viernes, 11 de noviembre de 2011

Despertar III Efecto Lunar, Capitulo 27: Sólo la muerte librará.



(Les dejo la foto de la actriz de Aeonflux, tal como imagino a Vit)

Por otra parte, antes de empezar a leer el capítulo les quiero recomendar que presten mucha atención sobre la parte de Vit. 
Hay algunos detalles, sobre ella pensando en alguien... sobre ciertas cosas que describo... les diría que vayan por ahí y de seguro van a averiguar algunos spoilers. 
¿Una pista? Vit, de alguna forma, está unida a alguien de Despertar. Pongan el ojo ahí. 


Admiradores de Vit, ¡ella ya tiene página en Facebook!: https://www.facebook.com/pages/Vit-Saga-Despertar/276454792389686?sk=wall

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Cuándo la noche cayó en el Infierno, Franco apresuró su paso. Había ido al bosque Malum para encontrar a Olimphia… ella debía de estar… hambrienta.
Como vampiresa mitad Malum sólo podía alimentarse de vampiros. La parte demonio de Franco la excitaba mientras que el resto la ponía fuerte como un caballo.

Pero el vampiro mitad demonio no pudo entrar, no se entra a sus valles color amatista a menos que vayas con una de su especie. El sexo masculino no podía ingresar a un bosque lleno de mujeres.

Mujeres con necesidades.

Olimphia no estaba allí, pero podía estar en un solo lugar, además de su refugio.

Con Marcus.

Un sentimiento de asco revolvió las tripas de Franco. Un sentimiento de puro odio. La quería para él. Sin interferencias.
Sabía que la relación que Marcus tenía con ellas era lo más parecido a la de un padre… ¿ciertamente? Como un padre si le añadíamos la incestuosidad.

Franco quería destruirlo, hacerlo sufrir…

Pero entendía una cosa, la única fuente de alimento que tenía ella cuando no estaba ingiriendo sangre de otro vampiro, era estando cerca de su creador. La sola energía de ese hijo de puta calmaba su sed.

¡Como anhelaba ser su fuente de calor, también!

Cuando ingresó al gran templo infernal, una cacofonía de gritos y gemidos inundaron sus oídos. ¿Es que jamás iban a dejar de quejarse, los bastardos? Las almas atrapadas en las paredes, ardiendo, eran muy, muy molestas para él.
Jodidos estúpidos, tenía ganas de patear con sus piernas a esos infelices, sacarlos para decirles que, por más que lucharan una eternidad, nadie los dejaría escapar.

Jamás.


Pero allí la vio, junto a él, y su rabia no se disipó.
Marcus estaba en su gran trono cincelado, Olimphia al costado, en el piso sobre un enorme juego de almohadas cómodas y costosas. Recostada sobre su costado como una gran Diosa griega.

Pero lo que más lo endureció, fue esa mirada grácil y angelical.
De no ser porque su especie era una especie mala por naturaleza, podría pasar por una tierna inocente.
Claro que Olimphia era una niña inocente, y los actos maléficos que alguna vez había cometido no contaban, porque ella creía que estaban bien.

No, no se trataba de un asesino que alegó enajenación luego de matar a toda una familia. Se trataba de Olimphia.

¡Olimphia! ¡No toques eso! Y Olimphia tocaba. ¡Olimphia, ya has bebido suficiente de su sangre! Ella reía y contestaba ¡Oh, pero si esta sabrosito!

En una oportunidad había matado a una pequeña humana porque “el sonido con el que crujían sus huesos mientras los partía era divertido

La Malum estaba más allá del bien y del mal. Era una niña en cuerpo adulto que había sido educada para matar. Pensaba que estaba bien.

Pensaba que desgarrar cuellos con sus dientes era bueno. Como piensan los niños de jardín que aprender a escribir es lo correcto.
Pensaba que torturar era simpático porque sus victimas “lloraban” y el color de sus lágrimas le recordaba a la lluvia de su templo color amatista, al igual que sus ojos.

—Estas bien, después de todo —susurró Franco, acercándose a ella.
La mujer rió estrepitosamente, amortiguando los gritos coléricos de las almas en las paredes.
Pero fue Marcus quién contestó.
— ¿Te atreves a insultarme en mi propia casa? ¡Por supuesto que ella esta bien! ¡Soy su padre! ¡Jamás lastimaría a mi pequeña!

Cínico… cómo se atrevía.

—No quise decir eso, señor.
— ¿Qué has traído para mí, de todos modos? ¿Algo que merezca la pena seguir conservándote para alimentarla? —Preguntó, señalando con la cabeza a Olimphia, que rizaba uno de sus largos cabellos casi blancos en la punta de su dedo índice.

Oh, sí. Claaaaaaaro, la información.

—La bruja lo ha encontrado.
—Supongo que no permitiste que lo mate.

Demonios, la obsesión de Marcus por Andrés era algo que no entendía. Mucho menos el por qué lo había matado para después volver a reclamarlo.

Cierto… tenía que darle una lección.

Y Amanda. Según Marcus, ella era su hija. No su hija verdadera, pero al haberla convertido en un engendro de Satán… bueno… él la reclamaba como suya.
Franco sabía que el diablo los necesitaba para reforzar su ejército.
Andrés era un despiadado hijo de puta, y pervertir a Amanda parecía ser uno de los mayores objetivos de Marcus. Según él, la vampiresa poseía tanto un lado bueno, como uno malo… él quería forzar el último.

—Andrés… —dijo, forzando el nombre— Andrés no esta nada muerto.
Por desgracia, pensó.
—Sigue haciendo vigilancia. Mantenlo así —ordenó— por tu propio bien.
—Tengo que debilitarme mucho para pasar desapercibido, al punto de que mi esencia no pueda ser recogida por ellos… si me encuentran… si llegaran a encontrarme… sería hombre muerto.

Franco levantó su vista cuando, después de aquellas palabras explicándole a Marcus su situación, fueron contestadas por una risa gruesa.
El jodido hijo de puta se estaba riendo de él, lo que más le había dolido, era que Olimphia tras dudar unos segundos, se le unió.

La miró, herido. Ella ni siquiera sabía de qué estaban hablando… ella era… tan inocente.

Algún día mataría a Marcus… algún día encontraría la forma.
Algún día Olimphia sería suya y la domaría.
Tenía que serlo.

—Pues, como veo las cosas, hijo… hay que tomar el riesgo —determinó, levantándose de su pedestal.
Lo vio alejarse, pero no preguntó. Lo último que necesitaría en estos momentos después de lo consumido que estaba, era una tocada de pelotas más.

Sin entender, se volteó para mirarlo.

—Entonces, como me decías —murmuró Marcus, yéndose— ¿Cuánto más debilitado estas, menos sienten tu presencia mientras espías sus movimientos?

¡Hijo de puta! Él más que nadie lo sabía.
—Sí. Así funciona —contestó con los dientes apretados.
Marcus se dio vuelta en el acto. Algo en su manera de sonreírle no le pareció correcto… no le pareció… normal.
No pasaron ni dos segundos cuando Marcus siguió su viaje. Pero Franco entonces estaba tirado en el piso, con su espalda sosteniendo todo su peso… y el de Olimphia.

