martes, 16 de agosto de 2011

Despertar III Efecto Lunar, Capitulo 20: Caliente... como la luz solar.





¡ATENCIÓN! *ANTES DE COMENZAR A LEER EL CAPITULO: Les cuento a todos mis lectores/fans de DESPERTAR que estoy trabajando en una NUEVA SAGA VAMPIRICA, será una trilogía y la titulé "ANOCHECER" su primera parte se llamará MORDISCO DE MEDIANOCHE. 
La trilogía tiene facebook oficial, así que los espero para que se hagan fans aquí: http://www.facebook.com/pages/Trilog%C3%ADa-Anochecer-por-Amanda-Velocet/160894417315743

Y además tiene WEB OFICIAL ( http://www.anochecersaga.tk ) en donde podrán ver la portada del libro, leer la sinopsis y encontrar adelantos de la primera parte de la trilogía. 
Mordisco de Medianoche NO SERÁ PUBLICADO CAPITULO POR CAPITULO como DESPERTAR, sino que una vez que este terminado podrán descargarlo completo en formato E-BOOK, para leerlo entero.
Recuerden hacerse fans de la página y echar un vistazo a la web

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Bueno, eran cosas que pasan… que te interrumpan era algo ¿común?
Que les den a todos y cada uno de ellos al mismo tiempo. Benicio quería, literalmente, extirparse las pelotas. Pero no podía hacerse el tonto, tampoco.
Cuando Lumi interrumpió, él le pidió que aguarde en la cocina, que le pida a Galadriel que prepare algo de comer y bajaría al instante para hablar con ella. No es que no pudiese enfrentarse a la niña… sus sentimientos de repente eran más claros que el agua.
No estaba soñando. Había despertado después de tanto tiempo. Ahora tenía una razón coherente por la cual levantarse todos los días con ganas de vivir y no con el ceño fruncido pensando qué demonios pasaría para volverlo más miserable.
Tenía todo lo que quería. La tenía a ella.

— ¿Era Lumi, cierto? —Preguntó Amanda envuelta en las sabanas, sentada en la cama aún.
Extraño, pensó Benicio cuando no vio que la mujer se quejaba.
—Sí —respondió avergonzado.
—Oye, no es nada —Amy avanzó arrodillada sobre el colchón y se acercó a él que estaba en la punta de la cama dos plazas— no seré una novia sicótica, Lumi necesita de nuestra ayuda ahora —le aseguró con una sonrisa muy dulce.
¿Había escuchado bien? ¿Amanda le estaba diciendo que era su novia?
—Así que somos… —comenzó, con la ceja alzada, cruzado de brazos y con una postura sumamente graciosa e inquisidora.
—Por supuesto que sí —afirmó ella semi desnuda bajo las sabanas blancas, que había enganchado al costado de su axila para que no se caigan— ¿O crees que tendremos sexo ilegal?
—Ilegal —repitió él, atrapado en esa mirada. La hizo acercar hasta su cuerpo, enlazó su brazo alrededor de su cintura, bajó su rostro y le raspó el cuello lentamente con sus colmillos —por supuesto que no será ilegal, amor mío.
Ella gimió al contacto y se desprendió de su lado.
—Ve a ver que necesita esa condenada, antes que me arrepienta.
Benicio la hizo volver a acercar de golpe, tomándola por sorpresa. La erección que tenía sobre las sábanas de Amy parecía llevarse muy bien.
—No hemos terminado tú y yo —amenazó de forma perversa, con la voz ronca y los ojos que se habían tornado de un rojo furioso.

No. Por supuesto que no habían terminado.

