miércoles, 1 de junio de 2011

Despertar III Efecto Lunar, Capitulo 7: Feliz cumpleaños.





A Benjamín no le había gustado para nada la idea de salir a festejar el cumpleaños de Amanda —que por cierto, había pasado hace unos días— a ningún lado. De hecho, de todas las cosas en su lista de quehaceres no figuraba la palabra «fiesta» y probablemente se mantenga de ahí a la eternidad.
¿Pero qué podía hacer al respecto? Conocía muy bien a Gala para entender que la maldita nunca renunciaría a festejar algo, y peor aún, organizarlo. Mucho menos tratándose de Amanda, su mejor amiga.
Se había quedado solo cuando salió de ducharse y encontró una nota de Galadriel diciéndole que se había ido para encargarse de la ropa de todos.
Momento… ¿leyó bien? Sí, de todos.
Así que la fiesta sería a lo grande. Benjamín gruñó por lo bajo.
Se puso una de sus camisas blancas, y tomó su chaleco negro para completar la vestimenta, quería comer, pero antes pasaría por la habitación de Amanda… ¿no correspondía, en definitiva, saludarla? Eso creía, y francamente, lo ponía muy nervioso. Su novia ya le había dicho que luego de comer el día que llegaron, la mujer había vuelto a sus cabales. Eso dejaba a Benjamín tranquilo puesto que no quería otra de esas situaciones nuevamente.

No más besos con Monstruito, se dijo. Tenía que respetar a su difunto hermano.

Antes de golpear la puerta de la mujer, apretó su mano y respiró profundo como si en realidad lo necesitara, estaba tomando coraje. Amanda podría no recordar lo sucedido ni su encuentro cercano, pero él sí, y estaba practicando por sus adentros mil formas de mirar a la chica a los ojos sin sonrojarse, lo cual era gracioso por parte de él, quién siempre mantenía en orden cualquier tipo de situación extraña. Demonios, era un adulto, debía controlarse.

— ¿Vas a pasar, o te quedarás al otro lado? —Era la voz de Amanda, que lo invitaba de una forma un poco extraña a entrar a la habitación.

—No quería interrumpirte—. Le dijo él. La puerta estaba abierta, sin embargo no se animó a dar un paso más.

—No es como que vaya a morderte o algo así, puedes pasar—. Contestó Amy en tono apagado. —Y cerrar la puerta cuando estés dentro.

—No es necesario—.

—No voy a comerte—. Aseguró la mujer con una media sonrisa en su cara. Eso no significaba picardía, era falta de ánimo.

—Fe…. Feliz… cumpleaños—. Dijo Benjamín mientras la observaba. De repente entendió a su hermano por completo.
Amanda no era una simple vampiresa, lo pudo ver en sus ojos, que lo observaban sin comprender a la vez que trataba de mirarse al espejo e ignorar la presencia de su ¿ex cuñada? Benjamín no estaba enamorándose, no estaba ardiente por la mujer, únicamente estaba justificando a su hermano. 
Tenía una belleza un poco extraña a decir verdad, era tan fresca y desprevenida en sus movimientos, que la asemejaban más a un humano que a uno de los de su clase. Los vampiros suelen moverse de un lado a otro con una gracia particular, rígida, glacial y pre-inventada, sin embargo, aquellos a quienes aún les late el corazón, y se mantienen en la fina línea de la vida, caminan con vitalidad, tal como lo estaba haciendo Amanda. Naturalidad, esa es la palabra que quería usar Benjamín. Dudaba si era algo que los vampiros recién convertidos poseían, jamás había visto algo así.

— ¿No vas a decir nada? —Preguntó él.

— ¿Qué puedo decir? Feliz no es un adjetivo que quede bien conmigo últimamente—. Amanda se sentó sobre el alfeizar de la ventana, mientras sus dos manos se entrelazaban a la altura de su rodilla para sostenerlas.
Una pequeña sonrisita fingida por su parte hizo enternecer a Benjamín. ¿Qué le estaba pasando? Se notaba muy sensible. ¿Muy humano también?

—Y yo que esperaba que me sacaras de esta habitación a los golpes…. —El muchacho ladeó la cabeza hacia los dos lados con un gesto de decepción y alegría.

—Podría intentarlo—. Amanda le guiñó el ojo.

—No te atreverías, Monstruito—. Desafió Benjamín con una filosa mirada. Estaba bromeando, pero se sentía bien después de tanto sufrimiento. Olvidar al menos por un rato.