¡Cristo! Eso hubiese sido todo lo suficiente de bueno como el infierno que Franco podía pedir alguna vez, ¿pero ahora mismo? Se debilitaría más.

Mierda. Todo lo que el otro bastardo quería.
A veces maldecía su suerte.
El perfume de la piel de la mitad Malum lo terminó de tumbar. Ella clavaría sus dientes y él apenas tendría fuerza para moverse después.

Sentada a horcajadas, la escuchó decir, con su marcada voz… angelical.
Si no fuese porque estaban en el Infierno.

— ¡Oli quiere comer! —Y sus labios color melocotón resplandecieron.



Lo último que pudo sentir después, fue una quemazón en su cuello, al mismo tiempo que todo se volvía negro.

*

No pasaría de nuevo.
Amanda no dejaría que Andrés vuelva a la muerte otra vez.

Benjamín se encontraba parado, observando con fría determinación. Y Galadriel quiso tomarla del brazo para que no avanzara, pero cuando vio a Andrés sufrir tirado en el suelo por un dolor que Cassandra le estaba provocando, el odio superó a la razón. Avanzó a paso firme y la tomó de la tela de su playera, lanzándola al otro lado de la habitación.
El tiempo se había detenido, si alguien se dio cuenta de cómo golpeó a la bruja, no dijeron absolutamente nada al respecto.

Bien por ella, entonces, porque quería su sangre y la tendría. No estuvo extrañando tanto al vampiro para que una hija de puta insufrible se lo arrebate otra vez, o lo haga sufrir… por más que de alguna forma lo mereciera.

— ¿Qué demonios crees que haces, zorra? —Exclamó la pelirroja, levantándose del suelo.
— ¿Tú qué crees? Defendiendo lo que es mío. Tócalo una vez más y juro que me haré una cartera con tu piel, víbora.

Dicho sea de paso, Amanda ya se encontraba de rodillas en el suelo, sosteniendo a Andrés. El hombre parecía confundido, como levantado de un reciente electro shock… bueno, realmente le había ocurrido algo parecido.

— ¿Estas bien? —Le preguntó Amy, acunándolo en sus piernas.
—Quiero una cartera de esa perra yo también —bromeó él, a pesar que se lo veía muy, pero muy mal. Tosió, como si le faltara el aire. Ella acarició su cabello negro como la noche.

Amanda sonrió ante las ocurrencias de Andrés, siempre tan oportuno…
Lo miraba a los ojos, tan hermoso. Tan nítido, implacable. Sus músculos fuertes, su piel blanca nívea.

El arrepentimiento en sus ojos, su parte humana.
Ella ahora mismo comprendía su vida. O parte de la misma. Sus padres lo habían condenado, lo habían querido matar, según lo que Benjamín le dijo anteriormente. Su hermano mayor lo salvó de alguna manera.
El hombre que tenía enfrente había cometido tantos atroces crímenes y torturas… pero un lugar de su corazón le perdonaba. Por un momento se preguntó si no estaría tan enferma como él. No tenía derecho a ofrecer perdón en nombre de la gente que alguna vez dañó, pero sí en su lugar.
Ella lo quería, y bajo ningún punto de vista dejaría que lo lastimaran.

Ya no.

—Ian. ¿Qué demonios fue eso? —Escuchó que Cassie le preguntaba a su hermano. Amanda estaba ayudando a levantar a Andrés, mientras miraba como el lobo le devolvía a su hermana una mirada confusa.

—Nuestra invitada aquí se esta preguntando por qué te fue tan fácil hacerla a un lado —explicó Galadriel a Amanda con los brazos cruzados y un leve levantamiento de hombros.
— ¿Y qué puedes saber sobre eso, vampira? —Arremetió Cassie
—He vivido lo suficiente para conocer de expresiones faciales, bruja —Dijo la palabra Bruja, con expresión de “ahí tienes, chupapollas” Amanda le daba un punto de mérito a Gala. Eso era una amiga.

Amanda se puso enfrente de Andrés, sin objetar. Benjamín seguía con el rostro indescifrable. 

—Es imposible —jadeó Cassie.
—La única imposible aquí eres tú. Vete. Váyanse los dos, porque van a arrepentirse —les gruñó Amy.
—Oh, no, preciosa —se adelantó Ian— no estoy muy seguro que quiera irme sin esa daga en mis manos.
— ¡Es imposible! —Volvió a repetir Cassandra.
—Para ya con eso. ¿Qué es lo imposible? —Dijo Andrés con un chasquido de lengua.
—No puedo inducir dolor en ella. Es inmune a mis poderes —Antes no lo era, pensó la pelirroja… demonios. Eso pintaba mal.
—Y si no lo fuera, te haría escupir las entrañas por la boca, cariño. Una cosa es que me patees el trasero a mí, por alguna extraña alineación cósmica que me debilita cuando viene Brujilda a querer tocarme las pelotas. Pero ¿Amanda? La tocas y mueres. Tú decides —terminó Andrés, ofuscado.
— ¿Qué quieres decir con que no puedes controlarla? —Se acercó Ian a su lado, más cerca, como si fueran a tener una charla privada allí mismo.

Amanda quiso agudizar su oído para escuchar, ella tampoco entendía mucho. Hasta hacía un tiempo atrás, cuando se había encontrado por primera vez en el baño de She-Wolf, el bar del que era dueña Cassandra, la mujer la había aporreado en el baño, mientras Amanda estaba confundida, drogada o bajo la influencia de la bruja, haciéndole creer que enfrente tenía a Violeta. Cada vez que recordaba lo que le había hecho jugando con ella de esa forma, le daban ganas de cortar su cabeza y ponerla como trofeo en una de las vitrinas.
No obstante, ¿ahora mismo decía que no podía controlarla? Vaya, al menos una buena para ella.
Sin embargo, también recordó algo más. Cuando había vuelto a la vida como vampiresa, en su primer momento de conciencia, cuando despertó y vio a Benicio a su lado, él había podido leer su mente. Él se había hecho pasar por Marcus. Luego… ese poder dejó de surtir efecto en ella. Benicio no podía leerla. En absoluto.
Entre vampiros no se pueden leer, pero no es imposible tampoco. Uno muy, muy viejo, tiene la facilidad de hurgar en tu mente si se lo propone. Sin embargo, ni Galadriel con más de mil años era capaz de una cosa así con ella.
Algo andaba mal. Quizás había venido rota o algo así… de cualquier forma, agradecía que nadie pudiera meterse en su cabeza, u obligarla a actuar como quisiera.

—Tú… —susurró Cassie, acercándose a ella— serás la causa de nuestra muerte o nacimiento —acusó, con sus ojos tornándose en un fuerte plateado llameante.

Amy le había visto cambiar el color cuando invocó la resurrección de Andrés en la Isla del Vintén. Se preguntó que emociones hacían que le cambiasen de ese modo. Pero lo cierto era que le aterrorizaba. 

—Explícate, hermanita, me estas aterrorizando —intercedió Ian.