*

—Me estas mintiendo —fue la primera reacción de Galadriel cuando Benjamín le contaba quién estaba ahora mismo en su habitación.
Su hermano. Andrés Casablanca, el menor.
Había resultado, al fin de cuentas. Esa estúpida invocación en la Isla del Vintén Lodge, había resultado jodidamente bien.
— ¡Bingo! Enserio tío, esto es lo más —intervino Dante que estaba sentado en el taburete esperando que Gala saque del horno la tarta de manzana que le había prometido. La mujer era genial en la cocina, ya estaba encontrando un motivo para amarla.
—No hables así de mi hermano —Benjamín lo apuntaba con el dedo.
—Y tú no me señales, es de mala educación —se encogió de hombros.
Gala estaba paralizada esperando más información.
—Gallie… —pronunció lentamente el vampiro— hay algo en él… totalmente diferente, tendrías que verlo con tus propios ojos.
—Gallie —repitió Dante, burlando la forma en la que Benjamín llamaba a su novia— hay algo en el ambiente… totalmente con olor a quemado… tendrías que ver el horno con tus propios ojos. 
—Oh, ¡maldición! —se quejó ella, cuando con la manopla de tela blanca y verde sacó el postre del horno.
Evidentemente tenía razón. Estaba casi todo quemado.
—No te preocupes, he comido cosas peores —le animó el Ángel— Amanda apenas sabía preparar un jugo de naranja sin que quede muy dulce o completamente con gusto a agua de zanja.
—Eso me anima —ironizó.
— ¿Ves? —Dante volvió a encogerse de hombros— no se puede negar que se tratar a las mujeres.

Benjamín le explicó a su novia de mil años, Galadriel, que Andrés al fin de cuentas sí había retornado de entre los muertos.
Justamente recién volvían de caza, o… para ser más específicos, volvía de acompañar a su hermano.
Joder, había dejado vivas a las dos victimas de la noche de las cuales se alimentó, pero sin embargo, no mencionó ese tema.
Fue verlo comer y borrarles los recuerdos a esas mujeres de las que bebió sangre. Ni siquiera se giró para explicarle a él, el por qué de su cambió. Tan solo sucedió.
Dante intervino alguna que otra vez en la conversación para hacer alguna acotación innecesaria, y aportó una teoría. Si Amy tenía cierto flujo angelical por sus venas, a pesar de ser una vampiresa, y en el ritual ella tuvo que cortarse y derramar sangre para que el mismo funcione, esa podía ser la explicación lógica. Andrés podía ser malo por naturaleza, cruel, pero ¿ahora? Eso se aplacaba con la sangre de Amanda. No quería decir que fuese a desaparecer. Sino, aminorarse.

—Júrame que no le dirás a Ian nada de esto —exigió Benjamín— ese bastardo lo matará si se entera. No solo él, sino que todos sus perros.
—Estas pidiéndome un imposible, puesto que soy yo quién tiene ganas de sacarle el culo de lugar a ese hijo de puta.
—No Dante, no lo harás —intervino Gala.
—Oh ¿por qué no? —se quejó como un niño.
—Porque ahora la situación es distinta —se explicó— ha cambiado, y no hay razón para matarle. Además… Amanda lo quiere, es mi cuñado, hermano de mi novio. ¿Algo más? Mi. Familia.
Dante volteó sus ojos.
—Me odio por esto —dijo enojado, engulléndose otra porción de tarta. Benjamín y Galadriel seguían esperando respuesta— Que va, esta bien. Lo juro. No haré nada ¿así esta bien? —agregó con zozobra.
—Perfecto —Benjamín seguía serio— Esta por amanecer, necesito descansar. Gala… —volteó su rostro hacia ella y la besó— cuando él despierte lo moveré a otra habitación.
—No hay problema. Me quedaré aquí preparando algo decente para Ludmila.
—Sí señora, eres toda un ama de casa —se metió Dante con una sonrisa que dejaba ver sus blancos y grandes dientes de principio a fin.

*

Cassie tenía que afrontar la situación. Debía ir a buscar a Elena, su hija, a lo de su abuela, la madre de Bruno.
MAL-DI-CIÓN.
Lo último que necesitaba era cruzarse con ese bastardo. Lo último.
Su monovolumen Kia Soul color gris estaba aparcado en la puerta, a la mañana, ni bien se hubo levantado, procuró ir hasta su apartamento en el centro de la ciudad en busca del vehiculo. Ahora que todo estaba descontrolado no le quedó otra que mudarse con Ian a la casa de Dante.
El lobo no estaba muy convencido de todo ese asunto, mucho menos cuando junto a Cassie venía su sobrina Ellen, tal como él la llamaba. Además, la casa era la de Dante, y no era precisamente el tipo de lugar donde una niña de seis años podía vivir, tampoco su hermana, para ser sinceros…
Ellas estaban socialmente bien acomodadas, Lucian, el padre de Ian les mandaba una mensualidad bastante considerable a ambas, todos los meses. Sin contar la mensualidad que Bruno le daba, la cual sustentaba a creces a la pequeña, y a ella también.

