miércoles, 15 de junio de 2011

Despertar III Efecto Lunar, Capitulo 9: She Wolf.


—Pero si estas… —Dante se había quedado estupefacto. Entró de sopetón al cuarto de Amanda porque sabía que tanto ella como Lumi y Galadriel estaban preparándose para salir. Cualquiera de las tres mujeres lo hubiese sacado de los pelos, puesto que entró sin avisar, pero ¿qué más da? Estaban listas, y además… hola, era Dante, a un cretino como él se le permitían todo tipo de cosas.
Dante se había quedado mirando a una misma dirección, ¿pero a cuál con exactitud? Hacia donde miraba estaban Lumi y Amanda, y si el muchacho estaba tan sorprendido por lo que veía, podría ser un problema, puesto que las dos pensaban que se refería a ellas. O a una en particular.

—Gracias, ¿te gusta? —preguntó la pequeña Lumi, mientras explotaba un globo de chicle sabor a fresas con sus labios y se sonrojaba un poco.

— ¡Para ya de hacer eso con el globo, cariño! Vas a correrte el labial —Retó Galadriel, un poco irritada luego de tener que darle a la niña mil instrucciones para que no arruine nada de lo que ella le había hecho, ya sea maquillarla, peinarla, y hasta casi vestirla.

—Fuera de mi vista pequeña —le dijo Dante a Lumi, casi hipnotizado y con suavidad, claro que él no se refería a ella cuando entró a la habitación y las vio, él  hablaba de Amanda, que estaba impactantemente convertida en una diosa griega en la era moderna.
Amanda apenas se había enterado que Dante estaba allí, apenas se enteró cuando el muchacho irrumpió en la tensión que la charla que Gala había generado en sus oídos. Reaccionar luego que su amiga le haya confesado que existían posibilidades para traer a un muerto a la vida fue demasiado, más de lo que podía soportar. Ahora la embargaba un fuerte deseo de salir corriendo en busca de alguien que pueda proporcionar su único deseo: que Andrés vuelva, a como de lugar.
Claro que las cosas serían complicadas, Amanda conocía a Andrés. Sabía que, de ser posible esa opción, el hombre acabaría con una Nación al despertar, su hambre sería voraz, y teniendo en cuenta que era un depredador, uno de los más temibles, las cosas no mejorarían. De repente Amanda comenzó a preguntarse si él verdaderamente se estaba comunicando con ella a través de sueños. ¿Acaso no era posible? A decir verdad, ¿qué sabía ella sobre la residencia de los vampiros una vez que mueren? Tal vez ellos quedan atrapados en una especie de limbo, algo así como una dimensión paralela en la que el mayor castigo es seguir «vivos» de alguna forma, condenados a estar absolutamente solos en un plano paralelo, por siempre, y maldición, si eso ya era malo gozando de una vitalidad un poco rara como la de los vampiros, a lo que el corazón no les late, aquello sería aún peor.
Definitivamente, sabía que Galadriel no era una buena opción para hablar.
Bien, su plan B estaba a punto de ser descubierto.
Sin alguna explicación lógica, atravesó el lugar.

—Me gustaría estar un rato con Benjamín —dijo, excusándose y saliendo por aquella puerta— creo que lo traté mal hace un rato. Debo pedirle disculpas.

*

Benjamín estaba abrochando su chaleco. No se puso lo que Gala le había traído, más bien usó su nunca-pasada-de-moda camisa blanca, una de las tantas que tenía, con un chaleco negro encima y un pantalón negro ajustado. Tan clásico como siempre. Se había afeitado la barba y se había peinado con gel, estaba impecable. Mientras se aplicaba perfume se sentó frente al espejo de roble que había en la habitación mirando todo a su alrededor, las paredes blancas mostraban una serenidad inexistente. Un fuerte aroma cítrico lo obnubiló y ya se encontraba tumbado en la cama.
Con Amanda arriba, mostrándole una sonrisa cínica.

