martes, 30 de agosto de 2011

Despertar III Efecto Lunar, Capitulo 23: Piruleta




¡ATENCIÓN! *ANTES DE COMENZAR A LEER EL CAPITULO: Les cuento a todos mis lectores/fans de DESPERTAR que estoy trabajando en una NUEVA SAGA VAMPIRICA, será una trilogía y la titulé "ANOCHECER" su primera parte se llamará MORDISCO DE MEDIANOCHE. 
La trilogía tiene facebook oficial, así que los espero para que se hagan fans aquí: http://www.facebook.com/pages/Trilog%C3%ADa-Anochecer-por-Amanda-Velocet/160894417315743

Y además tiene WEB OFICIAL ( http://www.anochecersaga.tk ) en donde podrán ver la portada del libro, leer la sinopsis y encontrar adelantos de la primera parte de la trilogía. 
Mordisco de Medianoche NO SERÁ PUBLICADO CAPITULO POR CAPITULO como DESPERTAR, sino que una vez que este terminado podrán descargarlo completo en formato E-BOOK, para leerlo entero.
Recuerden hacerse fans de la página y echar un vistazo a la web

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Después que terminaron de comprar todo lo necesario para Lumi, Benjamín insistió para recogerlos luego.
Por supuesto que Amanda se había negado, ya estaba harta de viajar en sus lujosos autos. Necesitaba correr, experimentar ir por entre los árboles de los parques hasta llegar a su casa.

Y Benicio la acompañaría, claro.

Todavía estaban en el centro comercial, el mayor de los Casablanca se había ido con Galadriel, después que Amy le prometiera que, si cambiaba de opinión, lo llamaría y él los pasaría a buscar.

¿Sinceramente? No estaba segura si podría cambiar de parecer. Quería aprovechar el mayor tiempo posible junto a Benicio. Quería estar a solas con él.

Quería comprar jodidos libros para leer, y música. Sí, mucha música.

No es que Amanda fuese muy asidua a los centros comerciales, de hecho, los odiaba bastante. El amontonamiento de gente la perturbaba y le daba jaquecas. Ahora eso no pasaba, puesto que no podía sufrir dolores mundanos, sin embargo… tanta gente junta dando vueltas le seguían fastidiando.
Agradeció por dentro que, justamente allí, no había mucha.

— ¿Quieres ir cenar?
—Apenas son las siete —Le dijo observando el gran reloj analógico que había en el centro del paseo.
—Pensé que tal vez te gustaría comer algo —comentó, avergonzado. Benicio se mantenía serio, rígido. Amy sonrió, era muy tierno ver como el hombre trataba de hablar sobre algo.
Verdaderamente eso de estar en pareja era completamente nuevo para los dos.
Y se sentía tan bien, pensó Amanda.
»— ¿Entonces? —Quiso saber, con la mirada hacia el piso.
—Benicio… tú no comes —le dedicó una mirada de sospecha y persuasión.
El hombre se aclaró la garganta.
—No. Claro que no, tienes razón.
— ¿Los vampiros pueden sonrojarse? —Le preguntó mientras lo golpeaba con el codo.
— ¿Qué?
—Por supuesto que pueden.
— ¿No quieres ir a comprar ropa? ¿Libros? ¿Algo? —Cambió de tema.
—Libros y algo. ¿Ropa? Mmm —frunció el ceño, negando— no.

Sin darse cuenta, a medida que caminaban, se pararon frente a un local enorme de indumentaria femenina, que, casualmente, estaba al lado de una gigantesca librería con enormes carteles sobre libros nuevos.

Vampiros.

Grandiosa idea, señores. Si supieran que dos vampiros estaban a punto de entrar allí, serían los primeros Best Seller’s con cuerpo de persona y no de libro.

Amanda aspiró a ir hacia ese lugar, cuando al caminar apenas un metro notó como Benicio no avanzaba.
Se había quedado con la boca abierta frente a la vidriera de aquella casa que vendía ropa femenina.
Amy frunció su nariz por desconcierto, y se quedó mirándolo extrañada.
Fue gracioso, el hombre ni se inmutó, parecía no darse cuenta que estaba idiotizado allí.
Y no fue eso solo lo que vio la vampiresa. Sino a otras dos dentro.
No, claro que no eran chupasangres las mujeres que se estaban acercando a Benicio, pero segura como el infierno que podían desprender sus colmillos cuando estén cerca del hombre.

