sábado, 26 de noviembre de 2011

Despertar III Efecto Lunar, Capitulo 28: Necesidad.






Había pasado casi una semana después de la pelea en la casa de Benicio. Ian estaba incontrolablemente inquieto. Bueno, pues tenía motivos de sobra.
En primer lugar Cassie estaba insoportable con el tema de su Leath.
Resulta que un Leath es la mitad de un brujo. La parte faltante para sentirse completo. Una especie de hermano perdido con el que te reúnes y aprendes a combatir.
Si bien Cassandra le había insistido con volver a la residencia Di Franco para poder hablar con Amanda, Ian se había negado a acceder. Por primera vez en mucho tiempo se mostraba reticente a aceptar una petición de su media hermana. Aún no sabía si debía confiar en dejarla acercarse a la vampiresa. Lo que le sonaba extraño era que Cass en lugar de mostrarse molesta o en desacuerdo, simplemente había aceptado.

—Entonces, supongo que tendré que esperar —le había dicho el día anterior y se había encerrado en su habitación.

Elena se encontraba en la casa de su padre, Bruno, y ahora ex amigo. A Cassie no le hacía gracia pero entendía a la perfección que faltaban apenas dos días para el ataque previsto, y tener a la pequeña Ellen dando vueltas no era conveniente.
Ian, a diferencia de su hermanastra, confiaba plenamente en Bruno. Joder, habían sido amigos un montón de años, pero las cosas se le habían ido de las manos. Su ex mejor amigo controlaba mucho a Cass, la controlaba enfermizamente, y sumado a eso, había cosas que él no sabía, como que él era un lobo y su hermana una bruja pura sangre de las últimas que quedaban. Por ende, la psicosis del padre de Elena aumentaba de forma significativa, porque según él, Cass ocultaba algo. Lo cual no era mentira, pero prefería mantener alejados a los humanos de esos asuntos.

Por otra parte, al menos algo salía bien: Lumi estaba aprendiendo a controlar su parte lobuna, lo cual era una excelente noticia. Vale, Dante había estado jodidamente molesto en cuanto al cuidado de su pequeña, pero nada que no pudiera manejarse.
Lo que era inmanejable era la relación que tenían Dante y Cassandra. Sacaban chispas, cualquiera diría que se odiaban, pero a él no lo engañaban.
Una de las tardes que volvía a la casa que Dante les había prestado —su antigua casa, en la que vivía con Lumi antes de mudarse a lo de Benicio—, mientras Lumi se duchaba, se había quedado preparando café para él y un buen licuado de plátano, algunas tostadas con queso y un cuenco de frutas para Ludmila —estas últimas a petición de ella—, sin haber podido dejar de lado la conversación que escuchó.
Su hermana estaba en el patio descubierto trasero, donde había un pequeño lavadero donde lavaban sus ropas. Dante la acompañaba. Por supuesto que Ian no fue a pegar la oreja, pero su sentido auditivo era realmente amplio. Se dijo que no estaba interfiriendo en la privacidad de su hermana, es decir, también estaba escuchando como Lumi cantaba esa estúpida canción “Sugar, Sugar” de The Archies mientras tomaba una ducha.

Obviamente, no pudo evitarlo.

—Dije que dejaras de seguirme —la voz de su hermana sonaba temblorosa, la forma en que apretaba los dientes y terminaba castañeándolos, no ayudaba en absoluto—, sé que es tu casa y que todo lo que esta aquí dentro te pertenece, pero a excepción de los muebles, yo no.

Vaya, nadie podría decir que su hermanita no fuese rápida con las palabras.

—No me refiero a eso Cassie —objetó el ángel.
—Cassandra. Para ti, Cassandra.
—No desvíes el tema una vez más.
—Pues si no te vas tú, me largo yo.

Ian se había enderezado cuando escuchó la amenaza, pero al instante, la fricción de una tela le hizo pensar que tal vez debería interceder. Dante la había sujetado para que no se vaya. De todos modos, sabía que el hombre no la lastimaría. ¿No es cierto? Vaciló un segundo.

—Ya me iba, de todos modos —se excusó.
—Me parece bien.
—Cassie…
—Cassandra.
—Cassandra —remarcó, molesto— Elena habló sobre su Ángel Guardián aquella vez. ¿Vas a seguir haciendo de cuenta que no? ¿Y si eso realmente significa algo? Deberías dejar que yo las cuide…

Ian ensanchó los ojos. Había pasado por alto eso último. Pero, vamos, bien sabía que su sobrina era demasiado fantasiosa para sus cortos seis años de edad.

— ¡Yo no necesito la ayuda de nadie! ¡Largo de aquí!

Ian volvió al presente. Todavía recordaba cuan afectado se había ido Dante de allí. Dante era lo más cercano que tenía a un amigo, o algo así…
Debía reconocer que se sentía un bastardo. Había traicionado su confianza no contándole toda la historia respecto a la daga de Jade, pero ahora sabía muy bien que él estaba enterado, y aún así no había mencionado el tema.
Lo que Ian no sabía era que Dante había puesto en sobre aviso a Andrés.
Andrés, menudo nuevo aliado.
¡Aliados y un cuerno! Ellos eran enemigos mortales, y de no ser porque el muy bastardo había matado a Darius, el jefe de su clan y descubierto padre de Ludmila, tal vez el cantar hubiese podido ser diferente. Sin embargo, él seguía siendo su asesino, y debería pagar por eso. Una vez Darius traído a la vuelta en cuanto la daga este en su manos otra vez, él mismo proclamaría venganza por mano propia. Mientras tanto, por más raro que fuese, tenerlo de su lado para ayudar contra los demonios del Averno era lo más conveniente que podía hacer.