Los ojos de Cassandra se pusieron plateados, y antes que pudiera empezar a hablar, Benjamín le rugió a su hermano:

— ¡Corre! ¡Ahora! —En ese mismo instante, Benjamín se abalanzó contra Cassandra, sacando la daga de Jade de su mano, lanzándola en el aire para que Andrés la atrape.
Amy quedó en el fuego cruzado, Cassie cayó al suelo, Ian no pudo atraparla antes que se desmoronara, y mientras Andrés escapaba por la puerta, Galadriel se le unió a Benjamín. Amanda seguía parada a un costado, con los ojos fijos en Cassandra.
Al parecer, el viaje de cacería para incautar a Andrés no estaba saliendo como querían. Al fin de cuentas, por suerte, él había escapado.
No es como si entendiera demasiado…. Reconocía que se la habían puesto muy fácil. Lo habían dejado ir, nadie fue detrás. Extraño.

—Bien —dijo Amanda, cruzándose de brazos— ¿alguien tan amable como para explicarme, que carajos pasa?
—Los brujos conocemos una sola persona en nuestras vidas a las que no podemos leer ni controlar. No vuelve a ocurrir, es algo único. Cada brujo, y créeme cuando te digo que en el mundo ya no somos muchos, tiene a su leath. Algunos ni siquiera lo encuentran… pero tú…
—Un momento… más despacio. ¿Leath? ¿Qué demonios es eso?
Leath significa mitad en irlandés —intervino Galadriel. Amanda envidió la inteligencia de la rubia.
Cassandra le dedicó una mirada cargada por la interrupción.
—Gracias, yo también te quiero —se defendió Gal.
—No es posible —sacudió la cabeza— no es posible que seas mi leath. Jodido destino, deben estar bromeando.
— ¿Por qué es tan malo? —Inquirió Amanda, enojada.
— ¡Porque mi vida dependerá de tu voluntad! —Le gritó, y la vampiresa vio como la ira se volvía asesina— Una leath es mucho más que un simple término. Es nuestra mitad en todo el significado de la palabra. Alguien a quién no podemos dañar, alguien quien no nos debe dañar.

La forma en la que dijo no nos debe dañar,  resaltando ese debe provocó una horrible sensación en su sistema nervioso. Cassie no la podría dañar nunca, sin embargo en Amanda recaía toda la responsabilidad, porque ella sí podía, sin embargo, no debía.

La tentación era muy grande, pensándolo bien, aún así…
—Y lo peor de todo es… ¡maldita sea! —Amanda creía que Cassandra estaba al borde de las lágrimas— dependiendo de lo que elija nuestro o nuestra Leath…

Un silencio mortuorio agitó sus entrañas. Lo peor no se había pronunciado en voz alta.
Aún.

— ¿Qué sucede con lo que yo elija? ¿A qué te refieres?

Los ojos de Cassie se tornaron más plateados. Su mirada se clavó en ella.

—El mundo perecerá. Los leaths son seres sobrenaturales de cualquier tipo con una capacidad para la objetividad tan grande, que nunca se cuestiona las decisiones que toman. Puedes elegir ser asesina a sueldo, con la misma determinación que le darás de comer en la mano a mi hija si yo te lo pido, como si fueses la madre. Puedes odiarme u amarme por las mismas cosas que te lleven a un lado u otro. Tienes tanto bien como mal dentro tuyo, en igual medida. Un cincuenta y cincuenta. Inclinarte a cualquiera de los dos bandos te será igual de fácil. La elección es tuya, y contigo me arrastras a mí. Porque soy tu mitad, como tú la mía. Tú no sobrevives sin mí, yo no sobrevivo sin ti, y créeme, he esperado tanto este momento… joder, ¡el momento de encontrar mi otra parte! Que tener que decírtelo a ti, me revuelve las entrañas.

— ¡Oiga! —Se quejó Amy, aún atónita por todo lo que Cassie le contó— no soy tan mal compañera, amiga… y… momento —cambió el peso de un lado a otro de su cuerpo— ¿Esto no tiene ninguna insinuación sexual, cierto? Ser tu Leath no me convierte en tu pareja o algo así, ¿verdad? Porque, ya sabes… Benicio me mataría.

Ian sonrió por lo bajo. Cassie le dio un codazo.

—No tengo tan mal gusto, lo siento —hizo una mueca— un leath, en pocas palabras, es un compañero de vida. Más que un hermano.
— ¿No puedes, ya que te molesta tanto que sea algo así para ti, simplemente hacer de cuenta que no me has encontrado y ya? —Quiso saber Amy.
— ¡Claro que no! cuando se toma conocimiento sobre eso, esto es más que una fuerza centrífuga. Nuestros destinos están ensamblados, no podremos sobrevivir una sin la otra, y yo me llevo la peor parte, porque pagaré por cada cosa que tú hagas si eliges mal. Amanda… vomitaré sobre tu tumba si decides ser la sierva del demonio. No me gusta el calor y allí es un verdadero infierno de mierda. En serio.
—Ni que lo digas, ya estuve allí. Prefiero Alaska, literal —murmuró en voz apenas audible.
—Definitivamente, mi lugar favorito, nada mejor que el frío.
—Yo no he conocido la nieve. Nunca —confesó Amanda.
— ¿Me estas jodiendo? Tal vez algún día podríamos ir a…

Ian las interrumpió con un carraspeo en la voz.

—Ya. Estoy entendiendo lo que es encontrar un leaths, se ponen las dos como putas cabras de habladoras que están. Lo pillo. ¿Ahora mismo? Tenemos una condenada cosa que hacer, Cassie, y verdaderamente no te entiendo. Odiabas a esta mujer con toda el alma, ¿y ahora planeas un viaje? Lo que tomaste antes de venir, claramente te ha hecho mal. Publico aquí presente —dijo Ian dirigiéndose a todos— si en un día no vuelve la daga hacía mí, me llevaré a uno de ustedes.

—Que no se te nuble el juicio, Andrés no pagaría un centavo de rescate por nosotros, no conoces a mi hermano. Es un cabrón arrogante —intercedió Benjamín.

—Veremos —y en un abrir y cerrar de ojos, Cassie e Ian habían desaparecido.

Amanda no podía estar menos que desconcertada. Esa mujer… ¿Existía realmente un vínculo así? Y Andrés… joder, necesitaba encontrarlo.