— ¿Quieres que te acompañe? —Preguntó Ian, midiendo las palabras, bien sabía cuan orgullosa era su hermana menor.
—Vete al infierno —contestó Cassandra, subiendo al Kia Soul. Extrañaba su monovolumen. Sentarse en el acolchonado asiento la hizo respirar aire puro. Encendió el estéreo y los parlantes reventaron con la música. Cassie era una fanática del rock, pero algunas canciones de Hip Hop le gustaban demasiado, era el caso de Empires States of Mind de Jay-Z. La canción sonaba a todo volumen y la pelirroja se abrochó el cinturón de seguridad con rapidez. Necesitaba irse pitando y acabar con el asunto lo más rápido posible.
¿No era una tarea muy difícil, verdad? Buscaría a Elena, evitaría a Bruno, saludaría a la abuela de la niña y la subiría al auto, en el asiento trasero donde van los niños, pondría algo de rock más suave —porque quería acostumbrar a su hija al buen gusto— y emprenderían viaje nuevamente a la casa de Dante/Ian.

Fácil decirlo… complicado de lograr. Del todo seguro cuando el cuerpo de la mujer zumbaba ante la idea de cruzarse con su ex.
Cassandra podía ser de lo más ruda con todo el mundo, incluso muchas veces con su hermano, pero en lo que respecta a Elena era toda una madre amorosa y acaramelada.

Ellen iba a tener todo lo que ella no, al menos en cuanto al afecto en su primera etapa de niñez, la cual prácticamente desconocía. Y no pretendía, bajo ningún punto de vista, hacer que la pequeña pase momentos incómodos entre sus padres.
Cassandra tendría que superar alguna vez su mala elección de pareja en lo que concernía a Bruno y su persona. Las criaturas no deben pagar jamás un error de adulto. Ninguno.

— ¿Por qué no me dejas llevarte? —Insistió su hermano en cuanto ella puso el motor del Kia Soul en marcha.
— ¿Por qué deberías? He sacado la licencia de conducir hace mucho. Y tú has desaparecido un largo tiempo —le echó en cara— apenas si has vuelto por toda esta mierda de vampiros. He sobrevivido gran tiempo sola, hermanito —ironizó con desdén— puedo encargarme de ir a buscar a mi hija a la casa de su padre.
—Es mi sobrina también —le recordó con los dientes apretados. Ya estaba perdiendo la compostura.
—Y la verás en apenas media hora, no me demoraré más.
Ian resopló y asintió.
—Ten cuidado. En cuanto estés por regresar llámame. 

Cassie apenas le dirigió una mirada iracunda y aceleró.
Coraje. En esa palabra pensaba mientras cantaba una estupida canción romántica que cambió de inmediato.
El viaje fue corto y aparcó en la entrada de la casa.
Respiró profundamente y se desabrochó el cinturón de seguridad. Apagó el motor y sintió un silencio espectral. Joder, las manos ya le sudaban.
Lo más terrible de toda la situación no era tener que verle la jodida cara a Bruno, sino aparentar delante de su hija que todo iba bien, cuando en el fondo tenía ganas de arrancarle los ojos al bastardo.
Tocó el timbre con las manos temblando, y se las llevó a los bolsillos de su campera negra de cuero. Repiqueteó con los pies, y tosió.

Cuando la puerta se abrió, estuvo a punto de atragantarse con su propia saliva. Ahí estaba él, apoyado en el marco de la puerta con gesto triunfante.

¿Qué demonios?

