miércoles, 6 de julio de 2011

Despertar III Efecto Lunar, Capitulo 15: Invocación.




Pude haberme rendido fácilmente
Cuando estaba a unos pocos tragos de mi fin.
Dar por sentado, casi todo por lo que podría haber muerto. Apenas ayer....
—PARAMORE, Looking up—





—Mi señor, creo que usted debería ir tras ellos ahora mismo.
— ¿Ahora? ¿Para qué crees que estas tú?
—Aún así yo pienso que tal vez ten…
Su amo lo interrumpió.
—Eso pasa, hijo. No debes pensar tanto.
—Con todo respeto ¿a qué estamos esperando? —cuestionó con la cabeza agachada y un hilo de voz.
—Estas invirtiendo papeles, aquí el único que hace preguntas soy yo.
—Lo siento, señor —contestó apretando los puños tras su espalda.
Lo cierto era que no lo sentía un carajo, si no supiese cual es su rango ya estaría clavando sus garras en el esternón de aquel maldito, maldito infeliz.
Cuando le dio permiso, se retiró y caminó a paso lento hasta que salió de la vista de su superior, el superior de todos allí, pero al llegar a un punto donde se perdía y no podían verle acrecentó el paso a zancadas. Con un grito mordaz desde su garganta hizo que una de las columnas que daban al parque principal se desmoronara a pedazos causando que las almas que allí estuviesen encerradas se agiten con fuerza intentando escapar.
No lo harían. Jamás.
Se suponía que así deberían sufrir, y nadie podía pensar lo contrario.
A Franco no le gustaba recibir órdenes, no le gustaba que le llamen «hijo» mucho menos ese bastardo, mucho menos cuando su padre había muerto décadas atrás al atravesarse entre la estaca de Franco y la pared.
Sí, claro, atravesarse. Un perito forense no hubiese dicho lo mismo.
Lo mató a sangre fría, y eso que era un vampiro de clase.
Al muy bastardo no le temblaría el pulso para apuñalar a Andrés y hacerlo regresar a la tumba una segunda vez.
No le confortaba la idea de verle la cara nuevamente, y odiaba más el hecho que Marcus este desesperado por traerlo, mejor dicho, por permitir que lo revivan.
Era un luchador nato, un asesino valioso. Marcus le dio un escarmiento y ya era hora que vuelva hacia él.
Franco volvería a tener competencia, maldito cretino bastardo.
Necesitaba desmaterializarse, allí mismo.

*

—No iremos volando hasta allí ¿cierto? —preguntó Benjamín cuando observó el rostro de Cassandra, muy concentrada en su trabajo.
Amanda miró hacia delante y un zumbido hizo electrizar su cuerpo hasta prácticamente dejarlo seco.
Ese lugar le traía recuerdos espantosos.
—Por supuesto que no iremos volando —aclaró la pelirroja.
Tras esa aclaración Amy retornó junto sus pensamientos. Error. No era una buena idea en lo absoluto.
Su mente no voló solamente en su estadía en aquel lugar, sino que fue mucho más profundo, recordó su secuestro por parte de Franco, ese bastardo le había hecho pasar las de Caín.
Se preguntó como rayos hizo para obligarla a cruzar aquel río, no entendió el por qué aunque los porqués quedaban excluidos en ese momento, pero algo la aterró al ver las aguas moverse, a sabiendas que tendrían que cruzarlas e ir hasta la Isla. Alegó todo eso al terror, al pánico que le producía pisar ese suelo otra vez, dónde las cenizas del cuerpo de Andrés eran una gran parte del lugar.
Benjamín la tomó por la cintura, la acercó a él lo más que pudo y le susurró al oído:

—Es común que te sientas así, a mí también me pasa, somos sensibles a las corrientes marinas de cualquier tipo.
Eso tendría que haberla reconfortado, pero su miedo iba más allá.
¿Y si todo eso no funcionaba? ¿Si no lograban traerlo nuevamente?
—Puedo sentirlo —confesó la vampiresa.
— ¿De qué hablas? —Benjamín se paralizó y trajo la cara de la mujer hacia el costado, para mirarla de frente.
—Que puedo sentirlo. Él esta ahí. Sufriendo. Quiere volver, lo puedo sentir.
Se apretó los labios con fuerza, no sabía como, pero Andrés o lo que fuese que quede del hombre, estaba revoloteando cerca, como si pudiese comunicarse con ella de algún modo.
—Oigan ustedes —avanzó Cassie— ¿traen el suministro de sangre, verdad?
—Claro, aquí esta —Benjamín señaló el bolso repleto de O negativo.
—Entonces vamos.
— ¿Qué? ¿Por dónde? No podemos ir a nado hasta el otro lado —se aventuró el mayor de los Casablanca.
— ¿Y quién dice que iremos de ese modo? —interrumpió Ian cruzando el río a pie.

