteligencia. Así que vamos, dime que sucede.
Ian lo miró sorprendido, eso había sido mucho, el hombre lobo sintió como sus oídos sangraban, una sola persona podía provocar eso y era Dante, aquel condenado no cerraba su maldito pico ni un segundo, y esos monólogos donde jamás escuchaba las respuestas ajenas lo sacaban de quicio. Llegó a pensar que Dante ponía play en su discurso y no usaba el stop hasta que finalice. O más bien, y un ejemplo mucho mejor: escuchar a hablar al Ángel, para Ian, era como si introdujeran un sorbete en su cerebro y empezaran a chupar con fuerza, hasta dejarlo seco.

—Ya hombre—. Le pidió Ian con cortesía. —Dejé de escucharte en el momento que dijiste «tú, hombrecito insoportable.» —Contestó mientras ponía una voz rara y con sus dos manos hacia un gesto como si tuviese las muñecas quebradas, imitando a Dante, de una manera graciosa.

—Pues, deja que te ilumine alguna vez, deberías escucharme. —Le contestó Dante, mientras se sentaba en el apoyabrazos del sillón donde estaba sentado Ian, cuando al contacto tan próximo se puso de pie y se quedó parado.

—Tengo entendido, por lo que dijiste, que ese tal Andrés, ha muerto.
El cuerpo del Ángel se puso tenso, tanto que se reclinó hacia delante cuando su amigo empezaba a hablar. —Y también se—, completaba, —que tiene en su poder… —Hizo una pausa, en su interior se debatía si debía rebelar o no eso que sabía. Conocía a Dante y no pensaba que él podría traicionarlo alguna vez, pero por las dudas… debería ser precavido.

— ¿Qué es lo que tiene en su poder? —Preguntó Dante, enfatizado.

—Un cuchillo muy importante para mí. —Agregó inmune.
Dante estalló una gran carcajada que retumbó en toda la casa, Ian hubiese jurado que las paredes se movían.

— ¿Todo esto va de broma, verdad? —Una de sus cejas fueron hacia arriba, estaba desencajado, en el buen sentido. —Si pretendes cortar el jamón para la picada yo puedo prestarte uno mío, hombre. ¿Por qué tanto escombro por un simple cuchillo?
Ian se movió dos pasos sobre sus talones. Que llamen a lo que necesitaba con tanta ansiedad como un simple cuchillo mundano lo fastidiaba, era una falta de respeto.

— ¿Estas oráte o qué? —Quiso saber Ian, preguntando si su amigo se había vuelto loco o algo por el estilo. —Si vengo hasta aquí  no es porque el cuchillo sea una idiotez. Tomate esto enserio, o largo de aquí.

—Bien, considerando que esta es mi casa, tomaré eso último como una broma.

—Necesito que me ayudes a encontrarlo. —Ian perdía la paciencia, no era raro que su temperatura corporal haya aumentado. Dante lo sacaba de quicio, y era literal.

—Está muerto—, afirmó el Ángel, —a menos que entre tus curiosidades tengas una palita para ir a juntar sus cenizas, lo veo imposible. Y aún así no podrías hacer nada.

—Sabes a lo que me refiero. No hablo de él, hablo de eso.

—Pues Ian, sabes que te aprecio, muchacho. Pero ¿cómo podríamos encontrar algo así? —Dante se puso de pie. —Además siento que no estas contándome la historia completa, y no me gusta que me oculten cosas, mucho menos trabajar buscando algo que desconozco, y peor aún, no sabiendo por qué es tan importante.

— ¿Te conformarías, por ahora, si te dijera que es una herencia familiar?

— ¿Por qué él tenía algo tuyo? —Dante se mostró curioso.

—Porque nos odiaba. Y sabe que las reliquias familiares son cosas muy valiosas en nuestra especie.

—Bien, es aceptable. ¿Sospechas donde podría tenerlo?

—Si lo hiciera no estaría pidiendo tu ayuda. —Contestó ofuscado.

— ¿Sugerencias de dónde podría estar, entonces?

—Tengo entendido que tu chica fue muy cercana a él, me gustaría investigar por ese lado.
Cuando Dante escuchó eso último, su corazón se desbocó. Ya sea por haber oído como la llamaban como si fuese suya, o por el nerviosismo que le requería meter a Amanda nuevamente en algo como eso.

—Olvídalo—. Sentenció el hombre. —Vamos a dejarla fuera de esto.

