domingo, 18 de septiembre de 2011

Despertar III Efecto Lunar, Capitulo 24: Cazadora.


(Habrá un personaje nuevo en este capitulo, y más o menos es así como lo imagino)


¡ATENCIÓN! *ANTES DE COMENZAR A LEER EL CAPITULO: Les cuento a todos mis lectores/fans de DESPERTAR que estoy trabajando en una NUEVA SAGA VAMPIRICA, será una trilogía y la titulé "ANOCHECER" su primera parte se llamará MORDISCO DE MEDIANOCHE. 
La trilogía tiene facebook oficial, así que los espero para que se hagan fans aquí: http://www.facebook.com/pages/Trilog%C3%ADa-Anochecer-por-Amanda-Velocet/160894417315743

Y además tiene WEB OFICIAL ( http://www.anochecersaga.tk ) en donde podrán ver la portada del libro, leer la sinopsis y encontrar adelantos de la primera parte de la trilogía. 
Mordisco de Medianoche NO SERÁ PUBLICADO CAPITULO POR CAPITULO como DESPERTAR, sino que una vez que este terminado podrán descargarlo completo en formato E-BOOK, para leerlo entero.
Recuerden hacerse fans de la página y echar un vistazo a la web

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Cuando Ian le dio el beso de las buenas noches a su hermana y sobrina, se dispuso a dormir un poco también. Ya estaba cansado de la tensión, y, además, en apenas unos días Lumi estaría en su casa, preparada para empezar con el entrenamiento.
Se hizo un café negro. A diferencia del resto, la bebida lo tranquilizaba como un somnífero si estaba al borde del colapso.
Preparado para beber mientras veía un poco de TV basura, estiró sus pesadas piernas sobre la mesita ratona y se recostó en el diván.
Cuando sus párpados le estaban jugando una carrera directo a sumergirse en sueños, un aroma especial despertó sus sentidos.

No. Podía. Ser.

De ninguna manera.
Se agazapó y dirigió miradas de rastreo en todas las ventanas. Estaban cerradas. Pero allí lo sentía.
Allí los sentía.

Con una maldición entre dientes, apoyó la taza de café y fue caminando sigilosamente hasta la puerta.

Que se abrió, prácticamente de una patada.

Vaya, vaya… que grata sorpresa. Tenía invitados.