Todavía no sabía qué se traía entre manos Andrés. Nada bueno, de seguro. Un chupasangre nunca tenía buenas intenciones a menos que a cambio le dieras algo.

Y eso era lo que Ian estaba a punto de averiguar.
Claro que… existía una complicación.
No, no era su Lucian, su padre, que había vuelto a visitarlo para avisar que el momento se acercaba.

Su gran problema ahora mismo tenía nombre: Damien.
Damien era uno de los dos guardaespaldas humanos junto a Brad, que su padre llevaba a todos lados. Por qué los conservaba siento que él era un lobo, y en todo caso quien tendría que proteger a los humanos era él, todavía no tenía la más pálida idea. Y que su padre no haya tenido tacto en dejar a Brad en lugar de Damien lo ponía de malas.

Vamos, Ian, no es como si él lo supiera, le había dicho Cassie cinco minutos antes, en el transcurso que Damien había ido al baño cuando Lucian se había ido.

Que su hermana estuviese enterada sobre él le revolvía el estómago. Peor aún: que su hermana lo supiera todo, lo ponía enfermo.
Y no es como si hubiera mucho por hacer… el desesperado acontecimiento había tenido repercusiones ancestrales, prácticamente.
Salvo Lucian, todo el resto en su ex manada y conocidos sabían la vergüenza que había pasado dos años atrás, y él no lo olvidaba.
Mientras se ajustaba sus botas negras y se colocaba una chaqueta de cuero bien ceñida al cuerpo, su cabeza se disparó hacia el pasado…

—Se lo que eres, Ian, no veo en qué pueda afectarnos. Lo sé todo sobre ti —había dicho Damien, o al menos quién él había creído que era.

Damien y Brad eran los gemelos de una mujer muy cercana a Lucian. Si la madre de los gemelos había sido la amante de su padre, nunca lo sabría.

—Ya déjame en paz, capullo. Vuelve con mi padre. Él te necesita para cosas más importantes.
—No creo que pienses realmente que soy un capullo —contestó el supuesto Damien, de manera sugestiva mientras se acercaba a Ian.
—No des un paso más hacia delante y hazme cambiar de parecer.
—Yo te haré cambiar de parecer —Y se abalanzó sobre Ian, violentamente.

El lobo pensó que lo iba a golpear, lo cual no era propio de Damien, más bien de Brad. Pero… ¿cómo saberlo? La manada había perdido a Darius y todo estaba descontrolado a decir verdad. Los ánimos estaban sobrevaluados.
Cuando el supuesto Damien se tiró sobre él, Ian le sonrió con malicia y lo puso contra la pared de inmediato. El fuerte golpe que le dio los hizo caer al piso. Él era un lobo, ¿en qué estaba pensando aquel gemelo cuando lo atacó? Esta bien que era de contextura igual de grande que el lobo, pero jamás podría derribarlo. Por más que sus cuerpos sean enormes a la par, Ian lo superaba en fuerza.
Se sorprendió cuando Damien mostró resistencia. Había que anotar un punto a favor del humano: era algo más fuerte que lo normal.

—No voy a golpearte —jadeó Damien bajo su cuerpo, se lo notaba irritado.

«No voy a golpearte» las palabras resonaron en su cerebro, cavando bien profundo. Miró sus ojos negros como la noche. «No voy a golpearte» repetía la voz de Damien dentro de su cabeza. Ian empezó a aflojar el agarre. Si seguía así lo asfixiaría, y algo en la respiración acelerada del humano lo hizo excitar.
¡Demonios! Hacía tiempo que se sentía algo más que interesado por Damien. A diferencia de su hermano, que sí era un capullo, éste se mostraba siempre serio y solidario, respetuoso. Por eso el hecho que lo haya venido a increpar de esa forma le resultaba extraño.
«No voy a golpearte» repitieron sus pensamientos que habían quedado en esa última frase, como punto muerto.
Cuando Ian dejó de apretarlo, estando encima suyo, las manos de Damien se pusieron sobre su cadera. Algo meramente animal se ciñó dentro de él, un gruñido gutural tácito entre los dos.
Pero no iba a ser Ian quien diera el primer paso. Maldita sea… estaba fallado. Si alguien siquiera se enteraba… si alguien…

Y entonces ocurrió. Damien lo había tirado hacia el costado y ahora estaba encima de su cuerpo. Si al lobo le hubiesen tirado un balde de agua fría no se hubiese sentido más congelado por la sorpresa.
¿Qué demonios? Damien se la pasaba con mujeres, su hermano Brad, el cabrón y arrogante Brad lo vivía llevando de juerga, como si quisiera que su hermano deje de ser una persona responsable y centrada. Claro que no podía culpar del todo a Brad, Damien aceptaba ir con él, e Ian había estado mucho tiempo rencoroso por eso. Pero… ¿realmente lo podía culpar? Él no jugaba para su equipo, y se estaba preguntando si había muerto en algún momento, o si aquello era sólo un sueño.
Lo cierto es que estaba tumbado, con el hombre que secretamente lo ponía caliente, indefenso como un pequeño perrito herido. Si Damien daba el primer paso, Ian no podría tolerar dejarse dominar, entonces las cosas se invertirían. El lobo pensaba tomar el control, las cosas se pondrían verdaderamente ardientes allí mismo. Estaba seguro.
Salvo que, cuando sus bocas estaban a punto de hacer contacto por primera vez, una voz que él reconoció hasta palidecer se escuchó.