— ¿Qué demonios? —preguntó, haciendo que su pregunta parezca más una afirmación.
Amanda le sonrió una vez más, y sus colmillos, que habían descendido, volvieron a contraerse. Se levantó de arriba de Benjamín y siguió observándolo con aires de superioridad. Corrió sus cabellos con las dos manos hacia atrás, y se paró enfrente a él en una postura sexy y atrevida. Cuando el vampiro comenzó a sentarse sobre la cama con un gesto más bien paranoico y confundido, mirando hacia ambos lados de la habitación, se limitó a cerrar el pico.

— ¡Sorpresa! —respondió Amy, y se sentó sobre las piernas de Benjamin. Él no entendía absolutamente nada— ¿siempre te he dicho que eres mi vampiro favorito, verdad? —Benjamin volteó los ojos con el ceño confundido.

— ¿Qué es lo que quieres, a ver? —preguntó en tono gruñón.

—Tu monstruito tiene una buena noticia —le dijo, enfatizando el apodo que él mismo le había puesto. Era raro escucharlo de boca de ella.

— ¿Tienes una enfermedad terminal? ¿Vas a morir? —Ironizó. Ni bien el hombre terminó de decir eso, le bastó con ver la cara que Amanda puso cuando la palabra morir salió de sus labios. Cualquiera estaría un poco sensible de escucharla después de lo que pasó—. Yo… —comenzó Benjamín al darse cuenta— quiero decir… en realidad sabes que no fue mi intención decir eso.

—Necesitamos un brujo.
El mayor de los Casablanca se puso muy nervioso. Despojó a Amy de arriba suyo y se paró al otro lado de la habitación llevándose las dos manos a su pelo, tirándolo para atrás, amago en voltearse unas cuantas veces para mirar a la mujer a la cara, pero fue en vano.

—Tú no estas hablándome enserio, Amanda —le dijo señalándola, realmente enojado, como si lo hubiesen golpeado y luego pisoteado a la vez.

— ¿Por qué no? ¡Vamos! —Amanda se acercó a él, suplicante— yo se que lo quieres.

—No haré que regrese convertido en una abominación —contestó entredientes— y tampoco lo permitiré. Hay cosas que jamás entenderás, traerlo nuevamente significa masacrar a personas inocentes. Y yo no estoy dispuesto a pagar ese riesgo.

— ¿Ni siquiera por tu propia sangre?

—Eso es coacción, chantaje, como desees llamarlo. Sabes muy bien que daría mi propia vida por él, ¡maldita sea, es mi hermano! Pero no puedo. Simplemente no puedo.

— ¿Por qué? —quiso saber ella, con lagrimas saliendo de sus ojos.

—Oh ¡vamos! No me hagas esto —advirtió él al verla llorar— es bastante difícil para mí, como para cargar contigo también.

—Eso fue egoísta —Amanda se encontraba abrazándose ella misma, Benjamín no pudo soportarlo y se acercó para abrazarla. 

—Monstruito estupida —le susurró al oído mientras besaba la base de su cabeza— tú eres egoísta. Si él vuelve matará a todos los que encuentre alrededor, a ti, inclusive.
Amanda levantó su cabeza para mirarlo fijo a los ojos. ¿Era posible algo así? Ella se negaba a creer que Andrés fuese capaz de algo así, es decir, de matarla. Por lo que resta, sabía que los riesgos que tomaba al invocarlo eran muchos, pero lo necesitaba, el amor a veces era egoísta, como ahora, cuando no le importaba cuantas vidas se pierdan por él. Aquel sentimiento la mortificó, pero por amor se cometen los peores crímenes, ¿qué le hacía suponer que ella sería la excepción a la regla? Además, tampoco creía que Andrés fuera capaz de matar a su hermano. Ni a nadie, siempre y cuando que Amanda no se lo pidiera. Y ella no iba a pedirle cosa tal.

—Podríamos ir preparados —le dijo Amy— llevar un buen suministro de sangre envasada.

—Mira que eres inocente.

—Soy inteligente. Y más lista que tú.

—Pues difiero de las dos cosas —respondió él, todavía seguían abrazados, balanceándose de un lado a otro— mira, te voy a ser sincero. Nunca fui tan miserable desde que Andrés se fue —Amanda tragó saliva ante aquella revelación que le estaba haciendo el vampiro— pero se que esos conjuros no terminan bien.

