martes, 8 de marzo de 2011

Despertar II: ángel sangriento; cap 9 "Descubierto."






—Bueno… —pensó Gala en voz alta— el lugar es algo… —sonrió cuando Andrés la interrumpió.

— ¿Burdo? ¿Grotesco? ¿Desalineado o simplemente… horrible? —a modo de completar la frase de la mujer.

—Ignoremos a Andrés, es el plan de esta noche —comentó Benjamín siendo amigable.

—El plan de esta noche era quedarme en casa matando animalitos —gruñó por lo bajo— animalitos mamíferos… preferentemente humanos. Oh, animalitos al fin sí—. Y miró reprochando a su hermano mayor.

— ¿Acaso nadie va a preguntarme que era lo que yo quería decir? —preguntó Galadriel sin estar enojada.

—No —se apresuró Andrés, arrastrando del brazo a Amanda, que no había siquiera respirado.


Melonio. Así se llamaba el boliche-bar-lo-que-sea al que fueron. Todos sabían que a pesar del buen gusto que la rubia vampira tenía, los boliches no eran su fuerte y generalmente los buscaba bien raros para pasar desapercibidos. Lo cierto era que estaban lejos de pasar desapercibidos, eran lindos fuera de lo normal, por ende… claro, no podían no llamar la atención.
Andrés y Amanda entraron primeros y muy juntos, aunque puertas adentro él la soltó para que nadie los viera como “la pareja” mientras que Benjamín y Galadriel entraron unidos riendo y alegrándose de haber elegido salir.
Amanda miró a su alrededor confundida, el lugar era grande y sombrío, algunas luces de neón alumbraban la barra y había un aroma muy fuerte dando vueltas en su cabeza, estaba atontada, giraba en círculos y movió los ojos rápidamente para darse cuenta que era peor de lo que parecía. Estaba mareada. Se frotó los ojos y la neblina que percibió no fue más que humo de cigarros —y otras sustancias— pero se recompuso al instante. Cuando miró a sus costados varias personas se habían volteado para observarla, en general hombres de mediana edad y novias bastante irritadas por la forma en que Amanda llamaba la atención sin siquiera intentarlo.
Galadriel y Benjamín ya se habían adelantado bastante a pesar que iban por detrás de ellos, y ahora la saludaban desde la barra. Quien se les había unido también era Andrés, con gesto intolerante y poco preocupado.
Mientras Amanda se iba acercando, un hombre de unos veinticinco años —muy joven y atractivo— pensó ella, se arrimó a su lado y la tomó por el brazo

—Maldita costumbre —farfulló ella ofendida— ¿es que es algo típico de su género?

— ¿Qué? —Preguntó con calidez en sus ojos —iba a invitarte a tomar un trago.

—Entonces no hay necesidad que me agarres tan fuerte— reprochó.

—Perdón —contestó con credulidad.

—Otra cosa típica, pedir perdón—. Y se giró para seguir caminando.
Amanda dio dos pasos y le bastó para encontrarse con la mirada traviesa de Benjamín, al parecer le daba mucha gracia ver la situación en la que hombre avanza a chica-chica rechaza a hombre, y Galadriel — ¡Por dios, ella también! —murmuró Amy avergonzada, estaba divirtiéndose a lo grande. Amanda los miró a lo lejos fulminándolos y con los brazos cruzados, cuando advirtió a Andrés al lado de ellos con la mirada altiva y… furiosa. ¿Estaba enojado por algo? Se dio cuenta que la forma en que la observaba no era de diversión como su hermano mayor, tampoco como la de Gala. ¿Qué le pasaba entonces? Sus pensamientos fueron interrumpidos, nuevamente sentía una mano caliente sobre su suave y fría piel.

—Tienes frío. —Dijo el desconocido, mirándola preocupado.
Amanda giró su cabeza para encontrar a Andrés en la otra punta con su mirada fija en la mano del hombre sobre su cuerpo.

—Créeme que no lo tengo. —Le aseguró cortante.

— ¿Entonces? ¿Vienes conmigo o no? —y apretó más fuerte, claro que ella no lo sentía así, era mucho más fuerte, por su condición.