— ¿Qué es tan importante para que quiera esa mierda así? —Preguntó, refiriéndose a la daga.
Benjamín tomó aire.
—Mata demonios. Y por lo último que se, es un ritual muy importante entre lobos. Si están queriendo traer a alguien, y Dios no lo permita, la necesitan. Andrés es un hijo de puta enfermo, se metió con quién no debía y tendrá que pagar un precio.
— ¿Qué tiene que ver en todo esto?
—Pues resulta ser que, era su carnada. Cuando lo mataron en la Isla del Vintén, él sabía que algo así podría ocurrir —explicó— sabía que corría ese riesgo, y en caso de ser así necesitaría algo que lleve a una bruja como Cassandra pensar en traerlo otra vez. Se suponía que solo él sabía donde estaba esa daga, y entonces no quedaría más remedio que invocarlo para que la entregara.
—Por lo cual hasta donde veo, todo ha salido de acuerdo al plan —intercedió Galadriel, en tono austero—. Benjamín la tenía, ellos no lo sabían y lo resucitaron… lo que no me cuadra en todo esto es…
—El hecho que se encuentre afectado —completó Amanda, los dos la miraron— ¿Qué? ¡Por favor! No me digan que ustedes no pensaron lo mismo. Resulta que sí, todo tiene un precio. Él no puede salir a la luz del sol, ni siquiera con su anillo ¿dónde nos deja todo esto?
Benjamín la miró muy serio, se rascó la cabeza y se dirigió a Gala.
—Es cierto… no… no lo había pensado de ese modo.
—Haz que entregue esa maldita daga, Benjamín. Librémonos de toda esta mierda —sugirió Amy.
—No creo que sea lo más conveniente —intercedió Gala, con el ceño fruncido— si ellos la tienen… ¿qué los frenaría para que no vuelvan por Andrés y acaben con él para siempre?

Amanda no había pensado en eso. Era más bien algo que la perturbaba.
Con la cabeza fría y su rostro glacial, miró a Gala y Benjamín, muy decidida.

—A la mierda con ellos. Andrés esta por encima de esos bastardos, y si elegirlo a él es pasar al otro bando, ¡al demonio con Cassandra y toda su puta madre! Que arda conmigo en el infierno entonces —tras una pequeño silencio, se acomodó su ropa, restando importancia a la situación—. Le ponen una mano encima a él, y será exactamente lo último que hagan en sus condenadas vidas.

*

Andrés vagó por las calles como alma que se lo lleva el diablo. Tendría que haber pensado en la daga de Jade, en entregarla, en acabar con eso de una vez por todas, o en la última noticia: sus padres lo habían querido matar.
Sin embargo, se encontró en una sola dirección. La casa de Dante.

Había dos cosas que habían cambiado cuando él regresó, en primer lugar, no podía caminar bajo el sol. En segundo lugar, su sentido olfativo era extremadamente agudo. Por eso último no se extrañaba de estar parado frente la casa del Ángel. Sin embargo, la razón por la cual estaba allí lo sobresaltaba.

Ludmila.

Había sentido su aroma, a lluvia y tierra, dulce y cítrico a la vez, a canela derritiéndose. Se encaminó al costado de la casa y una ventana descubría el interior. La pequeña loba estaba descansando sobre su espalda en un sillón muy cerca. Cuando vio hacia adentro, el panorama lo enterneció. Las pequeñas y entrecortadas respiraciones, el ascender y descender de su pecho. Las hebras rubias brillantes, y esa piel tostada, más oscura que la última vez que la había visto, como si se hubiese expuesto al sol, cobrando un poco más de color.
Era… jodidamente adorable, e inocente.
Podría haber dado la vuelta, sin embargo, allí estaba, abriendo la puerta, subiendo una pierna para colarse en el interior, a sabiendas que Lumi no estaría sola por mucho tiempo.

A sabiendas que estaba metiéndose a la boca del lobo. Literalmente.
Era cuestión de minutos para que la bruja y su hermano el lobo regresaran. Él lo sabía perfectamente. Pero cuando intentó columpiarse del lado de adentro, una fuerza magnética lo tiró hacia atrás. Gritó de dolor, un fuerte calambre recorrió todas sus extremidades y quedó agazapado en el piso.

— ¿Qué demonios? —Gritó una pequeña y chillona voz.
Andrés alzó la vista, poniéndose de pie. Ludmila estaba como una jodida Julieta, pero en lugar de balcón, estaban utilizando la ventana.
Si de jadeos habláramos, el vampiro experimentó uno en cuanto vio como los rizos de Lumi caían semi mojados sobre su pecho. Y peor aún cuando notó como la niña llevaba apenas una remera lo suficientemente larga como para tapar sus glúteos.

Condenado infierno.

— ¿Qué haces aquí? —Preguntó en voz baja—. Y la mejor pregunta que puedo hacerte: ¿tienes, por casualidad, golosinas? Ian insiste en que tengo que dejar de comer porquerías, pero hombre, estoy famélica. ¡Jo! Como si me importara cuidar mi cuerpo, soy una bastarda en crecimiento, al menos eso dice Dante, y ya sabes como es, mejor hacerle caso a Dante si no quieres terminar sin postre durante un mes entero. Aunque… a decir verdad, no es como si realmente cumpliera con esa mierda, él termina haciéndose el dormido y yo asalto el refrigerador y siempre hay algo para mí. ¿Sabes? No se por qué los hombres son tan complicados, sólo te digo una cosa, y no le cuentes a Dante porque se enojará si lo sabe, pero en el fondo, se que me quiere y… bueno, puedo ser agradable la mayor parte de las veces, pero si me porto rebelde él siente terribles ganas de abrazarme y no soltarme más. Soy como su causa perdida.

Madre santa. Como hablaba. Andrés bien podría haberle quebrado el cuello en otro momento de su vida. Pero su voz… le gustaba escucharla. Era sagaz y ocurrente.

— ¿No viniste a traerme chocolates o helado, no es así? —La desilusión surcó el rostro de la pequeña, y él sintió que el corazón se le había contraído— por supuesto que no. Ustedes los vampiros han olvidado como se siente comer. Ayyy, cielos, en serio, tengo mucho hambre. Mi pancita esta haciendo ¡boom, bam, bum, brrr! Es horrible. Siento que voy a morir de lipotimia. Y tú estas flaquito —remató.

Andrés no hizo más que reír como un estúpido.

—See… lo sabía, no eres ni la mitad de tenebroso como pareces cuando sonríes así como un menso.
—Vale, es mi momento de intervenir, no me han llamado menso en doscientos años, y de hecho, esa especie de insulto no se usaba en mi época ¿estas tratando de ofenderme o algo así?
—No —Contestó ella, con frialdad fingida— bueno sí, pero que no te frustre.
El vampiro estaba atónito. Le encantaría azotarla para enseñarle modales…

Azotarla. Se le venían tantas cosas a la mente. Ninguna para menores de edad, claro. Sin contar la palpitación de su entrepierna.
Debería ser el único imbécil existente que pensaba en sexo cuando tendría que estar corriendo por su vida.