— ¿Brad? ¿Estas ahí? ¿Dónde están todos?

Era Damien, del otro lado de la puerta.
Su corazón pareció dejar de latir por un momento. ¡Aquel que estaba encima suyo no era Damien! ¡Era Brad, su gemelo!

Bastardo cabrón hijo de puta…

Brad, quién había sido descubierto, se irguió y comenzó a reír bajito, para que Damien no los escuchara y entrara a la habitación.

— ¡Yo sabía que eras un maricón, Ian! Pero… ¿piensas realmente que puedes arrastrar a mi hermano contigo?
—Tú… ¡cerdo ignorante! —El lobo se levantó de un salto.
—Sí, sí, bla bla bla. Escucha un momento, afeminado, aléjate de él ¿de acuerdo? No caerá en vergüenza como tú ¿vale? Me pregunto qué pensaría el tan recto Lucian si supiera esto… Divertido. ¿No crees?
—Voy a comerme tus entrañas… —amenazó Ian con los ojos eyectados de sangre.
—Lo que tú quieras, salvo mi corazón, primor —burló.

Y entonces, Damien entró a la habitación.

— ¡Aquí están! Los estaba buscando. Las rondas de vigilancia han terminado, Luc me ha mandado a avisarles, por si ya querían irse —Luc era como los más allegados llamaban al padre de Ian.
—Perfecto —se apresuró su gemelo, como si toda la tensión anterior no hubiera significado nada para él, lo cual no estaba muy alejado a la realidad, al humano pocas cosas le significaban algo.
Damien ignoró a su hermano y se dirigió a él.
—Ian, me preguntaba si querías ir a tomar algo. ¿Tal vez acompañarme a casa? Los bares no abren hasta pasada la medianoche, y Luc dijo que mañana Brad y yo no tenemos que venir si no queremos.

Con su metro noventa y cuatro, Damien era un conjunto de cosas a las que no podías decirle que no.

Brad intercedió.

—Lo siento, hermanito, pero por si no recuerdas unas chicas nos esperan hoy. Y no querrás hacerlas cabrear.

Ian estalló por dentro. Más que por celos idiotas (ya que Damien era puro hombre heterosexual) sintió odio hacia Brad. Odio verdadero. El muy hijo de puta lo hacía solamente porque pensaba que la homosexualidad podía llegar a ser contagiosa.

— ¡Es verdad! Podríamos dejarlo para otro día, ya sabes, invéntales algo.
—Oh no, no. Tú sabes que no puedo hacer eso.
Damien caviló por unos segundos, y como siempre, siguió como perrito faldero a su hermano gemelo.
—Vale —si no fuera porque Ian ya alucinaba de lo cabreado que estaba, hubiera jurado que Damien realmente se sentía apenado por tener que salir con esas mujeres en lugar de ir a tomar algo por ahí con él— bueno, entonces supongo que lo dejamos para otra ocasión ¿verdad?

Ian asintió como un imbécil. No podía reproducir palabras puesto que no salivaba y sentía la boca como un arenero.


Un gusto amargo en su paladar lo volvió a traer al presente. Ya no se sentía igual de miserable que años atrás, pero el sabor asqueroso de esa experiencia de engaño había marcado su personalidad desde entonces.
Nunca más volvió a confiar en nadie, y ni hablar de contar abiertamente su condición sexual, al fin de cuentas todo el mundo pensaría que estaba enfermo o se alejarían de él porque según la gran mayoría, podías contagiarte.
La única que conocía todo de punta a punta era Cassie, y después de su confesión se mostró igual de adorable que siempre, jamás exageró, de hecho, las cosas siguieron tan iguales que, en ocasiones, Cass tenía que mandarlo a la mierda y lo hacía. Bien, eso le gustaba, no recibía ningún trato especial por ser “especial” ya que no se consideraba de esa manera.
Podía no ser abierto respecto a su sexualidad, pero al menos tenía algo bien en claro: amar a alguien no tenía nada que ver con un número, con un valor, y mucho menos, con lo que llevaras debajo de tu ropa interior. Él estaba enamorado y si la persona afortunada llevaba pollera o pantalón, le daba exactamente igual. Amor es amor, y si eres capaz de recibirlo pese a cualquier cosa u objeción, entonces estas capacitado para amar.
Sin embargo, no podía olvidarse de lo ocurrido después que Brad lo desparramó por todos lados, después de la vergüenza que sintió cuando Damien se había enterado.
Aún recordaba ese día también, y agradeció al cielo que al menos Brad haya tenido la suficiente delicadeza para no ir con el chisme a su padre.
El gemelo de aquel malvado hijo de puta se había quedado congelado cuando su hermano le contó la verdad enfrente de él riéndose de lo gracioso que había sido descubrir que sus sospechas eran ciertas. Ian creyó que Damien lo golpearía, no obstante, el que recibió un fuerte puñetazo en la cara fue Brad, y acto siguiente, Damien lo invitó a tomar unos tragos. Ésa noche el humano se emborrachó e Ian trató de desmentir su situación. Aún no sabía si este le había creído. Jamás volvieron a hablar el tema, pero cada vez que Damien tuvo oportunidad de sacar a colación cuanto le gustaban las mujeres, lo hacía. Claro que siempre con respeto, él era el correcto, duro y respetuoso Damien, no un patán como su hermano.