—No. —Contestó tratando de ser cortés.

—Pero… —insistió.

—Pero dijo que la sueltes. —Andrés apareció de la nada, con un tono amenazante. Amanda lo miró sin hablar.

— ¿De dónde saliste? —preguntó molesto el desconocido. — ¿Es tu novio, o qué? —se dirigió a la chica, que respondió con una mirada confundida, manteniéndose callada.

—Dije que la sueltes —volvió a amenazar el vampiro.

—Ehhhh… —fue lo único que Amy atinó a pronunciar.

— ¿Vamos a otro lado menos… rodeado por idiotas? —el hombre quiso hacer a un lado a Andrés, para llevarse a la mujer.

—Veo que voy a tener que tomar otras medidas —decía Andrés amenazándolo, más que con las palabras, con la mirada, inundada de odio. —Amanda —dijo fuertemente— vete, yo me arreglo.

— ¿Ah, sí? –comentó burlón.

—Sí. —Y el vampiro se acercó tomándolo por la camisa que el tipo llevaba puesta.

— ¡Basta! —Gritó ella— ¡Ya basta! —Agarró del hombro a Andrés y éste se dejó llevar hacia atrás. Amanda comenzó a caminar frente al desconocido, y sin querer ni siquiera intentarlo, usó el glamour. Ella no se dio cuenta que lo había hipnotizado de no ser por como reaccionó el muchacho girando y yéndose.

—No estoy disponible esta noche. Es mejor que vuelvas con tus amigos.
Automáticamente después que el chico se fue, miró por el ramillete del ojo a Andrés, cruzado de brazos.

—Ya basta, como si te importara —recriminó al hombre.

—Yo… —fue todo lo que le contestó, y se encaminó tras Amy, enojado y aterrado por lo que había hecho.
¿Acaso eran celos?

*

— ¿Qué van a tomar, eh? —preguntó Benjamín a todos.
Estaban bien distribuidos en la barra del boliche, la música no estaba tan alta donde habían elegido sentarse, cerca del sector “música lenta y romántica”.
El hermano mayor estaba sentado en una punta, Gala a su lado, por supuesto, y luego venía Amanda, muy pegada a la mujer, con cara de nena caprichosa, y seguía Andrés, que estaba más preocupado por emborracharse esa noche y no pensar en nada que en disfrutar el momento.

—Mmmm… —pensaba Galadriel en voz alta— que sea… algo suave para empezar —y giró la cabeza hacia Amanda, para hacerle notar que era su turno.

—Lo que tome ella —contestó a Benjamín sin mirarlo, solo tirando la cabeza hacia la izquierda donde tenía a la blonda vampira— lo que elija esta bien para mí —dijo sin interés.

—Bieeeennnnn –se apresuró, y sin dirigirse tampoco a Amanda, le habló a Gala —Parece que hay alguien de muy mal humor, como sea. ¡Andrés! —Llamó a su hermano, pero sin respuestas de su parte volvió a insistir —¡Ey!

—Absenta —contestó cortante.

— ¿Qué? —preguntaron la rubia y Benjamín al mismo tiempo.

—Que sea Absenta, quiero absenta. —Volvió a decirles. —Y que sea doble. —Siguió observando la nada, con los ojos perdidos en un punto fijo que no paraba de detallar con detenimiento como queriéndole encontrar su punto de falla.

— ¡Woaa! Murmuró enérgicamente Galadriel y codeando a Benja dijo —parece que alguien hoy quiere enterrar penas de amor.

—U otras cosas… —sugirió el mayor de los Casablanca, queriendo hacer un chiste con doble sentido, del que se rió únicamente su amiga, porque Amanda sólo se sonrojó escondiendo su rostro entre sus cabellos, y Andrés se acomodó en la silla con las piernas abiertas, sintiéndose incomodo.

— ¡Esa canción! —Gritó Galadriel, eufórica— ¡Esa es nuestra canción! —Y miró a Benjamín que le devolvía una mirada de no-me-hagas-esto.