Momento ¿a pie? ¡Cristo! El lobo estaba caminando sobre el agua.
¡Qué.Carajo!

Cassie lo siguió, mientras Benjamín y Amanda estaban boquiabiertos en la orilla. Giró y los miró sobre su hombro.
—Vamos, no tengo toda la noche.
El vampiro dio unos pasos al frente, y dudoso apoyó su primer pie.
— ¡Maldición!
Amanda corrió a su lado, con una mirada totalmente indispuesta e incógnita.
— ¡Dime que no estas cayéndote!
— ¡Por la barba de Cristo que no, Amanda! Esto es…. —dudó— esto es increíble. Jamás había visto algo así. Vamos, no hay de que temer —le aseguró confundido.
Amanda avanzó a paso lento, como caminando entre huevos y se dio cuenta que Benjamín estaba en lo cierto. Era como caminar sobre una pista de patinaje. Por un momento tuvo vértigo, maldita sea que lo tenía, porque el piso por el cual caminaban estaba cristalizado, era una especie de partícula suspendida sobre toda el agua, que te dejaba ver la parte inferior. Sí, bajo ese suelo se veía el agua moviéndose de un lado a otro, siendo contenida.
—No podré mantener esto así por mucho más tiempo —gritó Cassie, que iba corriendo unos veinte metros adelante junto a Ian, que sacó una gran distancia.
— ¿Qué quieres decir? —preguntó Amanda con la voz temblorosa.
—Lo que acabas de escuchar. Si no se apuran quedaran atrapados en el fondo del Río. ¿Acaso no estas viendo el agua allí abajo? Es como encerrar a un león hambriento en una jaula y mostrarle comida, pero no dejarle que la ingiera. Si tardamos un minuto más lo sólido que he construido para cruzar se partirá en mil pedazos. ¡Dios Santo! Yo se nadar, pero ustedes están jodidos —les sonrió irónicamente y se dedicó a seguir corriendo.
Los vampiros tragaron saliva. Benjamín se cargó a Amy al hombro y emprendió la corrida. Se pudo escuchar una fuerte maldición por parte de Amanda, pero sólo el Cielo sabe que es lo que dijo en realidad.
Una vez del lado de la Isla, después de haber corrido todo aquel trecho, Benjamín la dejó en tierra firme, exhausto.