Amanda recorrió de un lado a otro y lo puso, sorpresivamente, contra la pared, dejándolo inmóvil y con el ceño más que desconcertado. Pero parecía una costumbre de los hermanos Casablanca no soportar que una mujer los domine, porque automáticamente Benjamín la puso contra la pared, ejerciendo el control.
Parecían muy divertidos, al menos si una persona lo miraba de afuera, la situación era inclusive graciosa. No había indicios de sexualidad comprimida ni nada por el estilo, parecían dos niños jugando a ver cual es más fuerte.
Empezaron a reír al unísono, contemplando uno el rostro del otro, respirándose muy fuerte a la cara. Pero poco a poco todo lo que anteriormente había sido divertido, se estaba tornando sombrío. Amanda no pudo sostenerle mucho tiempo la mirada cuando descubrió que aquellos ojos eran casi idénticos a los de su hermano. Cuando notó como éste ahora tenía un corte de pelo que era casi una replica a la de Andrés, o como su quijada estilo inglés era el calco de aquel hombre a quién todavía, por más extraño que suene, ella ama. La similitud le dolió como una patada directa a los pulmones. Era una sensación lasciva, molesta, incomoda.

—Estas llorando—. Susurró Benjamín sin apartarse de ella.

— ¿Tú no lloras nunca? —Pudo decir Amanda, su voz, al menos para el vampiro, sonó como el resoplido de un mar calmo, nostálgico, ese que prefiere romper las olas cerca de la orilla para no asustar a los niños jugando.

—A veces—. Confesó, avergonzado. —Cuando la pena es más grande de lo que puedo soportar.

—Lo extraño—. Dijo, sintiéndose una niña desamparada. La sensación era común y hasta podría decirse que casi se acostumbraba a ella, inclusive cuando era lo que más estaba dañándola.
Benjamín se apartó con el rostro inundado de algo que Amanda jamás reconocería, no por parte de él. Algo le dijo internamente que las cosas no andaban bien, que el vampiro se había enfadado, era eso o creer que había citado cosas fuera de lugar.
Amanda trató de acercarse poniendo su mano sobre la del hombre, pero éste la corrió inoportunamente cavando el agujero del pecho de Amy más profundo.

—Tienes que salir adelante, de una forma u otra—. La voz de Benjamín no se mostraba muy amable que digamos, y la vampiresa se agarró de la pared para no caer por el revuelto que su estomago le anunció de improviso.

—No puedo.

—Pues deberías, la vida sigue—. Eso fue cruel. Y bastó para que la mujer entrara en cólera.

— ¿Cómo puedes decir algo así?

—Puedo. Lo estoy haciendo. Está muerto. La vida sigue—. Aquel hombre se apartó aun más de Amanda, cuando vio como la cara de la mujer se ponía de todos los colores. No era raro que en cualquier momento lo eche a las patadas.

— ¡Pero era tu hermano! —Reprochó no midiendo sus palabras, todos en el lugar, al menos ellos dos que eran los únicos allí, entendían que era lo más suave que podía decir.

—Sí ¡Y está muerto! M-U-E-R-T-O ¿entiendes el significado?

— ¡Deja ya de repetir eso! —Amanda llevó sus dos manos hacia los costados de sus oídos, sin saber que ni así conseguiría callar esas palabras, o borrarlas de su mente.

—Algún día tendrás que superarlo. No podemos ir por la vida negando las cosas porque nos hagan sentir mejor. No es mejor Amanda, bajo ningún punto de vista creer que él volverá, o arruinar tu vida, que por cierto, déjame decirte que para siempre es todo lo que esa frase significa, llorando por alguien que no va a volver. —Benjamín estaba conteniendo un puñado de lágrimas que significaban mucho para él, significaban no mostrar debilidad. Su gran defecto, uno que tendría que controlar si no quería terminar como su hermano, si no quería volverse de piedra.

—Largo de mí cuarto—. Demandó ella, extendiendo sus manos, evitando que se formen en puños y así no tentarse a romperle la cara a Benjamín, que la miraba como dislocado. 

—Bienvenida, Monstruito. —Contestó Benjamín con una sonrisa parcial. La mitad era dolor, la otra podría llamarse alegría por ver a Amanda un poco enojada.
Al fin de cuentas era un buen paso. Él la quería ver como siempre, mandona, exigente, malhumorada y fresca.
Podría ser un buen comienzo, evadiendo la cuestión de cuanto le dolía a Benjamín hablar así de su hermano, como lo había hecho anteriormente.