— ¿I love Rock and roll? —Preguntó con sarcásmo Andrés

— ¡Salgamos de la pista espantosa de lentos! —Gritó la muchacha al oído de su amigo, ignorando a su hermano y sus comentarios —Y ustedes— señaló Gala mientras se llevaba de un tirón a Benjamín— ¡no se tomen nuestras bebidas!

Amanda sonrió escondida entre sus brazos que se apoyaban en la larga mesa rectangular, mientras el barman les entregaba los cuatro vasos altos. Andrés le hecho una mirada que ella captó al instante. Él le acercó su vaso, tomó el suyo y le dio el primer sorbo largo. Se quedó sorprendida que no escupiera ni una gota, aquella bebida era alcohol puro, se quedó observándolo pero nada, en apenas unos sorbos ya había fulminado todo por completo, y agarró el vaso de su hermano.
Siguió con la vista al frente, ahora del lado de las botellas alcohólicas ¿acaso jamás iba a mirarla?

— ¿No vas a tomar? —preguntó para acortar la distancia en silencio que tenían, pero aún así demasiado poco atento para el gusto de Amanda.

—Sssi —decía arrastrando las letras— sí, claro. —Y se llevó la sustancia a la boca… cuando la escupió.
Andrés se rió tan fuerte que ella lo pudo escuchar. Él giró la silla alta en la que Amanda se sentaba al mismo tiempo que se ponía en la misma posición de modo que las piernas cerradas de ella encastraron casi a la perfección en el hueco que el vampiro dejaba al tener las suyas abiertas, al igual que se sientan todos los hombres. Ella se sintió avergonzada e incomoda por esa repentina cercanía, y su piel estalló en mil pedazos cuando él con la yema de su dedo pulgar se posó en su labio inferior, para secar los restos de alcohol. Su cuerpo y sus sentidos comenzaron a jugarle una mala pasada, se sentía descompuesta, pero la sensación no era de dolor ni nada parecido, era de deseo, no sabía muy bien en que dirección, pero así estaban las cosas.
El aroma que había sentido justo antes de salir por la puerta de la Estancia, ahora había vuelto y era extremadamente rica, se sentía bien, era excéntrica. A pesar de que era dulce tenía unos tintes cítricos que tentarían a un muerto de sed en el desierto. Su boca se empezó a secar a medida que seguía describiendo en lo más profundo de su cráneo todo lo que imaginaba al pensar en aquel olor, tan diminuto y efímero que aparecía de un momento a otro. El dedo del muchacho seguía allí, depositado en el mismo lugar, como si estuviese pegado o imantado, cualquiera de las dos opciones eran válidas. Ella entrecerró sus ojos por varios segundos y giró dos veces la cabeza para que sus labios tocaran con más firmeza y profundidad la mano de Andrés, que parecía no querer moverse mientras esperaba un contacto más real y profundo.

—Es tu perfume —dijo ella entre susurros, y él se acercó poniéndole su propio cuello a centímetros de la boca de Amanda.

—Confía en mí, no es mi perfume —le aclaró.

— ¿Y qué es entonces? Estoy volviéndome loca —ella se acercó más, y sintió como el hombre se puso tenso como una roca, incomodándose por el espacio geográfico en el que estaban.
Andrés se alejó nuevamente, acabando el último trago que quedaba en el vaso de su hermano, adoptando nuevamente la misma postura que al principio.

—Probablemente ya lo estés. —Terminó. 
Amanda se incorporó y salió disparando hacia el baño de damas, no podía estar ni un segundo más ahí, no en cuanto ese perfume siguiera por el aire torturándola. Tenía ganas de empezar a hincarle el diente a cada uno de los personajes que estaban dentro de ese antro con tal de encontrar al culpable de su obsesión.
Cuando se dio vuelta para ver el trayecto recorrido notó como Andrés no había intentado seguirla, tampoco detenerla y eso le dolió, hirió su ego. Pero una mano se pasó por su cintura, atándola como un lazo. Tanto así, con esa prepotencia incontrolable, pensó que quizá el muchacho de la entrada no se había rendido cuando se dio vuelta y le dijo:

—Bueno, ¡Ya basta! —Sus ojos quedaron como platos al darse cuenta que por lejos se había equivocado. Ella no estaba espantando al hombre que la acosó cuando entraron, no claro que no era él. Ahora tenía enfrente a un esbelto muchacho rubio, de ojos claros y rasgos… no precisamente de éste país. Se quedó asombrada. —Perdón… me confundí con otro.