— ¿Sabes una cosa? —Empezó Amy con los brazos cruzados— podría haber corrido por mí misma.
—Soy más rápido que tú. Y bien me lo has aclarado cada vez que tuviste oportunidad, Andrés me arrancaría la piel si algo te pasara en ese pequeño trayecto —el hombre la miró con superioridad.
Amanda escrutinio el paisaje, se sentía con una fuerte presión en el pecho, por un momento tuvo ganas de empezar a cavar un hoyo en la tierra para ver si de esa forma se encontraría con el cuerpo de Andrés en algún rincón.
Se sintió fatal. Pero peor aún cuando sintió en el centro de su pecho a Benicio.
Él no merecía esto, a pesar que una parte del muy bastardo quería divertirse con Lumi. ¡Demonios! Amanda lo amaba enserio. Cada extensión de su cuerpo gritaba su nombre. Pero tenía que hacer lo que debía hacer, por eso jamás se sintió tan jodidamente perfecta en el lugar que estaba. Salvando a la persona que se interpuso entre ella y Marcus para salvarla.
Y qué carajos, pero también lo amaba. No sabía todavía de qué manera, pero lo hacía.
—Estas dudando —le dijo Benjamín en tono muy bajo para que sólo ellos pudieran escuchar.
—No se de lo que hablas.
—Estas dudando. No sabes que hacer, al menos en tu corazón.
—Mi corazón sabe muy bien lo que debe hacer —agregó satisfecha.
—Vamos, esta no eres tú —apeló el hombre.
—Como si me conocieras.
—Lo suficiente para saber que estas en problemas.
—No necesito que seas mi psicólogo. Podría pagarme uno yo misma.
— ¿Desde cuándo te has vuelto tan cerrada, Monstruito? —preguntó Benjamín con una desilusión que melló en el cuerpo de Amy. Joder, ella no era así. Ella no trataba así a la gente. Podía ser histérica, caprichosa, y tener el carácter un poco podrido, pero era… cariñosa. No era esta roca que se encontraba en la Isla a punto de resucitar a Andrés.
—Un corazón no se endurece porque sí —dijo aclarándose la garganta.
—Pero el tuyo no se ha endurecido todavía —Benjamín tenía los ojos vidriosos y el rostro apacible, como si estuviese en las nubes— amas a los dos, casi tan por igual que estas preguntándote si estas haciendo lo correcto con esto.
Amanda sacudió una lágrima, amenazándola para que no salga a la superficie.
—Corrección. Los amo casi tan por igual que hubiese deseado tener alguna salida para que ninguno de los dos sufra por mí. Para no lastimar a uno por el otro.
—Pensé que mi hermano jamás encontraría aparte de mí alguien que estuviese tan dispuesto a hacer este tipo de cosas por él… ya sabes, nunca se caracterizó por hacer buenas migas con nadie —alzó una mano y acarició con la yema de sus dedos la mejilla de la mujer.
Genial. Lo que necesitaba para desplomarse por completo.
»— ¿Qué es lo que pasa, Monstruito? —preguntó él con congoja.
—No puedo creer que nadie haya conocido al verdadero Andrés. Él es… bueno, se que no ha sido de lo mejor. Pero…
—Soy su hermano. Se lo que es —aclaró suavemente— ha matado a mucha gente, ha dejado sin novio, marido, hermanos, padres, madres, a demasiadas personas, Amy. Pero es mi hermano y no hay nada que no haría por él. No fue una buena persona, debería dejar que se pudra ahí mismo por la memoria de todas sus victimas, simplemente…. que…. no puedo. No puedo hacerlo.
—Y te estaré agradecida de por vida —contestó ella, poniéndose en puntillas de pie para besar la mejilla del vampiro. ¡Santo Cielo! ¡Lo quería tanto!
Benjamín abrió los ojos como platos y se dejó envolver con ese beso que significaba tanto para él. Aquella mujer era un Sol. Lo que estaba haciendo por su hermano no tenía precio, algún día debería de crear un monumento a su nombre, ella se merecía mucho más que eso y empezó a rezar.
A rezar para que cuando aquel bastardo se levante la trate como Amy se merece, como a una mujer valiosa… y que el Cielo o el Infierno se apiaden de Andrés si volvía a hacerla sufrir, porque Benjamín estaría dispuesto a mandarlo él mismo a la tumba si era necesario.
— ¿Esto como los deja a Benicio y a ti? —preguntó con los ojos aún cristalizados.
—Esto no tiene nada que ver con él.
—Lo se, pero me refiero… quiero decir… mejor dicho… ¿qué harás tú?
¡Rayos, ni ella lo sabía!
—No estoy haciendo un experimento para ver a cual amo más.