— ¿Qué carajos?
—Ian —saludó Lucian, su padre, con un gesto afirmativo de cabeza.
—Debo estar soñando, maldita sea —se refregó los ojos.
—De hecho… no. No estas soñando —avisó su padre, entrando. Junto a él iban Damien y Brad, sus guardaespaldas personales. ¿Por qué los necesitaba? Era un misterio, todos sabían cuan bien podía arreglárselas él mismo.
— ¿Qué demonios hacen aquí? —Preguntó inflamado de rabia, cerrando la puerta de calle.
Lucian caminó, como si estuviese sacando radiografías del lugar. Se dio vuelta y le dirigió una mirada lasciva.
—Hemos mudado la central de Brooklyn. Aquí —tras ver que Ian apenas movía la mandíbula dejando dentro preguntas sin realizar, prosiguió— resulta que… ciertas pistas nos dicen que es más seguro encontrar en este lugar al hijo de puta capaz de entregarnos la daga de Jade para traer a nuestro jefe, que quedarnos allí.
— ¿Y no es lo que traté de explicar cuando vine, o qué? —Se quejó.
Ian venía con esa intención. Su padre casi lo había desheredado, según lo que recordaba, por decirlo de algún modo.
Lucian caminaba sigilosamente, muy pegados estaban Damien y Brad, aquellos hombres eran más altos que él, y era decir mucho puesto su metro noventa de estatura.
— ¿No quieres saber cómo es que las pistas nos trajeron a este lugar? —alzó una de sus cejas.
—Dilo, lo terminaras diciendo —se cruzó de brazos.
—Cadáveres, hijo. Cadáveres —bufó de insatisfacción— de hombres lobos asesinados.
Ian carraspeó.
—Larga todo, sin preámbulos —exigió.
—Han matado a cada hombre lobo a su paso. ¿Cuándo marcamos en un mapa cada victima? Pues fácil, una flecha se dibuja en él, con la ubicación en esta ciudad. Ingenioso ¿verdad?
—Mierda —apenas lograba salirse de su asombro.
—La manada esta reubicándose gracias a un contacto de Damien aquí. El mayor de los Casablanca miente, si su hermano murió y tu hermana no pudo traerlo, él sabrá donde encontrar la daga —Ian lo miró con desconcierto—. No hace falta que te pongas así. No eres nuestra única opción, hijo mío. Tenemos contactos trabajando. ¿Ludmila? También sabemos de ella. Darius estaría… —se corrigió al instante— estará muy orgulloso de verla en su regreso.
—Oh joder, eres un viejo tramposo —contestó con cierto orgullo.
—La flecha dibujada en el mapa, la que nos trajo aquí… ¿sabes una cosa? Le falta una pieza para ser perfecta. Por cierto, bonito barrio donde vives. ¿Será adecuado? —Preguntó, con sus ojos entrecerrados por la emoción que le generaba el combate.
— ¿Adecuado? Este barrio es una mierda. Apenas hay habitantes. Paralela a esta calle hay una especie de descampado de tierra, no dudaría que el narcotráfico o los asesinos a sueldo planeen sus ataques desde allí. De hecho, planeaba irme pronto, con Ellen aquí no es seguro.
Una sonrisa surcó los labios de su padre, las miradas que se intercambiaba con Damien y Brad eran apenas entendible para él.
— ¿No quieres saber a donde apunta la última pieza de la flecha?
Ian amagó a darse la vuelta. Los nervios le estaban comiendo la cabeza.
— ¿Dónde? —Quiso saber con una mueca amargada.
—Aquí. O más precisamente en el hermoso descampado que tenemos a unos metros.
—Eso es imposible —pronunció más para sí que para el resto.
—No hay imposibles en nuestro mundo. Deberías saberlo —se le acercó hasta quedar a escasos centímetros— y a como van los ataques, les doy quince días para llegar a este punto.
— ¿Quince días? ¡Eso es imposible! —Gritó— ¡Tú no quieres saber a quienes realmente te enfrentas, padre! ¡Te lo aseguro!
—Temo que desestimas mi inteligencia.
— ¿Por qué preocuparnos por ellos, eh? —Exigió Ian, con desdén— lo único que tenemos que hacer es ir por la maldita daga y que Cassie se encargue del resto, llevarnos a Ludmila de vuelta con su padre. Hacerlo volver para poder tener de una jodida vez el control sobre la manada. ¡Tú no puedes resolver las cosas por ella, y hasta que Darius vuelva, la decisión esta en sus manos!
Brad y Damien se abalanzaron hacia Ian, cuando lo vieron tan fuera de sus cabales, protegiendo a Lucian.
Lucian les hizo un gesto con la cabeza para que ni se atrevieran a acercarse hacia él.
—Resulta, hijo mío, que los responsables de las muertes que nos trajeron aquí, son los mismos que acabaron con Darius aquella vez.

Un silencio mortuorio se extendió por el lugar. De repente las palabras no eran tan necesarias.

Ahora entendía todo. Todo era parte del plan de Marcus. Había escuchado hablar de él, ¡por supuesto, era el mismísimo diablo! ¿Y Franco? El que casi le había dado caza esa noche hace unas semanas atrás, no era más que su secuaz, el que reemplazó a Andrés siendo la mano derecha de ese cabronazo hijo de puta. Le había dicho que iba a jugar con Amanda. Le había enviado un mensaje.

Y que pequeño es el mundo, Andrés iba en plan de caza la noche que mataron a Darius, si es que no había sido él quien en realidad lo había matado. Lo cual, no dudaba condenadamente ni un segundo.
Estaban aniquilando a todos los hombres lobos que formaron parte de la manada de Darius alguna vez, e Ian era el último, al menos en la línea que iban. No era casualidad que los asesinatos señalaran una última ubicación a metros de donde estaba viviendo ahora.