— ¿Por qué no has entrado? ¿Le tienes miedo a Cassie o a Ian? Son amigos de Dante, no te harán daño si se lo pido y si tú no me haces daño a mí. ¿Sabes? No me pareces tan intimidante como el día que me torcí el piecito y no quisiste ayudarme. Creo que, en cuanto pueda, te daré tu merecido.
— ¿Tu a mí? —Preguntó Andrés, incrédulo.
—Toc, toc ¿la edad te afectó la audición, viejo anciano? —Se burló ella.
—Jamás me había sentido tan insultado en mi vida —susurró, atormentado.
Pequeña del demonio… tendría que sentirse bélico, y no podía más que admirar ese estorbo de un metro cincuenta como mucho de altura.
Era hermosa. Lo había dirigido allí, inconcientemente.
— ¿Me llevas a tomar un helado? ¡Di que sí!
— ¿Qué? ¿Conmigo? —Estaba sorprendido— Sabes… no se domestica a la bestia, Ludmila, deberías saberlo. Para contestar tu última pregunta: no lo sé. No se por qué no he entrado. Mi intención era tomar de tu sangre hasta dejarte seca, sin embargo, cuando intenté entrar, algo me tiró hacia atrás. Cosa de brujas, supongo —explicó con indiferencia, mientras se apoyaba en el marco de la ventana y ella retrocedía.
—No estas hablando en serio —murmuró.
— ¿Saldrías fuera y apostarías por ello? —El tono de Andrés se había vuelto violento— ¿te atreverías a decir lo mismo de este lado de la calle? Dulce, no te sientas especial, porque no lo eres. Y yo no soy un viejo verde como Benicio, porque aunque en apariencia no sea mayor que él, en años lo soy. No me gusta dormir con niños, porque detesto amanecer mojado, a menos que al lado tenga una mujer a la que al menos se le hayan desarrollado los senos.
—Vete —Gruñó Lumi— vete porque cuando Ian vuelva, irá por ti —Andrés vio como le temblaba el labio inferior.
—Pues te daré un mensaje para ellos —se acercó más en el último espacio que le quedaba antes que el hechizo de protección que Cassie había usado para mantener especies sobrenaturales fuera lo expulsara otra vez— les daré la daga. A cambio de información vital. Prestaré mi ayuda cuando Franco ataque. Y claro que muerto no podré hacerlo. Ellos eligen.

Sin más, se retiró.

Cuando Andrés se había ido de la casa de Benicio antes de dirigirse a lo de Lumi, en el momento oportuno en aquella fina línea delgada de supervivencia, había percibido el aroma de Franco. No sólo eso, sino captó pequeños recuerdos en el vampiro mitad demonio. Había visto todo, incluso el momento en el que pensaban atacar. Estaban a días. No dudó un momento en usar eso a su favor. Andrés había sido amigo —o eso pensaba— de Franco durante siglos, algo conocía sobre el modo de luchar de su ex camarada.
Pero… ¿por qué rayos se había dejado leer con tanta facilidad? Eso no sonaba bien. O había sido apropósito, o estaba muy, muy debilitado.
Lo que le preocupaba no era eso, sino el hecho de haber percibido algo más. Lo quería a él. Marcus lo quería a él. No dudaba de ello cuando por años fue su as en la manga, su mayor combatiente y desalmado asesino.

Sin embargo, podía esperar. Cuando se dirigió a lo de Lumi, en lo último que pensaba era en esa cuestión. Había sido dirigido allí como un animal que olisquea su presa, que elige. Estaba mal, y era inaudito. Pero así eran las cosas. Además, la información que él quería intercambiar con Ian era importante, le diría en qué momento exacto los malos atacarían. Él lo había visto en la mente de Franco, que estaba abierta para él, escondido muy cerca mientras lo vigilaba. Pese a ello, no podía permitirse estar desconcentrado si algo así se avecinaba, y justo cuando estaba cediendo a los encantos de la pequeña e inocente Ludmila, un recurso común en él afloró.

Mentiroso hijo de puta, se dijo por sus adentros. En su enferma cabeza nunca había pasado ir hasta allí para dañarla, y lo que más anhelaba de manera inconciente, era despertar cada día con ella a su lado.

Canela derretida. Esa era su condenada fragancia. Podía sentirla incluso ahora, que ya estaba a kilómetros de distancia, dirigiéndose a la Isla del Vintén Lodge.
Antes de meterse de lleno en la ruta, antes que los humanos desaparezcan del mapa en aquel camino, caminó a paso lento.
Su mirada se curvó frente a una mujer que caminaba sola.


Jodido infierno, estaba demasiado hambriento como para dejar algún tipo de sobras, y esa noche, estaba tentado a portarse de forma sádica, como lo hubiese hecho el viejo Andrés. Y después de eso, iría al Vintén. Vit ya tendría que estar despierta, y se encontraría muy, muy enojada después de la forma en la que la dejó durmiendo, desmayada y encerrada.
A la mierda, esa bastarda podría esperar. Ahora mismo estaba encargándose de su cena. Y no se olvidaba de la daga que había, de alguna manera, recuperado. La tenía enganchada en su bolsillo trasero.
Se acercó a la mujer, quién no se mostró nada complacida cuando él, un extraño, la tomó por el hombro.

—Creo que no te conozco.
Andrés aspiró su aroma desde atrás, y presionó la espalda de la mujer contra su pecho, susurró:
—Crees bien.
—Entonces suéltame.
—Respuesta equivocada.

Y al instante, con la daga ahora en sus manos, rajó el cuello de la dama como si se tratase de mera supervivencia caníbal de quién degolló un conejo para comer.
Maldita sea, estaba tan hastiado de todo, tan confundido por lo que Lumi despertaba en él, que tenía que convencerse de un modo u otro cuan equivocado estaba respecto a eso. Él era malo, era la muerte. Era un asesino nato. No cometería el error de volver a abrir su corazón.
Cuando sus labios se mojaron en la sangre por la que ni siquiera hincó sus dientes por conseguir, la excitación se apoderó de él.

Sin embargo, esta vez no se sentía nada orgulloso por matar. Más bien, la culpa le hacía mella en el pecho, tensando un nudo en su garganta, y una mochila tan pesada, que se preguntó si alguna vez se la iba a poder quitar de encima.

Uno es lo que es, se dijo en voz baja como si eso fuera a consolarle, mientras encendía la cerilla que quemaría los restos humanos de la mujer que había asesinado segundos atrás. Pese a ello, por algún motivo muy extraño, cayó de rodillas frente al fuego y lloró.

Como un niño.

*

Se había despertado alrededor de dos horas atrás. Por suerte no tenía dolor de cabeza, pero si no ingería algún sólido —incluso líquido, tenía la boca reseca y le costaba respirar, su saliva estaba pastosa— probablemente moriría en cualquier momento, o sufriría jaquecas por el hambre. Ya no podía contar los días que había pasado sin comer, seguramente fueron muchos.
Miro bajo sus pies, todo era deplorable. Por empezar sus botas estaban roídas, las suelas gastadas después de días caminando sin rumbo, su camisa a cuadros estaba hecha jirones, lo cual dejaba al descubierto su camiseta negra debajo, y los pantalones llenos de tierra no la convertían en una mujer que lleva el último grito de la moda, quizás sí entre indigentes, pero de seguro que no en una mujer.
Vit se llevó la mano a la frente, si bien el golpe que Andrés le había asestado llevándola a la inconciencia venía de la parte trasera de su cabeza, se notaba que cuando había caído hacia delante, se había cortado contra algo filoso. El hilo de sangre que sintió estaba seco, y cerró los ojos presionando para evitar que las lágrimas cayeran. Ella no se iba a permitir llorar.