Malditas lagartas arrastradas, pensó Amy con un leve arranque de furia. Podía ver como las vendedoras del local femenino iban directo a Benicio con intenciones dudosas y… sexuales.
Cuando estuvieron a punto de hablarle, Amanda ya estaba a su lado, agarrándolo del brazo. Oh, ¡claro que lo haría! Marcaría territorio como los perros. Que las jodan, pero ese hombre, uff… ¡era de ella y de nadie más!

Las dos «lagartas» tal como las llamó mentalmente, frenaron frente sus narices al verla aparecer de ese modo. Amy sabía que se debía a su rapidez como vampiro, ¿las mujeres? Solo se llevarían un susto de muerte.
Benicio reaccionó y cuando miró a Amanda, ella se llevó la mano a la boca.

Tenía los ojos rojos. Benicio tenía los ojos rojos.
Más transparente que el agua, ella sabía lo que eso significaba.
Le agarró la cara con sus dos manos y lo besó, fue un beso corto y seco, mientras corría hacia su oreja para susurrarle al oído que tenían visitas.
El vampiro adquirió seriedad, y sus ojos volvieron a ser ese marrón-ámbar de siempre, tensó los músculos por el vergonzoso momento que pasó frente a Amy, mostrándole cuan caliente estaba, y miró de reojo a las dos mujeres que seguían allí.


—Estupidas lagartas —gruñó Amy, en voz baja pero lo suficientemente alta para que Benicio pudiese escucharla.
—Se vería genial en ella ¿cierto? —sonreía la más baja de las mujeres. Tenía la cara en forma de corazón, y en serio, no es que Amy ya las odiara de entrada, pero seguro que luciría muy bien si no fuese por ese pelo oscuro teñido de rubio. O esas pecas que más bien parecían manchas, o esas piernas cortas como las de un cerdo. En fin. 
Benicio, que no estaba acostumbrado a hablar con nadie, mucho menos con humanos, aclaró su garganta y contestó.
—Todo se ve bien en ella —sonrió levemente, y miró a Amy.
Mierda, justo en ese momento podría desvanecerse. El hombre la miraba con deseo, como si el «todo se ve bien en ella» significase simplemente estar desnudos en una cama.
—Pues entonces, adelante —la mujer más alta amago con tomar del brazo de Benicio para hacerlos entrar justo cuando Amanda gruñó de desaprobación.
Nadie lo tocaría, joder ¿es que no les quedaba claro?
—Marie Terese, ve a la caja. Yo los ayudaré —ordenó la mujer de diminutas dimensiones— ahora si por favor me acompaña, creo que ese pantalón es el que su… hermana esta buscando ¿cierto? —Preguntó la vendedora.

Mierda. ¿Hermana? ¡Hermana una mierda!

—De hecho, no soy su hermana —le avisó. Más bien fue una advertencia.
—Disculpe mi deducción ¿su prima tal vez? ¿Su sobrina? —sonrió dejando ver todos sus mundanos dientes. Amanda empezaba a amar tener colmillos. Si los desplegaba y se la llevaba a los probadores tardaría algo así como un minuto y medio en desangrarla, puesto que abriría agujeros por todo su cuerpo.
—Su novio —intervino él— soy su novio. Ahora… ¿puede darle para probar eso?
Amanda hubiese jurado que escuchó decir a la empleada «qué pena» sin embargo, todo lo que dijo en voz alta fue:
—Por supuesto, por aquí —y se retiró con la sonrisa apagada.

Caminaron tras la mujer, a una distancia prudencial. Benicio seguía serio como siempre.