— ¿Ya estás listo? —Dijo aquella presencia que no dejaba de sorprenderle. Se había pasado quince minutos allí parado, recordando cosas que no debería recordar. Alejándose de su eje y de su lugar feliz.

Joder, su padre le había dejado a Damien para que lo ayudara, sin saber cuanto lo afectaba su presencia. No sabía que era peor, si estar con él o con su gemelo.
Ahora ya no era cualquier hombre. Ahora ya no se dejaría amedrentar por ese bastardo, en cuanto quisiera pasarse de la raya, le dejaría la cara de adorno… pero en el culo.

—Claro —y se giró para mirarlo a la cara.

Ese era Damien, no Brad, se recordó cuando el veneno subió por su garganta.

— ¿Qué tan peligroso es ese tal… vampiro? —Le preguntó, aclarándose la voz.
Peligroso… el vampiro. Cierto, iban a reunirse con Andrés.
—Peligroso como una mariposa enjaulada. No hay si quiera un porcentaje de peligro en esta reunión. No entiendo por qué insistes en ir. Puedes quedarte aquí, jamás se lo diré a Lucian.  
—No. Voy. Cubriré tu espalda —menudo sentido del honor que había echado el humano, siempre lo había tenido en realidad, pero con los años aumentaba.

No. Definitivamente Damien no era Brad. Salvo por una cara y un cuerpo exactamente igual. A diferencia que la mirada del primero no mostraba la arrogancia del segundo.
Ian aseguraba que a Brad le había tardado en oxigenar el cerebro al nacer, no había otra explicación lógica que avalara de alguna forma normal el comportamiento de este. 

—No necesito que me cuiden la espalda —Murmuró Ian entre dientes, acercándose a la puerta.

Damien lo alcanzó rápido y le puso la mano en el hombro. Ian se la quitó como si hubiese recibido una descarga eléctrica.
Debía de poner distancia, aunque tuviese un significado diferente para los dos. Tenía que darse credibilidad.
E hizo algo realmente estúpido.

— ¿Sabes? Esta noche pretendo embriagarme como una mula. Tal vez después de arreglar toda la mierda con el vampiro podríamos ir al bar de Cass, She Wolf ¿recuerdas?

Estúpido con E de «Esa boca no es mía»
Él no se odiaba por su condición sexual, pero necesitaba que Damien vuelva a ser igual de compañero con él que antes de todo aquel horrible malentendido. Era mejor su amistad a la nada misma ¿verdad?

—De acuerdo —contestó el humano.
—Tal vez conseguir algunas chicas — ¿Qué diablos le estaba pasando? —She Wolf tiene las mejores clientas.

Damien lo miró extraño. No era de esperarse, Ian nunca estuvo seguro de que se haya tragado el cuento de «todo fue una mierda que inventó tu hermano para ensuciarme» sin embargo le dolía que él lo mirara como si de repente hubiera perdido la cabeza.

—Vale, vale —le sonrió— no tienes que deshacerte de mí de ese modo. Yo puedo buscar algunas chicas mientras te doy tu privacidad. Tú padre no me ha enviado para que sea tu niñero, es decir, tu sabes cuidarte bien solo, ya lo has dejado claro.
Ian agotó su poca cuota de paciencia.
— ¿Por qué no debería de buscar mujeres también? Damien… me revienta tener que volver a recaer siempre en la misma aclaración, yo no soy…
—Oye, vaquero, no hace falta que lo repitas. Lo pillo. Pero me malinterpretaste.
Ian gruñó. Le dio la espalda y abrió la puerta.
—Tenemos un vampiro a quien visitar.

La noche había caído, y en cuanto estuvieron por cruzar la puerta, Cass apareció para advertirles.

—No creo que tengan que viajar hasta allí.
Los dos se dieron vuelta al unísono.
— ¿Qué quieres decir?

El timbre sonó. Los hombres seguían mirándola.

—Ahí tienen la respuesta.

Cuando abrieron la puerta, Andrés estaba al otro lado.
Ian observó como el vampiro curvaba uno de sus labios, en una especie de sonrisa que por primera vez en mucho tiempo, logró erizar su piel. Maldito bastardo, era realmente diabólico.

— ¿No piensas entrar? —Preguntó Cass con un leve levantamiento de cejas. Lo estaba provocando.
—No hasta que saques la protección, no soy tan idiota.

Y como si fuesen una gran familia sobrenatural, la casa tembló desde sus cimientos. Acto seguido, Dante apareció al lado de Cassandra.

Ian no entendía absolutamente nada. No es como si las cosas siguieran sorprendiéndole, pero ¿esto?

—Saca el escudo de protección, Cassie —dijo el Ángel.
— ¿Cómo demonios hiciste eso? —Preguntó en shock. Antes que él contestara le dio un puñetazo en el hombro. Dante no pareció notarlo, pero se fastidió.
— ¿Por qué fue eso, maldita sea, mujer?
—Porque me llamo Cassandra para ti, imbécil.

El lobo interrumpió la eterna pelea que escuchaba cada vez que estos dos se cruzaban.

— ¿Por qué todo tembló cuando entraste?
Dante torció el gesto.
—Aún no manejo muy bien eso de la teletransportación.
—No lo hagas más, puedes tocar la puerta.
Se encogió de hombros.
—Me gusta sorprenderte.
—Pero a mi no las sorpresas.