¿Cuánto más tendría que soportar en su miserable vida? ¿Es que acaso nunca era suficiente?
Cuando se había enlistado con los Cazadores —enlistar era una buena palabra para describir su especie de trabajo— pensó que todo sería más fácil. Había estado muriendo y pensó que tener un cuerpo inmortal podría ser algo bueno.
Claro que, si le hubiesen dicho que abandonar a su familia y a su vida humana era la cláusula del contrato, seguramente no hubiera aceptado.
En un principio, había sido por eso que se decidió a alejarse de todos ellos. Una semana atrás descubrió como su jefe, quien los entrenaba en un refugio para cazadores, aún conservaba su vida humana. Cuando lo vio con aquella mujer… salir de aquella casa… no, Vit había perdido el control. No es que ella sintiera celos, lo último que le interesaba era una relación con un hombre. Sin embargo… Sin embargo se había sentido celosa, llena de furia asesina por no tener ese tipo de cosas. Y entonces, decidió escapar. No sabía cuanto tiempo podría estar sin que le siguieran el rastro, Vit más que nadie entendía que un cazador podía ser un hijo de puta insaciable, y junto con la inmortalidad también tenías los sentidos y la rapidez agilizada. Así que no, si algo no la confortaba era saber que estaba allí atrapada en un subsuelo oscuro, esperando su ejecución, ya sea por manos de aquel vampiro —que joder, era lo suficientemente escurridizo, incluso para ella— o por mano de los Cazadores, si la encontraban y decidían que era una traidora por haberse alejado del refugio.

Hasta ahora, estaba prácticamente a merced de un vampiro, atada de pies y manos, aunque por suerte no de forma literal. Ni siquiera tenía su Theoul (la única arma de patrimonio Cazador que robó cuando escapó del refugio para cazadores, esa especie de estaca de madera con pinches que sobresalían, la única que inmovilizaba tanto a vampiros como a lobos, dándote tiempo a que los puedas reducir y así poder asesinarlos). El muy bastardo de Andrés se la había arrebatado.

Estaba cagada. Y desprotegida, y tenía ganas de llorar, de romper todo, patear a la muerte en su propia cara y reírse de ella, aunque, ciertamente, la muerte era quién gozaba a costilla suya.
Su temperatura corporal ascendía, estaban en verano y allí abajo hacía un calor insoportable. Se terminó de sacar su camisa y así quedó, con sus pantalones ajustados que parecía que le quedaban dos tallas más chicas —pese a ello le quedaban mortalmente sexys— y su musculosa negra que apenas le tapaba el ombligo, también ajustada.
Vit era de contextura pequeña, pero bien formada, si lo veías de una manera clara, era una especie de Joan Jett moderna. Todos decían que se parecía a ella físicamente cuando se ponía playeras sin mangas, porque, a pesar de ser delgada, tenía unos músculos en los brazos bien formados. Sin embargo, cuando tenía que llevar su traje de cazadora, era la fiel copia de la protagonista de la película Aeonflux. Al menos tenía ese idéntico corte de cabello, y todos esos trajes de cuero pegados al cuerpo, elásticos, que le eran comodidad pura a la hora de cazar. Para entrenar usaba su ahora desgastada ropa ajustada, que se le pegaba al cuerpo como si fuese su propia piel. Claro que el color de pelo no era negro original como la chica de Aeonflux, Vit se lo había teñido… el día que su vida acabó.

Se levantó pero sintió los músculos entumecidos, joder, su cuerpo era un desastre. Terminó de sacarse su camisa a cuadros hecha jirones, la hizo un nudo y la presionó sobre sus ojos. No iba a permitirse llorar. Aunque las lágrimas amenazaran con escocerle y quemar sus mejillas, calientes por el enojo.
Hacía muchos años no lloraba… desde que… no. No iba a pensar en eso. Otra cosa que no podía permitirse.
Apretó los puños y golpeó la puerta tan fuerte como pudo. Trató de mantener el control y observó como todas las armas de aquel especie de depósito estaban a la vista, pero tras cristales. Les dio una fuerte patada.

Nada.
Genial, en serio, realmente genial, murmuró tratando de no perder su autocontrol. Los cristales eran tintados, a no ser que les disparase con una metralleta, no iban a moverse, y aún así, no estaba tan segura de que los vidrios cedan paso.

Iba a matarle, cuando tuviera enfrente a ese vampiro bastardo le iba a dar una zurra que ni en toda la inmortalidad que le quedara se la iba a olvidar.
Rendida pero con algo de esperanzas muy en el fondo, se paró bajo la puerta que era parte del piso (ella estaba en un subsuelo estilo los sótanos por los que entras desde afuera de tu casa abriendo una puertita pegada al suelo y bajas por las escaleras) y por lo que recordaba, a diferencia de esos sótanos, este lugar estaba dentro de la habitación de Andrés, y tampoco era un subsuelo, porque recordaba haber subido las escaleras. Lo que quiere decir que en la planta de abajo, en algún lugar, debía estar lo que sobresalía de ambiente. Extraño. Pero como al parecer estaba en uno de los extremos de la casa, probablemente fuera algo que en lugar de estorbar, decoraba.

Agudizó su oído. Unos pasos se iban acercando.
Cuando la puerta se abrió, él estaba ahí. Serio, impoluto, inamovible.
Hermoso.
No es que le gustara, a Vit no le interesaba ningún tipo de relación amorosa, pero una ira melló bien fuerte dentro suyo. Mientras ella había estado allí tirada, inconciente, sucia, sudada y con mucha hambre y sed, ahí lo tenían a él. Llevaba unos pantalones negros bien ajustados y una remera blanca con cuello en V que se le pegaba al cuerpo. El pelo corto como el chico del comercial de Paco Rabanne bien prolijo, y su cuerpo delgado pero fuerte y musculoso lo hacía verse como un supermodelo que consume esteroides. Todo era perfecto en él, incluso la sonrisa forzada y torcida que le mostró cuando la miró a los ojos.
Él arriba, y ella abajo como si fuese una de sus súbditos. Realmente quería patearle el trasero, pero siendo sinceros, estaba desarmada y él le quitaba dos cabezas de estatura. 

— ¿Piensas quedarte allí parada? —Preguntó él, con voz ronca.
Vit juró que parecía como si se hubiese aclarado la garganta antes de hablar.
—Eso es lo que al parecer, tú querías desde un principio, bastardo mamón. Me golpeaste. Y me dejaste tirada aquí.
— ¿Qué más podía hacer? Te habías puesto condenadamente molesta.
—Suelo estarlo cuando un vampiro me secuestra, para que lo sepas —añadió, como si eso fuese totalmente normal.
—Entonces hice bien en enseñarte modales.
—Golpear a una mujer no esta en el ranking de enseñar modales.
Él suspiró.
—Oh, vale. Puede que tengas razón.
— ¿Puede que tenga razón? ¡Eres un loco de mierda! ¡Quiero salir de aquí!
—Volvemos al mismo punto. ¿Piensas quedarte allí parada entonces, o qué?
—Vete a la mierda.
—Genial. Buenas noches —y comenzó a cerrar la puerta. Ella lo detuvo.
—Basta de juegos, sácame.
Andrés le tendió su mano. Ella lo ignoró y empezó a subir las escaleras.
—Gracias, puedo sola.
Sintió como él gruñía por lo bajo y largaba una maldición indescifrable.