— ¿Se puede saber por qué eres condenadamente sexy? —le dijo, pero no en tono amable, sino como si lo estuviese culpando.
El vampiro abrió sus ojos y se miró, sin comprender.
—No digas estupideces.
—Son unos buitres —bufó— si no te hubieses quedado mirando idiotizado aquella vidriera, no estaríamos aquí, ni estaría soportando como todas te están mirando en este momento.
—Nadie me mira. Te miran a ti.
Algo en la forma que se lo dijo, cuando escuchó esa voz ronca colgando de un hilo, le hizo pensar que… mierda, la hizo sentir hermosa. Deseada.
Te miran a ti, le dijo y la miró como si estuviese desnudándola.
Amy se dio un cachetazo mental, no podían avivar al fuego allí, en un lugar publico. Cambió de tema.
— ¿Qué estabas mirando en la vidriera?
Él enarcó una ceja, provocativo.
—Aquí estoy —escuchó que la insoportable lagarta vendedora roba novios se acercaba con algo en la mano.
Benicio le sonrió condescendientemente, tomó la prenda, y la mujer se retiró inmediatamente, dejándolos en la puerta del probador.
—Oh no —gimió— no me pondré algo así. Estas oficialmente loco.
—Me pondré más loco si te veo esto puesto, créeme.

Vale, ya estaba teniendo un orgasmo allí mismo. ¿Qué demonios le sucedía? No podía estar derritiéndose a cada palabra que Benicio dijera. Pero parecía ser apropósito, todo iba cargado con un tinte sexual tan poco evidente, que le hacía peor porque, era como si estuviese fantaseando.
Unas terribles ganas de morderle la boca se apoderaron de sus instintos. Estaba delante de él con una especie de calza que parecía cuero. Para ella, para que se lo pruebe.

—No me pondré eso —repitió Amy, embelesada con los ojos del vampiro.
—Si que lo harás —susurró, acercándose más. La tomó de una mano y apoyó el pantalón, no sin antes hacer un suave círculo sobre la palma de su mano.

Los vampiros podrían no tener pulso, ni temperatura corporal, pero que se la lleven al infierno si estaba mintiendo, puesto que, una vez que el hombre la tocaba, sentía como por cada lado que posaba sus dedos, una marca a fuego mellaba en su piel.

Y se sentía… abrazador. Excitante.
Las piernas le temblaron, la boca se le hizo agua, a pesar que sentía la garganta reseca. El hambre podía esperar. Si no fuese porque entre sus poderes no existía detener el tiempo, ya hubiese hecho que todos queden petrificados mientras ella tiraba a Benicio al suelo y lo montaba durante quince horas seguidas, o días tal vez.

Sí, joder, hubiese deseado apretar un botón y que el mundo pare.
Había cosas que necesitaba atender, como su necesidad corporal que pedía por el vampiro.
Quería estar con él dentro de ella. En cualquier lugar.  

—Odio el cuero —se quejó con las últimas fuerzas que le quedaban. Desearlo de esa forma la hacía desvanecerse.

Era convencerse de eso, o en serio, muy, muy en serio que la dieta a base de sangre podía generarte dislexia voluntaria. Ahora mismo sentía como su cuerpo no se movía armoniosamente como siempre. 

—Pero el jean no es de cuero, amor mío —rió en su cuello, dándole pequeños besos.
Ella bajó la vista y cuando se dispuso a tocar el material con el que estaba hecho el pantalón, se dio cuenta que no era de cuero, por fuera parecía, pero en realidad, era una calza. Negra, pequeña y por lo que se veía, demasiado ajustada.

Maldición, si los pantalones que Galadriel le había regalado para su cumpleaños y esa salida que hicieron al bar She-Wolf habían sido ajustados, marcándole todo su cuerpo, no quería imaginar como quedarían esos.
Sería directamente como si tuviese el cuerpo pintado.

—Esta bien, me los probaré de una vez —bufó y se metió al cambiador.
Hizo el cambio de un pantalón a otro, cuando por fin se puso los que Benicio tanto quería —y por cierto, los que hicieron que sus ojos pasen a un rojo intenso cuando en la vidriera imaginó a Amanda llevándolos— se miró fijo frente al espejo.
El vampiro tenía un completo sentido para la moda, no solo que eran hermosos sino que cómodos también, y mierda, o ella veía mal o afirmativamente parecía como si lo tuviese dibujado sobre su cuerpo.

Amó como le quedaron.
Con una sonrisita escondida, abrió la puerta del probador, él ya estaba allí.
Rápidamente, Benicio se metió dentro y apenas golpeó la puerta al cerrar.