—No quise insinuar eso —aclaró con desgano.
—Lo amo. Amo a Benicio —le confesó volteando la vista a un costado— pero no puedo dejar que Andrés se pudra aquí. Y todavía no se que es lo que siento por él, así como tampoco si es más fuerte que el amor que tengo por… bueno, ya sabes.
Sí, Benjamín lo sabía. Galadriel también se lo había dicho. Amanda amaba a su hermano, y también a Benicio, pero con este último había algo mucha más fuerte y poderoso, mucho más que un control mental. Ellos se pertenecían, desde hace mucho tiempo atrás. Bastaba con estar cerca de esa pareja para darse cuenta que nada podría separarlos otra vez, incluso ahora, cuando su relación estaba en pausa por la confusión de Amanda.
— ¡Escuchen ustedes dos! —Era Cassandra— ya se van a dejar de bobadas, y van a venir hasta aquí.
Amanda y Benjamín se acercaron.
»—Tú —dijo Cassie refiriéndose al vampiro— vas a venir aquí y tendrás listos los suministros de sangre, y tú —señaló a Amanda— vas a venir a mi lado. Ya.
Ian observaba todo con atención, era un espectador.
— ¿No tendremos que hacer un circulo con sal o algo así? —preguntó Amy con la voz pendiendo de un hilo.
— ¡Que dices! —se quejó la pelirroja, fulminando a la vampiresa— No. Y tampoco tendremos que tomarnos de las manos, no me vas a escuchar hablando en lenguas antiguas ni revolcándome como si fuésemos parte de una secta.
—Esta bien —contestó— sólo decía.
—Bien. Pues no digas entonces.
—Acércate —le ordenó.
Amanda se acercó a ella sin vacilar.
Cuando la tomó por la muñeca, fue una especie de tornado el que se avecinó a ellos, una fuerte ventisca hizo estremecer a Amanda a pesar de su cuerpo falto de temperatura. No era tener frío, más bien era un viento gélido que despertó sus sentidos, manteniéndolos alerta.
Cassie cerró sus ojos, sus labios se mantenían cerrados, sin embargo unas voces comenzaron a escucharse murmurar, primero bajas y luego retumbando a los lados como si discutiesen o… sí, o estuvieran orando.
Amanda miró a su alrededor, aterrada. Benjamín también estaba oyendo y se mantuvo serio, miró a la vampiresa para transmitirle confianza, por lo cual ella no se tambaleó como pensaba que iba a hacer.
Ian estaba callado, era su hermano, probablemente este acostumbrado a esta especie de rito en el cual Cassandra estaba trabajando.
— ¿Qué son… esas voces? —preguntó Amy, pero no fue Cassie quién le respondió, sino su hermano.
—Son espíritus. De brujos y hechiceros —tomó aire— Cass esta recitando una oración por sus adentros, ellos pueden oírla y son quienes las dicen en voz alta. No te asustes.
¿Qué no se asuste? ¡Menuda mierda, tenía ganas de esconderse cuan avestruz bajo tierra!
Cassandra abrió los ojos, estaban iluminados en un color plata, Amanda se tuvo que contener para no dar un respingo hacia atrás. Le habían cambiado de color y parecía que ella no estuviese en ese cuerpo en esos momentos.
La voz de Cassandra se escuchó con eco.
—Esta aquí. Bajo la porción de suelo que estamos pisando.
Amanda le apretó la mano.
Él estaba ahí. Ella también podía sentirlo. Tuvo ganas de llorar, y no se contuvo. Lo estaba haciendo a mares. Podía olerlo, demonios que podía hacerlo.
La bruja sacó un pequeño cuchillo con el mango violeta tallado, y unos pequeños diamantes color blanco traslucido se observaban, la hoja parecía estar afilada sobremanera, pudiendo cortar el aire si así quisiera. Una vez que la tuvo por el mango en su mano derecha, la acercó a la palma de la mano de Amanda.
— ¿Qué me harás? —la pregunta no estaba cargada con exigencia. No había nada que ella no haría por Andrés, y así tuviesen que drenarle la sangre allí mismo, estaría dispuesta si de esa forma él podía volver.
La pelirroja la miró con avidez, con sus ojos ahora en color plata, parecía como si un pedazo de hierro se estuviese derritiendo dentro de ella.
—Es parte del ritual —le hizo saber Ian, a un costado en posición de ataque— lo habías mordido antes que pasara esto aquella vez en el combate, él tiene parte de ti y de esta forma podemos hacerlo volver. Una vez que tu sangre se una con esta porción de tierra, él volverá a la vida.