—Con otro que no tenía intenciones distintas a las mías —y le dedicó un guiñó de ojos espectacular y canchero— bailar —aclaró e hizo que ella se pegue a su cuerpo. La conexión fue instantánea, se dejó sin más mientras trataba de contestar algo inteligente.

—No tendría que estar aquí —le hizo saber, pero él la ignoró por completo sonriendo hacia el cielo. —Es decir, no estoy sola.

—Oh claro, yo estoy solo —el muchacho estaba haciendo la vista gorda.

— ¿Tendría que preguntarte tu nombre? —Le dijo Amanda, mientras por alguna extraña razón su cabeza fue a parar al hombro del chico. Al posarse de esa forma, le hizo sentir la misma seguridad emocional que le proporcionaba Gala, pero el nerviosismo no tardó en llegar cuando pensó en las distintas maneras en que Andrés mutilaría a este pobre muchacho si lo viera tan cerca de ella. —Pero… ¿Por qué? Él no me quiere —sus pensamientos fueron en voz alta, y se avergonzó al notar que el rubio la había escuchado.

—Eso es imposible, te ves encantadora —le aseguró. Al ver que ella no decía nada preguntó — ¿problemas amorosos? —Amy asintió con la cabeza—. Todos nosotros los tenemos… la desventaja de la eternidad. —Ella se alejó al escuchar eso ¿acaso también era un vampiro? Por unos instantes se sintió idiota, era una novata y no sabía distinguirlos con exactitud. Él la acercó y le susurró al oído —Franco, así me llamo.

—Tengo que irme —se atropelló con las palabras y al querer retomar el camino de inicio él se le puso enfrente.

—No voy a lastimarte —casi juraba con las manos en alto— es una promesa —Se dejó envolver nuevamente, cuando sintió que el muchacho se desprendía de ella con violencia.
Andrés. Fue lo único que se le cruzó con la cabeza, y no estaba equivocada. Miró hacia todos los lados posibles para ver si alguien los estaba mirando, y se encontró con un montón de parejas, precisamente mujeres casi dormidas en los hombros de sus hombres. Fue cuando recordó que estaban en el sector “lentos”. Genial, pensó. Cuando se acercó a los dos muchachos maldiciéndose por dentro al ver que la historia se repetía, vio como Andrés lo soltaba y comenzaban a reírse como si fuesen grandes amigos.

— ¿Qué pasa? —preguntó ella enojada, y el vampiro rubio, Franco, tal como se había presentado, se acomodaba su camisa a cuadros, libre de las garras de su contrincante.
Los hombres la ignoraron y se daban palmadas en las espaldas, cuando se fundieron en un amigable abrazo masculino.

— ¿Qué estas haciendo en este repugnante lugar? —preguntó inquieto Andrés.

—Eso mismo me pregunto a la inversa. —El muchacho señaló a Amanda con la vista — ¿Tu novia? —quiso saber.

—Soy Amanda. Y no soy su novia —dijo molesta. Y sin decirlo en voz audible refunfuñó: si fuese su novia él no me trataría como a un perro. Idiota él, idiota todos los hombres.

— ¿Estabas siguiéndome? —Andrés estaba curioso.

—No es mi estilo. Más bien, rastreándote. —Dejó ver su mirada acosadora.

—Mucho, pero mucho peor —contestaba el vampiro con sarcasmo alegre.

Franco era el mejor y único amigo de Andrés, desde hacia ya unos… algo así como noventa años. Una de las pocas personas con la que éste congeniaba como con ningún otro. Esa relación que los unía era diferente a la que tenía con su hermano mayor. Digamos que a Franco lo había elegido entre tantos, no los acercaba una obligación ni un deber, simplemente conectaban.
Franco era distinto, no era cruel, y a pesar de que se alimentaba de humanos, los dejaba sobrevivir. Jamás juzgó a Andrés, por eso que se llevaban tan bien, si bien lo entendía y lo aconsejaba para que lleve otro tipo de vida, nunca interfirió para querer cambiarlo.