— ¿Qué tal, Cass? —Preguntó con una sonrisa picaresca.
—Cassandra para ti —replicó con rapidez.
—Como quieras —seguía sonriendo. Ella estuvo a punto de darle un puñetazo.
Contrólate, Cassie… por la niña
— ¿Ya esta lista?
—Claro —afirmó él, titubeando al costado de la puerta— sabes… me gustaría que podamos hablar. Como dos personas civilizadas, alguna vez.
—Olvídalo, hombre —Cassie cambió el peso de un pie a otro— llámala, por favor.
—Cassie, cariño… —negó con la cabeza— necesito estar conti…
La mujer lo detuvo con una mirada tajante.
—Para ya con eso, Bruno —respondió con los puños cerrados— no pidas imposibles.
—Tú no eres un imposible para mí, linda —aseguró, pero algo en sus facciones habían cambiado, ahora se tornaron hasta crueles.
—Lo soy, a partir del día que te pusiste en plan psicótico.
Antes que Bruno pudiese contestar, una voz chillona y aniñada interrumpió el encuentro.
Gracias. A. Dios, pensó la pelirroja.
— ¡Mami! —Elena se abalanzó a los brazos de su madre. Cassandra pudo respirar sin dificultad por primera vez en el día.
— ¿Cómo te la has pasado, bonita?  —Tenía ganas de llorar. Apenas la había dejado el fin de semana, lo que se tradujeron para ella en un manojo de siglos.
—Lindo. Papi me ha llevado al parque de diversiones más grande del universo, y me ha comprado una muñeca que es igual a ti —le contaba, mientras le daba la mochila donde tenía su ropa de fin de semana, y en la otra mano una Barbie de cabello color rojo fuego — ¡Es la sirenita! —gritó la niña de felicidad— y papá dijo que incluso tú eras más linda que una sirena.
Jodido cabrón manipulador. Cassandra no podía evitar sonreír al ver a su hija tan contenta, pero vamos ¿regalarle una Barbie parecida a ella? Era demasiado. Demente, tal como lo era el hombre.
—Vamos, Elena, el tío Ian te esta esperando muy ansioso, sabes como se pone cuando nos demoramos —se excusó, muy seria, pero cordial.
Tomó a Elena del brazo y se dirigió hacía el Kia Soul gris perlado, pero Bruno ya estaba del lado del conductor para abrirle la puerta a Cassandra.
La pelirroja bufó por lo bajo y dejó que la abriera. Una vez dentro, observó como el hijo de puta, que seguía estando tan bueno como cuando lo conoció —incluso mejor—, hizo lo mismo pero con Elena, en la puerta trasera.
No dudaba de lo buen padre que era —a diferencia de lo que fue con ella estando en pareja— sin embargo, giró para comprobar como el hombre abrochaba el cinturón de seguridad de su hija, sólo por si acaso…

—Te amo, preciosura de papá —escuchó como le decía a la infanta.
Mierda, no podía negar jamás que el cretino era bueno en su trabajo paterno.
Elena rió estrepitosamente, lo cual le hizo pensar a Cassie que aquella risa chillona era sumamente contagiosa.
—Yo también, papi —le susurró como si se contaran un secreto— le diré a mamá que te quiera. Pero nunca, nunca, nunca más que yo —decía, marcando esos nuncas.

Cassandra puso en marcha el auto y con cuidado arrancó. Yendo sola, seguramente hubiese pisado el freno, o hubiese acelerado a morir. Pero iba con su hija, fue cuidadosa.

Y pues… la niña al fin de cuentas tenía razón.
Cassie jamás querría a ese bastardo más que su hija. Ya no.

*

Andrés seguía hambriento. La panzada que se había dado con esas dos mujeres había sido… oh, joder, alucinante. Sin embargo, al recordar todo, frunció el ceño porque no las había matado.

Piedad. El menor de los Casablanca se justificó con esa simple palabra.

¿Dónde quedaba todo el instinto asesino? Despegó sus ojos y miró hacia la ventana, la luz se filtraba y por alguna extraña razón eso le molestaba. Además que, se sentía acalorado. Vale, hora de levantarse.
Los vampiros no necesitaban dormir, pero no habían perdido la costumbre de los tiempos humanos, a veces el cuerpo estaba cansado y uno no podía negarse a una cama de dos plazas, mullidita, que te llamaba armoniosamente para que cedas a sus encantos.

Tenía que bajar a la cocina, de seguro que el nenazas de Benicio tendría algo de sangre embasada en a heladera, aquel idiota nunca se daba el gusto de tomar un pequeño mordisco rápido a nada que este por encima de los treinta y seis grados.

Que le jodan. Mal por él.

Se puso unos jeans negros ajustados, y una camiseta blanca de cuello en V. Parecía que su armario carecía de ropa, lo cierto era que tenía replicas y replicas de la misma, tan sobrias como él.
El cuarto tenía un aroma mortuorio así que se decidió a ir hacia la ventana y abrirla de par en par. El amanecer había llegado, necesitaba algo de brisa fresca sobre su rostro, si bien las cortinas estaban corridas y la luz solar se filtraba por los vidrios, prefería que el viento galope sobre estas e inunde la habitación.
Caminó a zancadas, porque no pretendía demorarse mucho más para ir a comer algo —más bien beber, pensó con una sonrisa tupida en su rostro— y…
Mierda. Sentía un gran calor, como si de repente su cuerpo estuviese a punto de estallar.