—Estaremos allí, él nos verá y se tranquilizará. Es imposible que salga mal —Benjamín tuvo ganas de estrecharla más hacia él, por aquella muestra de ingenuidad que la mujer le regalaba.

—No es tan fácil —le respondió el hombre con una media sonrisa forzada— quiero decir… estamos partiendo de supuestos. Y se que cuando despierte, no te reconocerá ni a ti. Si fuese tan sencillo, todos los vampiros resucitarían ¿sabes?

—Pero…

—No hay peros —cortó él, al mismo tiempo que acababa con el acercamiento de ambas partes— tengo entendido que pueden volver enloquecidos, todo se potencia. Su hambre voraz se hace más voraz. Su instinto asesino puede triplicarse, y si del vamos Andrés no era muy… centrado, ahora sería peor. Amanda… Nadie te asegura que él no nos vaya a matar a todos. Podría volver a la vida convertido en otra persona que hasta yo, que soy su hermano, desconozca.  No es tan simple, créeme cuando te digo que ya he pensado esta posibilidad.

—Por él me arriesgaré —le dijo ella con un tono agresivo— con o sin tu ayuda.
El portazo que dio en la habitación de Benjamín lo hizo quedar estupefacto. Maldición, bien sabía que la mujer siempre hacía lo que se proponía.

*

Benicio estaba preparado, y si a eso se le llamaba estar bebiendo whisky en el living con las luces lúgubres, pues que así sea entonces.
El alcohol no emborrachaba a los vampiros, pero aplacaba las ansias, claro… una vez que la segunda botella se acababa, tal como había pasado con la de Benicio, quien iba a buscar la tercera en el mobiliario destinado a las bebidas con graduación alcohólica. Cualquier humano estaría tumbado luego de tomar esa cantidad, incluso habiendo tomado sólo la mitad de una botella. Al vampiro en cuestión lo mareó un poco, pero nada grave.
Cuando arrancó la tapa a rosca del envase con los dientes, se cortó el labio inferior, pero se encontraba tan debilitado por no beber sangre que la herida tardaba en cicatrizar. Ese era uno de los inconvenientes de estar mal alimentado, pero ya no tenía ganas de nada, más que de hundirse en un gran agujero negro.
Por un momento tuvo ganas de aventar la botella contra la pared, hacer un destrozo de su gran sala de estar, ir afuera y buscar algunas victimas para matarlas dentro de la casa hasta desangrarlas por simple placer, demonios que estaba enloqueciendo, él no era así ni por asomo, y dado que su estomago estaba cerrado por un apetito inexistente, hacer algo así sería maldad pura.
Cuando tomaba como lo estaba haciendo en esos momentos, su cuerpo se aflojaba, por no decir también su libido. No estaba pensando correctamente, partiendo de la base que sus pensamientos casi perversos ahora tenían como protagonistas a Lumi y a Amanda, juntas. Eso era realmente fuerte, enserio. Y no las tenía precisamente a las dos contándoles un cuento, ni preparándole la cena, las tenía de otra forma.

— ¡Hey! —la voz que Benicio escuchó lo hizo enderezarse en su asiento, casi se sumerge dentro del acolchonado diván, en lugar de eso, prefirió hacer oídos sordos y darle otro trago más, del pico, a la botella de alcohol. Amanda estaba frente suyo, llamándolo, pero él la ignoró, no le convenía levantar la vista y verla, no en ese estado.
«— ¿Vas a ignorarme o qué? —quiso saber ella, nuevamente.
Bien, el plan escapemos de Amanda no iba a funcionar.

—Estoy… —le dijo él, ¿ebrio? Muy probable ¿comportándome como un cretino? Completamente. Pero no le respondió nada de eso. Se limitó a sonreír como un idiota, esta bien que no podía emborracharse, pero sí beber lo suficiente para perder alguno de sus estribos habituales como el no-debo-reír-soy-un-hombre-serio.

—Ebrio como una cabra. Estas ebrio como una cabra —completó ella. Se acercó junto a él y se sentó a su lado, el cuerpo de Benicio se paralizó, era eso o salir corriendo porque sintió como cada una de sus extremidades se empezaban a reducir en escombros. No podía tenerla tan cerca, ya no lo soportaba— ¿Vas a compartir un trago de esa botella o qué?