— ¿Dónde estas quedándote? —preguntó con inquietud.

—Estaba pensando que podrías invitarme a esa Estancia tan grande y apacible en la que… vives —respondió con esmero.

—Claro. Pero ahora vayamos a la mesa. Estoy con mi hermano y con… Galadriel —al pronunciar el nombre de la última frunció la nariz.

—Uy uy uy… esto se pone bueno —bromeó dándole codazos. Era su mejor amigo, sabía que la mujer le ponía los pelos de punta —nunca es tarde para ver a una rubia tan sexy como Gala, ¿eh? Por favor, dime que no se puso gorda y molesta.

—No, no. Gorda no. En lo que resta… sigue igual que siempre.
Y se dirigieron a la barra, donde los esperaban.
Amanda fue tras ellos, y aburrida soportó las presentaciones entre conocidos con mucha desazón. Estaba aburriéndose como una mula cuando se acercó a la barra a pedirse un Absenta, la misma bebida que prendería fuego al mismo infierno. No le fue difícil apartarse del resto cuando se alejó porque Benjamín ya se había llevado a la pista de baile a Gala, para evitar que Franco siguiera echándole miraditas presuntuosas y Andrés estaba bien ocupado bebiendo mientras se ponía al día con su amigo.
Así fue como se enteró por primera vez que los vampiros también podían ponerse bien ebrios. —Estupendo —exclamó un el cuarto trago de Absenta. No recordaba hacia cuanto se había separado del grupo en el que estaba, sólo se dio cuenta que en el camino a lo lejos de la multitud se cruzó a Benjamín, a Gala y a Franco charlando en uno de los reservados, cuando se preguntó seriamente dónde diablos estaría metido Andrés. Trastabillando un poco, con ayuda de algunas de las columnas del lugar, llegó a un pequeño rincón donde las parejas iban a conversar más tranquilas cuando querían ligar o cosas por el estilo y notó una espalda muy sexy que era agarrada por dos manos que traían uñas largas y rojas. Era Andrés, y esas manos… estaba con una mujer, muy cerca, demasiada intimidad. Abrió los ojos para ver mejor, puesto que la graduación alcohólica que se traía puesta podría anestesiar una jauría de perros, pero no había caso, no estaba alucinando.
No supo muy bien que fue, pero no estaba furiosa, más bien deprimida. Recordaba al hombre impartiéndole hostilidad desde la mañana a la noche. Haciéndola sentir insignificante todo el tiempo, y ahora ahí lo ven, dejándose rodear por los brazos de una desconocida. Definitivamente Amanda sentía cosas por el vampiro, cosas que empezaban a resurgir en ese preciso instante. Ella había pensado que él la deseaba en innumerables oportunidades, mismo hacia unas horas cuando la ayudó a bajar el último escalón antes de venir a este lugar. Se había vestido para él, todo para nada. Para que apenas notara su presencia, para fastidiarle cualquier chance de siquiera conversar con otro hombre. ¿Por qué se tomaba la molestia de espantar cualquier candidato? ¿Sólo para hacerla sentir poca cosa? ¿Si no era de él no era de nadie? Eran idioteces, ella quería pertenecerle, pero estos últimos tiempos cayó en la cuenta que jamás podría penetrar un corazón tan duro, tan falto de afecto y amor propio. Jamás podría pertenecerle a un hombre tan malvado.
Parada ahí, tras él, se sentía mínima, insustancial. Se sentía —como dirían vulgarmente— un pedazo de mierda.
Dio un paso para atrás vacilando, y como si él la hubiese percibido, giró bruscamente dejando a la mujer que lo acompañaba media tumbada. La miró fijamente, pero ella no pudo sostenerle la mirada. Cuando lentamente volvió a dar otro paso casi en falso, él se apresuró hacia delante de ella para acortar esa distancia que los distanciaba, pero se quedó tieso al ver como ella frenaba. Amanda no tenía ganas que la siguiera, y tras unos segundos para afianzar su paso, salió disparada entre el gentío hasta que llegó a la puerta, se puso más normal, y el guarda de la entrada la abrió para ceder lugar.
Necesitaba aire fresco, y éste no se hizo esperar, batiéndole su larga melena.