Tras un silencio, Andrés tocó a la puerta abierta, sólo para recordar que estaba allí.

—Pasa ya, ha bajado la guardia —avisó Dante.
—Bien. Pero recuérdame por qué estas tú aquí.
—Vine a ver a Lumi ¿qué crees?
—La conversación es entre Ian y yo.
—Hártense —espetó el Ángel y caminó derecho hacía la habitación de Ludmila, dejándolos atrás.

Cassie hizo lo mismo, pero se dirigió a la cocina. Sin embargo, Damien se quedó allí, inmóvil.

— ¿Qué? No me mires así, Ian. Sabes que no me moveré de aquí.
Maldito sea Damien y la lealtad que tenía con su padre. Por supuesto que no se iría de allí sabiendo que él estaba con un vampiro, y no uno cualquiera, uno peligroso, asesino… desalmado. No es como si el humano sintiera algo especial por su persona, y esa fuera la razón por la cual despegar su culo de allí era lo último que haría en su lista. No.

Chupapollas.

—No me miren así —intervino Andrés— carne de lobo no esta entre mis dietas favoritas…
Damien se le acercó, muy cerca.
—No me provoques, vampiro, porque mi puño esta muy cerca de tu boca.

Un silencio mortuorio los atrapó. Ian estaba paralizado, cualquier movimiento brusco por parte de cualquiera, y el único que terminaría muerto sería el guardaespaldas de su padre.
Pese a ello, Andrés comenzó a reír luego de su abrasadora seriedad.

—Oh, cielos, me dejaste mudo y no con un beso.

Ian observó como a Damien se le contraían los músculos, y como apretaba su manos hasta dejar sus nudillos blancos. Se alejó sin más.

—Estaré con Cass en la cocina.

Andrés se lo quedó mirando, y luego volvió la vista hacia él.

—Woaa… intenso.
Una risita se escondió tras sus ojos. Ian se estaba volviendo paranoico ¿qué sabía él sobre ellos? Bueno, «sobre ellos» sonaba a dupla, sin embargo, lo que el lobo sentía por Damien iba sólo de su parte.
Se enderezó y cruzó de brazos. No daría trascendencia al gesto que, además, podría estar interpretando mal con Andrés. El vampiro no sabía nada sobre él. Absolutamente nada.

—Dime ya que es lo que quieres. Y qué es lo que ocultas.
—Si te lo dijera no tendría sentido.
—Pues entonces no hay trato.
—Ni siquiera hemos establecido uno.

Oh, sí. ¡Justo cuando creía que no había persona más insufrible que Dante!
Ian presionó la mandíbula.

—Quiero la daga de Jade. Lo sabes —Le dijo el lobo con tranquilidad.
—Bueno, aquí veo negociación. Al fin —se burló.
—No estoy bromeando.
—Yo tampoco —Hizo una pausa, caminó unos pasos y lo fulminó con la mirada, realmente era espeluznante—. Pero si te doy lo único que me ata a permanecer vivo, estaré jodido. Necesito mi ancla yo también ¿sabes?
— ¿Qué quieres a cambio? dilo. Tu no haces nada porque sí.
Lo vio tragar saliva.
—Que todo quede olvidado. Les ayudaré cuando ellos lleguen, combatiré con ustedes, y les daré la Daga una vez que todo termine.
—Quieres decir, cuando tu culo este a salvo —más que una pregunta, Ian le dio una afirmación.
—Has captado el mensaje.
—No puedo hacer eso, cuando nuestro jefe vuelva él decidirá qué hacer.
—Y tú le recomendarás que no me toque un solo pelo de mi hermoso cabello.
—Eso no es tan fácil. Él querrá venganza. Andrés, lo mataste. Asesinaste a su familia.
—Sí, como sea, mal calculo en los planes, las cosas se nos fueron un poco de las manos —le sonrió— ¿trato? —extendió su mano.
Tras dudarlo un poco, Ian comenzó a extender su mano.
—Trato —contestó, y antes de que sus manos se junten para sellar la promesa, un grito desgarrador interrumpió la reunión.

— ¿Qué demonios fue eso?
—Lumi… ella…
Andrés se enervó.
— ¡¿Ella qué?!
— ¡Rayos! Su período sexual… creo que ha comenzado.

**

Dante apenas podía con su alma. Cuando entró a la habitación que Ludmila tenía en el piso superior de la casa donde antiguamente vivían, la pequeña se encontraba durmiendo. Era tan tierna… ella parecía más bien un Ángel en lugar de una mujer lobo.
Estaba mínimamente más morena que lo acostumbrado, su tez blanca se había curtido por el sol dándole un color apenas más arriba del común. Sí, vale, apenas un poco, pero se notaba. Sus rizos rubios estaban desparramados en la almohada, y cuado se acercó a ella le tapó con un pedacito de sábana los muslos que estaban casi descubiertos. Sonrió al ver tan emocionante imagen visual. Su vestidito de franela color carne le quedaba tan hermosamente infantil. Así quería tenerla por siempre, diminuta, tranquila….

Jodidamente exaltada. ¿Exaltada? En cuanto Dante acarició una de sus mejillas, ella empezó a moverse. La temperatura corporal ascendía sobre lo normal, pero se recordó que eso era lógico... Bueno, tan lógico como podía serlo hasta que la pequeña lo agarró por sus hombros y lo trajo sobre ella.