— ¿Estas loco o qué? —Preguntó Amy, histérica porque alguien los descubra— se supone que no puedes estar aquí.
— ¿Me ves como alguien que sigue las reglas? Ronroneó sobre su cuello casi desnudo por la remera musculosa que ella llevaba.
Amy largó una risita ahogada y burlona.
—No te veo en postura rebelde —le hizo saber, apoyándose más contra la pared.
Lo cierto era que, mientras ella más se alejaba para evitar acercamiento, él más se pegaba. Tal vez no le convenía, al fin y al cavo, alejarse tanto. Ahora no tenía más lugar para moverse, puesto que Benicio estaba apretando su cuerpo contra la pared.
—Yo sabía que te quedaría perfecto —decía mientras sus dos grandes manos acariciaban los costados de su cintura e iban bajando… peligrosamente por sus caderas, para detenerse allí, donde empezaba la calza negra. Amy pudo ver como Benicio ladeaba la cabeza hacia atrás, mirando al techo, y volvía con los ojos abiertos, fijamente dirigidos a ella, mientras sus colmillos salieron al instante. Al parecer, él no se había dado cuenta, sin embargo, Amy tembló por las ganas que tenía de que… oh, que él la mordiera, que la besara, que la levantara allí mismo. Ella quería rodearlo con sus dos piernas a la altura de las caderas del hombre, quería tocar esos músculos tan duros. Sacarle la remera y besar toda la extensión de su cuerpo.
El vampiro tenía los ojos color fuego, como si estuviesen eyectados de sangre, y la vena que tenía en la frente parecía más prominente. Amy vio como el pecho del hombre subía y bajaba… cuando no tenía que hacerlo, puesto que podían vivir sin aire. Cuando cerró los ojos para poner su mente en blanco, se dio cuenta que ella también estaba respirando.

La excitación que tenían por tocarse, acariciarse, pertenecerse de esa manera, los había agitado tanto que, sin darse cuenta, comenzaron a usar el aire.

—Ni siquiera has visto como me quedan —murmuró ella, respondiendo la anterior afirmación de Benicio.
—Maldición, Amanda. No necesito hacerlo —jadeó— estoy tocándote, siguiendo cada curva de tu cuerpo. A estas alturas se condenadamente que lo que te pongas quedará bien en tu cuerpo.
Sintió como se desvanecía. ¿Podría tanto placer causarle un desmayo? Necesitaba salir del probador, necesitaban un lugar más privado. Más…

Joder, Benicio la alzó y todos los deseos de la mujer estaban casi por cumplirse. Ahora Amanda le rodeaba las caderas al vampiro, cuando él presionó su erección sobre los muslos abiertos de Amy. Ella podía gritar a causa de lo que eso le generó.
Las ganas de frotarse sobre el cuerpo del vampiro la poseyeron.

Si iban a hacerlo, lo harían allí mismo.

Benicio empezó a besar y aspirar el aroma de Amanda, la vampiresa pudo notarlo cuando bajó la vista para mirar como él detenía sus labios sobre su remera musculosa y la levantaba para besar sus pechos que iban sin sostén. Por supuesto que no los necesitaba. Era perfecta.
Amy presionó sus manos bien fuerte sobre los hombros del vampiro.

—Te quiero dentro de mí —exigió con crudeza.
Pudo jurar que al terminar de confesarlo, Benicio lanzó un gruñido gutural y la bajó, para que pudiese sostenerse con sus propios pies. Se alejó unos cinco segundos, para mirarla de arriba abajo, y le sonrió.

Como si ella fuese su jodida presa.

La mujer titubeó. Sintió un helado viento recorrer su espina dorsal, era una mezcla de pasión, sexo y miedo que la recorría por completo.
Durante cinco segundos, Benicio mantuvo sus colmillos expuestos y esa risita silenciosa que lo hacía ver como un depredador.

Lo era.

—Tú lo pediste —le dijo, y en tan solo una fracción de segundos, Amy estaba de espaldas a él, apoyada contra la pared, mientras las manos de Benicio buscaban su piel, violento.
No era para asombrarse. Más de cien años sin tener sexo puede enloquecer a cualquiera, y Amanda no era la indicada para juzgar a nadie —tampoco lo hacía— siendo que estaba completamente dispuesta a dejarse llenar por él.