—Prometo que lo haré, sólo necesito descartar opciones. —Ian se acercó a Dante poniendo su mano sobre su hombro.

— ¿Ella no se enterará, verdad? ¿Lo harás con precaución? 

—Lo juro. —Un filo en los labios de Ian remarcaron la comisura de sus labios. No sabía en realidad si podría cumplir con su promesa, pero lo intentaría, al fin de cuentas aquel hombre que tenía frente suyo, era su amigo. —Organiza un encuentro casual. Esto se realizará con cuidado, es lo que prometí ¿O no?

—Déjame pensar que hacer. —Dante estaba exprimiendo su cerebro para planear un encuentro no forzado.

—Hay un bar en la ciudad. —Sugirió el hombre lobo. — ¿Alguno de ustedes cumple años próximamente? ¿Podrían salir con la excusa de festejar algo? O no se…. Apáñatelas para tener algo que festejar. Si nos encontramos allí todo sería casual.
Por un momento los ojos de Dante se encendieron como chispas, su cabeza le propagó un sin fin de maldiciones a sí mismo en varios idiomas, incluso aquellos que no conocía. Levantó su mirada para centrarse en Ian cuando al mismo tiempo sólo dijo una cosa:

—Mierda, hace una semana fue su cumpleaños. Lo olvidé por completo.

— ¿Su cumpleaños? —Preguntó Ian sin signos vitales en su cara, como si no le importara.

—El cumpleaños de Amanda, soy un cretino.

—Bienvenido al club, amigo. —Dijo el hombre. —Soy el número uno olvidando fechas importantes.

¿El plan estaba en marcha? Conocía una sola persona que organizaba salidas, y esa era Gala. Bueno, no sabía si en realidad era tan así, apenas se habían visto. Pero algo en la cara de esa mujer le dijo «soy una maldita adicta a las fiestas»

*


Un calor sofocante hizo que se revuelque entre las sábanas, agradeció al Cielo que la casa haya sido remodelada con aires acondicionados en cada habitación existente en ella.
La pequeña Lumi se escabulló del enredón que provocó con sus pies al mando sobre esas frescas telas, que no tenían nada de frescas ahora en verano. Presionó el botón y el aire comenzó a lanzar esa temperatura que tanto necesitaba después de sudar toda una noche sin darse cuenta. Cerró herméticamente las ventanas dejando las cortinas abiertas para que al menos entre claridad y preparó la ropa sobre la cama, dirigiéndose a su baño privado —otra cosa que le gustaba, no tener que salir hecha una loca sin cepillarse los dientes cuando recién se levantaba— para darse una buena ducha que la haga despabilar. A veces no entendía si amanecía directamente de mal humor, o permanecía en estado catatónico antes de que al menos pasen quince minutos una vez que abre los ojos. En fin, no quería poner a prueba esa parte suya, y optó por meterse en la ducha, a ver si al menos sus ojos se deshinchaban de tanto dormir.
Una vez que estuvo afuera envuelta en la toalla, empezó a secarse para enfundar su pequeño y casi desarrollado cuerpo dentro de la ropa elegida. Esta última vez —dejando de lado el problema de las pantuflas— Dante, o Benicio, porque no sabía cuál se había encargado de eso, había elegido bien la ropa. Al menos atinaron a su talle.
Se puso un mini short —cuando empezó a dudar si había sido Dante quién le compró la prenda, o en verdad había vuelto a equivocarse en el talle— realmente era pequeño, hasta podría decirse que le quedaba chico. Pero cuando se miró al espejo y vio como le ajustaba y levantaba sus pequeños y rechonchos glúteos, sonrió para sí misma dejándolos puestos. Luego fue por su top blanco con la estampa de un graciosito arco iris. 
Se veía adorable, realmente lo era.
Secó su pelo con el secador y alguna de sus ondulaciones mostraron un color cobrizo que le agradó. Cuando se miró por segunda vez al espejo, sospechó como necesitaba tomar algo de Sol. Quizá este verano pueda convencer a Dante para llevarla a la playa, o algo así.
Cuando hubo juntado las toallas mojadas y las llevó al baño para depositarlas en el tacho de ropa, como decía ella no-limpia, la puerta lanzó un sonidito, más bien dos pequeños golpes que anunciaban invitados al otro lado.

—Pase—. Dijo la pequeña mientras buscaba sus sandalias negras para calzarse.