— ¡Lumi! ¿Qué estas haciendo? 
Para cuando la pregunta terminó de salir de sus labios, Dante ya se encontraba tumbado de espaldas sobre el colchón, con ella encima de él.
—Cariño, ¿qué rayos estas…?
Las diminutas manos juveniles de Ludmila daban tirones en la camiseta ceñida al cuerpo que el hombre traía puesta.
— ¡Ludmila, para ya, has perdido la cabeza! —Logró sacársela de encima, con demasiado esfuerzo. Su niña había crecido, era muy fuerte.

Se encaminó al otro extremo de la habitación, con el rostro encendido. ¿Qué mierda pasaba? La persona que se acercaba sigilosa hacía él no era su Ludmila, no era la pequeña a la que amaba como a una hija, ni con la que compartía la cama las noches de invierno para no dormir solos, o con la que se quedaba hasta tarde comiendo golosinas mientras veían una película de terror. Era su cuerpo, su cara, pero no sus ojos, que estaban vidriosos, lujuriosos. Ambarinos.

Lujuriosos por él, que era un padre para ella, un hermano, un compañero. Tenían una unión emocional más fuerte que la propia sangre.
Y se acercó gritando hacía él, como si fuera a devorárselo. Literalmente.

**

Cuando Andrés la escuchó gritar, la bilis se le subió a la garganta. Era un sabor amargo, algo que no comprendía del todo. No sabía en qué parte de la casa estaba la habitación de Ludmila, pero su olor lo había guiado.
¡Qué demonios! tendría que haberse largado de allí, la chica no era su maldito problema, sin embargo, sus pies que lo hacían caminar, o mejor dicho su corazón, no pensaban lo mismo. Era una fuerza magnética, más allá de la razón.

Tumbó la puerta a un lado, no había espacio para pensar ni razonar. Él sabía que Lumi estaba allí. Su olfato no falló.

Pero la bilis que se había formado en su garganta, amenazándolo con salir de su boca, se transformó en veneno.
Si hubiera visto a dos elfos volando por encima de la cabeza de Ludmila no se habría sorprendido tanto.
Dante estaba sobre Lumi en la cama, y ella abajo intentando sacarle la ropa… ¿La ropa?
Llámenlo posesión o locura… pero Andrés no atinó a otra cosa que no sea tomar a ese bastardo por los hombros y tirarlo contra el piso. ¿Qué se suponía que estaba haciendo, el muy hijo de puta? ¿Abusar de Ludmila, cuando frente a todos la hacía ver como si ella fuera su condenada hija? ¿Se habían vuelto todos locos como el sombrerero de Alicia en el país de las maravillas o qué?
Bueno, además… parte de su bronca in crescendo se basaba en que, la pequeña e inocente Lumi no le estaba poniendo a Dante las cosas muy fáciles. ¡Estaba tratando de desvestirlo!

— ¡Agárrala fuerte! —Gritó Dante, mientras se levantaba con rapidez del aventón que le había dado Andrés— ¡Se lastimará!
— ¡Sí, claro! —El vampiro tenía ganas de arrancarle los tendones de a uno y ponerse a saltar a la soga si fuera necesario— ¡Como lo estabas haciendo tú! ¿verdad?
— ¿De qué rayos hablas? ¡Tómala, maldición! —Y antes que Andrés pudiera reaccionar, Lumi lo tenía agarrado por la cintura.
— ¿Qué significa todo est…? —Apenas pudo terminar la oración.

Vamos, otro en su lugar no podría, pero a como Lumi lo estaba tocando, no le importaría ponerse duro allí, delante de todo el mundo. No entendía ni medio de lo que estaba pasando.
Pero incluso antes que pudiera preguntárselo por segunda vez, Ian había entrado en escena, sacando a la niña lobo de encima de él.

—Jamás pensé que esto ocurriría tan rápido, no antes sin su primera transformación bajo la Luna llena, y eso no es sino en más de un mes…

— ¿De qué hablas, Ian? —Se acercó Damien, ayudando a sostener a Lumi, que estaba posesa tratando de soltarse.

Andrés y Dante se pusieron tras de él. Tanto Ángel como vampiro se miraron y se gruñeron, como si estuvieran peleando por ver quién podía estar más cerca de la niña.

—Cielos… debí de haberlo imaginado. Forcé su transición el primer día de entrenamiento cuando la hice enfadar… era obvio que esto podría ocurrir.
—Debí de haberte dado una patada en las pelotas por adelantado —intervino Dante.
— ¿Nos habías estado espiando? —La contestación del ángel fue un leve encogimiento de hombros. —Por supuesto que nos estuviste espiando. Cabrón.
—De todas formas ¿qué tiene que ver todo eso?
—Tras el primer plenilunio, tanto hembras como machos…
—Tanto hembras como machos ¿qué? —exigió Andrés, quién ya venía sospechando de qué iba todo eso.
—Llega el período de apareamiento —Contestó solemne, mientras dejaba que Damien ejerciera presión para que la pequeña bastarda estuviera controlada.

Tres pares de ojos bien abiertos se voltearon para verlo.