Volverá a la vida, repitió la vampiresa como si estuviese orando también.  Sonaba abrazador. Lo volvería a ver, a abrazar, podría volverlo a contemplar. A tenerlo junto a ella.
Y sintió el corte, dolió como la puta, pero mantuvo sus labios presionados para no gritar. No quería que nadie se sobresalte, él volvería. En minutos, en segundos. ¡Dios sabía que estaba preparando sus brazos para poder rodearlo, inclusive toda esa sangre para que pudiera saciar su sed!
Y entonces cayó. Cassandra fue a parar directo al piso con la palma de las manos sosteniéndose para que su boca no comiese el suelo.
Un temblor recorrió el suelo surcando un camino abierto, dividiendo el lugar en dos partes. Amanda miró sin comprender que pasaba cuando Ian levantó a Cassandra por los hombros y la obligó a erguirse.

— ¿Qué mierda esta pasando, Cassie? —exigió su hermano con prepotencia.
—Yo… no… no lo se —estaba confundida, había vuelto en sí, puesto que sus ojos adquirían el color normal— ellos no quieren… no quieren que vuelva. No me han autorizado —estaba fuera de sí, su rostro nunca mostró tanta incertidumbre.
— ¿Cómo que no te han autorizado? —Amanda caminaba a zancadas hacia ella, con el rostro impregnado de dolor. «¡Por favor, por favor por favor!» se repetía rogando haber escuchado mal.
—No lo entiendo. Ni siquiera me han dejado terminar. Esto no es posible —explicaba frotándose la frente.
— ¡Intenta otra vez, maldita sea! —le gritó la mujer vampiro, pero Benicio la tenía agarrada por detrás, obligando a retroceder.
—Yo… no puedo… me matará.
Amanda lloró casi pataleando, Benjamín estaba poniéndose extremadamente nervioso. No podía ser. Tendría que haber funcionado.
Un nuevo temblor parecido a lo que puede llegar a ser un terremoto los obligó a prestar más atención a la madre naturaleza que estaba reclamando lo suyo.
La tierra que estaban pisando en la Isla comenzó a agrietarse, haciendo que un pozo negro en el centro comience a desvencijarse, como si chupara todo lo que había alrededor. El cielo relampagueó amenazando con una fuerte tormenta, y apenas unas gotas empezaron a caer irregulares, empapando el rostro de quienes había allí reunidos.
—Tenemos que irnos de aquí —ordenó Ian, elevando la voz puesto que los truenos apenas le permitían hablar.
— ¿Qué? ¡No! —Gritó Amy— ¡no me iré sin él! —Benjamín la sacudió para que entrara en razón.
—Muchachos —intervino Cassandra— tenemos que irnos, y es enserio. He alterado la naturaleza al crear ese campo en las aguas del Río. Si no nos vamos ya, no creo poder hacerlo luego, y este lugar se esta viniendo abajo.
— ¡No me iré sin él! —repitió Amanda, Ian se acercó a ella y la miró bien fijo, sin importarle que quizás Benjamín pudiese llegar a calmar la situación, puesto que la tenía bien agarrada por detrás.
—Si no vienes, te mueres. Y no estoy bromeando.
— ¡Muérete tú! —contestó indignada.
—Que te jodan —respondió y se giró para avanzar hacia delante, cuando vio como su hermana hizo el truco de las aguas para que puedan caminar, se volvió parar mirar sobre su hombro y Benjamín apenas podía contener a la mujer que le gritaba y estaba dispuesta a suicidarse ella misma con tal de esperar a ver si el embrujo daría resultado, cosa que no sería así. Se odió por lo que iba a hacer, pero entonces volvió hacia donde estaba Amanda y sin preámbulos la cargó sobre su hombro, lanzando una carrera hasta la orilla.
— ¡Ian! —gritó su hermana.
— ¿Qué sucede mujer? ¡Apresúrate o no podremos llegar al otro lado!
—Maldición, hermano. Tenemos compañía.
Fue cuando todos miraron hasta las costas del Vinten Lodge.
Al otro lado se podían ver unas inmensas alas negras desplegadas, tan grandes que cubrían unos tres metros a lo ancho, eran negras y espesas. Junto al Ángel había dos personas más y una niña. Cassie lo podía ver.
¿Acaso había muerto y un Ángel la vino a buscar? Esto no podía ser el paraíso.
Joder, él no viene a buscarme, sus alas son negras, murmuró desilusionada y empezó a correr.