Su visión cambió, todo era brilloso y sin sentido. El placer que le generaba ser tocada por aquel hombre la cegaba. Lo cual incrementaba más su estado sexual predispuesto, ya que como apenas podía distinguir lo que tenía enfrente, lo único que le quedaba era utilizar el sentido del tacto para saber por donde iban.
Era como tener sexo vendada y maniatada en la cama. Jamás pensó que alguna vez podría pensar en esa clase de sexo, sin embargo el saber que estaba imposibilitada a darse la vuelta por el fuerte apriete del hombre, o que apenas distinguía de qué color era la pared por el volcánico deseo que la abrazaba, la excitación subió a niveles a los que ella nunca pudo llegar.

Sólo leía en novelas de romance paranormal todo ese tipo de sensaciones. Mientras fue humana nunca se encendió así por el simple roce de los cuerpos. El sexo fue sexo, y no era malo tampoco, pero… de ninguna manera era así de extrasensorial.

El hombre empezó a bajar el pantalón de ella con avidez. Una mano le sirvió para correr la fina tela de las bragas de Amy, con la otra se ocupó de acariciar toda la zona por fuera. Aspiró sobre la nuca de la vampiresa, y tomó aire. En ese momento, Amanda abrió sus piernas un poco más, instintivamente, mientras Benicio le abría con dos dedos los labios de la vagina para introducir uno… o dos dedos allí.

—Déjame tocarte —pidió ella entre jadeos.
—Shhhhhh —contestó suavemente— mmmm, es mi turno —ordenó.

Que la parta un rayo, pero en ese contexto Amanda amaba que le digan que hacer.

Benicio le besaba el cuello y su respiración era más que caliente. Parecía un dragón escupiendo fuego por su boca. 
Sus dos dedos entraban y salían del sexo de Amy con fuertes embestidas, cuando entraban, tan lento como una pequeña zambullida, Amanda se abría más. Cuando salían, lentamente, estando casi afuera, él rápidamente con la yema de los dedos que estaba utilizando, presionaba por la superficie, haciendo pequeños círculos que duraban unos dos segundos hasta que, con rapidez y exigencia, volvía a introducirse dentro.

—Me estas matando… oh… ¡por dios! —gimió ella.
Él no le contestó. Su respuesta fue una acción.

Mordisqueó su oreja y bajó por el cuello. Amanda sentía como el cuerpo de Benicio duro como una roca la presionaba más contra la pared.

Podía sentir su erección en su trasero puesto que la tenía de espaldas.
—Me estas mojando —le dijo él, cuando Amy empezó a correrse.
Había acabado, y para ser sincera, por primera vez en la vida había tenido un orgasmo.
—Perdón —pidió ella, avergonzada, mientras él la ponía de frente.
— ¿Estas loca? —Preguntó, con una sonrisa casi maligna— de hecho, iba a pedirte que vuelvas a hacerlo. Mójame otra vez, Amy. Hazlo otra vez.

Santo cielo, podría experimentar un nuevo orgasmo de solo escuchar como él rogaba tal cosa.
Antes de reaccionar, Benicio estaba bajando sobre su vientre, mientras ella estaba parada contra la pared, ahora mirándolo de frente, el vampiro le daba pequeños y espasmódicos besos sobre su panza, estaba llegando tan lejos… estaba permitiéndole que él le practique…

— ¡Jesucristo! —Gritó, olvidándose por completo que estaban en un diminuto probador en el centro comercial, “probándose ropa”.

Nada de eso hubiese ocurrido si Benicio no estuviese besando sus partes bajas…
El hombre levantó una de las piernas de Amy y se la puso en el hombro, con la otra, ella lograba mantenerse en pie.
Lo primero que sintió fue como él apoyaba descaradamente la lengua en su centro. Presionó su clítoris como si conociera de memoria el lugar.