—Esta es mi manera de pedir disculpas—. Lumi casi lanza un grito ahogado cuando, al otro lado, vio como Galadriel entraba con una bandeja llena de cosas gustosas, y con muchos colores. ¿Olía a comida? A sus anfitriones, tanto Benicio como Dante, la mayoría de las veces se les olvidaba que «comer» era algo normal en los humanos, podía entenderlo de Benicio, quién su dieta estaba basada en el consumo de sangre. Pero Dante… el maldito era sólo un bastardo desorganizado.

—Y bastante desatento—. Dijo Lumi en voz alta, pensando en Dante. Gala la observó con el ceño confuso, pero no objetó. —Perdón, no hablaba de ti. ¿Disculpas por qué?

—Por portarme tan mal contigo cuando te conocí…. Ayer. —La sonrisa de la vampiresa irradiaba cordialidad, Lumi no supo si estaba encantada por la comida o por aquella presencia. Lo cierto es que la niñita era confiada, sin embargo, no dejó de pensar con terror que Galadriel podría comérsela en cualquier momento.

— ¿Esta Benicio en casa, cierto? —Dijo la chiquilla con cierto reparo, su cuerpo temblaba un poco y no porque el aire acondicionado este puesto en una temperatura menor a los veinte grados, sino por miedo. Una cosa era confiar en Benicio, pero ya otro vampiro…. Era complicado.

—No voy a hacerte daño—, le aseguró Galadriel sentándose en la cama y haciendo gestos con su mano para que Lumi se le uniera. La bandeja color violeta quedó reposada en la misma. —Enserio, conmigo estas segura.

—Al menos de no morir por desnutrición infantil. —Lumi encogió sus hombros, con un gesto que no hizo más que generar ternura en Gala, una mujer de mil años que todo lo vio, sin embargo, no quedó exenta de aquel sentimiento que la pequeñita despertaba en más de uno.

—Y dime… ¿qué se siente tener quince, eh? —Preguntó Gala a modo de entablar conversación.

—Es una mierda. —Es todo lo que Lumi podía hacer, mientras devoraba aquellos…. —Momento, estos no son simples panqueques. —Dijo ella con rastros de dulce de leche y lo que aparentemente era miel entre sus labios, mientras chupaba el menjunje que había caído en sus dedos.

—Oh, no, no lo son. —Galadriel rió. —A decir verdad, son hotcakes. Aquí les dicen panqueques, pero de donde yo vengo, son simples hotcakes. La receta es casi igual, sólo que al huevo hay que separarlo en dos, por un lado la yema, por el otro la clara. Y Luego se bate la clara a punto nieve, para mezclarla con el preparado ¿y a que no sabes qué? —Preguntó Galadriel mientras que con su dedo índice tocaba la nariz de la niña generándole una pequeña cosquilla, ella hizo un gesto con su cabeza para que la vampira siguiera. —Sale esta esponjosa masa, cinco veces más alta y triplemente más rica. ¿Te gusta?

—Demonios, sabe como el Infierno.

—Yo no diría eso si fuera tú—. A pesar de todo lo que significaba eso para ellos, Gala entendió que la niña lo usó como una forma de decir.

— ¿Puedo ver tus dientes? —Bien, la nena ya había entrado en confianza.
Gala palideció y miró hacia abajo, como si la pregunta le hubiese generado una ofensa de las grandes. Cuando Lumi empezó a acercarse a ella para pedirle disculpas si había herido sus sentimientos, Galadriel levantó su rostro con los colmillos fuera y gruñó de manera chistosa.

—Bien, eso fue aterrador—. Le hizo saber Ludmila. —Recuérdame jamás volver a pedirlo.

—Anotado.

— ¿Extrañas a Andrés?
La pregunta de la pequeña dejó a Galadriel sin habla. Era rara de por sí, aquella niñita no sabía nada del hombre, lo había visto una sola vez y de espaldas, había sentido el terror de su presencia casi en igual modo que al estar al lado de Marcus, sin embargo, esa fue la típica pregunta de una pequeña sin experiencia, queriendo hablar de cosas que no conocía, quizá producto de la falta de recursos.

—Pues… —Gala vaciló. —Es una pregunta complicada. —Encogió su nariz, pensativa. —Amo a Benjamín y para él fue una gran perdida… eso genera que de cierta forma yo también lo extrañe. En definitiva era mi cuñado.

— ¿Él es tan malo como… Andrés?

—Creo, pequeñita que…. Andrés no era tan malo al fin de cuentas.