*

No era necedad, no era terca, al menos eso sentía ella cuando la puerta se cerró con Benjamín abandonando la habitación, o largándose antes que Amanda decida golpearlo realmente como chica, como había aprendido este último tiempo. Nadie se metía con ella, estaba preparada para patearle el trasero a cualquiera, y si tenía que empezar con Benjamín, pues encantada de la vida.
Amanda estaba negándose a creer que Andrés estaba muerto, sin embargo, algo en el centro de su pecho le hacía recordar que el hombre no estaba y que, obviamente, tampoco iba a aparecer por la ventana trepándose cuan Romeo lo hizo alguna vez con Julieta. A decir verdad, tampoco creía que él lo hiciera alguna vez, cuando muy bien vio caer las cenizas de aquel hombre colándose por sus dedos esa noche que procuraba olvidar.
Pero allí estaba, olvidando todo lo que le hacía mal, enterrando en el fondo todas las cosas inmemorables, y lo peor de todo ante esa negación que la convertía en dos cosas que ella no quería «terca y necia» se dio cuenta que la situación no cambiaba mucho ni evolucionaba, sino todo lo contrario.
Se recostó sobre su cama llevándose las manos a su cara, tapándose con fuerza y con vergüenza.

¿Estaba pensando en la loca idea que le decía «Amanda, él volverá»? ¿Lo estaba haciendo enserio?
Bien, eso no ayudaba, y estuvo claro cuando una gran lágrima descendió cayendo entre las sábanas. ¿Su tiempo también pasaría así, sin más, hundiéndose como una gota de sal que se funde para perderse y ser una de las miles que derramaremos en lo que nos quede de vida?
Lo que sea que haya estado intentando, claramente, no estaba funcionando. A decir verdad, apestaba, a cada segundo que pasaba con más fuerzas. Su sueño había sido tan nítido que lo repasó una y otra vez tratando de encontrar algún tipo de mensaje escondido. Ella creía que lo tenía, sólo que no sabía por donde empezar a analizar, no cuando al llegar a la parte en que el Señor Andrew Whitehouse aparece y la toma por la cintura y mira fijo a sus ojos. A partir de ese momento Amanda era incapaz de enfocarse con lucidez en la acción de analizar. Para ser sinceros si hubiese podido contar hasta tres al mismo tiempo que lo miraba, hubiese sido todo un logro.

Empezó a bajar las escaleras, quería comer algo, quería sacarse esa amarga sensación aunque sea de la cabeza, era terriblemente malo que hasta haya olvidado su cumpleaños. No es que apreciara cumplir años, no cuando temía tanto a la muerte, que cuanto más viejo uno se pone, más factible es que venga a buscarte. Pero ahora, ella era la muerte. Un cardiograma lo confirmaría ¿o no? Bueno, simplifiquemos, bastaría con que le tomen el pulso.
La idea de cumplir años la martirizaba, desde muy pequeña, cuando aprendió como todos sus familiares se reunían alrededor de la mesa a decir unas cuantas palabras lindas, ponían regalos sobre su cama y cantaban una terrible canción que más bien ella traducía en su cabeza como «vamos, sigamos festejando como imbéciles un año más cercanos a morir»

Ok, realmente Amanda tenía un trauma con lo que ahora era. Al menos tenía la oportunidad de vivir eternamente, lo cual era terriblemente codicioso por su parte. Sin embargo, todo lo patéticas que eran aquellas personas presionando sus regordetas mejillas y adulándola un día al año, le generaba diarrea. La mayoría de esas personas apenas se soportaban, pero fingir una vez cada trescientos sesenta y cinco días era correcto ¿no?
Un sentimiento encontrado embargó sus pensamientos, de repente se sentía aliviada por no haber tenido que lidiar con saludos que no quería, mucho menos estando tan deprimida como estaba, sin embargo se sintió mal, a lo mejor eso era precisamente lo que necesitaba, un poco de contención. La histeria no era su mejor compañera y fue exactamente ese el momento en el que prometió, al menos por un instante, tratar de portarse correctamente con las personas que estaba compartiendo un hábitat, inclusive si esa persona era una niña molesta e insoportable como Lumi.


—Pues creo que ella se ve gorda y… fea—. Lumi. Amanda la escuchó desde las escaleras, ya estaba arrepintiéndose de lo prometido.