Y eso estaba haciendo. Prácticamente.
Con un juramento se alejó de la mugre ventana y miró confundido.
El Sol. Se suponía que no le hacía nada. Los hechiceros más viejos habían creado esa joyería que les permitía caminar bajo el cielo diurno.
¿Y ahora qué? ¡No podía ser posible! Mientras observaba como su piel se regeneraba una vez que acudía a la oscuridad del cuarto, caminó lentamente hasta la ventana. Realmente tendría que estar soñando. Con un dolor que acaparó toda su piel, intentó abrir nuevamente.

Jodido infierno. Cuando cerró los ojos y se dejó llenar por la claridad, una quemazón embargó su rostro, volvió a alejarse del alfeizar y se dirigió al espejo más cercano. Su pálido rostro estaba enrojecido. Apenas le había afectado el Sol… algo andaba mal. En todo caso, por lo que sabía de acuerdo a experiencias ajenas que vio durante su vida, tendría que haberse calcinado al instante, sin embargo era como si al ponerse bajo la luz del día, su cuerpo experimentara algún tipo de alergia.

Que. Carajos. Era algo imposible, en serio.

Bajó corriendo por las escaleras, podía sentir como había gente en la cocina.
Entró sin siquiera ver, su hermano debería de estar allí.

—Esta jodida mierda se ha descompuesto —espetó con los dientes apretados mientras se sacaba su anillo del dedo— ¡Cristo, quema como el infierno!
Cuando miró la sala, descubrió que Benjamín no estaba. El panorama era… incomodo.
Galadriel estaba cortando una especie de tarta que lucía terriblemente mal, pero conservaba buen aroma. Dante, ese estúpido Ángel Caído lo miraba con los ojos entrecerrados como si quisiera sacarle el culo por la oreja, pero sus labios fruncidos mostraban que, en realidad, pretendía reírse. Benicio, tenso sobre la encimera, sentado con las piernas cruzadas y una bolsa de sangre a medio camino de su boca —eso lo sacaba de quicio, quería beber con tantas ansias— y a su lado, parada en una pequeña banqueta para llegarle en altura, colgada prácticamente del hombro del vampiro, con una mirada tierna y juguetona que ambos compartían con complicidad, una pequeña rubia de no más que quince, pequeños y perfectos años.

¿Quién demonios era? Y… ¿Por qué su rostro mostraba tanta condescendencia con Benicio?

Andrés enarcó una ceja, observar a esa criatura con rasgos tan féminos era como observar al jodido sol de frente… su cuerpo empezó a calentarse de manera tan rápida que recordó haber visto…

— ¡La ventana! —Rugió. Todos lo miraron esperando explicación, incluso la pequeña rubia al lado de Benicio se sobresaltó y bajó de su pequeño banquito para observarlo mejor— ¡Cierren la jodida ventana! ¡Tapen la luz!
— ¿De qué va todo esto, Cenicitas? —Ironizó Dante, con el apodo que le había puesto.
Andrés ignoró el comentario y se giró hasta esperar que su piel se recomponga.
—Galadriel —se dirigió a su cuñada sin una gota de paciencia— ¿Dónde esta mi hermano?
—Durmiendo —contestó preocupada, mientras se acercaba a él— ¿Qué es todo eso, Andrés? ¿Qué te pasa con el Sol?
—Es lo que me gustaría saber, genio —frunció su boca, ahora estaba más atento a la presencia femenina de aquella niña rubia. ¿Quién era? ¿Por qué le resultaba tan familiar y… jodidamente perturbadora?

La pequeña se acercó a la mesa de la cocina, como si estuviese hipnotizada por la presencia de Andrés, Benicio quiso tomarle uno de los brazos para traerla consigo, pero ella se zafó y siguió caminando. Lo único que los dividía era ese pedazo de madera.
Se quedaron mirando largo y tendido, mientras Galadriel cerraba todo filtro de luz solar, y notaba como Benicio se paraba dispuesto a atacar ante cualquier tipo de movimiento.

Andrés se sintió hasta ofendido por esa actitud, ¡como si él fuese un maldito depredador sin corazón! Oh, cierto que lo era. ¿A quién podría culpar si se había pasado doscientos años de su vida vampirica engulléndose cualquier cosa que tuviese patas?