*

— ¡Suéltame de una vez! —gritó Amanda cuando Ian la depositó en el suelo al otro lado.
Estaban a salvo.
Amy sentía un hueco profundo en el centro de su pecho. Esto era como haberlo perdido otra vez.
Había perdido a Andrés otra vez, y con estas iban…
Cuando se giró pudo ver, ahora conciente, las inmensas alas de Dante que estaban desplegadas, el rostro del muchacho mostraba un dolor desmesurado, como si mantenerlas así abiertas fuese doloroso.
Y lo era, al menos desde el momento que se disponía a usarlas y su espalda se abría como si fuese la primera vez. Pero ella notó que también había furia.
¿Cómo no estar furioso en una situación así? Amanda se había escapado para resucitar muertos. Mierda.
Benicio se acercó a su lado, y la tomó por los hombros para sentirla, para comprobar que estaba viva.
Amy tenía su rostro manchado con tierra que a estas alturas era barro, pero muy leve, la lluvia había comenzado y estaba limpiando los restos de suciedad, provocando que sus cabellos se revolotearan con el viento, enredándose.
Ella levantó su vista y se sintió invadida, invadida por tanta belleza, Benicio era realmente hermoso.
—Me has desilusionado —reprochó.
—Yo… me siento tan… —sollozó sin completar la frase.
— ¿Es que acaso mi amor no te es suficiente? —preguntó Benicio con profundo dolor. Aquello que corría por sus ojos era una gota color rojo… ¿sangre?
¡Maldita sea! Pensó Amy, eso sólo podía significar una cosa, y era dolor. Dolor del real, del profundo, de ese que te crea una soga con un fuerte nudo en la garganta y se desliza hasta el estómago, amenazando cualquier parámetro de normalidad que te permita respirar.
—No llores así por mí —le pidió limpiando esos restos de lágrimas— que no lo merezco.
Benicio hizo acomodar la cabeza de la mujer en su pecho, tan fuerte que sintió como castañeaban sus huesos.
—No vuelvas a decir una cosa así —exigió— siempre te perdonaré. Pero no vuelvas a hacer una cosa así. Jamás.
—Yo… — «te amo» pensó, pero no se lo dijo— era lo correcto. Él arriesgó su vida por mí. No es justo.
—Sacrificó su vida, pero antes la hizo miserable. Eso no es justo, y si lo tuviese enfrente lo volvería a matar —Amanda quiso zafarse del agarre, en vano— no luches conmigo Amanda, soy yo quién te ama. Soy yo quién te protegerá de ahora en más por el resto tu existencia. No él. Nunca será él.
¿Qué tal si nos vamos de una condenada vez? —exigió Dante, interrumpiendo las demostraciones de amor— estas pinches alas son un dolor de culo. No se si me entienden.
— ¿Vendrán con nosotros? —Le preguntó Benjamín a Cassandra y a su hermano, que estaban a un costado muy serios— hay lugar en la camioneta.
—Gracias, pero podemos solos —contestó Ian con la voz áspera.
La bruja y el lobo se fueron, perdiéndose en la oscuridad.
La lluvia era intensa, y Lumi estaba temblando agarrada de una de las alas de Dante.
—Deja de hacer eso, cariño. Porque duele como la puta. Enserio —avisó Dante y la niña se corrió. Fue abrazada por Gala que se mantenía al margen muy seria.
—Tú y yo vamos a hablar, muchachito —empezó mientras señalaba a Benjamín, su novio— y vas a pagar muy caro este vestido de etiqueta, la lluvia lo estropeó.
—Por supuesto —le contestó el vampiro.
Demonios, esa mujer iba a ponerse loca como una cabra, y lo regañaría como a un niño.
A pesar de eso, mientras se dirigían a la camioneta Benjamín lanzó una mirada curiosa a Amanda, que caminaba bajo los brazos de Benicio, perdida, con la mirada hacia ningún lado.
Tenía hartas ganas de abrazarla y llorar, su dolor era propio, y de ella también.