—Si tomas del pico sería como intercambiar saliva conmigo —dijo él, ignorando que el escote de la mujer era mucho más pronunciado de lo que su mente le permitía ver en realidad. Luego le dirigió una sonrisa bochornosa cuando se enteró que Amanda no ignoró como los ojos de aquel hombre estuvieron por encima de los cinco segundos mirando sus pechos. Sacudió su cabeza y antes que pudiera darle el envase a la mujer, ella se lo sacó de las manos.
«No la mires mientras bebe, sería como imaginarla haciendo eso pero en otra situación» pensaba el vampiro, ladeando su cabeza de un lado a otro, y se generó un pequeño golpecito que Amanda apenas notó sobre la frente, sus pensamientos no estaban yendo por el camino adecuado.

—Lo dices como si nunca hubiésemos intercambiado saliva —río ella, con naturalidad.

—Pues lo cierto es que ya no la compartimos —respondió él, enfadado.

—Oh no, claro que no. No cuando otra es quién lo está haciendo por mi —le reprochó Amy, refiriéndose a una sola persona, Lumi— y dime —quiso saber con un tinte irónico en su voz— ¿lo está haciendo bien?

—Tú no podrías imaginarte cuanto —Benicio estaba molesto, se arrepintió de decirle eso a la mujer que más amaba en el mundo, peor aún. Se arrepintió de estar tratándola así, pero era un hombre herido ¿o acaso pensaban que él no tenía sentimientos?
A Amanda se le cayó la botella al piso, o más bien, la aventó. Porque cuando se levantó era algo muy factible dada la brusquedad con que lo hizo.
No entendía que pasaba, pero saber que el vampiro lo podría haber hecho con otra persona que no sea ella la puso frenética, histérica, con una ira demencial capaz de hacer caer la torre más elevada en el mundo.
Bueno, y aunque lo parecía, ese sentimiento que afloró desde el centro, no era el famoso perro del hortelano que no comía —porque no se come las verduras de su amo— ni dejaba comer —porque no deja que otro se las coma—, simplemente estaba celosa. Celosa cuando por más difícil que le sea asumirlo, lo amaba.
Había algo entre ellos dos, algo más fuerte que otra cosa, algo que no les permitía avanzar en la relación, además del hecho de la profunda tristeza que Amanda trataba de ocultar y salvar en ella.  El hecho es que eran los dos muy orgullosos, y muy retraídos el uno con el otro, mientras eso suceda, ninguno podría asumir cuan grandes eran sus sentimientos. No mientras él siga sintiéndose herido, fuera de lugar. No mientras ella este resentida y abatida, pensando que aquel hombre ya había puesto sus ojos en otra persona.
Amanda creía que su tren había pasado, primero, llevándose a un ser querido, ahora, rompiendo la única forma de ser feliz que le quedaba.
¿Qué pretendía hacer? Porque eso era lo que pensaba, sin embargo su mayor anhelo era traer a la vida nuevamente a Andrés, y aún así no dejaría de amar a Benicio con el mismo fuego que sentía por el menor de los hermanos Casablanca. Su situación era jodida, tampoco pensaba quedarse con los dos, y aunque le doliera admitir que ya tendría tiempo de decidir, no podía dejar que Andrés siga perdido en el famoso limbo que ella pensaba que estaba, mientras había una posibilidad de traerlo de regreso.

— ¿Ahora ves como me siento? —preguntó él, poniéndose de pie, ya estaba completamente arrepentido de la forma que utilizó para dirigirse hacia ella, necesitaba remediar las cosas, y la voz de congoja que tenía podía empezar el proceso de redención.