*

—Yo sólo quería comer —adjudicó Andrés para si mismo a su favor.
Cuando vio el rostro de Amanda, casi desfigurado frente a él, sintió como sus piernas empezaban a fallarle, quería correr y gritar que había sido una completa confusión pero ¿con qué fin? Ellos no eran nada, y Andrés se aseguraba todos los días al despertar que tan sólo la odiaba y que sus fines eran completamente lucrativos respecto a lo que en realidad quería. Cuando ella empezó a correr, él quedó inmóvil y luego se levantó por la fuerza dejando a un lado a la estupida mujer que había elegido para cenar.
Al salir a la puerta se encontró completamente abandonado. Las calles estaban vacías, al parecer la fiesta se encontraba allí dentro y no del lado de afuera.
De no ser por la fragancia adictiva a sus sentidos como lo era la sangre de la mujer para él, no se habría dado cuenta de la estela que ella había dejado al salir como una flecha.
Andrés cerró sus ojos y se concentró en buscarla, no podía estar tan lejos, no era tan rápida como él. Percibiéndola, se echó a correr en dirección contraria a la que habían llegado, directo al descampado que había a tres cuadras del local. No se había equivocado, apresuró el paso cuando vio un borrón frente suyo.

— ¡No corras! —gritó él, parando en seco en medio de ese mini campo rodeado de árboles al que se había metido siguiéndola.

— ¿Por qué? —Preguntó la mujer con lágrimas en los ojos — ¿Qué cambia eso?

— ¿Qué te pasa? —exigió saber, mientras se acercaba sigilosamente.

—Eso no te importa —pronunció con un quejido interno.

—Aquí estoy. —Le contestó muy serio.

— ¿Y eso qué? —la muchacha evitó el cruce de miradas, pero fue imposible.

—Que… —él frunció los labios, y si hubiese podido apretarlos más sin duda se hubiesen partido —que… me importa. Aquí estoy —cerró los ojos conteniendo la aparente impotencia que lo embargaba al dejarse así al descubierto.

—Eso es mentira —Amanda negó con la cabeza, muerta de miedo. Le tenía miedo. Él era impredecible, si lo dejaba acercarse más podría terminar muerta, a Andrés no le temblaría el pulso para desmembrarla.
Andrés irrumpió en esos cinco metros de distancia que los separaban y ella se encogió, atajándose, preparada en posición de defensa.

—Sshhh —le dijo mientras la tomaba por los costados —no voy a lastimarte.

—Estas mintiendo —ella comenzó a llorar de manera histérica.

—No llores, por favor —el semblante del vampiro estaba totalmente desprevenido e increíblemente expuesto por sentimientos tristes.

— ¿Vas a… matarme? —susurraba fuera de sí.

— ¿Cómo… podría…? —Ladeó su cabeza confundido —Jamás… nunca sería capaz de hacerte daño —presionó los hombros de Amanda posesivamente.

— ¡Sueltame! —gritó ella deshaciéndose de sus manos. — ¡Estas mintiendo! ¡Lo único que quieres es matarme, terminar conmigo, sacarme de encima! Lo que no entiendo es por qué no lo haces ya. Ahora. ¿Qué te parece ahora, eh? —preguntó muy enojada, secándose sus propias lagrimas. — ¡Vamos, aquí estoy! No pienso defenderme. Aunque te encantaría que lo haga ¿verdad? Te encantaría que ruegue por mi vida. Te encantaría que me resista, eso lo haría más excitante ¿qué te parece? —Preguntaba, ahora acercándose —Vamos a jugar un rato ¿eh? Te dejo, y yo me resisto ¡Maldito idiota demente! No recuerdo cual fue el día que me crucé en tu camino, ¡pero lamento haberte conocido! —Sus palabras eran escupidas con demencia, con violencia.