Quince días. Tenían quince días para hacer aparecer la daga.
Y mierda, pero si no llegaban a encontrarla, con manada o no, seguro como el infierno que él mismo le arrancaría la piel con sus propias garras a esos hijos de puta.

*

No iba a permitirse abrir su corazón otra vez, mucho menos si pensaba en su última experiencia.
Mientras corría a velocidad vampiro, recorriendo algo así como doscientos kilómetros por hora para llegar a la estancia del Vinten Lodge y recoger su auto, aquel Toyota Hybrid X Concept negro, trataba de abrir bien los ojos y tomar aire. Su cabeza estaba ardiendo, por no decir su cuerpo también.
Para un humano a esa velocidad, lo más probable era que la visión sea convierta en un borrón, sin embargo, para Andrés resultaba normal, como ir caminando.
Tenía que alejarse de la niña, a lo mejor… quedarse en la estancia, no regresar. Al final de cuentas, siempre había sido un solitario. Si estaba con gente era por poco tiempo… hasta que pasaban a ser su cena, almuerzo o… lo que sea.

Sí. Lo merecía.
¿La relación con Amanda? Ya estaba condenada del principio. Había ido por ella solo para que Benicio no fuera feliz, pensando que eso le daría satisfacciones. Pues no ocurrió, porque terminó enamorándose como un idiota.
En cualquier persona normal enamorarse es un estado natural sin el cual más de uno puede vivir. ¿Para Andrés? Un dolor en las pelotas. Joder, él no sabía como comportarse frente a un sentimiento que lo invadía por primera vez.
Fue por eso que hizo un montón de cosas de mierda.

Claro que las cosas no fueron verdaderamente mal hasta que se dio cuenta, aquella vez en la que salieron junto a Benjamín y Galadriel a esa disco-bar-boliche-lo-que-sea, que la sangre de Amanda lo atraía. Al igual que a ella le atraía la de él.
Normal en la relación vampiro-humano, en donde la sangre es deliciosa siempre, algunos factores más que otros, algunas personas más tentadoras, y así. Pero, en serio, ¿entre vampiros? Estaban jodidos.

Sus padres no habían obtenido buenos resultados, recordó con amargura.
En un principio no se pensaba que fuera algo malo, es decir, hasta creían que dos vampiros atraídos por la sangre el uno del otro, era lo más romántico con lo que podían encontrarse, sin embargo, las experiencias, y más aún, la experiencia de Andrés y sus padres, no le hacían pensar muy seguido que podía tratarse de algo bueno.

No. Ellos estaban condenados del principio, y Andrés por encima de todos, tenía que pagar con su alma.
No podían pertenecerse, porque, para él, estar atraídos por la sangre del otro era la primera señal de incompatibilidad, a menos que quisieran terminar matándose. Cosa que no estuvo muy lejos, en realidad.
La avidez por la sangre te posee. En mayor medida en su especie, cuando justamente beben del otro en el momento del sexo, cuando los aromas están más expuestos.
Los vampiros que no se atraen por el olor de su sangre, pueden tener relaciones sexuales y morderse, beber. Les gustará y el sabor será excepcional, pero no hay una adicción de por medio.
Cuando el caso es como el de los padres de Andrés, o mismo como pudo haber sido el de él y Amy… bueno, generalmente una vez que empiezan a consumirse no paran hasta convertirse en nada más que cuero.

Sí… Andrés había hecho bien en alejarse de esa mujer. La quería, no sabía por qué, pero lo hacía.

Y justo ahora mismo, cuando entendió que por alguna extraña razón necesitaba proteger a todos los que residían en la casa Di Franco, una fuerte oleada de veneno recorrió su cuerpo.
¿Es que acaso se había vuelto un idiota incompetente? Ese no era él.
Proteger a su hermano era una cosa, no había nada que no haría por Benjamín. Pero… ¿los demás qué tenían que ver?
Joder, se había vuelto todo un nenaza.

Eso acabaría. Allí y ahora.