*

Corría suerte, al menos respiraba.
Levantó una de sus extremidades para comprobar que era cierto, es decir, ¿cuántas cosas como estas pasaban en… diez mil años luz?
Cero. La probabilidad era nula.
Contó cada uno de sus dedos, quizás la haya pagado volviendo con uno menos o cosas por el estilo. Pero no, ahí estaban todos.
Estiró su cuello para descontracturarse y así poder salir a la superficie.
Un momento. ¿Realmente estaba pasando? Agudizó sus sentidos, afuera no había nada, al menos amenazador. Sólo una lluvia que estaba cesando, y joder, esto era un barrial.
No abrió sus ojos, no veía donde estaba, pero era diferente a aquel lugar… ampliamente diferente, y ¡vamos! Se sentía como nuevo y… hambriento.
Tenía un hambre de puta madre, una sed cegadora. Quería… no, no quería retorcerle el pezcueso a nadie, y la violencia no manaba de sus venas, simplemente deseaba alimentarse. Mierda, tenía tanto hambre que podría liquidar una jauría entera de perros… y eso que siempre odió la sangre de los perros.
Sin pensarlo más, porque para él era ahora o nunca atravesó la tierra mojada con el puño de una mano y el aire parecía lastimarle, un hueco se abrió haciendo que el lodo proveniente de lo mojado que estaba el lugar cayera sobre su cara, tragó gran parte y escupió rezongando. Esto era… una mierda, eso es lo que era, una completa y asquerosa mierda.
Clavó sus garras a los costados para hacer palanca hacia arriba. Le faltaba vitalidad, pero no fuerza y eso fue lo que empleó para salir de un salto a la superficie.
Malditos locos inmundos, había estado enterrado ahí mucho tiempo. Es decir, las cenizas se regeneraron y bla bla bla.
Era mágico. Todo lo era. ¡Que demonios! ¿Qué explicación tenía a esto?
Una vez fuera se recostó por el cansancio sobre sus espaldas, arqueándolas una vez que estuvo recta. El dolor era bastante, pero soportable.
Miró hacia el cielo despejado y la luz lunar le hizo arder los ojos, se llevó el antebrazo a la cara para tapar la claridad y abrió sus fosas nasales.
Podía olerla, oh… claro que podía. Ella había estado allí hacía escasos minutos, bueno tal vez horas, pero había estado en ese lugar.
Una sed abrasadora lo cegó, y se miró para comprobar que no llevaba ropa. Estaba desnudo.
Gimió de fastidio y se paró, sus piernas temblaban, pero allí estaban también. Ninguna deformidad, no tenía nada menos. ¡La suerte estaba de su lado!
¿Cuánto tiempo había pasado? ¿Un mes? ¿Un año? ¿Décadas, siglos?
¡Cuánto! No lo sabía. Una viva imagen de volver y no encontrarla acorraló su corazón haciendo un hueco en él.
Por mil demonios, necesitaba verla… necesitaba… cruzar del otro lado.
Sabía dónde se encontraba. Recordaba el escenario, aquel… Río. Sí, eso sería un problema.
Se acercó a zancadas a la orilla para comprobar nuevamente que su puta suerte era algo de lo que tendría que estar agradecido por el resto de su vida.
Sus colmillos resplandecieron en un pequeño charco de costado de lo que antiguamente había sido un caudal. El agua no estaba allí al igual que el Río desaparecido…
Qué mierda ha pasado aquí, murmuró como una cinta de cassette, su voz estaba ronca y se aclaró la garganta repetidas veces hasta lanzar sangre.
Era ahora o nunca. Se apresuró y cruzó a pie los cuatrocientos metros que lo llevarían a la Estancia del Vinten.
Y todavía podía oler su perfume… una gota salada le cruzó desde el parpado hasta caer en su boca, la saboreó y fue como tocar el Cielo.
Así debería de saber la gloria, pensó.
Cuando estuvo en la puerta de la gran cabaña donde habitaba, con los sentidos al máximo para evitar cruzar al enemigo, y reconociendo que allí no había nadie, puso su mano en el picaporte de la puerta.
Debería de ser muy cuidadoso… si estuvo fuera muchos años quizás ese lugar ya no pertenecería a los ancianos, Pedro y Clarissa.
Pero escuchó, unos fuertes latidos… muy cerca.

— ¡Señor! ¿Qué le ha pasado?
Su cuerpo se tensó, no olvidó el pequeño detalle que se encontraba sucio por la tierra y sin ropa. Giró la cabeza y miró de soslayo.
Madre santa, era Pedro, sí, y él era totalmente afortunado.
—He tenido… —contestó, aclarando nuevamente su garganta, maldición que rara le sonaba su voz después de tanto tiempo apagada— he tenido un pequeño percance, Pedro.
—Hace ya dos meses que no hemos tenido noticias de usted —dijo el viejo, bien, al menos sabía que no había pasado mucho— pensamos lo peor… ya sabe, con la inseguridad de hoy en día…
—No fue nada.
—Venga, voy a ayudarlo a entrar, así se puede ir a duchar, mientras enciendo el fuego.
—Gracias.
—Oh señor Andrés, ¿por qué me agradece? Lo hemos echado de menos.
— ¿Qué por qué le agradezco? —preguntó compungido.
—Claro, no tiene por qué.
—Sí que lo tengo, Pedro, usted va a tener que disculparme por esto —le dijo mientras tomó al viejo por los hombros e hincó uno de sus colmillos.

Necesitaba comer. Estaba… muerto de hambre.
Jodida mierda, que manera de volver. Mientras Procuraba beber y detenerse antes de matarlo, se preguntó por qué estaba teniendo tanta compasión.
Se preguntó si realmente algo en él había cambiado… para siempre. 




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