— ¿Gorda? Pero… si ha bajado notablemente de peso. ¡Que cosas dices! —Contestaba Galadriel con unas risitas al final. Amy imaginó a la pequeña disfrazada de payaso, porque de otra forma no entendía como su amiga podía reírse de ella, a menos que sea a costa de ella. Y aunque pensándolo bien, disfrazada así y todo no le parecía nada graciosa.

—Escucha Gali—, decía Lumi. ¿Amanda había escuchado bien? ¿Esa bastarda estaba llamándola Gali?, —yo se que es tu amiga y todo pero… realmente, ¿piensas que algún día conseguirá novio? No con esa apariencia de cabaretera, y lo digo muuuy enserio. —Argumentaba arrastrando aquella vocal. Gala volvía a reír.

—Pues las cabareteras me agradan—. Contestó Galadriel queriendo poner paño frío a la conversación.
Amanda estaba justo detrás del marco de la puerta, escuchando como una espía sin que la descubran cuando una mano pasó su cadera y una voz susurró en su oído, dulcemente.

—A mí también me gustan las cabareteras. Y tú no te ves gorda.
Amy dio un saltito, reprimiendo el grito que estuvo a punto de soltar, ¿o fue la mano de Benicio quién procuró eso último?
Sí, era la mano del hombre la que cubría los labios de Amanda. Ella ya estaba frente a él, mirándolo. Algo en la fuerte mirada del vampiro la hizo descongelarse, aflojar su cuerpo y ceder al apacible campo visual de aquellos ojos tan firmes que podrían desvestir a una monja.

—No quise decir que tú luzcas como una. Pero no me molestaría—. Aseguró arqueando sus labios hacia arriba.

— ¿Tan mal me veo, como para que esa borrega me llame prostituta?
Benicio casi lanza una carcajada, lo hubiese hecho si su estricto protocolo de ser simplemente un gruñón se lo permitiese.

—Te ves… —Demonios, el hombre no podía completar la maldita frase, no cuando sus colmillos descendieron dentro de sus labios y él trató de ocultarlo, lo que daría un resultado genial si su boca fuera lo suficientemente grande para que no se note que parecía como si tuviese un buen bocado de comida dentro. Amanda, que se había dado cuenta, puso su dedo índice en el labio inferior del hombre, cuando éste abrió sus boca, ahora sin vergüenza de mostrar lo que ella producía en él, pero fue tarde, tuvo el suficiente autocontrol para guardar su colmillos.

— ¿Cómo me veo? —Los ojos de Amy estaban vidriosos, Benicio hubiese jurado que se habían vuelto rojos, pero cuando parpadeó para comprobarlo, se encontraban del mismo color que siempre.

— ¿Hot es una palabra que se usa ahora? —Amanda se quedó tiesa, de todas las cosas que esperaba oír, esta sólo tenía lugar en sus sueños. Si algo sabía, una vez que había recobrado la memoria y el control sobre sus decisiones, era que aquel hombre que tenía enfrente no se caracterizaba por ser un muestrario de afecto, mucho menos era especial por dejar al descubierto sus sentimientos, entonces hot era haber escuchado mucho por su parte.
Amanda casi se ahoga por los nervios, más aún, por la emoción de haber escuchado algo así de Benicio, devolvió la sonrisa que éste le estaba regalando y le dijo,

—Hot está muy a la moda.
El hombre se sintió más que satisfecho, y justo cuando estaba debatiendo si era momento de besarla o no, una voz desde la cocina los llamó.

— ¿Tienen hambre?
Era Gala, maldición, Amanda también hubiese querido besarlo.

—Claro—. La vampiresa entró en la cocina ignorando la presencia de la pequeña Lumi, sintiendo como ella se removía en la silla al ver a Benicio caminar tras ella.

—Amanda tus ojos—. Le dijo Galadriel, que quedó callada cuando vio como su amiga le daba brutas señales que el silencio era lo mejor.
Benicio no se había equivocado, los ojos de Amy se habían puesto rojos, y eso significaba una sola cosa….

— ¿Alguien va a explicarme por qué se les pone los ojos rojos a ustedes? —Lumi se mostraba curiosa, era una pregunta que había querido hacer hace muchísimo tiempo, y claro, nadie la contestaba. Todos en la sala se aclararon la garganta.

—Veras pequeñita… —Empezó Gala, y fue interrumpida.

—Vamos, no asustes a la niña, Galadriel—. Era Benicio, no sonaba muy simpático y tampoco cómodo, puesto que el sonido de su voz fue temblorosa y ronca a la vez.