—No es así… —Andrés cayó rendido al pasto frío, apoyándose sobre sus rodillas. Ya no quería pelear, no quería esto.  No quería sentir, pero tampoco quería matarla.

— ¿Y cómo es? ¡Como es! A ver… ¡Sí! ¡Lo tengo! ¿Quieres que corra, no? ¿Vas a darme ventaja? ¡Adelante! Soy toda tuya, voy a resistirme, voy a patearte, a rasguñarte, voy a suplicar que me perdones la vida, mientras vas a estar disfrutando mientras me arrancas la ropa y me violas, a lo mejor hagas eso antes de terminar conmigo ¿a que si?

—Ya… bas-ta —exigió Andrés para que Amanda se calle de una buena vez. 
Ella seguía llorando, frenéticamente mientras le daba ideas de cómo aniquilarla. Y se acercó a él, lo levantó por los brazos, y lo empujó hacia atrás.
Pero algo había cambiado. Él no iba a pelear, no iba a lastimarla, simplemente la miraba confundido y no entendía por qué, hasta que se dio cuenta: ¿cómo podía ella creerle, cuando todas las veces que podía acordarse, él la estaba maltratando?

— ¿Qué estas esperando? ¿Eh? ¿Quién va a preguntar por mí?

—No voy a hacerlo —contestó Andrés poniéndose firme.

— ¿Por qué? —gritó ella con lagrimas, más fuerte que nunca. — ¿Por qué no? ¡Si me odias!

—Yo… yo.no.te.odio —le hizo saber entre dientes, esta confesión ardía en su garganta, con la necesidad de ser contada en voz alta.

— ¿Ah no? —preguntó sin dejar de llorar y sin creerle tampoco.

—Amanda… yo… —él sabía que no iba a haber retorno de lo que tenía pensado decirle.

— ¿Qué? —la mujer estaba furiosa, descolocada.

—Te amo. Yo te amo. —El cielo iba a estallar. El infierno iba a entrar en guerra, cualquiera de esas opciones eran tan validas la una con la otra, tanto así que llegó a pensar que se necesitaban en conjunto para coexistir. El mundo iba a venirse abajo ante esta revelación. Ahí lo tenían: el hombre más enfermo del Universo dejando al descubierto sus grandes sentimientos. ¿Podía acaso un corazón muerto desde el nacimiento, resucitar sin acabar con el resto?

—Estas equivocado —apenas pudo pronunciar Amanda sin sentir como las piernas le temblaban —vuelves a mentirme,  ¡nunca vas a parar! su llanto eran vendavales. Desconfiando un poco, dando pasos para atrás mientras él se acercaba como un zombie hacia ella, lo único que le pidió fue —grítalo.

— ¿Qué? –dijo él, confundido.

—En voz alta, que todo el mundo se entere —hizo una pausa— grítalo.
Andrés se acercó a ella, para tomar sus mejillas entre sus grandes manos, cuando entre pequeñas risas limpió una de sus lágrimas y se llevó el dedo a su boca.

— ¿Qué haga qué? —Quería saber.

—Que lo grites. Si eso que dijiste es cierto… —vaciló— entonces no tendrías inconvenientes que todos lo sepan. Grítale al mundo que me amas. —Andrés la miró risueño ante su petición y se acercó a su oído:

—Te amo —volvió a afirmar el hombre.

— ¿Por qué estas diciéndomelo a mí? Te dije que… —Él no dejó que complete la frase.

-Tú eres mi mundo. —Al parecer, él siempre había sido bueno buscando respuestas cortas y concisas. 

3 comentarios:

  1. Amanda me ENCANTÓ este capitulo...no puedo esperar a que salga el otro, tanta tensión es irresistible.
    Me emocioné por completo, de verdad, es maravilloso.
    Te felicito. Excelente blog. Excelente libro.

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  2. AAAAAAAAAAAAAAAAAAAhhh!! me encantaaaa!!! sube el siguiente!!! =D excelente capitulooo, espero que el proximo sea igual de bueno, ANIMO!

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  3. ahhh!!!! por fin se lo dijo!! bacansisimo!!!!!

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