—Tú me estas jodiendo —balbuceó Dante.
—Me hubiese gustado que esto no pasara tan pronto, no sin que antes ella lo supiera… no había sacado cuentas de esto, Dante… lo juro, yo… perdona.
— ¡¿Perdona?! ¡Bastardo idiota! ¡Apenas tiene quince años! Ni hablar. Esto no pasará. La encerraremos, la ataremos si es necesario —un silencio en forma de fuego adoptó la situación, luego que nadie contestara, el ángel agregó mordiéndose los labios: —Eso no es posible ¿verdad?
—Lo siento, de veras —agregó Ian, tirando por la borda cualquier esperanza— pero si no lo hace… sufrirá. Y hablo de verdadero sufrimiento. Su cuerpo va a retorcerse por la necesidad. Pasará un verdadero infierno hasta que la noche termine, su piel empezará a sudar y luego a resquebrajarse, no digo que luego no vaya a recuperarse rápidamente, en veinticuatro horas volverá a la normalidad, pero… teniendo en cuenta que esto es parte de su naturaleza ¿valdrá la pena dejarla sufrir?
—Tú… no… la… tocarás —decidió.
—No quiero hacerlo, créeme, es apenas una criatura. Pero ¿qué propones, sabelotodo? ¿Qué le contratemos a un hombre para que lo haga?

Dante lanzó un improperio. Comenzó a dar vueltas en la habitación.

—Lo siento muchachos, pero yo tampoco lo haré. No se de que va todo este problema supernatural, no quiero que se le de por morderme en pleno acto sexual —intervino Damien.

Andrés permanecía callado en un rincón. Oh por Dios, necesitaba que alguien le echara un baldazo de agua fría encima. Esto era una jodida locura.

—Yo… —Dante tragó saliva y calló sin terminar la oración. Todos se voltearon para verlo.
—Amigo, en serio… ¿podrías soportar hacerlo, a sabiendas que es como una hija para ti? No podrías mirarla a la cara nunca más en tu vida.
—Ninguno de ustedes le pondrá una mano encima, Ian, no a menos que quieran seguir viviendo con parte de su anatomía en su lugar —largó Dante, sin más.
—Oye, si de algo te consuela, tampoco podrías manejarla. Ella se pondrá realmente violenta, ni tú con tus superpoderes de ángel caído, ni Damien como humano podría aplacarla —explicó el lobo. —Y yo soy su mentor, prefiero que me maten antes de ponerle una mano encima —lo cual era una completa mentira. Ian no podría ni siquiera pensar en ella como ser sexual. Claramente no era su tipo, o mejor dicho, su género.

Lumi volvió a aullar de dolor. Su piel estaba sudorosa, y los claros ojos ahora estaban tornados en un ámbar sobrenatural. Los ojos de una mujer lobo.

—Podría… oh cielos, condénenme al infierno… podría… pedirle ayuda a… Benicio —vaciló Dante.
— ¡De ninguna jodida manera! —Reaccionó Andrés.
—Oh, tú cállate —ordenó.
—Vamos, ¿crees que el vampiro aceptaría? Y lo que es mejor aún ¿crees que Amanda se lo permitiría? Sobre todo por el amor y la afinidad que siente por Ludmila —le hizo ver Ian. —Pero estas en lo cierto… además de un hombre lobo, nuestra única opción es un vampiro.

Ian y Dante se quedaron mirando largo y tendido. El primero hizo un gesto con la cabeza en dirección de Andrés, que miraba taciturno a Lumi. Cuando se hizo cargo que los dos lo miraban, nuevamente la sorpresa lo embargó.
La sorpresa y el terror.

— ¡De ninguna manera, no cuenten conmigo!
—Tiene razón ¡ni hablar! —intervino Dante.
— ¡Dejen de portarse como chiquillos! —Les gruñó Ian— estamos hablando de la salud física y psicológica de Lumi, no pueden ser tan cerrados.
—No confiaré en este bastardo aunque pasen cien mil años más.
—Es verdad —dijo Andrés a su favor— No soy confiable, hombre, lo más probable es que termine matándola en el transcurso. Ya saben, todo eso de la sangre y la sed… —concluyó a modo de broma— además, no me acuesto con vírgenes.

Lo que estaba pasando Andrés era una prueba fuerte. Las ganas de montarse a la pequeña Ludmila lo corroían por dentro, pero no en estos términos.
Allí mismo cayó en la cuenta de cuanto la deseaba, de cuanto anhelaba tenerla entre sus brazos, sobre su cuerpo, bajo él, adentro suyo. Sin embargo, no de esa forma.
En todo ese pequeño lapso de tiempo desde que la había visto por primera vez, guardaba para sí el deseo incontrolable que tenía por hacerla suya, a pesar de lo que puedan llegar a dictar las normas. Él tenía más de doscientos años, ella apenas quince.
Andrés quería tomarla allí mismo y acabar de una vez con su sufrimiento, pero la cuestión era que no debía. Además, con Lumi surgía desde su interior una posesión por ella y unas ganas de hacerlo a la antigua, con su consentimiento, como desde hacía siglos no lo permitía.
Años de obligar a las mujeres para hacer cosas que no querían hacer se voltearon dejándolo de cabeza. Era un gran bastardo que las hacía sufrir antes de dejarlas llegar a un orgasmo.
Pero por Lumi… iba a perder la cabeza.

—Dante, quedan dos condenados días para la batalla que se presenta. Si pasa toda esta noche así, mañana se recuperará, pero nada garantiza que va a estar bien para ayudarnos. No podemos darnos el lujo de tener una menos.

Andrés escuchaba a Ian, pero sus ojos estaban puestos en la adolescente que apenas se mostraba consiente, y gruñía y gemía del dolor. Él no podía dejarla sufrir así.