—No te atrevas a acercarte un paso más —advirtió ella, alejándolo con su dedo índice.
Benicio se distanció apenas unos centímetros y bajó su vista. ¡Maldición! Justo lo que no debía hacer. Si le faltaba algo para pisar en falso en estos momentos era ver de qué manera tan provocadora estaba vestida Amanda. Si su pantalón hubiese sido enterizo, es decir, si hubiese estado como el traje que usa Selene de Underworld, hubiese muerto de un colapso, pero la cosa no se veía tan diferente, al contrario, Amanda incluso lucía mejor. ¿Era el condimento extra de esos pantalones de cuero ajustados hasta explotar, marcando sus curvas, y de tiro bajo, junto a esa remera calada que traslucía su corpiño? Bueno, podría ser. Era jodidamente caliente.

—Perfecta… —dijo él en un tono apenas audible, pero suficiente para que Amanda abra sus ojos como platos, ella abrió la boca pero no pudo decir nada, estaba confundida— eres perfecta —agregó Benicio negando con la cabeza como si fuese un delito encontrarla tan hermosa.

— ¿Qué dices? —Amy también estaba un poco confundida, nunca en la vida había escuchado que digan una cosa así de ella, su rostro estaba sonrojado, bien, no podía pasar eso pero sentía sus mejillas arder y apartó la vista.

—Es un delito y es injusto —el vampiro no comprendía muy bien, era como si realmente la hubiese visto por primera vez y haya caído en la cuenta. Jamás la había visto tan hermosa, bueno sí, pero hoy fue demasiado.

— ¿De qué estas hablando? No te entiendo —Amanda le dedicó un rostro subsecuente, pero luego no dijo nada más.

—Yo no entiendo como puedes… —no era raro que a Benicio le costara entrelazar las palabras luego de, primero, haber tomado tanto, porque tres botellas de whisky, como se dijo al principio, era mucho hasta para un vampiro, y segundo, joder, ella estaba fascinante, enserio— no entiendo como puedes… creer que tengo ojos para alguien más que no seas tú.
Amanda no creía del todo lo que estaba escuchando ¿acaso este hombre era el mismo Benicio que desaparecía cada vez que no era capaz de demostrar sus sentimientos?

—De hecho los tienes —Amanda quería lanzarse a sus brazos y olvidar todo por un momento, pero recordó a la patética Lumi e imaginó todas las veces que ella habría estado en los brazos de Benicio— porque estuviste con esa…. —la vampiresa puso cara de asco, enojo, envidia, todas juntas— con esa pendeja —finalizó apartando la vista.
Los cinco centímetros que los distanciaban a uno del otro, se redujeron en medio microsegundo, cuando el hombre se acercó a ella velozmente. Amanda no pudo correrse esta vez, se quedó paralizada. Benicio estaba muy cerca de ella, sus dos frías manos se posaron sobre los costados de la cara de Amy, él era treinta centímetros más alto que la mujer, y su cabeza estaba inclinada en dirección a la misma, pero pasaron algunos segundos hasta que él comenzó a hablarle, después que experimentó como sus cuerpos se acostumbraban a la cercanía. Lo cierto es que eso no pasaba, por alguna extraña razón cada vez que ellos estaban tan cerca un sentimiento de novedad los invadía, tanto a él como a ella, ¿podía ser que después de tantísimos años, las revoluciones que azotaban sus estómagos cada vez que se acercaban, sigan causando efecto en sus cuerpos?

—No voy a mentirte —Benicio se aclaró la garganta, cerró sus ojos una y otra vez para ver con claridad a Amanda— la niña me importa —declaró, ella se dio vuelta dispuesta a irse, pero en cuanto se hubo alejado, él estiró su brazo y de un tirón la trajo junto a él, ahora sí estaban completamente cerca los dos, a Amy le costaba respirar y mirarlo a los ojos, Benicio completó: —pero no como tú, nunca como tú.
¿Qué era lo que tenía que hacer Amanda? Se encontraba perfectamente en brazos de aquel hombre. Ella estaba inclinada hacia atrás, siendo sostenida por Benicio, que la presionaba para que si pudiese, aquellos cuerpos de fundieran. Él la miraba, contemplaba todo lo que podía, si quería tenerla de una vez en todos los sentidos posibles, necesitaba dejar de lado su orgullo y sus miedos.
Ya basta de excusas, no había tiempo para ello. No podía dejarla ir, de ninguna manera, otra vez no. Tenía que plantar bandera con su nombre de una buena vez, hacerle saber que estaba ahí mismo luchando por ella, porque su corazón le perteneciera al fin y al cavo.
Y lo hacía. Aunque él no lo supiera, Amanda lo amaba con todas sus fuerzas, pero ella también tendría que apartar cualquier prejuicio.
El aire parecía inexistente, no lo necesitaban pero era tanto el nerviosismo que tenían los dos, que por un momento abrieron sus fosas nasales para aspirar algo que deje de hacerlos agitar. Pues bien, no funcionó, y a juzgar por como se sentían cada vez que se tenían tan cerca, jamás lo haría.
Benicio ya no aguantaba, ahora ya no sólo que su corazón le pedía culminar la situación de alguna manera, su cuerpo también necesitaba más, con ansias.