—Oh vamos, pero yo quiero saber—, insistía Ludmila mirando al vampiro, para luego cambiar en dirección a Gala, —a veces cuando Ben me mira sus ojos se ponen rojos… en realidad es aterrador, y él jamás me dice por qué.

Galadriel palideció, nadie podía creer que una piel tan blanca como la de un vampiro, escasa de colores por la falta de vida, pueda ponerse más albina. Pero sí, podía. La vampiresa rubia dejó lo que estaba haciendo, fue instantáneo, la cuchara con la que decoraba la torta de chocolate que preparaba a pedido de Lumi estrelló contra la mesa produciendo un ruido metálico. Sin embargo, no se movía, estaba como petrificada, mirando a Benicio, a Lumi, y observando de reojo a Amanda.
Y allí es dónde las cosas se ponían feas, porque Galadriel no alucinó cuando vio como el ojo derecho de su amiga vibraba. Ya había presenciado momentos como estos, donde Amanda se ponía tan furiosa que su cara daba las señales correspondientes como para que uno se aleje lo suficiente a menos que quiera ser arrasado por el terrible huracán que estallaba desde el interior de su cuerpo. Tampoco se le pasó el detalle de la vena carótida de Amy, que estaba prácticamente saliéndose hacia fuera.
Eso se iba a poner bien feo.
Amanda fulminó con la mirada a Lumi, que se fue moviendo particularmente hasta el lado de Galadriel, buscando un lugar estratégico en el lugar donde Amanda jamás atacaría. La vampiresa de cabellos largos y ondulados en sus puntas, caminó lentamente hacia Benicio, que estaba parado contra la pared, con la mirada inclinada abajo como tenía que hacer cuando quería mirar a los ojos a Amanda quién era inferior en estatura.
Pero nada de lo previsto pasó, todos hubiesen apostado a ver como Amy estrenaba su puño contra la cara de aquel hombre, sin embargo, sus palabras fueron pacificas, al menos en el tono de voz empleado.

—Veo que te has estado divirtiendo—. Benicio hubiese preferido que le peguen un buen puñetazo, algo en el tono de voz que Amanda usó no le dio buen augurio. No cuando de todos los adjetivos que pudo  haber usado «filosa» fue la más suave que encontró.

—Juro que… que no se de lo que habla, Amanda, lo juro—. Benicio había entrado en pánico.

—No jures en vano que podrías irte al Infierno—. La mujer estaba con la mirada en cero, como si nada pudiese encontrarse tras ella.

—Deja que te explique, por favor—. Rogó el vampiro.

— ¡Hey niñita! Dijo Amanda en voz audible, sin voltearse. — ¿Qué edad tienes, Lumi-querida? —Algo de sarcasmo se filtró en el tono en que hizo la pregunta. Su mentón parecía dislocarse poco a poco.

—Qui… quince—. Estaba asustada. No había podido escuchar que era lo que tanto hablaban, ni tampoco entendía por qué una simple pregunta sobre el color de sus ojos desató una pelea, o como ella lo veía con sus ojos humanos, un momento tenso.

Amanda, quién cuando hizo a pregunta no se dio vuelta para mirar a la niña, pero tampoco quedó con su mirada en Benicio, ahora sí se volvió a él, no le dijo nada, no contestó ni le hizo saber cuan repugnante le parecía que haya estado haciendo vaya-uno-a-saber-qué con una menor de edad, pero sí se tomó el trabajo de enarcar bien alto una ceja.
Justo cuando estaba medio metro a la salida de la puerta en la cocina, yéndose por la indignación, pensó que sería mejor descargar lo único que tenía en mente, cuando se volteó hacia el hombre para regalarle una última oración.

— ¿Y tú dices que me amas?

El hombre ni siquiera se dio vuelta para mirar como Amy se iba, se quedó allí parado como un idiota, mientras Gala y Lumi lo contemplaban calladas, pero duró poco el silencio.

—La cagaste—. Para su sorpresa, no era Lumi quién decía algo así, sino la fina y delicada Gala.

—Hazme el favor y cierra el pico—. Se aventuró Benicio.
Bien, ya estaba harto de formalidades.


¡¡EL PRÓXIMO CAPITULO SE ESTRENARÁ EL JUEVES 9 DE JUNIO!!

1 comentario:

  1. ohhhh....golpe bajo!!! tenia q ser Lumi la q hablara...la muchachita me está estresando

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