Cuando subió las escaleras completamente, se paró frente a él.
Andrés estaba cruzado de brazos en la puerta con una mirada indescifrable, su cabeza se apoyaba en el marco. Vit se sintió completamente indefensa, se abrazó ella misma, porque, a pesar del calor veraniego, la habitación parecía congelarse de repente.

Supuso que eran los fríos de sentir a la muerte cerca… lástima que no había poder en este mundo que pudiera destruirla, lo entendió el día que se tiró bajo aquel tren y a las horas mágicamente estaba reconstruida, con la peor migraña de su vida. Cuanto más violenta era su muerte, al parecer, más violentos eran sus dolores de cabeza.
Sin embargo, había algo en la saliva de los vampiros, ella lo sabía, algo letal. Pero para matarte tenían que desangrarte. Lo había descubierto cuando Andrés la mordió y despertó en aquella gran estancia. Claro que un cazador realiza un juramento sagrado donde se promete jamás autodestruirse, ya que, la maldición, según los más sabios cazadores del refugio, consta en pasar una eternidad como una Sombra.
Vit podría vivir con ello, al menos siendo una Sombra no tendría que preocuparse en cazar vampiros, lobos, ángeles caídos o demonios. Y no le hacía caso al mito que contaba que volverte una Sombra te enloquecía al no tener contacto alguno con la gente, al no poder hablar nunca más con nadie. Le daba igual, no es como si su vida social fuera amplia. Generalmente durante el día sus palabras eran murmuros mientras entrenaba y abría la boca solo para decir “mierda” o “eso dolió”.

Sin embargo, a pesar que morir, o lo que sea que significara hacer que cualquier ser sobrenatural o humano no la volviera a ver, era una opción tentadora teniendo a un vampiro enfrente, no era a ese bastardo hijo de puta a quién le daría el placer de matarla.
No. Tal vez buscara a otro. Y si en definitiva era él quien decidía matarla, ella no se dejaría vencer sin luchar. Vale, puede que al final de cuentas termine realmente muerta y definitivamente, pero él quedaría magullado. Aunque sea sólo un poco.

—En mi época las mujeres solían no hablar demasiado. Puedes quedarte así de callada si quieres, yo opino que luces incluso un poco inteligente.

Maldito fuera… esa sonrisa… quería darle un puñetazo en la frente.

— ¿Sabes qué sería inteligente? —Preguntó ella—. Que te fueras a hacer zurcir, pronto. Eso sería noble de tu parte ¿no crees?
Los ojos de él se agrandaron. Comenzó a caminar, ella instintivamente le fue detrás.
» ¿Dónde crees que vas?
La miró por encima de su hombro.
—Vamos. Tienes que ducharte.
—No quiero.
—Apestas.
—No importa.
—A mi sí, así que vamos.

Vit caminó a regañadientes, necesitaba una ducha, en serio. Pero apenas tenía ropa que ponerse.
Por supuesto que él la dejó en el baño y se fue.
Se bañó bastante rápido. El jabón era cítrico, le gustó. Olía a limones. Enjuagó su melena corta, y refregó con fuerza sus brazos y piernas. Estaba mugrienta, pero una vez que estuvo limpia parecía como si sus poros empezaran a respirar por primera vez. Se llevó la mano a su cuello. Allí la había mordido Andrés, pero sólo sentía la quemazón, porque al parecer, al menos había tenido la decencia de pasar la lengua por su garganta para cerrar la herida. Lo cual no la puso del todo contenta. Saber que un hombre, mejor dicho, que ese bastardo la había lamido la ponía enferma.
Cerró el grifo del agua, maldiciendo no haber salido con más ropa en algún pequeño bolso, pero claro, nadie le había garantizado que terminaría hospedándose en la casa de un vampiro. Odiaba tener que ponerse ropa sucia y sudada cuando estaba limpia, pero no tenía más remedio.
Cuando salió del otro lado, se encontró con un conjunto de ropa. Cielos… sintió nauseas al comprender que Andrés había entrado al baño mientras ella se duchaba, pero estaba lo bastante cerca de ser una persona agradecida por no tener que volver aponerse trapos mugrientos, a pesar de que ese agradecimiento vaya hacia el vampiro más cercano. Eso le recordaba cuan sigiloso podía ser un chupasangre. Nunca lo dejaba de lado.
Aún estaba el tema de la ropa interior, no se preocupaba por llevar un sostén, no era lo suficientemente grande de arriba como para llevar un corpiño que sea más que una talla pequeña. Cristo, a veces se preguntaba dónde habían quedado sus senos, era casi tan lisa como una tabla, lo cual no ayudaba a su apariencia ambigua y andrógina para nada, y de no ser por sus rasgos femeninos que tenía en su rostro, pasaría más bien a ser confundida con un hombre.
Pese a ello, sus dudas de disiparon cuando vio una pequeña caja rosa sobre la tapa del inodoro. ¡Ropa interior! ¡Nueva! Ni siquiera estaba sacada de su envoltorio. ¿Qué clase de hombre, mejor dicho, vampiro, tenía ropa interior de mujer sin estrenar? Frunció el ceño y la abrió. Las bragas le entraron cómodamente, a pesar que era demasiado… pequeña. ¡Era una tanga! Jamás había usado una de esas… ella más bien llevaba boxers de hombre, eran cómodos, nadie podría juzgarla.  Sin embargo, el sostén era un problema… demasiado grande para sus pechos, así que decidió no llevar nada. No es como si alguien fuera a darse cuenta, apenas hacía la diferencia.
La camiseta era también demasiado holgada para ella, lo que le hizo pensar que la ropa era de una mujer voluptuosa. Era gris y estaba desgastada, pero su aroma… qué demonios, su aroma le resultaba familiar de manera dolorosa. Sí… extremadamente familiar, pero no podía ser cierto. De ninguna manera. Desechó recuerdos dolorosos y siguió con la parte de abajo. Una calza negra. Pequeña. Qué desproporción ¿verdad? Era como si la ropa perteneciera a dos mujeres distintas, se dio cuenta cuando ya estaba vestida.

El estómago se le revolvió. ¿Cómo no se había dado cuenta antes? Salió del cuarto de baño hecha una furia. Esa ropa no podía ser nada más y nada menos que de desafortunadas víctimas que el bastardo se había llevado a la casa para comer. ¡Qué tupé!