¿Él le había dicho que era virgen? ¡Vamos! Respuesta equivocada, eso era terriblemente imposible.
Amy le dio un puñetazo a la pared, su segundo orgasmo en menos de cinco minutos estaba viniendo con más fuerza, Benicio estaba lamiendo como si se tratara de una piruleta tutti fruti. Le hacía pequeñas penetraciones mojadas.
Cielos… podía permanecer allí todo el día dejando que él la utilice de ese modo.
Podía…

*

Podía hacerlo durante toda su existencia.
Amy le sabía a gloria, sus fluidos sexuales eran dulces como un melocotón. Tentadores como una cereza.
Oh… estaba completamente seguro que una buena idea sería hacerle poner un chocolate en la boca a Amanda y luego succionar desde donde estaba para sacarle leche Cindor.

¿Ciertamente? Cuando estaba junto a la mujer se volvía un completo descarado y pervertido.

Pero todo lo que empieza tiene que parar, y Amanda había tenido su segundo orgasmo. Orgulloso de sí mismo se puso de pie, dispuesto a seguir.
Relamió sus labios para no olvidar aquel sabor.

—Déjame complacerte —pidió ella, con las piernas temblando.
—Tú simple presencia me complace.
—No me refería a una simple presencia, deja que yo… —escuchó que decía, pero la puerta sonó.
— ¿Señorita, se encuentra bien? —Era la vendedora.
Pfff… si supiese que tan bien se encontraba, pensó Benicio.
El hombre le dio tiempo a Amy para vestirse rápidamente, lo cual fueron ¿Cuánto? Tres segundos. Antes que ella pudiera siquiera objetar algo, Benicio tomó la calza negra que Amanda se había estado probando y salió por la puerta, como si de repente lo que estuvieron haciendo dentro no fuese para nada ilegal.
Como si un hombre saliendo del probador de mujeres fuese totalmente normal.

La vendedora, esa mujer de estatura baja, lo miró confundida.
Vamos, nadie lo echaría a patadas, todo gracias a sus atributos.
Él le sonrió maliciosamente, era algo así como su coima para que nadie dijera ni una sola palabra o se les de por llamar a seguridad.
La mujer le devolvió una sonrisa pícara.
Qué fácil era engañar a las mujeres humanas, un vampiro les sonreía y ellas caían derretidas.

Caminó dos pasos y se giró sobre el hombro.

—Se la lleva —avisó Benicio, haciendo referencia a la calza negra de Amanda— se lleva esta y dos más —aclaró con una media sonrisa que sólo él entendía.

Nadie le aseguraba que en un arranque de pasión no termine rompiéndole la prenda a la mujer.
Tenía que asegurarse un par de repuesto.

Cuando le dijo que le quedaban perfectas… no había mentido en absoluto.


*

Él odiaba todo esto. Se suponía que en el rango de vampiros era quién tenía más poder, gracias a su mitad demoníaca que le permitía desmaterializarse a voluntad. Se suponía que él era más fuerte.

Y… a pesar de eso, ¿Marcus estaba obsesionado con traer a Andrés?
Franco no podía permitirlo, aunque…  ahora aquel hijo de puta caminaba entre los vivos.
¿Por qué lo había matado, entonces?
Ok, sabían que alguien iba a intentar traerlo de vuelta. Hecho.
Sabían que una vez resucitado, su fuerza incrementaría, y a la vez, tendría otra debilidad. Hecho y comprobado, por lo que Franco había averiguado, ahora Andrés no podía salir a la luz solar. Genial.
¿Y qué estaban esperando? Si fuese por él, ya mismo les estaría clavando una estaca a esos bastardos, apenas estuviesen durmiendo.

Marcus era un completo idiota, pero uno muy inteligente, pensó. Así que todo era por eso… matar a Andrés le había asegurado poder hacerlo sufrir por toda la eternidad cuando matara a toda la gente que amaba delante de él. No solo eso, sino que, además, nunca en su vida volvería a caminar bajo el sol, dejándolo vulnerable durante el día.
Oh sí, joder, él sabía hacer bien el trabajo, de un momento a otro Franco vislumbró un poco de esperanza.