El ángel paseó por la habitación, con un tic nervioso que hacía que su mandíbula mordiera fuerte. Tras cinco minutos de reconsiderar y marear a todos con sus idas y vueltas, se acercó, poniéndose a la altura de Andrés.

—Hazlo —hizo una pausa—. Pero si dices una palabra de esto mañana, o si la lastimas en el transcurso… no habrá persona en este mundo capaz de salvarte, vampiro. Quebraré los diez mandamientos y los utilizaré todos juntos contra ti, sólo para que jamás olvides lo que significa traicionar a Dante Levinton.

Andrés hubiera querido tener algo sagaz e inteligente que decir, pero por primera vez en mucho tiempo, se había quedado sin palabras.
Y lo que era peor, podría haberle importado una mierda la amenaza del ángel, que bien ingeniosa había sido, reconocía. Aún así, él mismo sabía que, si le hacía daño a ella, ni mil estacas de madera podrían matarlo haciéndole pagar como correspondía. Ninguna le haría un juicio correcto.

—Sáquenme de aquí antes que me arrepienta, por favor —pidió Dante, ilegible.
Ian fue el primero en agarrarlo del brazo para sacarlo fuera de la habitación. Damien dudó y luego soltó a Ludmila, quien ahora en vez de atacar a cualquiera que se acercara, se encontraba retorciéndose de dolor en la cama.

—Un momento… ¿nadie me dirá qué hacer o qué esperar sobre esto? —Preguntó Andrés.
Ian lo miró sobre su hombro.
—Es sexo, chupasangre. ¿Quieres que te haga un dibujo?

Y se fueron.

**

No podría decirse que era feliz, pero tampoco infeliz. No después de aquellos huevos revueltos, de ese pollo frito, de la leche fresca que había tomado hacía media hora atrás, ni del pote de fresas que estaba comiendo ahora mismo sentada con los pies descalzos sobre las aguas de un pequeño laguito al costado de la cabaña del Vintén, donde estaba ahora, vestida sólo con una remera playera ancha, blanca, y en braguitas.
El verano estaba azotando bien fuerte, pero ya había oscurecido hacía dos horas y la brisa caliente no era tan abrasadora cerca del agua.
Su piel, que antiguamente había sido blanca como la nieve, tras los años como cazadora, se le había curtido. Ahora era más bien un moreno dorado, bien sutil.
Cuando se había duchado la última vez, afeitó sus piernas. No era lo que más le agradaba, prefería la depilación con cera, pero el vampiro bastardo se había encargado de mucho consiguiéndole más ropa, y bueno… comida.
Ella sabía a la perfección que los de su clase no comían, por eso allí marcaba un doble mérito.
¿Quién lo iba a decir? La vida daba vuelcos inesperados. De cazarlos, había pasado a formar alianza con uno de ellos. Bueno, todo sea por su trato.

Ella le daría una mano pateando unos buenos traseros inhumanos, y él la mataría.

Le quedaban dos días en su miserable vida, y a pesar de eso, sus recuerdos giraban en torno a una sola persona.

Giraban en torno a la mujer que le había roto el corazón tantos años atrás.
Vit no podía sentirse más miserable. Ni aunque lo quisiera.


**


Una patada en las pelotas no le hubiera causado ni por asomo todo lo mal que se sentía en esos momentos. Se quería cagar muriendo.

Lumi en aquella cama, sufriendo. Él que no podía hacer nada para aplacar la culpa que sentiría al otro día por la mañana, luego de haber abusado de esa forma de ella.
Se acercó a su lado, a velocidad vampiro, y se recostó tras de Lumi, haciendo que toda la espalda de la niña se pegara a su pecho.
La apretó con fuerzas, para que dejara de moverse. Tal vez la presión ayudara un poco. Tal vez hacerla sentir que tenía contención significara algo.
A lo mejor podría aplacar las altas temperaturas que su cuerpo tenía, con un poco de la frialdad del de él. La temperatura de un vampiro roza los grados bajo cero. Tenía que servirle de algo.

Entre chillidos, pudo notar como Lumi hablaba o… murmuraba. Deliraba, para ser más precisos.

—Haz… que pare… el dolor… ¡Cristo, voy a morir!
—Shshshshh… no morirás, nena… tú no —tragó saliva, la presionó más contra él.

No podía tener sexo con ella. Bajo ningún punto de vista. No podía. No así.
La primera vez de Lumi no podía ser así, ni en mil años luz.

—Siento que… —su voz sonaba entrecortada— hay partes… en blanco. Me siento tan mal… tan…
—Estas conmigo —Andrés se atrevió a besar el hombro descubierto de Lumi, que seguía de espaldas a él—. Nadie te hará daño.

Nadie. Ni siquiera él. 

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3 comentarios:

  1. Amanda eres mala no me puedes dejar asi..... que pasara en el siguiente por Dios, Andres se va a hechar a Lumi, felicidades esta buenisima me dejaste con gana s de mas como siempre!!!

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  2. Amanda por un demonio como nos haces eso a nosotras tus lectoras!
    La jodida espera que tendremos que pasar para el nuevo capitulo será insufrible!
    Lo hiciste mujer lo hiciste de nuevo! Eres la mejor!!!

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  3. quiero q continues...ya!!!! como puedes dejarme con esta agonía???? quieros saber q va a pasar!!!!

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