Frenando como si su vida dependiera de ello, estando a unos doscientos metros del Vintén, justo por la carretera que desvía el camino en otra dirección, bajo el cielo oscuro con el abrazo de una noche fresca y llena de neblina, una mujer de unos veinticinco años, no más, caminaba sobre el costado de la ruta. Parecía que llevaba caminando días.
Observando la espalda de la chica, caminó con sigilo. No es que le costase mucho a decir verdad… su postura de predador brotó a flor de piel, como si llevase escondida años.
La desconocida caminaba como si no le importase que su vida estuviese a punto de terminar, al menos eso pensó el vampiro. No podía dejarla que siguiera, estaban cerca del Vintén, y así ella no tome ese camino y se desvíe hacia el otro, Andrés estaba apurado. Quería su auto. Quería comer.

Mujer ignorante, tenía a la parca caminando tras ella y apenas se enteraba de cuan miserable sería su final, le dijo su fuero interno.
Como si ella le hubiese leído el pensamiento, dejó de caminar y lentamente dio vuelta la cabeza, observando hacia atrás sobre el hombro.
Sus miradas se encontraron. Vaya sorpresa… era más linda de lo que estimaba. Mujeres así no debían morir… al menos no del todo.
Al fin de cuentas, de alguna retorcida manera, tenía esperanza por ella, a pesar de querer matarla y servirse de la misma.
La piel morena de la desconocida brillaba bajo la luz de la luna, sus ojos negros se clavaron en él, con sorpresa. Se dio vuelta completamente de tal forma que quedaron cara a cara. Algo le decía que no le tenía miedo.
Pero sí sorpresa.

— ¿De dónde has salido? ¿Quién eres? —Le dijo en un tono de voz elevado. Andrés se acercó más y frunció el ceño, ella siguió— Oh por Dios… ¿me has estado siguiendo? ¿Qué quieres?

Vaya cojones que tiene, pensó Andrés, con sorna. Demasiadas preguntas. Él no reaccionaba de manera agradable cuando le molestaban tanto.

—Que va. ¿Tan importante te crees para que yo pierda el tiempo de esa manera?
—Pues, estamos en la carretera —le indicó con suficiencia, señalando— de algún lado has salido.
—Sí.
La mujer le sostenía la mirada. Su rostro estaba sucio, como si hiciera días no pasara por un lavabo, su remera blanca tenía varios agujeros en las mangas, y estaba manchada. Sus pantalones desgastados, eran sueltos en la cintura pero se ceñían y angostaban al llegar abajo. Al vampiro no se le escapó ni por un segundo las curvas del cuerpo de esa mujer. Salvo porque prácticamente no tenía senos. Mucho menos el espacio de piel descubierta que tenía en su panza, mostrando el ombligo en la zona que la remera terminaba y comenzaba el pantalón, con el tiro muy, muy bajo.

—Bien. Me gusta caminar. Sola —le avisó y se puso en marcha, ignorando su presencia.
— ¿Estas perdida? —Preguntó al mismo tiempo que se ponía junto a ella, a velocidad vampiro.

Ella dio un paso al costado. Ahora sí estaba asustada. Andrés reconoció su olor.
Todavía era un misterio eso del olfato para él. Antes sentía esas sensaciones por parte de sus victimas a través de un mero instinto. Pero ahora podía olerlo.

—Vaya que te mueves rápido —la desconocida intentó calmar su horror. Pero eso no engañaba al predador que habitaba el cuerpo del vampiro, mucho menos cuando vio como la chica se mordía el labio inferior, y cerraba con fuerza los ojos para centrarse. El aroma a miedo no desapareció, pero al menos se redujo.
Andrés recordó que no había cosa que amara más que poder sentir el miedo de la gente a la que mataba.
Por razones obvias, eso hizo que una gran erección hiciera paso en sus pantalones.

Eso no le estaba gustando. Sus necesidades primarias estaban saliendo a flote. Tanto tiempo sin sexo enloquecían a cualquiera, y vamos, pero Andrés necesitaba acción.
Con quien sea, se dijo.

—Me muevo rápido. Sí —murmuró audiblemente para que ella pudiese escucharlo, y de un momento a otro, se apareció delante bloqueándole el paso.
Otra vez el aroma del miedo. Andrés se dejó llenar por el mismo y la tomó por los hombros.

La desconocida se sacudió, tratando de zafarse.