—Pero él hizo mucho daño. ¿No es cierto? —Lumi hablaba en voz baja, y le daba un último sorbo a aquel chocolate caliente que había preparado su compañera.
Galadriel ignoró la pregunta, se centró en los ojos tan bonitos que estaba viendo en Lumi. Ese azul y celeste intermedios, ni uno ni otro, tan sólo una mezcla obsesa hacia la perfección. Cuando vio como Lumi terminaba su cargado desayuno, se paró rápidamente para dejar la bandeja a un costado. Se acercó a Lumi acariciando su mejilla.

—Estas tan enamorada…
A Lumi se le pusieron todos los bellos de su cuerpo como filosas puntas puntiagudas, capaces de perforarle el cuerpo.

—No… no, no se de que…. De que no se… no se de que hablas—. Finalizó tras tartamudear, tratando que sus palabras se unieran como piezas iguales y perfectas en vez de parecer un montón de porcelana unida con cola barata.

—Benicio parece ser un buen hombre—, Gala la observaba temblar y su corazón daba vuelcos, sabía reconocer a una chica enamorada, —y por sobretodo… fiel.
Sabía muy bien que era lo que intentaba decirle a la pequeña que lejos estaba de comprender indirectas adultas. Si Lumi pretendía ganar el corazón sin vida de aquel hombre, tendría que pasar sobre el cadáver de Amanda, porque bien sabían todos que cuando ella se recupere, no podría evitar al amor de su vida. Sin embargo, Galadriel no había ido a hablar sobre eso, ni siquiera estaba tratando de ser cordialmente grosera con Ludmila, simplemente el tema había surgido y no quería dejar de decirle a la niña que, Benicio, aunque bueno fuese, no podría pertenecerle jamás.

—No me gusta Benicio, es gruñón y… —Entre el nerviosismo trataba de decir algo que al menos, se entendiera. —Algo viejo para mí.
Lumi era una mentirosa de las malas, de esas a las que se le notaba terriblemente. Galadriel ignoró el detalle y cambió de tema.

—Hace unos días Amanda cumplió años. —Antes de darle oportunidad a Lumi para que rezongue o nada más le diga que no le interesaba, continuó —me preguntaba si me ayudarías a convencer a todos que salir a festejar sería una muy buena idea.

— ¿Qué gano yo con todo eso? Si apenas me cae bien la muy cretina.

— ¡Ludmila! Tendremos que corregir ese vocabulario… si no quieres que Dante se enoje. —Luego de decirlo, Galadriel le guiñó el ojo a la niña, quien entendió que la mujer estaba bromeando, y no sólo eso, sino que burlándose de los buenos modales.
Ok, Gala podía ser muy permisiva muchas veces, estaba notando eso.

—Apenas festejo mis cumpleaños… ¿qué puedo saber yo sobre fiestas? Estas hablando con la persona equivocada.

—Debes ayudarme a convencerlos. Encárgate de Benicio y yo hablaré con Dante. —Ludmila se sonrojó al escuchar el nombre de su vampiro favorito y Gala aclaró —quiero decir, se que él te escuchará, y puesto que me intimida bastante siquiera mirarlo a la cara… tu eres la indicada para lidiar con su mal humor. Y por cierto… conocerás por primera vez lo que es salir de reventón.

—Hecho—. Como si fuesen dos aliadas de Guerra, se dieron un fuerte apretón de manos.
Eran un par de cretinas, ese dúo podía sacar chispas, en el buen sentido, ese que haría enloquecer a un hombre con tan sólo tenerlas cerca tramando cosas.

*

Benicio se encontraba en el living —para no perder la jodida costumbre de viejo huraño— leyendo el diario. Bastante tenía mientras recordaba como la mujer que amaba soñaba con otro hombre, pronunciaba otro nombre y como si fuese poco, fantaseaba con volverlo a ver.
Desde que escuchó esa palabra prohibida —llámese Andrés— su mundo se había caído, el derrumbe fue aterrador, verdaderamente lo había sido.
Quizás Amanda no haya hecho referencia a ellos dos cuando le dio a entender que no amaba a Dante, tal vez fue lo que sintió, pero no porque amase a Benicio, sino porque amaba al innombrable. 
Tratando de concentrarse únicamente en como la bolsa de valores había caído en China, quiso relajar su mente, pero le fue imposible. Tenía hambre, la última vez que se alimentó correctamente había sido hace quince días, luego sólo tomaba sorbos de las bolsas que empaquetaban su alimento, no estaba de ánimos y a veces olvidaba su dieta. Lo cierto era que tenía que comer, cayó en a cuenta cuando un fuego atravesó su garganta, haciendo que el hombre se llevara una de sus manos a la misma para presionarla y apaciguar el ardor.
Cuando una fuerte pisada se acercó a él al otro lado de la sala, esa sensación no bajó, no cuando tuvo a la inocente y virginal Lumi frente suyo. El pedazo de papel al que llamó diario se encogió bajo sus manos, dejándolo arrugado y más inerte de lo que ya era. 