—Hueles mejor.
El bello de su nuca se le rizó. Maldición, la sensación de saber que ellos se movían de esa forma silenciosa la perturbó.
— ¿De cuántas mujeres diferentes es la ropa que llevo puesta? ¿A cuántas has sacrificado? —Le echó en cara.
—No llevo la cuenta, y de todas formas tampoco te gustaría saberlo. Nunca fui un buen matemático ni un buen samaritano. ¿Y tú?
—No pienso llevar puesta la ropa de tus víctimas. Ni un segundo más.
—Pues a mí no me interesaría que vayas desnuda por la casa.
La manera en la que él enarcó sus cejas volvió a revolverle el estómago. Por Dios, odiaba tanto al sexo opuesto… los odiaba tanto por eso. Por esa forma de pensar que podían dominar a las mujeres. Que podían tratarlas como objetos y no como seres humanos.
—Vete a la mierda.
—Primero las damas.
— ¡Eres insufrible!
—Y tú exasperante, así que… ¿estamos a mano?
Vale, daba por perdida esta pelea. La ponía loca de los nervios.
—Como sea.
—La ropa interior es nueva, por si te lo preguntabas. Resulta ser que la novia de mi hermano no se llevó todo de aquí cuando se mudó, y ella es más pequeña que… —se aclaró la voz.
A Vit le entró la intriga.
— ¿Qué quién?
—Que mi amiga… una gran… amiga. Así que, te di la ropa interior y unas calzas de Galadriel, mi cuñada. Había vestidos de Gala, pero francamente no te veo con un vestido. Opté por… lo más clásico de acuerdo a tu estilo.
—Tú no sabes nada sobre mi estilo —se defendió.
Él volvía a regalarle esa sonrisa socarrona que tanto empezaba a odiar.
—De acuerdo. La remera… te va grande, pero era de suponer, ella es…
— ¿Ella? Bueno, tío, supongo que no quieres hablar de ella, así que lo dejaré correr. Y supongo también que ella no es la tal Galadriel porque sino su remera sería más pequeña y no tan… condenadamente hecha para un cuerpo voluptuoso.

Por un momento imaginó a Andrés enamorado. Pero no podía ser, los de su clase no se enamoran. Ni aunque jure que tenía cuñada por parte de su hermano. Además ¿hermano? ¿Es que los vampiros tenían familia como los humanos? Si no fuera porque detestaba de esa forma a aquellos chupasangres desalmados, habría preferido mil veces convertirse en vampiro y pasar la eternidad con sus seres queridos antes que sola.

Vit se aclaró la garganta.

—Te agradezco todo, pero, ya sabes. Yo me largo de aquí.
—Tú no te vas a ningún lado.

La paciencia de la Cazadora se había ido por el caño. Su temperatura corporal se elevó nada más del enojo que experimentaba. A ella nadie le decía lo que tenía que hacer.

Nadie.

Se abalanzó sobre él, a sabiendas que terminaría reducida en el piso, y magullada… otra vez.
Por supuesto que fue lo que ocurrió. En un abrir y cerrar de ojos estaba tumbada en el suelo con el vampiro encima. ¡Menudo día de locos!

—Tú, cazadora. Te necesito, y no aceptaré un no como respuesta.
—Tan sólo espera a que este en pie otra vez. ¡Voy a patearte el culo!
—Te recuerdo que acabas de intentarlo. Supongo que no funcionó.
Vit sintió una impotencia ancestral.
Ya estaba rindiéndose… eso de luchar podría irse al infierno, estaba tan cansada… tan agotada. Tenía tantas ganas de dejarse ir.
—Supongo que no.
Andrés se levantó y le tendió la mano, como ella no accedió a dejarse ayudar, él la cogió igual.
Los dos estaban de pie, uno frente al otro. Vit seguía en desventaja, pues no estaría en el piso, pero sí arrinconada contra la pared.
—Voy a contarte una pequeña historia, Cazadora, de un hombre que se cansó de hacer lo que los demás querían que hiciera. Y vas a elegir ayudarme, porque no tienes más opción.

Vit se encontró sumergida en un espantoso destino ajeno. Andrés le contó cada detalle, el escape del Diablo (¡cielos, ella solo pensaba que era en sentido figurado, pero no, existía en realidad!) como ahora no sólo que después de haberlo matado y traído a la vida después, él seguía obseso en buscarlo y llevarlo hacia sus tropas nuevamente. En como una guerra entre demonios, vampiros y lobos estaba a punto de desatarse en apenas unos contados días.
Sinceramente se compadeció de Andrés, al igual que ella, él también quería escapar. Él también quería cortar la cadena que lo unía con personas a las que no quería estar unido. Con la diferencia que Vit evitaba a sus hermanos Cazadores, no al mismísimo diablo. Aunque acordándose del líder del refugio se preguntó qué habría de diferente entre ellos.

—Aún falta un pequeño detalle —comentó ella, zafándose del agarre del vampiro.
Andrés exhaló, como buscando paciencia.
—Suéltalo.
— ¿Qué gano yo ayudándote? —Alzó la barbilla.
—Ganarás que acabe con tu vida.
Vit tragó saliva… como sabía él que…
—Yo no quiero morir.
—Oh, tú si que quieres —dijo de manera seductora.
—Que puedes saber de mi, insecto. Yo no quiero morir.
—Ya, ya, ya… va siendo hora que empiece a poner a la gente en su lugar. Hoy me han insultado de todas las formas posibles ¿sabes? Comienzo a enajenarme. En serio, Cazadora, si crees que no voy a azotarte por esto, estás muy equivocada y te lo digo en serio.

Le parecía justo… Demonios, a Vit le parecía justo. Precisamente en el momento que empezaba a creer que Andrés era un jodido cabrón arrogante, se daba cuenta que el vampiro le estaba planteando algo serio. Un favor por otro favor.
Sin dudarlo, dio un paso al frente y le tendió la mano.

—Trato hecho.
—Sabía que querías morir —curvó una desagradable sonrisa seductora.
—Sí, y yo que eras un maricón. ¿Has estado llorando? Tienes los ojos hinchados.
Un golpe bajo, sin dudas. Lo notó cuando sus facciones se endurecieron.
—Estas cruzando la línea.

*

No. Vit no podía haber notado que él había llorado. Nadie tenía que saberlo jamás.
Pero en los ojos de la cazadora no había reproche ni burla ahora. Era como si ella lo entendiera… como si ella…

Y entonces la mujer se acercó con gesto amable y le ensartó su puño en la boca.

— ¡¡¡¿Qué demonios?!!! ¿Acaso te has vuelto loca? —Preguntó él, secándose la sangre que brotó de sus labios.
—Eso fue por el golpe en la nuca.
Andrés quedó desconcertado.
— ¡Pero si fue hace más de cinco horas!
—Me vale madre.

Y la vio bajar las escaleras.
Ella no se iría, deseaba mucho morir, pero… una vez más, Andrés aprendió a no confiar en el rostro conmovido de ninguna mujer.


Por más que esa mujer fuese adulta como Vit, o que fuese tan inocente como Lumi.

Lumi, otra vez en sus pensamientos.
Eso tenía que detenerse, de una buena vez. 



3 comentarios:

  1. me encanto este episodio, ya di con quien esta relacionada Vit, asi que me imagino que el encuentro estara cañon. espero pronto el sig cap.

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  2. no se pero creo que Vit es la Violeta de Amanda....como sea me encanto el capitulo (como siempre) en especial como Amy defendió a Andrés.....y el asunto de que Cassie no puede herirla...cool!

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  3. No chico esto lo que esta es buenisimoo *_* amoo a Lumi & Andress. Woww ya quiero leer el otro Cap jejej xD super buenooo

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