— ¡Déjame!
—No trates de hacer algo valiente, hembra —sugirió en tono mordaz— porque podrías acabar sin cuello.
— ¡Maldito cretino chupasangre! —Le dijo, escupiéndole la cara.

Andrés la soltó como si se tratase de una mujer infectada. La arrojó y vio como la hija de puta tragaba tierra a su paso mientras caía de bruces al suelo.

Él se encargó de limpiarse la cara con el antebrazo, después arremetió contra ella para seguir castigándola. Odiaba las mujeres irrespetuosas, y no importaba, en última instancia comería carne muerta, pero la mataría dolorosamente y después tragaría la sangre de la mujer con satisfacción.
Pero muy al instante, como si le hubiesen dado una patada en las pelotas, en su cabeza resonaron las tres palabras que ella dijo antes de comportarse como una puta, escupiendo su bello rostro.

«Maldito cretino chupasangre»

Oh. No. Podía. Ser.

Mientras la mujer trataba de levantarse del piso en vano, el vampiro se abalanzó sobre ella y se le puso encima, prácticamente con todo su peso sobre ella.

— ¿Quién o qué eres? —Le exigió con los dientes apretados— ¿Para quién trabajas, zorra?
—Que te jodan —gruñó.
—Habla, o lo último que probarás en tu vida serán tus propios intestinos mientras soy yo el que te jode. Créeme, vivirás lo suficiente para sufrirlo.

Tras la amenaza latente, de un momento a otro, Andrés sintió como su costado izquierdo se empezaba a calentar.

—Hija de puta —jadeó con la voz entrecortada.
Cuando se miró, tenía clavado un afilado cuchillo. Al parecer tan simple y pequeño que no entendía como podía arderle tanto.
Cayó a un lado mientras la mujer se ponía rápidamente de pie y le propinaba una buena patada en el costado sano.
Bastarda.

—Empezaré a comprar más de estas botas tejanas de mierda, parecen ser útiles para esconder armas —canturreó, victoriosa.

El vampiro se paró rápidamente y extrajo lo que aquella perra le había clavado. Mierda, tenía una cuchilla filosa, pero con pinches recubiertos en madera.
Otra vez no. Nadie se lo cargaría al infierno de nuevo. Ya había estado ahí más veces de las que hubiese deseado ese último tiempo.
Arrojó el arma y caminó a paso lento pero firme, a medida que sentía como su piel se cicatrizaba.
La mujer lo observó con suma cautela, al parecer, se le habían acabado las maneras de protegerse. Otra vez su piel la delató. Hedía a miedo.

—Vas a necesitar algo más para acabar conmigo —sugirió, con cierta ironía en el tono que empleó.

La mujer trastabilló hacia atrás, pero eso no le impidió alzar la barbilla para dedicarle una mirada de suficiencia.

— ¿Cómo qué? ¿Una estaca en el corazón? ¿Cortarte en pedazos y matarte? Tú elijes, sanguijuela —a pesar de mostrarse tan dispuesta o condenadamente ridícula, como prefieran, por tomarse el atrevimiento de pechear a un vampiro, la continuación fue lo que más perturbó a Andrés— ¿O clavarte, no se… la daga de Jade en las tripas muertas esas que tienes? Tengo entendido que una vez que eso pasa no hay chance de resurrección alguna, zombie hijo de puta.

Andrés sintió como la mandíbula se le tensaba. Una simple humana no podía saber tantas cosas como ella. ¿La estaca en el corazón? Todos, hasta los más imbéciles sabían que así se terminaba con un vampiro. ¿Quemarlo? Mitología y… al fin de cuentas también era cierto.

Pero… ¿la daga de Jade? Una vez que te matan con eso, ella tenía razón, no podías volver así te invoquen todos los brujos del mundo. Por algo la había usado en la Isla del Vintén aquella vez… para que, el que muriera, lo hiciera por siempre.