—Dime que tú y ella…. —empezó Amanda cuando vio que él acercaba su rostro al de ella, apenas pudo pronunciar palabra puesto que ya empezaba a sentir su dulce aliento, estaban a milímetros de rozarse las bocas— dime que tú y ella no lo han hecho, por favor —exigió con los ojos perdidos en la boca de Benicio.
Él tomó un poco de distancia, al menos su rostro lo hizo, porque sus cuerpos seguían unidos.
Él se sonrojó. Amanda vaciló entre darle un puñetazo o esperar una respuesta.
«— ¡Maldición! Lo han hecho ¿verdad? ¿Cómo has podido? —le gruñó tratando de separarse de él mientras le proporcionaba unos buenos puñetazos a su pecho, para alejarlo. Él se rehusaba a ceder, puesto que la presionó aún más, impidiendo movimiento alguno. Amanda pataleaba, quería separarse, pero le era imposible, y siguió: — ¡Es una niña! ¡Pervertido! ¿Cómo pudiste acostarte con una criatura? —demandó mientras él trataba de callarla.

—Cállate, hazte un favor y deja de hablar —ordenó y Amy dejó de moverse como una condenada, el rostro del vampiro volvió a sonrojarse— Amanda… yo…. ¡mierda! —se quejó.

—Nunca te creí capaz de hacer algo así, no con una niña.

— ¡Amanda, ya basta! —Elevó su voz y se serenó— desde el día que te conocí jamás he estado con otra persona —declaró avergonzado, pero no por mostrarse fiel, ella lo miró confundida— quiero decir… nunca lo he hecho con otra persona.
Benicio corrió su vista hacia otra dirección, lo que le había dicho lo avergonzaba por el simple hecho de que, a su edad, era prácticamente casto. Bueno… si no contara que si tuvo relaciones con otras personas mientras fue humano, o mientras estuvo convertido en vampiro, pero siempre antes de haberla conocido a ella.

— ¿Tú y yo no hemos….? —preguntó ella, sintiendo algo de esa misma vergüenza.
Benicio negó.

—Nunca. Primero porque eras humana, y eso suponía un gran peligro para ti… y para mí, porque no sabía que tanto iba a lograr con mi autocontrol —Amanda de repente se sintió muy incomoda— y luego, cuando volviste… —la voz estuvo a punto de quebrarse, recordaba todo con mucho dolor— bueno, ya sabes el resto. Amanda, ya hablamos de esto en una oportunidad, creí habértelo dicho.

—Sí… pero… no pensé que fuese cierto en verdad.
Momento, si ella no hacía mal las cuentas entonces… ¡maldita sea! Era una vampiresa virgen ¿podían creerlo? Sonrió por dentro, pero en su cara se filtró cierta imagen.

— ¿Qué es lo tan gracioso de nuestra castidad? —Quiso saber él enarcando una ceja y subiendo el labio superior, con tanta sensualidad que Amanda deseó mordérselo.
Ella no le respondió, sólo levantó la vista y se quedaron mirándose fijamente. ¿Qué estaba esperando él para besarla? Pues nada, cuando al fin se dispuso a hacerlo, unos suaves y livianos pasitos empezaron a sentirse desde arriba, era Lumi correteando de un lado a otro.

—Que suerte la mía —se quejó Benicio separándose rápidamente de Amanda, quién no entendió muy bien que pasaba hasta que vio a la niña descender por las escaleras.