Caminó por los alrededores del valle Malum, con la esperanza de ver a Olimphia otra vez.
Los Malum, eran una raza aparte de vampiros, creada en el mismo infierno. Y vivían en un valle apartado, costeando el mismo. Allí siempre era de noche.
A diferencia de los vampiros comunes, ellos y ellas podían alimentarse de sangre humana, no los mantenía con vida y esa era la diferencia. Su dieta se basaba en sangre de vampiro. Los Malum podían manipular tus emociones, vivir de ellas, tocarte y sentir lo que sentías, disfrutar de tu dolor y gozar de tu alegría. Sin embargo… Franco estaba seguro que Olimphia no estaba haciendo esas cosas con él.
Lo que él sentía por la mujer era… producto de sí mismo. Nadie lo estaba manipulando.
¿Y Malum? Realmente no creía que ese nombre significase maldad en latín, o bueno… no es que este en contra de la semántica, pero… Olimphia no tenía maldad, ella era… tan pura. Tan hermosa.

Tan suya y de nadie más.

Cuando una erección amenazó golpeando sus pantalones, cerró los puños y agudizó su olfato. No sentía a la mujer por ningún lado.
Necesitaba verla, tocarla, pedirle que baje con él al mundo humano.
Necesitaba pedirle que maten juntos.
Era una idea tan excitante como peligrosa, los Malum eran hijos del diablo, Marcus lo mataría si supiese sus intenciones, lo castraría y lo haría vivir por el resto de los siglos dentro de las paredes del castillo como todas aquellas perturbadas almas.

Y justo era ese pequeño detalle el que recordó Franco. Marcus amaba a sus hijos. Amaba sus creaciones por encima de todas las cosas.
No podía tenerla. Jamás.

—Tráela otra vez —gruñó en un tono que parecía no estar gruñendo.
Franco agachó la cabeza a modo de saludo.
—Lo haré señor.
—Eso has dicho, sin embargo aún no esta aquí.
—Estará.
—Eso espero —lo miró fijo.
—Trabajo en ello —respondió Franco, con la voz temblorosa.
—Hazlo mejor.

Cuando Marcus giró con su enorme capa roja, dejando un halo de fuego y calor, a Franco se le aflojó el cuerpo. Las cosas no estaban saliendo como esperaba.
Se suponía que Marcus debería de respetarlo más, de hacerle las cosas fáciles. No obstante, lo trataba como a un simple empleado. Si estuviese cocinando para aquel hombre, no dudaría en escupirle su comida.

O envenenarla.

Sí… ese hijo de puta al que todos conocían por Diablo, amaba a sus hijos.
Ahora se le había metido en la cabeza ir por uno de ellos, de hecho.

Amanda tenía que regresar a donde pertenecía. Al fin de cuentas, la mujer fue creación suya. Él le había dado su aptitud como vampiro, a pesar que fue Benicio quien la transformó. Él había creado a su clase: vampiresa con sangre celestial. Así se aseguraría que el Cielo este lo suficientemente agarrado de las pelotas para no tocarle un pelo en toda su existencia, a pesar que, muy pronto, la mitad de su sangre le pediría matar.

Como nunca antes en la vida.
Como a su padre en el Infierno.



**ATENCIÓN**
lo que más espero luego de cada capitulo, son sus comentarios, para poder debatir con ustedes lo que piensan, las conclusiones que sacan y lo que opinan respecto a cada personaje. Es por eso que les pido, si van a hacer algun comentario, haganlo ÚNICAMENTE en la página OFICIAL Y PUBLICA DE DESPERTAR, que es la siguiente: http://www.facebook.com/DespertarAmandaVelocet 
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ahí sí pueden dejar sus comentarios publicando en el muro, porque los lectores saben que si no quieren spoiler no deben leer lo que otros ponen, y los que estén al día pueden debatir junto a ustedes.

¡Espero que hay disfrutado de este capitulo, que sin duda es muy revelador en muchos aspectos! y espero ansiosa sus comentarios y conclusiones en el muro de DESPERTAR!

Ya saben... favor de cuidar sus cuellos y ¡mordiscos de amor! ;)

2 comentarios:

  1. me muerooooooo, es cosa mia o los capitulos son cada vez mas cortoosss!!!!!!!!! que emocion,que hot!!!!!!!

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  2. ahhhh q increible!!! Benicio ahora está en mi top mental de nuevo!!!!!!! lo quiero!!! q suertuda Amanda, lástima q Marcus enga otros planes para ella.

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