La niña de cabello rubio, con algunos destellos rojizos en él, abrió los ojos como queriendo meter en ellos toda la imagen del vampiro.
Andrés no pudo evitar sonreírle como un imbécil, para luego pasar a su tan conocida mirada seductora. ¿Qué rayos se suponía que estaba haciendo el muy cretino?

— ¿Quién eres, pequeñita? —Preguntó con un dejo de sensualidad en su voz. Pero eso no lo excitó más que notar como Dante cerraba los puños sobre la mesa.
— ¿Eres Andrés, cierto? —Quiso saber sin contestar la pregunta.
—Ángel —comenzó. Dante lo miró y Andrés le dedicó un ceño enfermizo que le decía que no se estaba dirigiendo a él sino a la pequeña Lumi— yo pregunté primero —volvió a sonreír.
—Soy Lumi —admitió, avergonzada.
Lumi… las cuatro letras del significado real de belleza.

¿Qué cosas pensaba ese hijo de puta? La sonrisa que se le formó en los labios dejó al descubierto sus colmillos, se dio cuenta al ver como la pequeña “Lumi” daba un respingo hacia atrás.
Algo le decía que le tenía miedo y no podía culparla. Caminó hasta su lado, pero Benicio se puso enseguida frente al pequeño y diminuto cuerpo de la rubia. Dante también estaba al lado, y Galadriel los miraba sin comprender.

—Largo de mi vista —pidió de forma dura, sin perder la fingida sonrisa.
—Olvídalo —contestó Benicio— no te acercaras a ella. Nunca.
Andrés dio una carcajada de manera audible, y se puso serio al instante.
—Córrete. O te corro.
—Ponme a prueba —retó.
Justo en el momento que Andrés iba a tomar la frase al pie de la letra, Galadriel se interpuso entre ellos.
—Ya es suficiente —ordenó— ¿saben que el equivalente a estar con la regla en una mujer vampiro como yo, es tener hambre? —Ninguno de los hombres contestó— así que ya sabrán, o les habrán contado. Estoy hecha un demonio. Más loca que una puta cabra —enarcó una ceja, tomó a Lumi de la muñeca y la sentó en la silla, con una chocolatada caliente— ¡Hombres! —Bufó— tenían que ser hombres —negaba con la cabeza mientras tomaba sangre embasada que había vertido en la taza, y se llevaba un trozo de pastel de manzanas a la boca con total dedicación— ahora, si no les molesta, dejen comer a quienes lo hacemos. Aquí nadie le hará daño a nadie —comentó mirando a Benicio y Dante, luego repasó seriamente con la mirada a Andrés— ¿Entendido? —Quiso saber con urgencia. Andrés estaba seguro que esa pregunta iba más dirigida a él que a cualquier otro. —He preguntado algo —repitió Gala— ¿han entendido?

Los tres hombres se miraron, como si de repente congeniaran al menos en pensar que Galadriel se había puesto demasiado autoritaria y eso les diera gracia.

—Sí, mujer —contestaron los tres al unísono. Bien, al menos se ponían de acuerdo en algo.

Andrés se dispuso a sentarse en la otra punta de la mesa. El aroma de esa pequeña Lumi era… no podía ser ¿una mujer lobo? ¡Apenas era una niña!
Y eso no era todo. Era demasiado bella. No alguien común, no una belleza normal. Esto era mucho más, parecía hecha a medida.
El hombre vio como la pequeña levantó la vista hacia él, como pidiéndole permiso para tan solo mirarlo.

Un fuerte impulso de hacerla suya lo invadió.
Pero esto era distinto. La quería con él. Para siempre, de ser necesario.

Y lo era. 


 **ATENCIÓN**
lo que más espero luego de cada capitulo, son sus comentarios, para poder debatir con ustedes lo que piensan, las conclusiones que sacan y lo que opinan respecto a cada personaje. Es por eso que les pido, si van a hacer algun comentario, haganlo ÚNICAMENTE en la página OFICIAL Y PUBLICA DE DESPERTAR, que es la siguiente: http://www.facebook.com/DespertarAmandaVelocet 
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¡Espero que hay disfrutado de este capitulo, que sin duda es muy revelador en muchos aspectos! y espero ansiosa sus comentarios y conclusiones en el muro de DESPERTAR!

Ya saben... favor de cuidar sus cuelos y ¡mordiscos de amor! ;)

1 comentario:

  1. Solo puedo decir una cosa

    Andres ponte Serio & escoge!!!!!

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