— ¡No vas a atraparme, bastardo! —gritaba Lumi entre risitas estrambóticas que podían seguir dejando sordo a un sordo.

— ¡Ven aquí, muñeca! —Decía Dante, quién venía tras ella, también muy divertido— ¡prometo que lo único que haré es arrancarte la piel!
La forma de bromear de aquellos dos, hizo que Amanda deje de sentir esa incomodidad generada tras el anterior acercamiento, ella también le hizo un gesto divertido Benicio, quien se lo devolvió.
Viendo esa situación, la vampiresa no podía pensar que Dante se aprovechaba de Lumi, ni que tenían una relación perversa escondida, él se comportaba con ella como si fuese su hermano mayor… como si fuese su padre. No conocía los términos en los cuales habían terminado juntos, pero le dio mucha ternura verlos divertirse.
Lumi frenó frente a Amanda respirando entrecortadamente, Amy podía sentir el pulso acelerado de la muchacha y vio como Benicio tragaba saliva. Se compadeció del hombre, un único pensamiento tranquilizó a Amanda a medias, tal vez su sangre lo atrae… al fin de cuentas él es un vampiro, pensó y se relajó, pero lo suficiente para mantener la guardia, no podía permitir que en algún momento pierda el control y mate a la niña. No comprendió en que lugar la dejaba ese tema a ella, puesto que sus ganas de proteger a Lumi nacieron en ese mismo momento, en aquel pensamiento, pero sea lo que sea, y así fuesen rivales por Benicio, no iba a permitir que le pase nada malo.
Quizá haber visto cuan importante era pequeñita en la vida de Dante hizo que Amanda se tranquilizara y empezara a querer tratarla mejor… bien, haría el intento.

— ¡Si vieran el vestido ñoño que quiere que me ponga! —decía Lumi entre risitas, sus mejillas estaban coloradas de tanto correr.

—Vamos Lumi, no puedo sacarte con eso puesto… —argumentaba Dante detrás de ella con el ceño divertido— no entiendo la costumbre de pagar por una pollera para que sólo te den la mitad. Apenas te tapa el rabito —le dijo, pero más bien parecía una cargada.

— ¡Que rabito ni que mierda que yo no soy un perro! —dijo ella, que ahora había fruncido su ceja para parecer enojada.
Amanda estalló en una carcajada al ver la contestación tan inteligente que la niña le había dado. Verla molesta era muy gracioso.

—A mover esos rabitos —era Gala bajando por las escaleras con Benjamín, que tenía cara de transito lento, enfatizando el termino que Dante había utilizado para referirse al trasero de Lumi— que ya tengo ganas de ir a mover los pies al ritmo de un buen…. ¿rock? —preguntó con inocencia.
Todos rieron al mismo tiempo. Galadriel era todo menos rockera. Y por descontado, no conocería ni una buena canción de ese estilo.

—Rock es lo que le sobra al lugar a donde vamos, muñeca —agregó Dante en tono burlón. Amanda lo conocía, no estaba queriendo conquistar a Gala, pero hubiese sido bueno que alguien se lo explique a Benjamín que por lo bajó le preguntó a Galadriel:

— ¿Muñeca?

—Oh vamos —le dijo ella hablando entre susurros— no me vengas con los celos, galán. —Y le guió el ojo.

*

¿She-Wolf? —Preguntó Benicio con mirada demandante.

— ¿Qué tiene de malo, vampiro? ¿Prejuicios? —contestó Dante, el mismo que los había dirigido a un bar, al parecer bien de mala muerte, el mismo que su nombre hacía referencia a Mujer Lobo o algo así si lo tradujéramos.

—Y lo dice el que tiene problema con los homosexuales —resopló Benicio.