Podría haberla matado ahí mismo, pero que va, esa testaruda hija de puta merecía morir de veras de alguna forma extremadamente dolorosa, más que nada cuando cayó en la cuenta que, frente suyo, no tenía nada más y nada menos que una cazadora. De demonios. De todo lo que eran considerados ellos mismos en su especie. Sea cual sea. Y ser vampiros no significaba precisamente andar repartiendo flores por el bosque ¿o sí?
Además le había llamado zombie. Andrés odiaba los zombies, y, por cierto, no es como si esas horribles y malolientes criaturas en verdad existiesen.
En serio, debería centrarse. Pensaba en zombies cuando tenía frente suyo a una cazadora. Porque lo era ¿cierto? De otro modo no podría saber tantas cosas sobre su especie.

—Vale, me rindo —mintió, con una mueca— ¿Quién eres?
—Oh, que dulce de tu parte, vampiro —decía en una postura relajada— ¿ahora eres tú el que quiere conocerme? Paso.

Y se dio la vuelta para seguir su camino. Andrés se puso de pie, el cuchillo ya no estaba donde lo había arrojado. Esa jodida perra era más rápida de lo que pensaba. A pesar de que el agujero que le había propinado en las costillas estaba cicatrizado, se llevó la mano a donde estuvo alguna vez la herida. El ardor de esa clavada escocía en su piel.
Maldita sea, pensaba que los cazadores se habían extinto hacía mucho tiempo. De hecho, una sola vez se cruzó con uno, y no creía que existiesen más, ni que algún cazador fuese una mujer sexy.

—Sabes de mi existencia. No puedo dejarte con vida —gritó y ella se detuvo en seco. Cuando se dio vuelta, su mirada se relajó y levantó las manos mientras le decía:
—Estoy fuera del negocio, chupasangre —bajó las manos y se llevó la izquierda a la cintura— quiero al mundo sobrenatural lo más lejos posible de mí. No soy una amenaza para tu especie… a menos que quieras que te patee el culo. Lo que me recuerda… si me haces encabronar no vacilaré cuando me ponga a bailar sobre tu tumba.

Sus ojos… él conocía esa mirada. Sí… de algún lugar.
Cuando vio como la mujer se alejaba, sacudió la cabeza a los lados. Tan rápido como su actitud predadora se lo permitió, se paró nuevamente frente ella, totalmente decidido.
Estaba más hambriento que nunca.

— ¿Sabes una cosa? —Preguntó con inocencia fingida.
— ¡Oh santo cielo! Eres el demonio más sociopata que conocí en mi vida —dijo con fastidio— ¿Qué? ¿Qué sucede?
—Unas pisadas más sobre mi tumba no le harán nada —amplió su sonrisa, ironizando con la amenaza que la mujer le había dado mientras completó— y no sabes lo emocionado que estoy por verte mover esas piernas sobre ella.



Sin darle tiempo a reaccionar, Andrés la agarró por la cintura y el mordisco que le propinó alcanzó para que ella cediera bajo su cuerpo.
La lucha que le dio al principio parecía desvanecerse a medida que él tomaba más y más de su sangre.
La lengua le cosquilleó a medida que succionaba con avidez. El calor que desprendía de su cuerpo lo golpeó como una lanza. ¡Era exquisita! Podía pasar horas enteras chupando de su cuello… aunque fuese imposible.

En doscientos años de existencia, y por cierto, más de doscientos años era bastante, jamás concibió la idea de transformar a nadie para él. Al fin de cuentas terminaba aburriéndose de la gente con facilidad.
En sus pensamientos no había un ápice de piedad a la vista.
¿Quién sabe? Tal vez la matara… tal vez la dejara vivir.
O podría hacer que la vida de la cazadora se vuelva una completa mierda, trayéndola nuevamente a la vida, en algo que odiara toda la eternidad.
Sí, eso sonaba tentador. Alimentarse, matar, hacer sufrir, tener sexo.

Por ahora la primera parte estaba hecha, la segunda en curso y… ¿el resto? Tal vez no iría en ese orden. Pero quería las dos cosas faltantes.  



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¡Espero que hay disfrutado de este capitulo, que sin duda es muy revelador en muchos aspectos! y espero ansiosa sus comentarios y conclusiones en el muro de DESPERTAR!

Ya saben... favor de cuidar sus cuellos y ¡mordiscos de amor! ;)

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