— ¿Dónde diablos está el otro pedazo de pantalón? —Quiso saber, haciendo referencia a lo diminuto que era el short que la niña llevaba puesto.

—Vamos, no es que vayas a ponerte en papel de guardabosques, aquí no hay ningún lobo. —Respondió ella.
«Pero sí un vampiro con ciertas necesidades mundanas…» pensó Benicio por dentro, tratando que el  hilo de baba que en su boca estaba creciendo, no salga a la superficie.
A veces sentía como podría ir preso por aquellas obscenidades que pensaba cuando miraba a Lumi como lo estaba haciendo. Como hombre. Un hombre capaz de arrancar las prendas de la niña para arrinconarla en la pared.
Ya había hecho el cincuenta por ciento de eso, le faltaba el detalle de la ropa, pero golpeó a su cabeza internamente al pensarlo.

—Esta vez sí estoy leyendo el diario—. Le dijo Benicio.

—Te creo, sólo que lo has dejado reducido a cenizas—. Contestó Lumi señalando el bollo en el que se había convertido lo que una vez fue algo que leer.
Benicio lo apartó como si fuese paria y trató de alejarse un poco más de la niña, quien se había acercado peligrosamente hacia él. Su aroma lo tumbaba. Estuvo a punto de pedirle a Lumi que le brindara cierto líquido que corría por sus venas.

    ¿Qué pasa? —Intentó saber ella.

—Tengo hambre—. Lumi se alejó despacio, no quería ser insolente, pero le dio miedo comprender que era algo negligente acercarse mucho a un vampiro sediento, sin embargo, ahí había un poco de excitación disfrazada. ¿Los mordiscos podían ser algo tentador, o simplemente un dolor incomparable? Estaba segura que estaría dispuesta a probarlo alguna vez… al menos si quien la mordiera fuese él.

—Sabes… quería preguntarte algo… —Empezó ella un poco sonrojada.

    ¿Qué? —Benicio quería que se largara, en estos momentos la estaba viendo agresivamente, enserio, podría comérsela.

—Fue el cumpleaños de Amanda. Gala propuso que salgamos, no se… a divertirnos.

—Mierda—. Dijo el vampiro, maldición, él también lo había olvidado.

— ¿Lo olvidaste?

—Se me pasó por completo. Y creo que a ella misma también, pero… —Se estaba odiando, ¿cómo podía olvidar una fecha tan importante? Esta bien que sabía que la mujer odiaba los cumpleaños, tenía un problema con envejecer, pero… ¿eso habría cambiado? Es decir, era una mujer inmortal, tal vez su pensamiento sobre envejecer, o el concepto sobre el mismo sea diferente ahora.

— ¿Pero qué?

—Nada… quizá sea buena idea. —Benicio no comprendía hasta qué punto eso podía ser bueno.
No se veía muy dispuesto a acceder, pero tal vez Amanda necesite distenderse un poco. Al menos lo peor había pasado, ahora estaba bien alimentada, y no dejaba de lado el pequeño detalle —y no menor— que la compañía de dos amigos de la mujer sería un gran apoyo psicológico y moral.
No sabía si era una locura o no, pero debería intentarlo, a lo mejor poder hablar con ella en un ámbito más relajado sea buena idea.

Las cosas podían ponerse bien feas. ¿Pero cuánto peor de lo que estaban? 

EL PRÓXIMO CAPITULO DE DESPERTAR III: EFECTO LUNAR, ESTARÁ DISPONIBLE ESTE JUEVES PRÓXIMO 2 DE JUNIO!

1 comentario:

  1. Grosa grosa!! Me encantoo :D

    Y woow , lo que me mandaste *¬* genial genial !! :D todavia tengo qe terminar de leerlo.. y creo qe hasta que no termine, no duermo :S ash.. pero mañana me toca ir a la facu -.- mmmm... que lado gana?? el responsable o el adicto?? mmm... MIERDA!

    Me voy a leer :D

    ResponderEliminar