—Sólo contigo, preciosa —respondió guiñándole el ojo.
Allí era donde los había llevado, a un bar de capital que se llamaba She-Wolf, o hablando en español «Loba»
No había una gran fila para entrar al bar, pero si la suficiente para aguardar al menos diez minutos hasta que llegaran a la boletería para pedir sus entradas.
Todos parecían bastantes entusiasmados, hasta la pequeña Lumi que ahora llevaba una camperita de cuero muy graciosa. Ojala eso bastara para hacerla parecer mayor, pero no, seguía luciendo condenadamente como lo que era, una púber adolescente.
Galadriel y Benjamín estaban muy bien arreglados, cualquiera diría que estaban listos para ir a una cena de negocios, pero no a un lugar que los motoqueros eran los que predominaban, o las mujeres vestidas con cuero de pies a cabeza.
Benicio estaba clásico como siempre y Amanda lanzó un hilito de baba al verlo, no podía quitar de su mente la media hora anterior cuando habían estado tan próximos.
Dante se encontraba justo al lado de Lumi, teniéndole la mano. Un hombre robusto y fornido pasó por al lado de ella y le dedicó una sonrisa amplia, pero bastante asquerosa, por lo que Amanda pudo distinguir, y se le revolvió el estomago a pesar que no era para ella sino para una menor.
La fila de personas avanzaba y llegaron a la boletería, una mujer con cabello colorado y apariencia lasciva observó a Amanda y compañía mientras jugaba con un cigarro encendido, que manchaba la colilla por el labial púrpura que traía puesto. Ni siquiera se molestó en preguntar nada, cuando sin más les dijo a todos, con una voz que parecía no haber superado un catarro:

—La niña no puede entrar al lugar, estrictas ordenes —miró de soslayo a Lumi, quién se ruborizó y estuvo a punto de decir algo.
Gala estaba empezando a acercarse a la mujer, pero de pronto, un hombre alto con chaqueta de cuero que a Amanda le pareció conocido hasta el punto de helarle la sangre se apresuró sobre todos ellos con aires petulantes.
Era alto, hombros anchos, su campera de cuero apretaba y dejaba ver que un cuerpo escultural era quedarse corto, su jean gastado se amoldaba a su cuerpo de forma fantástica.

—Cassie —dijo el desconocido, dirigiéndose a ella de manera cortante —vienen conmigo, no fastidies.
Cassie, tal como él la había llamado, no dijo más y levantó sus dos manos con un gesto de «pasen, me importa muy poco» Aquel hombre misterioso miró a Dante, quién a su vez no paraba de mirar a la famosa Cassie con cara de perro a punto de ser adoptado por la familia de ensueño, y le dijo:

—Vamos idiota, te conviene no meterte con ella.

— ¿Qué? —preguntó el Ángel saliendo del embrujo de la mujer de cabello colorado.
El hombre que nadie conocía, salvo por Dante al parecer, volvió a hablar.

— ¿Recuerdas cuando te dije que no tenía hermana? Mentí.

— ¿Y eso en dónde nos pone? —preguntó Dante.

—Pone mi puño en tus pelotas —Y de tan serio que era, se acercó y abrazó a Dante como lo hacen los hombres, palmadas en la espalda incluidas y risas altas.

—Yo sabía que querías tocar mis partes íntimas, lo sabía.

— ¿Van a entrar? —Preguntó Cassie, la hermana del hombre— ¡Hooola! Hay gente esperando para hacerlo, vayan con sus jodidas demostraciones de afecto adentro.

—Cass, cariño ¿no te había dicho que cierres el pico? —dijo el desconocido.

—Vete al demonio —Cassie seguía cortando boletos mientras todos se amontonaban.
Cuando todos miraban a Dante, él inició una breve presentación.

—Chicos… él es Ian. Ian, ellos son… todos.
Ian sólo miró a una persona: Amanda. Ella se inquietó pero trató de no hacer un gesto delatante. El hombre de campera de cuero, o Ian, como se lo presentaron, le parecía extremadamente familiar… Rememoró su último sueño, ese dónde alguien amenazaba a Andrés, pero se dijo que estaba enloqueciendo y bloqueó cualquier semejanza.
Ian abrió paso entre la multitud para entrar de una vez al bar.
Así que ella es Amanda, se dijo en su fuero interno. Bien, entonces veamos que tienes para mí, completó.

1 comentario:

  1. hrrrrrrr...esta Lumi me va a sacar canas verdes...estuvieron a punto de besarse....voy a llorar del coraje

    ResponderEliminar